viernes, 10 de abril de 2015

Capítulo 44 de Dragonstones 1







EL CEMENTERIO DE DRAGONES. APARECE ILRAHTALA


   Por fin llegaron al cementerio de dragones. Kevin y Yúnik fueron recibidos por un paisaje árido. La tierra era rojiza, pedregosa, desértica, con grietas y polvorienta. El aire era difícil de respirar, debido a las constantes partículas de arena que el viento arrastraba, abrasando la piel de cualquier humano que se atreviese a poner un pie sobre aquella tierra sagrada. Kevin decidió protegerse la cara con su escudo. Además, los tres soles parecían calentar en aquel lugar, como en ningún otro sitio.

Pronto vieron los restos del primer dragón. A lo lejos, en aquella rojiza tierra se distinguía semienterrado un enorme esqueleto blanquecino.
Kevin notó que Yúnik tenía el corazón encogido. Así que, mientras la sobrevolaban, le acarició el cuello con ternura. Conforme avanzaban, vieron muchos más esqueletos de dragones. Pero además, vieron restos de ellos, aún en descomposición, de todos los colores. Las moscas y los buitres carroñeros se agolpaban en torno a ellos para pillar su parte.
Incluso vieron un dragón de bronce agonizando moribundo, y a un azul en mejor estado, pero sin fuerzas para moverse; ambos morirían de viejos, como casi todos los dragones que iban a aquel cementerio. Su cementerio.
Kevin pensó que muchos hechiceros, herreros o sastres pagarían por conseguir los cuernos, garras, colmillos o escamas de aquellos fantásticos animales.

Siguieron avanzando… y por fin vieron lo que habían venido a buscar. Junto a las montañas se divisaba una construcción propia de otra era. Debía ser el mausoleo.
 -Yúnik, vayamos hacia allí -le instó Kevin.
 -De acuerdo.

Poco antes de llegar hasta el edificio, de la nada apareció en el cielo un dragón descomunal.

 -¡Il… rah… ta… la! -consiguió articular Kevin, impresionado ante lo que sus ojos veían.

Como la leyenda decía, tenía ocho cabezas, una por cada raza de dragón que existía. La central era dorada como el resto de su cuerpo, y era inmenso. Kevin ya había visto esqueletos y restos de dragones de todos los colores en aquel cementerio, pero ninguno tan grande como aquel.

 -¡Deteneos, insensatos! -rugió una voz atronadora.

El colosal dragón se interpuso entre ellos y el mausoleo.

 -Como os atrevéis a poner siquiera un pie en este lugar sagrado.
 -Necesitamos entrar en él -se atrevió a decir Kevin.
 -¿Para qué?
 -Necesitamos conseguir las armas de los caballeros de dragón.
 -Yo diría que tú eres uno de ellos. ¿Acaso, no montas a uno de los míos?
 -Pero en este caso es por iniciativa propia -habló ahora el joven dragón.
 -Dime dragón ignorante, ¿cómo te llamas?
 -Yúnik.
 -¿Qué le ha llevado a un dragón, a tomar a un jinete por propia decisión, y no por un pacto, o por el vínculo de las Dragonstones?
 -Mi jinete, es además quien me ha criado desde que nací, y lo considero un amigo fiel.
 -Está bien muchacho, te has ganado mi respeto, quizás os conceda una oportunidad.
 -¿Qué oportunidad? -preguntó Kevin.
 -Si aciertas el acertijo que te voy a decir, podrás entrar al mausoleo pero, sólo podrás coger una de las armas. Eso sí, la que tu desees.
 -De acuerdo. ¿Cuál es el acertijo?
 -Oye bien, porque sólo lo repetiré una vez:




“Tres que son uno…
…Uno que son tres.
Todos en comunión para lograr un fin.
 La vida de uno va ligada a la de los otros,
y sus nacimientos y sus muertes van seguidas una tras otra.
Sin embargo, la vida del más grande no es la más intensa, sino la del pequeño;
siendo la del mediano la más apagada.”




Kevin se quedó estupefacto tras oírlo. No esperaba que fuera algo tan complicado. Deseó que su amiga Susan estuviese allí. Ella seguro que daría con la respuesta.
Estuvo largo rato rumiando las posibles respuestas… hasta le preguntó a Yúnik, por si se le ocurría algo. Ilrahtala le dijo que aunque tenía mucha paciencia, solo esperaría hasta que el último rayo del día desapareciera y llegara la noche.
Y entonces lo descubrió…
 -¡Lo tengo! -gritó entusiasmado.- No lo habría logrado sin tu ayuda -le dijo al dragón.
 -¿Sin mi ayuda? No recuerdo haberte ayudado -le dijo Ilrahtala.
 -Aunque no lo creas, sí que lo has hecho. Lo hiciste al darme un plazo para darte la respuesta. Al escuchar: el último rayo del día, pensé en algo, y ese algo es la respuesta.
 -Y… ¿Cuál es?
 -Los tres soles.
Dijistes: Tres que son uno, uno que son tres. Los tres soles forman un triangulo cuando están juntos. Un triangulo formado por tres.
Y lo de todos en comunión para lograr un fin… su fin es el de iluminar y calentar este planeta.
Por otro lado, lo de la vida de uno va ligada a la de los otros, y sus nacimientos y sus muertes van seguidas unas tras otra… está claro, su vidas estás ligadas porque cada día tienen que estar juntos; y sus nacimientos son sus amaneceres, y sus muertes sus atardeceres… que van seguidos unos de otros.
Y para acabar, el último párrafo decía: Sin embargo, la vida del más grande no es la más intensa, sino la del pequeño; siendo la del mediano la más apagada. El sol más grande es el amarillo, y su vida o mejor dicho su luz, no es la más intensa porque lo es la del más pequeño, la del sol rojo, siendo la del mediano, o sol blanco, la más apagada.

 -No terminas de asombrarme muchacho. Has acertado de pleno. Así, que te concedo lo que te prometí. Pero solo podrás pasar tú.
 -No es justo.
 -Nunca dije que tu dragón pudiera pasar contigo. El deberá esperar fuera.
 -De acuerdo. Si no me queda otra.


Momentos después, Kevin se encontraba dentro del mausoleo de La Orden de los Caballeros de Dragón. Tras recorrer un largo pasillo con columnas, lleno de antorchas apagadas, pero con ventanas sin acristalar por donde entraba la luz… llegó a una gran sala redonda, cuyas paredes se alzaban altísimas hasta alcanzar una cúpula. Alrededor de toda la sala había ocho tronos en los que descansaban los esqueletos aún con armaduras de los caballeros de la orden. Y, sobre cada trono había una ventana por la que entraba la luz y caía al centro de la sala, donde se alzaba un púlpito, con un enorme libro, encuadernado en piel, cubierto de polvo.

Kevin se acercó hasta el libro…

Como estaba cubierto de polvo, Kevin sopló previamente sobre la cubierta, y lo desempolvó con uno de sus guantes, hasta ver el título de la portada:


“MEMORIAS DE LA ORDEN DE LOS CABALLEROS DE DRAGÓN”


Decidió abrirlo.
Descubrió que estaba escrito a pluma, y que no estaba completo. Con que, buscó rápidamente las últimas páginas escritas. Cuando las encontró, comenzó a leer:




“Yo, el último superviviente de la orden, me encuentro ahora sólo… Triste por la muerte de mis anteriores compañeros, y sin alicientes. Tras la disolución de la orden, intenté convencer a mis compañeros y sus distintos reinos, a Ilrahtala y a los dragones, que habíamos cometido un error, pero no me escucharon. Sólo mi dragón me apoyó…

En un intento desesperado, intenté hacer cambiar de idea a Ilrahtala; pues si lo convencía a él, el resto sería más fácil. Fue un error, discutimos, y sólo conseguí que en la refriega, mi dragón cayese gravemente herido.

Tras meditarlo bien, decidí renunciar a recuperar la orden. Ahora muchos años después, tras la muerte del último de mis compañeros, he vuelto a este mausoleo a rendirle honor y dejar testimonio en estas memorias, de ello…


Firmado: El último Caballero de Dragón de La Orden, con vida.

Año Cuarenta de La Quinta Edad. ”






Kevin recordó haber oído en alguna ocasión que se encontraban en el Año Cincuenta y Tres de la Quinta Edad. Así, que aquel testimonio había sido escrito, ¡hace tan sólo trece años!

Cerró el grueso libro y levantó la vista hacia los tronos. Efectivamente, uno de ellos estaba vacío. Según el color de las armaduras de los esqueletos en armonía con sus dragones, el trono que estaba vacío debía pertenecer al caballero de la armadura azul. Se acercó hasta los tronos… como el libro, ellos y sus mecenas estaban cubiertos de polvo, y hasta telarañas. Fue paseando alrededor de la sala, fijándose en cada caballero, el color de su armadura y su arma, que según decían, en un tiempo debieron ser mágicas. Cuando se encontró frente al trono que buscaba, se detuvo. Allí, frente a él, se encontraba el que en otra época debió ser el caballero del dragón verde. El arma que llevaba era un arco… aunque muy raro, no tenía cuerda, flechas ni carcaj. Acercó su mano despacio, e intentó quitarle el arma.
 -Perdóname, por esta deshonra pero no lo haría si no fuese necesario. Además, creo que a ti ya no te servirá… en ese momento, el cráneo junto con el yelmo del caballero cayeron al suelo, formando un gran estruendo. Kevin hizo un ademán de aprensión, pero no soltó el arco. Decidió que aunque Ilrahtala no le había dado permiso, se llevaría también la armadura.
 -Perdóname de nuevo -dijo.
Tras cambiar su indumentaria del ejército longoriano, por la armadura, descubrió para su sorpresa, que le quedaba como un guante.

Momentos después, salía del mausoleo con su nueva armadura, y arco.

 -¡Rápido, Yúnik, ven a por mí! -el pequeño dragón alzó el vuelo rápidamente hacia él.
 -Pero que ven mis dieciséis ojos. Has abusado de mi confianza. Pretendes largarte de aquí, no sólo con una de las armas, sino también con la armadura que portaba su caballero. No te será tan fácil.
Kevin subió sin pérdida de tiempo a su dragón, y alzaron el vuelo para largarse. Segundos después, siete chorros de fuego y uno de hielo chocaron con el suelo donde antes se encontraban ellos. Yúnik, aunque ya arrojaba fuego, no se atrevió a hacerlo contra el gran dragón; prefirió huir, a toda prisa.
Kevin, se le ocurrió entonces una idea. Decidió probar su nueva arma.
Simuló tensar su arco, y una cuerda mágica y luminosa se creó, y al instante apareció una flecha de igual manera… pero momentos después, la magia desapareció. Kevin comprendió lo que sucedía… entonces puso la palma de una sus manos sobre su dragón, y el arco sujetado por la otra mano también, y le pidió a su dragón que le transmitiese algo de su magia al arco. Enseguida, el arma parpadeó con una luz mágica, y Kevin lo sintió llenó de energia y poder. Yúnik, por el contrario perdió velocidad en su vuelo.
Kevin lo tensó de nuevo y apuntó a la cabeza dorada de Ilrahtala; esta vez si pudo lanzar una de aquellas flechas mágicas, que dio en su objetivo, al que dejó debilitado y cegado durante un buen tiempo.
Kevin y Yúnik aprovecharon para marcharse. Pronto, se encontraron lejos del cementerio de dragones, y lejos del peligro.




En La Academia de los Caballeros Longorianos, Éric había mejorado notablemente con todas las armas. Durante todos aquellos días se había habituado a la vida en la academia, y ahora disfrutaba con cada una de las clases. Bueno… la teórica no le gustaba demasiado. Debido a su carácter inquieto, prefería las clases prácticas.

Aquél era un día muy importante para él. Járeth había decidido que estaba preparado para la prueba. Si lograba pasarla terminaría su formación como aprendiz, y comenzaría a prepararse para algún día llegar a ser caballero. En la academia había aprendices, futuros caballeros, caballeros, el Cuerpo de Caballeros Longorianos; y por supuesto, el Superior, Jéstad. Asimismo, sólo aquellos que pertenecían al Cuerpo de Caballeros Longorianos podían dar clases en la academia. Éric aún pertenecía al nivel más bajo, y quería que aquello cambiase.
Aquella misma mañana, se enteró que la prueba consistía en una competición entre los dos mejores aprendices de la academia; así, que uno debía ser él.
En la prueba tendrían que enfrentarse con cada una de las armas, irían ganando puntos, y el que al final obtuviese más, pasaría la prueba, y dejaría su formación como aprendiz, para iniciar su formación como futuro caballero.
Las armas eran cinco: florete, lanza, arco, alabarda y ballesta. No obstante, con todas no se recibía los mismos puntos. Las que más puntuaban eran el florete, la alabarda y la ballesta, por este orden… y las que menos el arco y la lanza.


Éric y el otro aspirante fueron enfrentándose con cada una de las armas… para cuando llegaron a la última prueba, la que puntuaba más, el florete… estaban casi igualados. Éric estaba perdiendo, pero el resultado del enfrentamiento con esta arma determinaría quien pasaría la prueba.
Al final, venció Éric. Su oponente y Járeth lo felicitaron. Estaba loco de alegría, por fin era un futuro caballero; ya le quedaba menos para lograr su propósito.

Al llegar la noche, todos los principiantes, los que antes eran sus compañeros, le habían preparado una fiesta. La disfrutó de lo lindo; comió, bailó, cantó y bebió con sus antiguos amigos, hasta bien tarde.


Cuando lo despertaron a la mañana siguiente, para comenzar su nueva formación, tenía una jaqueca terrible.
Tuvo que lavarse la cara con agua muy fría para despejarse un poco. Con todo, el dolor de cabeza no le cesó en todo el día.
Los nuevos entrenamientos con las armas eran mucho más duros y largos. Además de la teórica, la estrategia, y la práctica con las armas, se añadieron ejercicios físicos, sobretodo de habilidad y agilidad.




Susan tras meditarlo durante unos días, decidió presentarse a las clases para convertirse en däisien, pero antes se lo comunicó a la reina. Ésta se alegró mucho con la noticia, y le aseguró que lo conseguiría.
De modo, que comenzó a combinar las clases de däisien con su trabajo como dama de compañía de la reina. Para su sorpresa, lo llevó bastante bien, pues aunque intensas, no duraban demasiado. Además, con lo aplicada que era -igual que en el colegio de La Tierra-, y sus aptitudes, pronto estuvo preparada para examinarse.


Como la reina esperaba, aprobó el examen.

6 comentarios:

  1. ¡Ju, ju, ju! Interesante la parte de Kevin. Ilrahtala sí que es un dragón imponente y estuvo bien pensando la adición del acertijo. También bastante temerario fue Kevin al llevarse la armadura. No pensó que Ilrahtala podría hacerlo añicos, aunque el arco mágico lo ayudó bastante. Je, je, je.

    Éric ya no es más un aprendiz. Sin embargo, no fue muy inteligente haber tomado de más en la fiesta. La reseca que tuvo debió ser mortal, je, je, je.

    Y Susan ya es una däisien, ¡bien por ella! Ya no falta mucho para que te termine esta historia, ¡sólo tres capítulos! ¡Saludos!

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  2. Has visto. La parte de Kevin me encantó escribirla. El cementerio de dragones, Ilrahtala, el Mausoleo, los caballeros, las armas y armaduras mágicas, el libro de la orden, el último testimonio escrito en el... ¡Interesantisimo!
    Éric ya no es un aprendiz, pero aún le queda mucho para ser caballero. Pues sí, no estaba muy acostumbrado el chaval, y la ocasión era propicia.
    Y Susan lo ha conseguido.
    Sí, veo que estás puesto. Quedan tres capítulos.
    El final está llegando, y casi da pena dejar estos personajes.
    Un abrazo.

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  3. ¡Hola!

    Ya me tienes por aquí.

    ¡Qué capítulo! Me ha gustado un montón. En primer lugar, el cementerio de dragones, espectacular. Has sabido plasmar una imagen clara de cómo sería. En cierto modo me ha recordado a nuestros elefantes, que también eligen un lugar al que se dirigen cuando están enfermos o viejos para morir. Triste ver al moribundo dragón, sin fuerzas para moverse...

    Y bueno, cuando llegan al mausoleo y se encuentran con Ilhartala... ¡Qué pedazo de dragón! Sólo el hecho de poseer las ocho cabezas y su cuerpo dorado ya es impresionante. Y el acertijo te lo has currado, ¿eh? jejeje Lo que no me esperaba era que robara la armadura, la verdad. Ahí me has sorprendido ;)

    Cuando lee el libro, el hombre que escribió el libro que encuentra... Mmmm... Si no lo he entendido mal, en teoría podría seguir vivo, ¿no? Mmmm... Interesante.

    ¡Eric ya es caballero! Claro, es que no podía ser de otro modo, es un crack :D Tengo ganas de verle en acción cuando empiece la batalla.

    Y, como era de esperar, Susan también ha aprobado (empollonaaaaa XD ) Noooo, es broma, es que la que vale vale ;)

    Bueno, pues me voy a otro. Muackas!

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    1. Bueno.
      Tu comentario me ha dejado sin palabras.
      Decir que llevas razón, el jinete sigue vivo. Pero no aparecerá hasta el siguiente libro.
      Te equivocas, aún no es caballero, solo ha dejado de ser aprendiz, y ha pasado la primera fase. Así que, no lo verás en la batalla.
      Hasta otro.

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  4. Felicidades a Susan y a Éric, que se lo han ganado. En especial a Éric, que le tengo mucho cariño.
    Me ha encantado el cementerio de dragones, y el Mausoleo.
    Saludos.

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    1. Gracias de su parte de ellos. Jeje. Ya sois dos las que preferís a Éric. A Carmen De Loma le sucede lo mismo.
      Gracias, me imaginaba que iba a gustar este capítulo, por lo menos a mí me gustó mucho escribirlo.
      Saludos.

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