viernes, 16 de enero de 2015

Capítulo 33 de Dragonstones 1







AMBIENTES DISTINTOS





En la fortaleza de Ízmer, Ellorion que había avanzado mucho como discípulo, estudiaba uno de los libros del segundo nivel de magia, nivel que ya prácticamente dominaba, cuando fue interrumpido por su tío.

-Sobrino, ha llegado a la fortaleza un guerrero del caos al cual he mandado llamar. En estos momentos se encuentra esperando junto a la puerta de la torre. Quiero que vayas a recibirlo, y lo acompañes hasta aquí.

-¿Quién es?

-La pregunta que debes hacerme es quién será.

-¿Quién será?

-Espera un momento y lo sabrás.



Poco después, Ellorion se presentó ante su tío, junto a un guerrero del caos.



-Bienvenido, Véstark.

-A sus pies, para servirle, mi señor -dijo, mientras se inclinaba levemente ante Ízmer.

-Te he mandado llamar porque quiero nombrarte nuevo general y Señor de la Guerra de los caballeros del caos.

-Gracias mi señor, es un honor para mí.

-Además, quiero que vuelvas a las tierras del caos, prepares tu ejército, y lo dirijas a Sunesti. El pueblo fue sometido por los elfos oscuros que lideraba Darkice. Ahora, está custodiado como esta fortaleza, por otros como tú. Allí, sentaréis vuestra base, y luego, atacaréis a los elfos silvanos. ¿Queda todo claro?

-Sí, mi señor.



Una vez se hubo marchado, Ellorion le preguntó a Ízmer:

-¿Crees que cumplirá, como general de los gurreros del caos?

-No lo sé, pero necesitaba alguien que ocupara de nuevo ese puesto. Y él era el único con posibilidades. Lo importante ahora, es que el ejército de los guerreros del caos lance un ataque a los elfos silvanos. Quien lo dirija, es secundario.

-Bueno tío, te dejo. Debo retirarme y seguir con mis estudios.







El grupo que viajó en busca de la dragonstone azul había desembarcado en las costas del este de la isla de Lásgarot. Durante el viaje, Kevin, que se había separado de sus amigos por primera vez desde que llegó a este mundo, se extrañó, porque el pensaba que iba a echar más de menos a Éric, en cambio, para su sorpresa, fue a Susan a la que echó más en falta.



Una vez bajaron del barco todo lo necesario para instalarse en la playa, Silvan le dijo a Éaguer que se quedara allí con las tropas longorianas que habían traído, mientras ellos exploraban la isla. Y, si al día siguiente a la misma hora, no habían vuelto… mandara al dragón de Kevin, Yúnik, para averiguar que había sido de ellos.




Pronto, se adentraron en la selva de Lásgaroth. Marchaban a pie, con cuatro soldados del ejército longoriano que le hacían de escolta. Dos de ellos marchaban delante, y los otros dos, detrás. Ninguno de ellos, ni siquiera Silvan, había estado antes en la isla, por lo tanto, no sabían lo que se iban a encontrar.

Pocos minutos pasaron cuando los dos guardias que marchaban delante, se toparon con algo macabro, que les puso la piel de gallina. Frente a ellos había calaveras de distintos tipos y tamaños, colgadas de lianas o ensartadas en lanzas. Lo más increíble no era eso, si no que la mayoría parecían ser distintos tipos de cráneos de lagartos, o algo parecido. A raíz de ello, el grupo siguió avanzando con mucha cautela. Y de pronto… encontraron algo más; innumerables huesos esparcidos por todo el suelo, les hicieron ver la luz. Quienquiera que habitara aquél lugar, se los había comido a todos. Justo después que Lana se agachara para observar algunos de aquellos huesos, unos dardos se clavaron en la corteza de un árbol. Al instante, aparecieron detrás de ellos, colgados de lianas, una infinidad de seres de medio metro de altura, extremadamente delgados, de piel bronceada, e impregnada de barro y pinturas. Iban cubiertos sólo por unos taparrabos, y tenían una agilidad asombrosa; además, estaban armados con cerbatanas, puñales hechos con el colmillo de algún animal, y lanzas… y, parecían paranoicos.



Eran pigmeos, y eran caníbales…



-¡Corred! -gritó Silvan.

Todos salieron corriendo como alma que se lleva el viento, pero lograron alcanzar a uno de los soldados que marchaban detrás.

Aunque iban bastante rápido, les estaban alcanzando. Por fortuna, llegaron hasta un precipicio atravesado por un enorme árbol que llegaba hasta el otro lado del barranco. El grupo lo cruzó velozmente, sin mirar atrás. Una vez al ladocontrario, Eléndil utilizó su magia para derribar el árbol, justo cuando muchos de aquellos seres estaban ya sobre él. Por suerte para el grupo, muchos pigmeos cayeron por el precipicio, y los demás quedaron al otro lado, lanzándoles lanzas, e imprecándoles furiosos, por perder su comida.

Avanzaron hasta quedar libres del peligro… y agotados por el esfuerzo, cayeron al suelo, sin aliento. Entonces, se percataron que estaba anocheciendo, por lo que decidieron pasar allí la noche.

Pronto, encendieron un fuego para protegerse del frío nocturno de la selva, y comieron parte de los alimentos que llevaban.

Decidieron que los tres escoltas que quedaban, se turnarían en las guardias, mientras Silvan, Eléndil, Lana y Kevin dormían.







Gúnnar, Jim y Éric habían sido recibidos en el reino de los enanos nórdicos con mucho agrado. Allí, estaban enterados de lo sucedido en Longoria; y Gúnnar, que antes de ello, ya era considerado uno de los tres mayores héroes entre los enanos nórdicos, razón por la cual fue enviado a Longoria en su representación… Ahora, pretendían nombrarlo jefe de las tropas de los dos clanes que existían en Nordia… el clan de los pelirrojos como él, y el de los rubios.



Éric quedó fascinado con el reino de los enanos. Situado en la cara norte de los picos nórdicos, el reino tenía sus puertas a pie de las nevadas montañas; y se adentraba bajo tierra, muy hondo… tanto, que no llegaban a oír a los gigantes que habitaban fuera, en la superficie de los picos.

La arquitectura enana había logrado crear bajo las montañas, dos ciudades comunicadas por dos galerías, que se unían en el centro, por un alcázar dirigido por el Gran Rey de los enanos nórdicos; que era elegido tanto por los dos clanes nórdicos, como por los dos clanes zenorianos; el clan de los morenos y el de los castaños. Los cuatro clanes elegían entre el rey del clan de los pelirrojos, y el rey del clan de los rubios, al Gran Rey de los enanos nórdicos. Y, posteriormente, el puesto de rey del clan que quedaba vacante, era de nuevo elegido por los cuatro clanes.



La única entrada que existía al reino, a través de una galería, llevaba a cualquiera que entrase en él, directamente al alcázar. Éste daba la bienvenida a sus huéspedes con una sala enorme, en donde no se alcanzaba a ver el techo, que sostenían multitud de columnas de una manufactura impresionante.



El Reino de Zenoria estaba distribuido igualmente que éste, aunque con diferente arquitectura, y sus reyes eran elegidos de igual modo.








Tristan, Ilene y Láslandriel habían llegado a Nordia. La ciudad se encontraba en el centro del reino. Rodeada de nieve y montañas era el único lugar que daba un tono de color entre tanto blanco. Toda la ciudad estaba construida con roca gris extraída de las montañas. Y, aunque la ciudad era grande, sus edificios no lo eran tanto.

Tristan desde que se internó en los picos nórdicos, se había abrigado con varias pieles de animales, que llevaba siempre a mano… para cuando les fuesen necesarias, como ahora, en su tierra.

La pareja de ángeles sólo llevaban la indumentaria de siempre, de modo, que estaban pasando algo de frío. Para colmo, mientras atravesaban las calles de la ciudad comenzó a nevar. Así, que decidieron ir a comprar unas pieles, que además le servirían para ocultar mejor sus alas.

Tristan aprovechó la ocasión para comprar unos regalos.

-¿Para quién son? -le preguntó Ilene.

-Para mi familia -reveló el bárbaro-. Aunque no lo creáis, tengo una mujer y dos hijos.

-¡Vaya! Nunca, nos dijiste nada -le reprochó Láslandriel.

-Nunca me preguntasteis -opinó Tristan.



Después de comprar algo de comida y de cambiarle las herraduras a su caballo, dejaron la ciudad y se dirigieron hacia Barbaria.







Isilión, Alan y los dos elfos habían avanzado en la dirección que les dijo Jahnk, el hombre-árbol. Con que, pronto llegaron al límite del bosque iluminado. En aquella zona, el bosque acababa justo cuando comenzaba una pequeña cordillera, que mucho más adelante se unía al Paso de Hielo.

No habían cruzado el límite del bosque cuando pudieron comprobar la belleza del reino de los gnomos. Frente a ellos, se elevaban varias montañas; y a pie de una de ellas estaba la zona donde vivían.

Aquél lugar estaba construido en la roca de la montaña. Habían hecho sus casas esculpiendo y moldeando la roca hasta crear todo un pueblo con sus calles. Éstas separaban los diferentes niveles en donde se encontraban las casas y edificios, quedando así éstas a diferente altura, según en el nivel en donde se encontrase construida.

A diferencia de los enanos, que vivían en el interior de la montaña, los gnomos vivían fuera, a pie de ella. Sin embargo, también habían trabajado la roca pero sin cambiar ni una sola de lugar… sino que, la habían moldeando a su antojo, hasta crear sus casas y sus edificios.







Mientras Kevin, Silvan, Eléndil, Lana y dos de los guardias dormían en la oscuridad de la noche, aparecieron entre la maleza un grupo de saurios, unas criaturas humanoides con cuerpo similar al humano, aunque más alto y musculoso; pero con piel, cola y cabeza de lagarto. Además, sobre su piel azul tenían unas gruesas e impenetrables escamas verdes que protegían partes de su cuerpo como: el cráneo, los hombros, la columna y la cola.

Armados con lanzas, no tardaron en deshacerse del guardia que vigilaba. Después, apuntaron con ellas a los cuellos del resto, y los despertaron. El grupo tuvo una gran confusión al encontrarse con aquellos seres.

Oyeron que uno de ellos dijo algo en un idioma sibilante. Por la respuesta, debió de ser una orden, porque aquellos saurios los agarraron con una enorme fuerza, y los levantaron del suelo rápidamente.

-¿Por qué no intentas algo? -se dirigió Silvan a Eléndil.

-Tranquilo. Deja que suceda así. Podremos ver al lugar donde nos llevan, y descubrir algo más sobre esta isla, y sobre donde se encuentra la piedra. Cuando llegue el momento, actuaremos, si Éaguer no lo ha hecho antes.

En cuestión de segundos, todos estaban atados de manos, y desprovistos de sus armas. Hecho esto, los saurios los instigaron a avanzar con ellos a través de aquella selva, en la que sólo seres como ellos eran capaces de orientarse durante la noche.







Poco después de llegar, Gúnnar dejó a sus amigos Éric y Jim, para ir a ver a su rey. El enano pidió audiencia con el Rey Króthar, el rey del clan de los enanos pelirrojos.



-Gúnnar Ódegaard, dime… ¿que tema quieres tratar conmigo?

-Su majestad, como sabéis… Ízmer mandó dos ejércitos a atacar Longoria.

-Sí, y tengo entendido que estuvieron muy cerca de lograr su cometido. Algo que no lograron debido a la ayuda de los elfos.

-Ahora se propone atacar a los elfos silvanos.

-Y…

-Tras “La Batalla de Longoria”, los altos elfos, los longorianos, y los elfos silvanos acordaron en una alianza que se ayudarían en tiempos de guerra, pero la anterior batalla está tan reciente, que el número de las tropas de sus ejércitos es muy limitado. En el fondo, todos saben que sería muy precipitado ayudar a los elfos silvanos en este momento, por ello en una reunión realizada en Longoria se acordó enviarnos a los distintos miembros del grupo que buscamos las Dragonstones, en busca de ayuda. Es por eso, que ahora estoy aquí.

-En principio, es un tema arduo, pero se lo plantearé al Gran Rey Vólgart mañana. Tú vendrás conmigo, pues se ha convocado una reunión tras tu llegada. Algunos pretenden erigirte como jefe de los dos ejércitos nórdicos.

-Sería un honor para mí, pero no me creo capacitado.

-Lo estás Gúnnar. Así que te espero mañana allí.

-Allí estaré.



Jim y Éric, mientras Gúnnar fue a ver al Rey Króthar, fueron a vender el oro que el kender recogió en el río Ígn. Jim estaba acostumbrado a ello, de modo que ya había hecho algunos compradores asiduos. Con todo, no terminaban de fiarse de él, pues era un kender, y se decía de ellos que desconocían el miedo, que eran allanadores, inquietos, aventureros, expertos en cerraduras, que tenían una gran curiosidad, y sobretodo, que eran ladrones.



A pesar de ello, los enanos codiciaban los metales y las piedras preciosas, y las joyas; así que no se podían resistir a un poco de oro en polvo y varias pepitas. A cambio, Jim conseguía una buena bolsa de monedas, que le servían para vivir una temporada.



El alegre kender de vivos ojos marrón miel era algo más bajo que los enanos, pues medía un metro con veinte centímetros, y su largo y liso pelo castaño claro se distinguía entre tanto enano por su color, y debido a que lo llevaba recogido como todos los de su raza, en una cola alta de caballo. Además, al contrario que los enanos, que eran gruesos y robustos, los kenders eran delgados y de aspecto juvenil; y sus orejas eran puntiagudas como las de los elfos. Jim se enorgullecía de las suyas, por ello, las llevaba adornadas con aros de plata.


Una hora después, los tres amigos se reunieron de nuevo. Gúnnar decidió a aprovechar las horas que estuvieran en el reino zenoriano de los enanos, para mostrárselo… sobretodo, a Éric. De modo, que los llevó a recorrer las ciudades de los dos clanes que existían en su reino.







Los bárbaros, al igual que los enanos, estaban divididos en clanes, sin embargo, éstos se dividían en tres: el clan de los yenai, bárbaros que sobrepasaban todos el metro con noventa, de constitución delgada pero fibrosa; el clan de los krogaas, bárbaros robustos y gruesos, y en el caso de los hombres, con largas barbas; y el clan de los yumerios, clan al que pertenecía Tristan, bárbaros de enorme musculatura.



Tristan y la pareja de ángeles estaban llegando a Barbaria. El hábitat de los bárbaros estaba constituido por una zona cubierta de nieve, rodeada por pequeños picos montañosos y un reducido bosque. En ella vivían, en aldeas algo separadas, los tres clanes.

La primera aldea era la de los yumerios, de modo, que Tristan se dirigió directamente a su casa. Éstos a diferencia de los otros bárbaros hacían sus casas de madera; y eran muy parecidas a las de los vikingos. Los yenai las hacían de piedra con tejados de paja y madera… y los krogaas, hacían chozos de madera cubiertos con pieles.

Llevó a los dos ángeles consigo. Sin embargo, se acercó sólo a la puerta… y llamó, mientras Láslandriel e Ilene esperaban, algo retirados. Cuando ésta se abrió, una maciza, aunque esbelta y hermosa mujer, cubierta de pieles, de cabellos rubios, apareció ante el bárbaro.

-¡Tristan! -exclamó, mientras abrazaba a su esposo con todo su amor.

-¡Freya! -exclamó a su vez el bárbaro, mientras elevaba y besaba a su mujer, al mismo tiempo que le daba una vuelta sobre sí mismo.

Ella al ver a los acompañantes de su esposo, se ruborizó y le pidió que la bajase.

-¿Quiénes son?

-Son unos amigos. Después te explico. ¿Y nuestros hijos dónde están?

-¡Bian, Rhénn, venid! ¡Vuestro padre ha vuelto!

Al instante, aparecieron corriendo dos niños. El mayor debía tener seis años, y había heredado el pelo castaño de su padre, y los ojos marrón miel de su madre.

El menor tendría unos cuatro años, y tenía el pelo rubio de su madre, y los ojos azul claro de su padre.

-¡Papá! -gritó Rhénn, que llegó primero. Tristan, tras darle un beso, jugueteó con el pelo de su hijo, mientras este se abrazaba a su pierna.

-¡Cuánto has crecido! Bueno, la verdad es que ha pasado casi año y medio desde que me fui.

Entonces apareció el pequeño Bian. Tristan al verlo aparecer, lo esperó con los brazos abiertos. Después, lo tomó sobre uno de sus brazos y le dio un beso mientras éste se abrazaba a su cuello.

-Esperad, mirad, os traigo regalos.

Tras entregárselos, les presentó a sus compañeros, y todos entraron en la casa.



Tristan, daría comida y un techo bajo el que dormir a sus amigos, mientras permanecieran allí.



Cuando oscurecía, en la cena, les explicó quienes eran éstos, y el motivo por el que había regresado. Su familia le prometió guardar el secreto sobre la identidad de sus amigos pero, también se apenaron mucho al saber que solo se quedaría uno o dos días.

Tras la cena, el bárbaro le dijo a su mujer que se iba a la taberna de Jéenak; e invitó a Ilene y Láslandriel a ir con él. Pero éstos se negaron… Prefirieron ser discretos.



Ésta se encontraba justo entre las aldeas bárbaras. Estaba construida a modo yumerio, pues Jéenak lo era.

En ella, se encontraban los tres clanes bárbaros.

Tristan se alegró de volver a encontrase con algunos, pero no tanto con otros.

Los bárbaros pasaban el rato contando sus vidas y sus historias en la taberna, mientras bebían. A algunos les gustaba echar pulsos, mientras los demás los alentaban o apostaban.

Tristan buscó a un krogaa, en particular.

Cuando lo encontró, le pidió que mañana lo llevase hasta Húlkaar; el líder de los krogaas, y líder también de los tres clanes bárbaros.

Éste le dijo que solo lo llevaría ante él, si le vencía en una pelea sin armas. Así, que no tuvo más remedio que aceptar; de modo, que la taberna se convirtió en el escenario, y los bárbaros en el público. Se apostaban rondas de bebida… y cenas los que aún no habían comido.

Los golpes iban y venían de un bárbaro a otro. Los dos sangraban… y aunque el krooga tenía más resistencia, Tristan se valió de su fuerza y experiencia para vencer; logrando así su objetivo.






El grupo del príncipe Isilión no pudo ver mucho más, porque de pronto, se vieron sorprendidos y acorralados por un grupo no muy numeroso de gnomos, armados con hachas y espadas.

Éstos pudieron pillarlos desprevenidos, porque uno de sus dos poderes era el de volverse invisibles a voluntad. El otro era el de teletransportarse a algún lugar que antes hubieran visto.

Eran muy parecidos a los enanos. Físicamente, se diferenciaban sobretodo, en la altura y en el color de su piel.

Los gnomos eran algo más bajos. Su estatura era equiparable a la de un kender. Además, no eran gruesos, sino delgados… y sus narices, aunque igualmente prominentes, eran más alargadas y caídas hacia abajo; y que no decir de sus orejas, semejantes a las de los duendes, puntiagudas, grandes y abiertas, pero mucho más rudas, que las de éstos.

Su piel estaba más curtida y bronceada que la de los enanos, debido principalmente a que la mayoría de los últimos permanecían la mayor parte de sus vidas bajo tierra.

En cuanto a su personalidad, era más acentuada que la de ellos. Eran mucho más tercos que éstos, les gustaba mucho más los metales preciosos y las joyas, sobretodo el oro, por el que sentían un especial interés, y eran mentirosos, chismosos y tramposos. Aunque también eran grandes inventores, y trabajaban la roca casi también como los enanos.



Isilión, Alan, y los dos elfos fueron llevados prisioneros a un pequeño calabozo; sin poder explicarse o defenderse.










En la isla de Lásgarot, Silvan, Kevin, Eléndil, Lana y el guardia que quedaba fueron llevados a un campamento saurio situado en una zona de la selva menos densa. Los metieron a todos en una gran jaula, y poco después fueron visitados por el líder de aquel lugar, un Króxigor. Era un saurio también, aunque medio metro más alto, de piel mucho más oscura, con un cuerno sobre la nariz y con una cola llena de púas de hueso. Además, no utilizaba una lanza como arma, sino una gran hacha, que al contrario que las lanzas de los saurios hechas de madera y hueso, estaba hecha de madera y cobre.

-¿Aqué habéiss venido aquí? -les preguntó.

Todos se sorprendieron al oír hablar aquella criatura. Hasta ahora, todos los que habían oído; habían utilizado un idioma propio, pero aquel ser les habló en su misma lengua, aunque algo ininteligible.

-No te diremos el motivo por el cual nos encontramos aquí. Si es lo que quieres saber -le respondió Eléndil.

-¡Ahh ssííí, puess entonces te haremoss hablar anciano! ¡Ssoldadoss, ssacadlo deaquí! Veremoss sissigue sinhablar cuando setenga que enfrentar a la alfombra debrazaass!

-¡Pero maestro! -se lamentó Lana.

-Contente. No debemos utilizar nuestros poderes hasta averiguar donde guardan la piedra -le susurró el mago.

Dos saurios sacaron a Eléndil de la jaula y lo llevaron ante la alfombra de brazas.

-Anciano, habla ahora o tendrass quecruzarla.

-No hablaré -se reafirmó el mago.

Como se negó, tuvo que cruzar un suelo lleno de brazas descalzo. Simuló dolor al cruzarlo, pero lo cierto fue que no se quemó.

-¡Haconsseguido cruzar laalfombra de brazaass! -se sorprendió uno de los saurios.

-Ya lohe vissto. Mañana loss llevaremoss ante el Gran Slann. Que él decida que hacer con ellos.

Una vez de vuelta a la jaula, Lana le preguntó:

-¿Cómo lograste cruzarlas?

-Olvidas que soy piromante de nivel cuatro y elementalista de nivel tres; controlo los elementos: tierra, agua, fuego y aire. Pero sobretodo, el fuego.









A la mañana siguiente, Gúnnar y el Rey Króthar se encontraban en la reunión. Allí, además, se hallaban presentes: el Rey Húllker o rey del clan de los enanos rubios, el líder del ejército de los enanos pelirrojos, Hélrik; el líder del ejército de los enanos rubios, Sizaik; y el Gran Rey Nórdico, Vólgart.

El Gran Rey se dirigió a los presentes:

-Todos sabéis que el motivo de esta reunión se planteó en la anterior. Ahora que Gúnnar ha regresado, es el momento adecuado para decidir si él será jefe de ambos ejércitos. Así, que sin más preámbulos, pasemos a la votación.

Sizaik, ¿cuál es tu voto?

-En contra.

-Hélrik, ¿y el tuyo?

-A favor.

-Bien, los líderes ya han dejado clara su postura; ahora pasemos a los votos de los reyes.

Húllker, ¿tu voto?

-En contra.

-Króthar, ¿cuál es el tuyo?

-A favor.

-Dado que el resultado ha sido empate. Mi voto decidirá la votación… -Gúnnar estaba expectante, ya que el voto del Gran Rey no sólo decidía si sería nombrado jefe; sino que mostraría si Vólgart confiaba en él, o no-. Y, mi voto es… a favor, por supuesto. Gúnnar Ódegaard, acércate. En este momento quedas declarado jefe de los dos ejércitos nórdicos. Y, Sizaik y Hélrik te deben obediencia -al instante los dos líderes de los ejércitos nórdicos se inclinaron para venerar a su nuevo jefe.

-Gran Rey Vólgart estoy muy agradecido, y prometo estar a la altura de mi puesto. Quiero aprovechar para plantear el motivo de mi vuelta.

-Espera Gúnnar. Déjame a mi. Aún soy tu rey; y mi deber como tal es plantearle la situación -Króthar sabía que el tema a tratar era delicado.

-No sólo es tu deber, también es tu responsabilidad -le aclaró Vólgart.

-Su majestad lleva razón. Su señoría… tras “La Batalla de Longoria”, Ízmer pretende mandar sus ejércitos contra los elfos silvanos. Gúnnar ha sido enviado desde Longoria, en busca de nuestra ayuda.

-¡Pero esto es el colmo! ¡Como se atreven! ¡Los longorianos conocen nuestra empatía hacia los elfos!

-¡Cálmate Sizaik! -le ordenó Húllker.

-Escucha Gúnnar, este tema ni siquiera se debatirá. Ninguno de los ejércitos nórdicos acudirá en ayuda de los elfos. Tu primer deber como nuevo jefe de éstos es hacer llegar la noticia a Longoria. Pero como tu deber también está con ellos, tú deberás acudir a ayudar a los elfos silvanos. Queda terminada la reunión -terminó diciendo el Gran Rey de los Enanos Nórdicos, Vólgart.









Tristan había llegado a la gran choza dónde vivía Húlkaar. Él y el krogaa que lo llevó hasta el líder de los bárbaros, habían salido temprano para evitar las primeras nieves de la mañana. A pesar de ello, una ventisca se les vino encima poco antes de llegar hasta el líder krogaa.



Húlkaar se alegró de ver a Tristan. Pero también reventó a reír, al ver las caras tanto del yumerio como del krogaa. Ambos, tenían la cara hinchada y llena de moratones por los golpes de la noche anterior.

El líder bárbaro lo escuchó y pensó durante un rato su decisión. Al final, decidió que sólo enviaría al clan de los yumerios a ayudar a los elfos silvanos. Dejó en manos de Tristan y su consejero, el krogaa que los acompañaba, dar la noticia a Ghakan, el líder de éstos..

Cuando terminó la ventisca, el consejero krogaa y él fueron a verlo. Una vez que el líder yumerio supo la noticia, el kroga se marchó. Tristan le contó entonces que dos ángeles, muy amigos suyos, lo habían acompañado, y que ahora se encontraban en su casa. Y, que además también había viajado con un enano nórdico, un kender, y uno de los chicos de la profecía; que ahora se encontraban en el reino enano, también en busca de ayuda.

Húlkaar tomo conciencia de lo delicada que era la situación, al saber todo aquello. Y, le dijo, que le dijera a los dos ángeles que estuvieran preparados porque mañana mismo partirían hacia el pie de los picos nórdicos para reunirse con sus demás amigos, y la ayuda enana… si es que la había; y después, dirigirse a ayudar a los elfos silvanos.



Tristan regresó a su casa inmediatamente, y le contó todo a los dos ángeles y a su familia; e intentó aprovechar al máximo cada momento que le quedaba junto a los suyos.











A Isilion, Alan y los otros dos elfos, de nada les sirvió contarle a los gnomos el porqué se encontraban allí. No los creían, porque pensaban que los elfos nunca les pedirían ayuda. Con todo, incluso de haberlos creído, decían que no se molestarían en ayudar a los elfos. No les tenían ningún aprecio. Y además, aquella era una lucha de poderes en la que según ellos no debían intervenir. Asimismo, se encontraban muy bien donde estaban, aislados del mundo. Vivían en sus cosas, en su mundo, ajenos a todo lo que les rodeaba.



Isilión sabía que los gnomos podían llegar a ser muy testarudos; por eso, no insistió más en pedir su ayuda. Con lo que no contaba era con que los volvieran a encerrar.
Así, que debía encontrar algún modo para salir de allí. Debía volver con su esposa que esperaba un hijo… con los suyos… para ayudarlos en la batalla.







Cuando menos lo esperaban, un gnomo apareció de pronto dentro del calabozo… se había teletransportado, y llevaba consigo las llaves de la puerta.



-Tomadlas y escapad. Los guardias están dormidos. Les he puesto un somnífero en la bebida, y no despertarán antes de que amanezca. Os esperaré en el bosque… algo más hacia el interior de donde os atraparon.

-Pero, ¿por qué nos ayudas? -le preguntó Isilion.

-No hay tiempo para preguntas. Alguien podría aparecer por aquí, si os demoráis. Os esperaré donde os he dicho -el gnomo desapareció de la celda, ante sus ojos, en un pis pas.

Los elfos y Alan no perdieron el tiempo, y abrieron la puerta. Por fortuna, lo que les dijo era cierto; los guardias dormían como recién nacidos.

Sigilosamente, como estaban acostumbrados a moverse los elfos, escaparon de los calabozos. Alan no tenía la visión nocturna de sus compañeros, pero procuraba no separase mucho de éstos para moverse por el lugar con cierta garantía.

Finalmente, pudieron adentrarse en el bosque sin ser vistos. Un poco más adelante, sintieron unas pisadas sobre el musgo, pero no lograron ver a nadie. De pronto, los pasos se acercaron hasta ellos… y de repente, apareció el gnomo que antes les había ayudado.

-Perdonadme. Me había vuelto invisible por si acaso. Si no recuerdo mal, antes no me presenté. Hola a todos, me llamo Guizbo.

6 comentarios:

  1. Que mono Kevin... y con Tristan muero definitivamente de amor *-*
    Los reinos de los enanos y de los gnomos son preciosos... me han encantado de verdad. De hecho, yo me iría de escapada de fin de semana al de los enanos.
    Sizaik es un borde y un envidioso, no me ha caído nada bien... Y también me ha parecido fatal que no quieran ayudar ni un poquito.
    Los gnomos también son mala gente, aunque me han caído un poco mejor porque la palabra "gnomo" me recuerda a "David el gnomo" y me da mucha ternura. Guizbo sí es simpático, ojo.
    Los capítulos son muy largos ahora, de echo este comentario lo he tenido que hacer mientras leía porque si no me olvidaba de cosas, jaja.
    Saludos.

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  2. Jeje. Que grata sorpresa, que te guste Tristan.
    Normal que Sizaik no te haya caído bien. Lo has descrito muy bien.
    Su enemistad con los elfos viene de lejos, antaño batallaron unos contra otros, y desde entonces no se llevan bien. Gunnar es un caso aparte que se llevaría con cualquiera.
    Guizbo te sorprenderá para bien. Es un personaje entrañable.
    Sí es verdad son más largos, y los siguientes lo son aún más. Es debido a que a partir de la primera batalla he querido contar las cosas en muchos menos capítulos.
    Saludos, y gracias por seguir dándole una oportunidad a esta historia.

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  3. Ha pasado de todo. El mal se organiza rápidamente. ¡Caníbales! Oh, qué pena que no hayan atrapado alguno, así hubiera comenzado una gran matanza. (Soy muy malo muajajajajajaja!!!!!) No me esperaba que Tristan tuviera familia... Los gnomos sí que sin bravitos, je, je, je. Creo que Sizaik traerá más de un dolor de cabeza porque no se lleva con los elfos. Guizbo parece que es buena gente, aunque ya veremos... Je, je, je. ¡Saludos!

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    1. Sí. Este capítulo era muy completo. Suceden muchas cosas, porque llevo varios frentes al mismo tiempo.
      Jajaja les habría venido bien soltar varios de esos pigmeos en medio de una batalla. Jeje. Aunque creo que no distinguirian entre un bando y otro.
      La familia de Tristan era un secreto bien guardado, debido a que suele pasar muy poco tiempo con ellos.
      Sobre Sizaik, en este libro creo que no vuelve a salir, y en el próximo, no recuerdo. Pero seguro que aparecerá sino en el segundo, en el tercero.
      Guizbo, me encanta, es un personaje que aportará muy buenos momentos.
      ¡Saludos!

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  4. ¡Vaya! ¡Qué capítulo!

    Parece que han empezado a reclutar la ayuda que necesitarán, sin duda, para luchar contra los malos. Me han sorprendido dos partes, en primer lugar los medio lagartos, ¡a ver si consiguen la piedra! Y luego la aparición de los pigmeos, encima ¡canívales!

    Y además parece que se ha unido otro personaje nuevo. Esta vez un gnomo. Interesante ;)

    Bueno, ahora sí que te dejo. Me ha gustado cómo va avanzando la historia, aunque hecho de menos un poco más de acción (batallas a tutti plenni! jeje)

    ¡Un besote! Que duermas bien ^^

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    1. Sí, van encontrando ayuda para la batalla poco a poco. Los pigmeos caníbales por poco no se los meriendan eh, chicos pero matones. Jeje.
      Sí, en el anterior se unió Jim el kender, y aquí Guizbo el gnomo. Cada vez más variedad. Veremos lo que aportan a la historia.
      Tranquila, cuando llegue la batalla, temo que quedes empachada. Jeje.
      Besos. Igualmente.

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