viernes, 12 de diciembre de 2014

Capítulo 28 de Dragonstones 1










UN NUEVO PELIGRO





Darkice acababa de cruzar el río cristalino montado en su caballo negro junto a su ejército de elfos oscuros… justo por el mismo sitio por donde lo hicieron: Mialee, Isilion, Kevin, Éric y Susan.



Había pasado mucho. Desde que llegaron a Shakával, a Kevin, Éric y Susan les había cambiado la vida por completo. Había sido una aventura llena de peligros y emociones. Y eso, les había hecho madurar.

Ahora, se libraba en Shakával la primera batalla trascendente de ésta época; y del resultado, dependía la vida de muchos. Darkice sabía de su importancia, por lo que no se perdonaría jamás defraudar a su señor Ízmer. Y de ningún modo, a sí mismo. Con que, lucharía hasta la muerte… o hasta el último aliento, para vencer.



Desde que partió de HIM, la isla helada de los elfos oscuros, había tenido que enfrentarse a los vikingos, nórdicos; y a aunque había sufrido algunas pérdidas, no previstas, los venció sin problemas. Luego, cuando llegaron a la fortaleza de Ízmer, aunque esperaba recibir la orden de partir de inmediato hacia Longoria, su señor le ordenó que esperase. Quería enviar otro ejército primero, para atacar las puertas del sur. Pero, la Lahmia aún no había conseguido reunirlo, así que, tuvo que esperar a que este primer ejército estuviese preparado y fuese enviado.



Cuando esto sucedió, por fin… pudo partir de la fortaleza de Ízmer.

Su misión era atacar Longoria por las puertas del norte.



Pero, en su camino hasta su destino, su ejército oscuro tuvo que pasar por varios pueblos a los que no dudó en arrasar y someter. Pasando a ser territorios dominados por las fuerzas del mal. Los dos primeros fueron Prásgar y Káslav. Luego, hicieron una breve parada en las montañas de los halcones gigantes para reponer fuerzas.

En la tarde del día siguiente, le tocó el turno a Sunesti. Tardaron mucho más en someterlo, ya que le llevó parte de la tarde y de la noche.

Ya, sin oposición, se dirigieron sin parar hacia Longoria, pero, a un paso tranquilo. Para no estar cansados, antes incluso, que comenzara la batalla.

No alcanzaron el río cristalino hasta bien avanzada la tarde siguiente.



Por eso, ahora que lo habían cruzado y su objetivo estaba tan cerca… delante de ellos; Darkice recordaba todo lo que le había sucedido, desde que partió de la isla helada hasta ahora; que se avecinaba el albor de la batalla.









-Ya están aquí, Máblung. Los longorianos deben saberlo. Enviaré a alguien para avisarlos -dijo Almare, desde lo alto de la muralla.

-No los veo, aún. Pero, su alteza dispone de mejores vistas, y debe estar en lo cierto. Hace bien en avisarlos.



Poco a poco, la delgada línea negra que apareció en el horizonte cuando comenzaba a ponerse el primero de los soles, el sol amarillo, se fue haciendo cada vez más grande, y convirtiendo en una inmensa mancha negra que avanzaba lentamente; y que se iba agrandando, conforme se acercaba.



-Ya los puedo ver -dijo Máblung-. Deben de ser muchísimos, tantos que no creo que podamos detenerlos… incluso, si se nos unen las fuerzas de las puertas del sur.

-Lo que dices es muy cierto. Esos condenados no han venido aquí de visita. Vienen a derrotarnos. Las leyendas que cuentan quienes los han visto combatir, dicen, que no tienen piedad. Arrasan y masacran los sitios por donde pasan; y nadie se salva de su ira. Además, están dirigidos por un elfo oscuro que inspira miedo a sus propias tropas. Y eso, no es fácil, porque desconocen ese sentimiento.

-¿Quién es?

-Darkice, he oído decir. Su nombre significa hielo oscuro. Lo llaman así, por su frialdad a la hora de matar.

-Si lo que has oído es cierto, espero que la ayuda llegue cuánto antes; o no quedará un solo elfo silvano que vuelva al bosque iluminado, con nuestras familias.



Cuando Máblung dijo esto a Almare, dejó de mirar hacia lo alto de la muralla donde se encontraba su rey. Aquella mancha negra, le cambió las expresiones de su mirada y su rostro, tomando ambas un cariz de terror, ante lo que se le venía encima.






En el otro lado de Longoria, el mensajero enviado llegó a las puertas del sur y dio la noticia a los longorianos.

Vanya que también había sido informado, le dijo a Mónkhar:

-Nosotros iremos a ayudar a los elfos silvanos. Aquí podéis bastaros vosotros solos. Ya quedan pocos proscritos. Así, que estaréis en igualdad de condiciones.

-Me gustaría ir contigo. Pero, tienes razón, Vanya.

-La batalla que se librará en las puertas del norte será recordada largo tiempo entre los elfos; pues allí lucharemos tres de las cuatro clases de elfos que habemos.

-No sólo será recordada por los elfos. Créeme Vanya -pronosticó el Rey Mónkhar-. Ahora marchad. No debéis perder un minuto, o los elfos silvanos estarán en peligro.



El general de los altos elfos y sus tropas se marcharon volando en su pegasos hacia las puertas del norte. En ellas esperaban los elfos silvanos.







El ejército de los elfos oscuros comenzaba a visualizarse. Ya, no sólo como una gran mancha negra, sino, que se podía distinguir las formas de los elfos y de sus caballos negros.



-Deben de haber unos siete mil -observó Ántrax. Y luego, dijo casi para sí: -Espero hija, que regreséis pronto con la ayuda de los dragones. Esa es la única oportunidad que tendremos de vencer; de lo contrario, estaremos perdidos.

-¡Escuchadme! -gritó Máblung-. ¡Debemos aguantar por lo menos hasta que llegue la ayuda! ¡Si conseguimos hacerlo, quizás podamos sobrevivir!



El ejército enemigo se fue acercando…



Primero, venían los lanceros. Tras ellos, los corsarios y las elfas guerreras; justo después, la caballería, y por último, los elfos armados con las ballestas de repetición.

No traían cañones ni cosas por el estilo; pues no los necesitaban, se bastaban por sí mismos, para aplastar a los ejércitos enemigos, a los que se enfrentaban.





Darkice ordenó a sus tropas que aligeraran el paso.

-¡Vamos, tengo prisa! ¡Estoy deseando acabar con esos cobardes!



Máblung y los demás elfos silvanos que los esperaban delante de las puertas, vieron como sus enemigos habían cambiado el paso.

-¡Lanceros preparados!

-¡Utilizad los cañones! -ordenó Almare a los longorianos de encima de la muralla. Estos siguieron su orden, y abrieron fuego.



Éste alcanzó al ejército enemigo, matando a muchos. Luego, el resto también fueron accionados, logrando acabar con muchos elfos oscuros.



Éstos sólo valdrían mientras el ejército oscuro se hallase a una distancia considerable. Cuando hubieran alcanzado el lugar donde se disputaría la batalla, ya no valdrían, se dijo Almare.

-¡Aprovechad esos cañones mientras os sea posible! ¡No perded tiempo! -gritó.



Los elfos silvanos no eran partidarios de las armas de fuego, pero, estaba claro que en aquella situación, éstos y los arcabuces de los soldados longorianos eran muy beneficiosos.



El fuego había provocado una nube de polvo y humo, en la que Máblung no distinguía a las tropas del enemigo. De modo, que no sabía lo cerca que ya se encontraban.



Para cuando éste se dispersó, era muy tarde…







La Reina Thora se encontraba en su habitación, en el interior de palacio. No estaba sola, junto a ella se hallaba su dama de compañía. Una muchacha que gozaba de su confianza, y la única que tenía ésta para hablar temas propios de mujeres. Erwlyn estaba preocupada por la reina, la notaba muy nerviosa. Demasiado, pensó. Sabía cual era el motivo. Longoria estaba librando una batalla en la que la vida de muchos longorianos estaba en juego, entre ellos: la del Rey Mónckhar y el príncipe Ántrax; su esposo e hijo.



-¿Puedo hacer algo para calmar su agonía, majestad? -preguntó, casi tan preocupada como ella.

-No mucho, Erwlyn. En estos momentos, no sé si mi esposo y mi hijo viven, aún… ni tampoco, que será de Longoria. Pero, agradezco que estés aquí, junto a mí. Tu compañía me hace más llevadero este momento.

-Gracias majestad. Es un honor para mí, oír esas palabras, viniendo de usted -expresó, llevándose la mano a los ojos, porque comenzaban a humedecérsele.

-Ven aquí -le instó la reina. A continuación, la abrazó mientras lloraba.

-Debería ser yo quien la consolara a usted, y no al contrario - musitó, entre llantos.

-No te preocupes. No importa. Te aprecio mucho; y si mi esposo e hijo muriesen, sólo te tendría a ti.

-No diga eso, majestad -dijo, mirándola a los ojos, mientras se quitaba las lágrimas con un pañuelo.

La reina se separó, entonces, de su dama de compañía y se dirigió hacia el balcón que había en su habitación, y miró hacia el sur. Vio la parte alta de la muralla, y algunos indicios de la batalla: humo, polvo etc. Pero desde tan lejos, no pudo distinguir mucho más.

-Espero que termine pronto. No aguantaré mucho tiempo esta incertidumbre -terminó diciendo la reina.






Las tropas de Darkice y las de Máblung chocaron en una embestida de lanzas y espadas.



La batalla había comenzado en las puertas del norte.



Almare, los elfos y los arcabuceros de la muralla, intentaron ayudar a Máblung, unos con sus arcos y otros con sus armas de fuego. Pero, a pesar de todo, no era suficiente… Eran demasiado pocos, para enfrentarse a aquel ejército, tan numeroso.



-¡Vamos, daos prisa! ¡Tenemos que alcanzar las puertas del norte! ¡Vamos a matar elfos oscuros! -con esta frase, Vanya y los altos elfos terminaron de cruzar el resto de la ciudad, entre el palacio y la muralla.

Llegaron cuando se estaba ocultando el segundo de los soles, el sol rojo. Desde el cielo, montados en los pegasos, vieron a lo que tendrían que enfrentarse. Un ejército que ocupaba casi la totalidad del terreno que había entre Longoria y el río cristalino.



-Mirad señor, han venido a ayudarnos -dijo uno de los elfos silvanos, al Rey Almare.

-¡Gracias! -le dijo el rey silvano a Vanya, cuando lo vio en el cielo-. ¡No sé que hubiese sido de nosotros si no hubieseis llegado!

-Debemos unir fuerzas. Somos pocos los elfos de honor que aún quedamos. Pero, lucharemos contra esos que aún se atreven a llamarse así… cuando, tanto han manchado el nombre de nuestra raza.

-De acuerdo. Pero, tenemos pocas probabilidades de vencer.

-Disfrutaré matándolos -fue lo único que le dijo Vanya.



Los altos elfos se lanzaron hacia la batalla. Los elfos oscuros que portaban ballestas de repetición, comenzaron a lanzar flechas hacia ellos, logrando herir a muchos. Los demás alcanzaron tierra firme y comenzaron a luchar.

Vanya, lo primero que hizo fue buscar con la mirada al general oscuro. Pero, no consiguió verlo, pues, eran incalculables los guerreros que se batían a su alrededor. Así, que mientras tanto, comenzó a matar a los que pudo.



Terminó por ocultarse el tercero de los soles, el sol blanco, y enseguida comenzó a oscurecer. No tardaron en aparecer las dos lunas, la blanca y la gris, sobre un cielo algo nublado.



La batalla siguió durante la noche. Y, aunque había luz, porque las lunas estaban casi completas, se encendieron algunas antorchas.



Poco a poco, el ejército oscuro se iba imponiendo en la batalla. Y, si el grupo no llegaba con la ayuda de los dragones para cuando los tres soles estuviesen de nuevo en lo más alto del cielo… Longoria caería a merced de los ejércitos de Ízmer.

4 comentarios:

  1. Ántrax y Erwlyn tienen que acabar juntos. Lo sé, lo sabes.
    ¡Jo, qué nervios! Debe de ser muy duro luchar durante tanto tiempo seguido... pero saldrá bien :)
    ¡He vuelto! Siento haber tardado tanto pero los exámenes me dejaban demasiado cansada para publicar y leer, aunque ya he retomado ambas cosas :) El 27 también lo he leído, pero estaba muy cansada para comentar, lo siento.
    Un saludo.

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    1. Hola Irene.
      Pues ni se me había pasado por la cabeza. Pero ahora que lo dices, no es mala idea. Me lo pensaré.
      En el siguiente capítulo acaba ésta batalla. Espero que te guste.
      Estás perdonada. Sabía que debias estar muy ocupada porque no ponias entradas en tu blog. Cuando pueda me paso por el para leerla.
      No pasa nada. Con saber que también leíste el 27 me conformo.
      Saludos y abrazos. Ah, y felices fiestas. Espero que te hayan ido bien los exámenes.

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  2. ¡Otra vez los has dejado al límite! Qué malvado... jeje

    El ejército de elfos oscuros es terrible. Y anda que son pocos, eh? A medida que se acercaban a Longoria la tensión crecía.

    Me ha gustado que introdujeras el párrafo de la reina, me preguntaba dónde estaría. Espero que su familia regrese con ella sana y salva, la verdad.

    Y empezó la batalla. Como siempre, un asedio como ha de ser. Duro. Y además con las tres clases de elfos peleando entre sí. Lo que me ha quedado una duda al respecto:
    Cuando Vania va a ayudar al rey silvano, le dice que son pocos los elfos de honor que quedan y que habían manchado su nombre. ¿Los elfos oscuros son altos elfos? Es que creo que me he perdido...

    Me voy a ver si la ayuda llega o no a tiempo. ¡Hasta ahora! :D

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    1. Sí, los dejé otra vez al límite. Es normal que con tan temibles adversarios la tensión aumente.
      Esperemos que todos regresen sanos y salvos con los suyos.
      No son altos elfos, pero son los únicos elfos que siguen al Dios del mal, y su líder Ízmer es un elfo oscuro. Es por eso que digan que no son de honor y que habían manchado su nombre y no merecen ser llamados elfos.
      Saludos.

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