EL
BOSQUE DE DRACONIA
Estaban
todos a punto de entrar en el bosque de draconia, cuando de pronto,
Éric exclamó algo:
-¡Mirad,
Kevin, Susan… en el cielo!
Cuando
el grupo miró hacia arriba, se llevaron una gran sorpresa. Un enorme
dragón rojo volaba por encima de ellos…
-¡No
sabía que fueran tan grandes! -comentó Kevin.
-¡Pues,
los hay mayores
aún!
-les hizo saber Isilion.
-Estamos
cerca de
su territorio.
Su hábitat está en una región al sur de este bosque. Y muy cerca
de donde nos encontramos, está el cementerio de dragones, un lugar
donde las
más viejas de estas criaturas van
para poder morir en paz, junto a sus antepasados. Pero éste no está
aquí por eso… si piensas como uno de ellos, seguro que este bosque es un buen lugar para conseguir comida -explicó Silvan a
los muchachos.
-Espero
que no nos haya visto -expresó Gúnnar, que no le quitaba la vista
al dragón.
Para
desgracia del grupo, el enano estaba equivocado. Éste
los había visto. Sólo, que esperaba divertirse un poco, antes de
atacarlos. Sabía del “miedo al dragón”, y lo aprovechaba, para
jugar con ellos. Más tarde, les haría saber que los había visto,
y, cuando éstos corriesen hacia el bosque, se lanzaría en picado
sobre ellos.
Instantes
después, la bestia roja inició su juego. Poco a poco, fue bajando de
altitud, y cuando se encontraba lo suficientemente cerca, gritó:
-¡¡¡¡Os
he visto!!!! -y dio un fuerte rugido.
El
grupo, que lo había visto descender, temió lo peor. Y, eso
mismo, fue lo que sucedió. El dragón les hizo saber que los había
descubierto.
Silvan
gritó:
-¡Todos
hacia el bosque! -y, corriendo a toda prisa, todos se dirigieron
hacia él.
El
dragón se lanzó en picado, tras ellos, y a continuación, exhaló
una gran llamarada de fuego. Ésta, casi alcanzó a Gúnnar, que
marchaba el último, y a Alan, que iba justo delante.
Al
notar el fuego cerca de ellos, cambiaron el ritmo, y hasta lograron
adelantar a alguno de los demás.
Al
fin, consiguieron alcanzar el bosque. Allí estarían a salvo, pues
los árboles eran tan altos y espesos, que los perdería;
ya que debido a su gran
tamaño, no podía entrar.
Su
única posibilidad era incendiar algunos árboles. Pero, no le serviría
de mucho, porque ellos seguirían avanzando entre los demás. Y como
él no podría distinguirlos, debido al espesor del bosque… tendría
que incendiarlo todo. Y no merecía la pena. De modo, que tuvo que
darse por vencido.
El
grupo siguió corriendo por el bosque… y no pararon hasta que se
sintieron a salvo.
-¡Por
qué poco nos hemos salvado! -exclamó Éric.
-Sí.
Estuvo muy cerca -dijo Justin.
-¡Decírnoslo a mi y a Gúnnar, que aún olemos a chamuscado! -expresó Alan,
mirando al enano. Y todos comenzaron a reír.
Se
encontraban en una zona del bosque, muy verde. Incluso, el suelo y
los troncos de los árboles estaban cubiertos de musgo y verdina.
Susan
se hallaba sentada sobre una piedra, también llena de éste,
cuando… detrás de ella, apareció un enorme ojo que se abría y
cerraba. Kevin que lo vió, se quedó observándolo un momento.
Cuando tomó consciencia de lo que era, se puso pálido como la
nieve. Estaba invadido por el pánico… sin embago, consiguió
decirle a Susan:
-Muévete
despacio y sin hacer ruido, hacia mi. Y no mires atrás.
-¿Por
qué… no puedo hacerlo?
-preguntó Susan intrigada. Le parecía misterioso que Kevin le
hablara susurrándole, y con aquella expresión de terror.
-Por
favor, sólo has lo que te digo.
La muchacha lo obedeció, pero estaba asustada.
El
ojo la siguió, moviéndose sigilosamente.
Entonces,
todos supieron lo que el chico había visto.
-Es
una sierpe dragón -dijo Eléndil, en voz baja.
-¿Una
sierpe qué? -preguntó ella, mientras se volvía para mirar a su
espalda. Cuando vio la criatura que tenía detrás, dio un gran
grito, y salió corriendo; a igual que los demás.
Pero
en esta ocasión, no les serviría de nada correr…
Una
sierpe dragón era una serpiente gigantesca de color verde, que solía
medir unos cincuenta metros de larga, por casi dos de ancha; pero que
tenía la punta de la cola, de un dragón, y la cabeza se asemejaba a
la de un cocodrilo. Tenía además, cuatro patas de lagarto, que le
ayudaban a desplazarse, rapidísimo.
Al tiempo que monstruo los perseguía, movía los árboles del bosque,
provocando un horrible estrépito y un enorme ruido, que parecía
provenir de todas partes.
Justin
preguntó a Eléndil:
-¿No
puedes utilizar algo de tu magia, contra él?
-¡No
creo! ¡Pero de todas formas, no tendría tiempo para pronunciar las
palabras con la concentración adecuada! ¡Antes, me comería! -le
respondió a gritos, el mago.
-Entonces…
¿qué podemos hacer? Nos está cogiendo.
-Seguir
corriendo -le contestó Eléndil.
Justo,
cuando la sierpe dragón estaba alcanzándolos, y a punto de
comérselos… sin saber como, fueron rescatados con unas lianas,
desde lo más alto de los árboles.
Mientras
subían por ellas, vieron que una multitud de pequeñas flechas,
volaban desde lo alto de los árboles, en dirección a la sierpe
dragón. Sin embargo, aunque no le hicieron nada, no los siguió.
Cuando
llegaron donde acababan las lianas, se encontraron con unos seres que
parecían una mezcla de pequeños ositos y
koalas; y con una civilización asentada en lo más alto de aquellos
enormes árboles.
-Gracias
por salvarnos -dijo Silvan, cuando se encontraron frente a aquellos
seres.
-No
importa. La sierpe dragón también es nuestra enemiga -habló un de
ellos.
-¿Quiénes
sois? -preguntó Éric.
-Somos
eawoks. Se encontráis en Éawak.
-¿Por
qué vivís aquí, en la copa de los árboles? -continuó
preguntándole Éric.
-Es
el único lugar al que no puede subir la sierpe dragón. Porque, las
ramas de los árboles se lo impiden, ya que no cabe entre ellas. Hace
tiempo que lo sabe. Por eso, ya ni se molesta en intentarlo.
El
grupo se encontraba en una gran plataforma situada alrededor del
tronco de uno de aquellos árboles. Las lianas, que salían de la
copa de éstos
quedaban al borde de la plataforma.
Justo
al lado del tronco, en el centro de ésta,
había una casa.
Todos
los árboles tenían una con una casa. Así, vivían los eawoks.
-Por
cierto, ¿cómo te llamas? -le preguntó Susan.
-Áhowa
-respondió el éawok, que antes les habló.
-¿Queréis
venir a ver a nuestro rey? -les preguntó Áhowa.
-Sí.
Sería un honor -comentó Mialee.
A
través, de unos puentes colgantes, hechos de madera y lianas, que
unían unas plataformas con otras, llegaron hasta la casa del rey.
Áhowa
le dijo:
-¡Hola
papá!
-Hola
hijo -lo saludó el rey.
-¡Pero,
si eres el príncipe de los eawoks! -exclamó Tristan.
-Pasad
dentro. Soy Shada.
-¡Hola!
-saludaron todos.
-¿Y
mi hermana? -le preguntó Áhowa a su padre.
-Ha
salido un momento, a visitar a una amiga suya que está enferma.
-¿Qué
está enferma? -preguntó Susan.
-Sí
-respondió el rey.
-Láslandriel
podría curarla. ¿Verdad Laslan?
-Bueno,
podría intentarlo -respondió el ángel.
-Entonces,
os llevaré donde se encuentra la princesa Dreiya.
Tras
pasar de unos árboles a otros, al final, llegaron al lugar donde se
encontraba ésta.
Entraron
en una pequeña casa, y la
encontraron
junto a una cama, en la que se encontraba la amiga enferma que había
venido a visitar. Además, se encontraban, muy preocupados, los
padres de ésta, acompañándola.
-Hola
hermana. ¿Qué tal se encuentra tu amiga?
-Hola
hermano. Desde que enfermó está igual. No ha mejorado.
-Mira,
he venido con unos amigos a los que rescatamos de la sierpe dragón.
Dicen que tal vez puedan curarla.
-¿Es
cierto eso que dice mi hermano? -preguntó Dreiya, que había perdido
casi toda la esperanza.
-Déjame
verla. Si puedo, la curaré -dijo Láslandriel.
El
ángel, entonces, se situó junto a la cama, y comprobó el estado de
la éawok. Luego, puso una de sus manos sobre el pecho de la enferma,
y la otra sobre su frente. Momentos después, la muchacha éawok
comenzó a abrir los ojos.
Dreiya
y los padres de la muchacha, no cabían en sí de alegría. Así, que
le agradecieron enormemente que la hubiera sanado.
Horas
después, la muchacha estaba totalmente restablecida. Debido a ello,
los eawoks prepararon una gran comida para agradecérselo al grupo.
Pero, no tenían nada que agradecerle. Ya que ellos antes, los habían
rescatado de acabar en el estomago de la sierpe dragón.
Momentos
después, todos reían y disfrutaban de la comida. Pero, no tardó en
llegar la noche, de modo, que se retiraron a dormir. Aquella sería
la última que podrían descansar; pues no podían perder más
tiempo. Debían hallar la piedra verde antes que sus enemigos, y
ayudar a Longoria en la batalla que se produciría.
A
la mañana siguiente, todos estaban descansados y con las energías
renovadas. Debían partir de inmediato, sin embargo, les gustaría haber
pasado algún tiempo más allí. Los eawoks eran muy amigables y
generosos.
El
haber vivido en lo alto de los árboles, había sido una experiencia
que no les había ocurrido antes. Sólo los dos elfos, vivían de
forma parecida.
Así
que, con mucha pena, se despidieron de los eawoks y prosiguieron su
viaje, por el bosque de draconia.