viernes, 9 de enero de 2015

Capítulo 32 de Dragonstones 1









EN BUSCA DE AYUDA





Éric, Tristan, Gúnnar, Ilene y Láslandriel habían recorrido un largo trayecto desde que partieron de Longoria.



Sus monturas estaban fatigadas… y ellos también necesitaban descansar un poco. De modo que cuando llegaron al río Ígn, hicieron una parada.

Allí se encontraron con un kender, una de las tres razas medianas de Shakával, llamado Jim, que buscaba pepitas de oro en el río. Como ellos, su intención era ir a Nordia para venderlo a los enanos. Asi que como pronto hicieron buenas migas, se unió a ellos en su viaje.



Para llegar a Nordia, no tenían más remedio que adentrarse en el bosque oscuro… un bosque maldito, sobre el que se escuchaban numerosas leyendas.



Cuando llegaron… el kender fue el primero en adentrarse en él.



Al igual que los demás de su raza, desconocía el miedo.



Tras él entró Éric, el intrépido aventurero; luego, Láslandriel e Ilene… y por último, los nórdicos Tristan y Gúnnar, que como habían oído muchas de las leyendas sobre él, siempre lo habían evitado, rodeándolo por el este.









En Silvanya, recibieron a Susan y Alan con mucha alegría, hasta que supieron el motivo por el que habían ido a visitarlos.

-Si Eldaron está en lo cierto, debemos encontrar toda la ayuda posible. Ya hemos derrotado a sus ejércitos una vez; así que Ízmer enviará nuevos ejércitos, aún más temibles, si cabe -se pronunció Almare ante su yerno.

-Deberíamos ir a visitar a los duendes y a los gnomos… quizás nos ayuden -propuso el príncipe Isilion.

-Es una buena idea. ¿Pero quién iría? -preguntó Máblung.

-Tú no puedes ir, general. Debes quedarte aquí junto a tu ejército, por nuestra propia seguridad. Y mi hija, la princesa Mialee, tampoco… dado su avanzado estado. De modo, que sólo quedáis vosotros tres -indicó el rey silvano.

-Si me lo permitís, preferiría quedarme junto a la princesa -expresó Susan.

-Estoy de acuerdo. Agradecerá tu compañía.

-En este caso, sólo quedamos tu y yo, Alan -dijo el príncipe elfo.

-Si estás de acuerdo, muchacho, enviaré dos guardias para que os escolten por el bosque.

-Por mi, no hay problema -dijo el marinero.

-Entonces, está decidido. Mañana mismo iréis a visitar a nuestros pequeños amigos.







El grupo formado por Silvan, Éaguer, Eléndil, Lana y Kevin había zarpado en un barco desde el reino de Lipos, dirección a Lásgarot. Con ellos viajaban muchos de los soldados longorianos, y además, Yúnik, el pequeño dragón de Kevin.

En un año, las cosas habían cambiado mucho… Lana había pasado de ser una aprendiz de ilusionismo de nivel uno (magia básica), a una de nivel dos (magia intermedia), gracias a su esfuerzo y a su maestro. El viejo y arrugado hechicero, de cabellos largos, lisos y blancos, y ojos marrones, sólo se había separado de su pupila en una ocasión, desde entonces. El motivo, la celebración de un cónclave de túnicas grises y blancas. Eléndil, líder de los últimos, tuvo que asistir y representar a los suyos, frente a Bermelión, el líder de los primeros.



Tras un viaje tranquilo, ya que en esta ocasión Kevin no se mareó, y no se encontraron con ninguna criatura en aquellas aguas; pronto llegaron a la isla de Lásgarot.







El valentoso kender avanzaba a pie al frente del grupo. Armado con una daga sujeta a su cinturón, y su jupak, un arma creada por su raza, que consistía en una vara de sauce acabada en su extremo superior en un tirachinas, y que disponía en su extremo inferior de una pieza de cobre acabada en una punta afilada. Además de estas armas, Jim llevaba un zurrón de cuero, en el que guardaba entre otras cosas… su lebrillo para buscar oro, un saquillo en el que llevaba las brillantes pepitas del preciado metal y diversas joyas, y un cartucho también de cuero, donde guardaba varios mapas. (Todo, las cosas que llevaba en su zurrón, las joyas, y los mapas… era robado; aunque los kenders preferían llamarlo “prestado”, pues para ellos robar era una deshonra).

Eran muy singulares, pues también eran unos manitas con las cerraduras, gracias a la colección de ganzúas que llevaban en sus zurrones.

Junto a Jim, montado en su unicornio, iba Éric, ahora con el pelo algo más largo que hace un año, a media melena como Kevin; y justo después, avanzaban caminando, la pareja de ángeles.

Láslandriel tenía que tener especial cuidado con su túnica de color celeste (su capa con capucha era del mismo color), porque el suelo estaba lleno de raíces que sobresalían de la tierra con las que podía rasgársela, o incluso, tropezar. El guapo ángel llevaba en estos momentos, la cara al descubierto; su siempre joven y dulce rostro, su larga melena blanca y lisa, y sus claros ojos azules llenos de luz…

Su iluminado rostro, junto a su figura de un metro con ochenta y cinco cubierta con túnica celeste, y sus blancas alas… en contraste con el entorno del bosque oscuro, resultaba tranquilizador, y era como una luz que los guiaba a todos en aquella tenebrosidad.

Con Ilene sucedía algo parecido, aunque sus ojos eran marrón miel… su larga melena rubia brillaba como el oro de su armadura, compuesta por coraza, hombreras, antebrazos, coderas, taparrabos, cartucheras y rodilleras.

Medía un metro con ochenta, y vestía con una capa con capucha blanca, una minifalda de terciopelo rojo, rematada con bordes blancos, y unas botas altas, hasta medio muslo, de piel marrón oscura.

El grupo lo cerraban Tristan y Gúnnar, que montaban su robusto caballo y su menudo pony.



Conforme se adentraron en el bosque, el terreno se volvió encharcado… e hizo aparición una leve niebla…

Pronto, se encontraron con dos menhires clavados en el suelo, llenos de runas, a modo de puerta, y con algo colgado de la rama de un árbol.

-¿Alguien sabe que significa esto? -preguntó el bárbaro.

-Las piedras nos advierten que está maldito por una magia negra muy antigua… y que a partir de aquí no debemos seguir; y lo que ves ahí colgado, sirve para ahuyentar los malos espíritus -contestó Láslandriel.

-Soy el que menos deseo atravesar este bosque… pero los elfos silvanos necesitan que consigamos ayuda; y ya que estamos aquí, voto por seguir adelante -dijo Gúnnar muy decidido (el bárbaro lo miró, no muy convencido).

-Vamos, sigamos. Tengo que vender mi oro a los enanos. ¡Seguro que es emocionante! -los instó el kender.

-Aunque no estoy tan convencido, pienso igual que él -dijo Éric.

-Entonces, sigamos adelante -propuso Ilene.



Cruzaron aquella especie de entrada, y continuaron. Durante un largo rato no ocurrió nada; sólo que el terreno se volvió tan seco como al principio, y la niebla desapareció. Ahora, el suelo estaba cubierto de hojas; y aunque en cualquier parte de Shakával era primavera, aquí parecía ser otoño, pues las de los árboles estaban mustias.

El bosque era cada vez mas espeso, pero a pesar de ello, pudieron ver que estaba anocheciendo.

El grupo llegó a pensar que ya no les ocurriría nada. Pero, sin ellos saberlo, los árboles, gracias a sus ramas, le estaban robando algunas de sus armas… sólo les dejaron el jupak, los escudos y la lanza. Además, los árboles que tenían las raíces prácticamente fuera de la tierra… se desplazaban, cerrándoles el paso y dirigiéndolos hacia donde querían.

-¿No habéis oído nada? -preguntó Éric.

-No -contestó Jim.

-Pues yo he oído algo. ¡Mirad, son los árboles, se mueven! -les indicó.

-Toda esta parte del bosque se mueve. Intentan dirigirnos hacia algún lugar -le corrigió Ilene.

-No debimos cruzar esos menhires -murmuró Tristan, mientras al igual que sus compañeros se dispuso a coger su arma.

-¡No tengo mi hacha! -exclamó el enano.

-¡Nos han quitado las armas y no hemos notado nada... ! -dijo el bárbaro.

-Yo aún conservo mi jupak.

-Y yo, mi lanza -dijo Ilene.

-También, conservamos los escudos -constató Éric.

-Y nuestra magia -intervino Láslandriel.

Los ángeles intentaron abrirse camino con ella, pero los árboles respondieron de forma inesperada. Sus troncos, ahora tenían rostros que gritaban furiosamente.

Pasaron a la acción… los persiguieron y los atacaron con sus ramas. Ilene y Jim se defendían con sus armas, mientras huían, al igual que los demás.

Al final, llegaron al centro del bosque.

Allí, en un gran claro, había un gigantesco árbol totalmente blanco, casi sin hojas, con un tronco enorme… Jim pensó que ni aunque todos lo abrazaran al mismo tiempo, podrían rodearlo. De sus ramas colgaban las armas que antes les habían arrebatado, y el suelo de alrededor, estaba cubierto de huesos de todo tipo de animales.

El grupo pudo ver entonces un pequeño conejo correr hacia él… éste lo agarró con una de sus ramas, y se lo llevó hacia sus raíces, que se abrieron y se lo tragaron. Tras succionarle la vida, expulsó los huesos fuera.

-Ahora ya sabemos porque los árboles nos dirigían hacia aquí. Este bosque tiene vida propia… y ese parece ser su señor -indicó Gúnnar.

-¡Has acertado! ¡Y ahora vosotros me entregaréis la vida que tanto anhelo! -dijo el Señor del Bosque.

El grupo no sabía que hacer… los árboles los rodeaban en un círculo que se iba estrechando entorno a su señor, de modo que tenían que retroceder.

Enseguida, el gran árbol blanco los tuvo lo suficientemente cerca para agarrarlos… sólo se escaparon los ángeles y Éric. Los primeros se protegieron con un aura que creó Láslandriel, en la cual las ramas no podían entrar; y al muchacho le sucedió algo parecido. Su unicornio negro, gracias a su cuerno, creó un aura similar a la que creó el ángel.

Cuando el tenebroso árbol se disponía a tragarse la primera de sus víctimas, un tremendo temblor sacudió la tierra…

Los árboles que rodeaban al gran árbol blanco, se apartaron despavoridos, y ante ellos apareció un imponente gigante de seis metros, que acababa de golpear con su garrote la tierra.

-¡Ah no! ¡No me arrebatarás a éstos! ¡Mis hijos han hecho una excelente labor conduciéndolos hasta aquí!

El gigante corrió hacia el árbol, y los ángeles y el unicornio de Éric no tuvieron más remedio que apartarse, rompiendo así su concentración y las auras que habían creado.

El coloso le arrebató al enano, que ya tenía casi un pie introduciéndose en las entrañas del árbol, y le golpeó el tronco con su garrote. Jim, Tristan y las armas cayeron al suelo… el gigante les dijo entonces que las cogieran y huyeran en sus monturas… que después el los alcanzaría.







Y así fue...







Más tarde, les contó que solía acudir allí para arrebatarle los animales al árbol blanco, y así, alimentar a su familia.


Cuando salieron del bosque, se toparon con los picos nórdicos; unas colosales montañas nevadas, donde vivían en grandes cuevas, los gigantes y los cíclopes.



Allí pasarían la noche.







Al día siguiente, dejaron a sus enormes anfitriones y llegaron al reino nórdico de los enanos. Allí se separaron… Gúnnar, Jim y Éric se quedarían, y Tristan, Ilene y Láslandriel, se dirigirían a Barbaria. Pero antes, pasarían por el reino humano de Nordia.







El príncipe Isilión y Alan, escoltados por dos guardias silvanos, habían marchado a visitar a los duendes y los gnomos. Salieron en cuanto amaneció; los tres elfos en sus unicornios, y el marinero en su caballo.

Éste último, antes de partir, pudo ver como otros subían a las sillas de dos hermosos halcones gigantes, para dirigirse a las montañas de estas aves; para montar una pequeña atalaya, donde poder vigilar la llegada de posibles enemigos.





Al principio de su viaje, vieron un magnífico y gran ciervo blanco. Isilón le dijo a Alan que no era habitual verlo, y mucho menos por aquella zona del bosque, porque normalmente solía estar en los límites de éste con las montañas de los halcones gigantes. Le contó también, que ver aquél ciervo traía buena suerte, así que seguro que conseguían la ayuda de los gnomos y los duendes.



Siguieron atravesando el bosque iluminado, y un rato después, justo antes de llegar al río cristalino, se encontraron una dríade. Estaba unida a su árbol (su vida dependía de la de él), con parte de las piernas hundidas en el tronco de éste. Era fascinante, de una belleza única… su cuerpo era verde savia, su pelo… una agraciada melena formada por hojas verdes, sus ojos rasgados… verde clorofila; todo en ella, hasta sus orejas puntiagudas, era hermoso, y a la vez tan irreal…



… Incluso su ropa, de color marrón, formada por un corpiño hecho de la corteza de su árbol, y una falda hecha también de las hojas caídas de éste.



El príncipe silvano bajó de su unicornio y le preguntó por los duendes y los gnomos. En lugar de contestarle, a la dríade, en un acto mágico, le aparecieron por completo las piernas, y se separó de su árbol. Cogió entonces, el rostro de Isilion con una de sus manos y lo estudió.

-Eres un elfo. Vosotros amáis los árboles y la naturaleza en general… Eres un amigo. Te diré donde se encuentran los duendes; pues los gnomos nunca los he visitado. Cruza el río, y busca el lugar del bosque donde el río yuln se une al río cristalino, y allí los hallarás -terminó diciendo, con su grácil voz.

-Gracias por tu ayuda, dríade.

-No me las des. Sólo seguid cuidando los árboles, como lo habéis hecho hasta ahora -le dijo mientras volvía de nuevo al suyo.

-Lo haremos -afirmó mientras subía a su unicornio.



El grupo cruzó entonces el río cristalino.





Poco después, llegaron al lugar que le indicó la dríade. Pero no vieron duendes por ningún sitio.



En los árboles, escondidos en sus ramas, se encontraban vigilándolos. De pronto, se vieron sorprendidos. Los atacaron con dardos somníferos que escupían con sus cerbatanas, logrando su propósito. Todos cayeron de sus monturas al suelo, momento que aprovecharon para atarlos con unas cuerdas hechas de seda mágica irrompible.

Luego, los trasladaron cerca de allí. Los llevaron donde ellos vivían, y los sujetaron al suelo mediante estacas a las que amarraban las cuerdas.



Los duendes eran unos seres diminutos que medían unos veinte centímetros. Tenían las orejas puntiagudas, grandes y abiertas, aunque elegantes y estilizadas; y los ojos rasgados… que como sus descuidados cabellos, que solían llevar a media melena, podían ser de cualquier variopinto color… aunque siempre el de sus ojos era el mismo que el de su cabello.

Solían vestir de verde o marrón, y casi siempre llevaban una caperuza.

Tenían poderes mágicos (podían amansar a las fieras y monstruos, con la música de sus flautas y ocarinas, y comunicarse con los animales, sobretodo con los pájaros), amaban la naturaleza, sobretodo a los animales, y se decía de ellos que eran el espíritu del bosque.

Vivían en los árboles. Hacían sus casas entre las raíces de ellos… y la entrada de ella, al pie de éstos; allí se encontraban las ventanas y la puerta de la entrada a su casa.

Una escalera hacia abajo, conectaba esta sala, donde se recibía a los invitados, con el resto.





Cuando los miembros del grupo despertaron, estaban rodeados de duendes por todos lados, que los amenazaban con hondas, arcos, lanzas etc.

Éstos seres eran desconfiados por naturaleza, y atacaban a cualquiera que irrumpía en su territorio, pero el príncipe Isilión asumió su posición y les explicó porque habían venido. Decidieron creerlo, y los soltaron. Por último, acordaron ayudar a Silvanya cuando fuera atacada, algo que sabrían porque serían avisados por los pájaros.

Una vez les devolvieron sus monturas, el grupo se marchó a buscar a los gnomos.





Buscándolos por el bosque iluminado, se encontraron con algo que no esperaban. Ya casi no se creía en su existencia, debido a que eran muy difíciles de ver.

Había muy pocos… y no se mostraban siempre; porque preferían pasar inadvertidos.



Ante ellos apareció un hombre-árbol de más de tres metros de altura. Parecía uno más del bosque, pues su piel era de corteza, pero además, sus dos piernas y sus dos brazos tenían apariencia de ramas; sin embargo, tenía manos y algo semejante a pies, aunque no tenía cuello. En su cabeza, vagamente se distinguían los ojos, las cejas, la nariz, la boca, y las orejas.

Se decía de ellos, que vivían miles de años, que protegían a los árboles, como un pastor a su rebaño, y que eran solitarios, lentos y pacíficos.

-¿Qué buscáis en esta zona del bosque? -le preguntó.

-Disculpa por adentrarnos en tu territorio. Buscamos a los gnomos, y como no sabemos donde viven, hemos llegado hasta aquí, buscándolos -respondió Isilion.

-¿Por qué queréis encontrarlos?

-Para pedir su ayuda en la batalla que está por llegar. Un mago elfo oscuro pretende atacar Silvanya, con alguno de sus ejércitos.

-Bien, os diré donde viven, y quizás nosotros también os ayudemos.

-¿Has dicho vosotros? -preguntó Alan, intrigado.

-Sí… Yo soy Jahnk, y no soy el único hombre-árbol que existe, aunque ya somos pocos. Sube si quieres a mi hombro, y te lo mostraré.

Alan se acercó y trepó por la espalda hasta alcanzarlo.

-Mira hacia el norte, y los verás.

Hizo lo que le dijo, y vio en la lejanía, moverse en el bosque, a varios hombres-árbol más.

-Es increíble -dijo… y tardó un rato en bajar de su hombro.

-Seguidme. Os dirigiré hacia los gnomos.

El grupo lo siguió a través del bosque, hasta que Jahnk se detuvo.

-A partir de aquí, seguiréis sin mí. Prefiero no acercarme más… si me ven, se asustarán. Seguid todo recto, y enseguida los encontraréis.

6 comentarios:

  1. Lo cierto es que me ha gustado más la historia de Eric, Laslandriel, Ilene... lo de los árboles ha estado muy bien.
    Yo quiero ir vestida como Ilene, me ha encantado *_*
    Pinta muy bien este nuevo giro de la historia, espero nuevos capítulos :)
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, a mi también me gusta más esa parte del capítulo, aunque la otra tan poco está mal.
      Ilene, recuerdo que la asociabas a ti por el nombre. Que bien que también te guste cómo viste.
      Sí, claro la historia ha dado un giro sobretodo en que el grupo se ha separado en varios grupitos con distintas misiones. Ya no están todos juntos. Además ha aparecido un nuevo personaje. Jim, el kender.
      Espero que los nuevos capítulos te agraden tanto como éste, y te siga gustando la historia.
      Saludos.

      Eliminar
  2. Estuvo genial la parte de los árboles. Ese bosque sí que está maldito... Si alguien quiere leña o papel sin que los ecologistas los molesten ya saben donde talar. ¡Juas, juas, juas! XD Buen capítulo. Ya veremos como les van a nuestros héroes divididos. ¡Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que bueno el comentario. Me parto.
      Gracias.
      Seguro que vivirán grandes aventuras por separado.
      Saludos.

      Eliminar
  3. Menudo árbol blanco... Qué mamón, se quería comer a nuestros amigos. Una escena que me ha gustado, sobretodo cuando ha aparecido el gigante con su enorme porra.

    De momento están siendo ayudados por diversos seres. Veremos si continúan con la misma suerte ;)

    ¡Ciaaao!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jeje. Gracias al gigante no se los comió.
      Esperemos que siga la suerte y las ayudas.
      Ciao. No me dijiste cuáles eran las palomitas de este. :-P

      Eliminar