domingo, 5 de junio de 2016

Haydar. Capítulo 5. El Leviatán.



Hola.

No sé si recordaréis la historia de Haydar, escrita junto a Carmen De Loma. El capítulo cinco está escrito de nuevo por mi.


*Aclarar que aunque algunos personajes y datos son reales, la historia en su totalidad es fictisia.


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El Leviatán



Dejaron el Furia de los Mares atracado en un puerto recóndito de Kufa, a buen seguro, a cargo de un hombre de confianza. A continuación fueron a ver al más afamado mercader de la ciudad.
 –Hola. Por aquí se comenta que tienes los mejores camellos y dromedarios del lugar. ¿Es eso cierto? ‒preguntó Haydar.
 –Venga conmigo y se los enseñaré.
De camino el hombre le preguntó:
 –¿Cuáles prefiere?
 ‒Los dromedarios. Para mí son mucho más cómodos.
 –Bueno. Todo es cuestión de gustos. Hemos llegado. Aquí los tienes.
Tras verlos le compró  la mayoría de ellos y se pusieron camino a Damasco.

***

Walesa, Mirza y Yazdi tras dejar la Fulana de Alá en el puerto, también acuden al mismo mercader.
 ‒Hola. Veo que ya te compraron casi todos los dromedarios así que yo te pagaré por los camellos –le dijo Mirza, cuando fue a verlo donde los tenía.
 ‒Parece que hoy es mi día de suerte. He ganado más que un mes entero.
Tras pagarle Mirza se llevó los camellos e iniciaron su viaje.
Después de encontrar varias pistas de ellos en cada una de sus paradas, pronto ven el grupo de dromedarios de Haydar. Y aunque no los distinguen, están seguros que son ellos.
 ‒Aún están muy lejos para distinguirlos pero ya podemos ver al grupo –le dijo Yazdi tras mirar con su catalejo.
 ‒Seguiremos así; siguiéndolos a una distancia prudencial –dijo Mirza.

***

 ‒Haydar compruébalo tú mismo. Tras nosotros marcha otro grupo pero, están tan lejos que es imposible averiguar quiénes son –le indicó Nasser.
 –Ya veo. Estar preparados para cualquier cosa. Hasta que no sepamos quienes nos siguen, debemos estar alerta.

El viaje fue tranquilo hasta que a medio camino fueron sorprendidos por unas criaturas que algunos creían extinguidas durante la prehistoria, un grupo de aves del terror, unas aves carnívoras que no podían volar, que medían unos dos metros y medio, y que tenían dos poderosas y alargadas patas similares a las avestruces, aunque mucho más grandes, un gran pico curvado y un penacho en la cabeza.
 ‒Quedaos quietos. Al menor movimiento atacarán –les advirtió el mago Yasim. Las aves se encontraban a unos cien metros delante de ellos, hurgando en las madrigueras de algún tipo de mamífero roedor que había en la tierra. Pero al verlos, levantaron la cabeza expectantes. Para ellas el menú había mejorado considerablemente. Estaban esperando a ver que hacían ellos, y actuar en consecuencia. ‒Quedaos aquí. Dejad que yo lo resuelva. Intentaré detenerlas –para incitarlas a que lo atacaran, poco a poco se fue acercando  hacia ellas. Éstas que eran tres, lo miraban nerviosas. Una de ellas, probablemente la líder, comenzó a emitir leves gorgojitos, hasta que de pronto elevó la cabeza hacia el cielo, y emitió un temible graznido. Era su grito de guerra, el que indicaba a las demás que era el momento de atacar. Las tres comenzaron a correr dando enormes y rápidas zancadas hacia el mago, que las esperaba preparado. Éste comenzó a formar dos grandes bolas de fuego en sus manos y las lanzó.  La primera de ellas acertó en una de aquellas aves que se prendió de pronto y comenzó graznar y a correr como poseída sin ninguna dirección establecida. La segunda no dio en el blanco, la líder, y ésta tras alcanzarlo en su carrera sólo tuvo tiempo para embestirlo y derribarlo. Pronto se preparó para rematarlo pero entonces, los piratas de Haydar en un intento de salvar la vida del mago se pusieron a dar gritos y hacer aspavientos para llamar la atención de las dos aves que quedaban. La tercera pareció que les hizo caso, y se lanzó tras ellos, y tras de ella, la siguió su líder. Entonces los piratas intentaron atacarla  con sus cimitarras pero no lograban acercarse lo suficiente como para alcanzarla. Pero ella sí hizo lo propio con uno de ellos, un pirata de los menos importantes, de un picotazo le arrancó el brazo entero. El herido, despavorido, corrió por su vida mientras gritaba de dolor, y sangraba como nunca. Suerte que Albur, el certero pelirrojo se encontraba cerca, y comenzó a lanzarle sus cuchillos a la bestia. Todos dieron en la diana. El ave del terror cayó desplomada sobre la tierra momentos después, aplastando y acabando con la vida del pirata que había herido.
Yasim al ver que las aves atacaban a la tripulación, aunque dolorido y aturdido por el fuerte golpe, intentó levantarse para acudir en su ayuda. Cuando lo hizo, vio a Haydar utilizando su cuerda mágica a modo de cuerda de rodeo, y que consiguió lanzarla e insertarla en el cuello del ave del terror líder. Luego sujetó la cuerda con fuerza, y antes de caer a tierra y verse arrastrado por el ave, dio un tremendo salto y con una acrobacia logró alcanzar la parte trasera del ave y agarrase con fuerza. Debido a la altura del animal, no logró lo que pretendía, subir a lomos del ave, para cortarle el gaznate. Y ahora se encontraba en peligro, pues ésta podía dejarlo caer o intentar quitárselo de encima a picotazos. Desde lejos, Yasim observaba pero, no podía lanzar su bola de fuego o acabaría con Haydar también. Alrededor de la acción se encontraban Nasser, Alí, y Jaffar, el jefe de la guardia real del califa… Albur se encontraba demasiado lejos para ayudarlo, y aún no había conseguido recuperar sus cuchillos del ave que mató.
Harto del incordio de Haydar el ave decidió intentar quitárselo de encima a picotazos, pero el pirata que al mismo tiempo se sujetaba al ave  y a la cuerda, decidió soltar al animal y agarrarse fuertemente a ella. La sacudida fue brutal, el ave no consiguió alcanzarlo pero el voló por los aires sujeto a la cuerda, que a su vez casi estrangulaba el cuello  del ave. Pero en ese momento, algo sucedió… Jaffar sacó de pronto unas boleadoras y las lazó a las patas del animal, donde se enredaron y lo dejaron caer. Haydar aprovechó entonces para matarlo como pensó en un principio.
 ‒¡Malditos pájaros del terror! ¡Hemos perdido a un hombre y menudo dolor de espalda me ha dejado a mí! –expresó.
 ‒Míralo de otra manera. Por lo menos tendremos comida para una buena temporada –dijo Jaffar, al que poco le importaba la muerte del pirata. A los demás no pareció compensarle la pérdida.
Tras enterrar a su compañero, descuartizaron a las aves y las trocearon. Guardaron la mayoría de la comida y otra poca la asaron y se la comieron.
Ya por la tarde, continuaron hacia Damasco, en busca del puerto marítimo de Sidón.

***

Horas después, cuando ya anochecía, el grupo de Mirza llegó hasta al lugar donde Haydar había tenido el suceso con las aves del terror.
 ‒Mi señora, debió sucederles algo aquí. Mirad… –Yazdi le mostró la tumba de un pirata que había descubierto.
 ‒Ya veo. Inspeccionar la zona a ver que más descubrís.
Los hombres de Mirza vieron los restos de huesos y plumas, y de la fogata. Así que pudieron intuir en parte lo que había sucedido. Como ya era muy tarde, decidieron parar allí mismo a cenar y descansar.

Algo más tarde, cuando todos excepto Yazdi que hacía guardia, estaban dormidos, se vieron sorprendidos por el ataque de unos bandidos.
 –¡Despertad! ¡Nos atacan! ‒gritó al ver a sus enemigos y descubrir a dos o tres compañeros suyos degollados. Enseguida todos los demás despertaron y echaron mano a sus cimitarras, y comenzaron a luchar con los bandidos.
Walesa, que al igual que los demás había despertado con los gritos de Yazdi, llevaba un rato intentando deshacerse de las cuerdas de muñecas y tobillos que la mantenían prisionera. Tras varios intentos fallidos logró alcanzar la cimitarra de uno de los bandidos que había caído muerto a sus pies. La sujetó por el lado que no cortaba entre la suela de sus dos zapatos y poco a poco consiguió rasgar la cuerda de sus tobillos. Luego, la aprisionó entre sus muslos para mantenerla firme con el filo cortante hacia arriba y continuó con las cuerdas de sus muñecas. Una vez libre, se llevó la cimitarra e intentó aprovechar la confusión para escapar en uno de los camellos hacia el grupo de Haydar para unirse a ellos…
…Casi lo consigue de no ser por Yazdi, que tras descubrirla en su huida, la siguió en otro de los camellos.
 –No dejaré que escapes. Eres un trofeo muy preciado para mi señora. La mejor baza que tiene para chantajear a Haydar. ¡Arre! ¡Arre! ‒gritó a su camello, al tiempo que lo azuzaba con los pies.
 –Oh, no. Ese maldito Yazdi me ha descubierto ‒se dijo Walesa–. ¡Arre! ¡Arre!
El pirata no tardó en alcanzarla y lanzarse de un salto hacia ella y tirarla al suelo. Ella logro levantarse antes e intentó defenderse con la cimitarra que había cogido.
 ‒¿Seguro que sabes usarla? Suéltala, no te vayas a cortar preciosa. No quiero que te lastimes. Sería una lástima que Haydar recibiese su regalito con rasguños.
 –No te acerques ‒le advirtió Walesa, al ver que estaba desarmado.
 –Tranquila. No sufriré ningún daño. Y ninguno de los dos queremos que tú tampoco ‒se fue acercando poco a poco, y cuando estaba a su altura Walesa en un torpe intento, dada su inexperiencia, lo atacó con la cimitarra. Yazdi sacó de pronto un puñal escondido de cada una de sus botas, y paró el golpe y luego le arrebató la cimitarra. –Ahora vas a regresar conmigo sin oposición alguna. ¿De acuerdo? ‒Walesa no contestaba– ¿De acuerdo?
 ‒De acuerdo –contestó al fin. Y los dos regresaron lentamente con los camellos.

Cuando regresaron se encontraron con que la tripulación de Mirza que era mucho más numerosa y mejor guerrera que los bandidos que atacaron por sorpresa, acabaron con sus contrarios que yacían todos muertos, pero entre ellos también habían algunos compañeros sin vida ‒pudo ver Yazdi. Luego le contó a Mirza el intento de huida de Walesa. La capitana le dijo que ya hablaría con ella más adelante. Ahora era momento de enterrar a sus hombres y dedicarles unas palabras. Y así lo hicieron, antes de marcharse.

***

Durante su paso por Damasco tanto Haydar como Mirza decidieron vender sus dromedarios y camellos, ya que en Sidón seguramente no lo conseguirían por ser una ciudad portuaria. Así que tuvieron que hacer el resto del camino hasta el mar a pie.

En Sidón les esperaba el Furia de los Mares II y los tres barcos con los hombres del califa Harún.
Ya en el barco, antes de partir, el pupilo de Yasim, el espía infiltrado se apareció ante él y le informó sobre los barcos de Idrís. Luego, el mago fue a contárselo al capitán.
 –Haydar, tengo que hablar contigo.
 ‒Dime Yasim.
 –Mi pupilo me ha informado que los barcos de Idrís se dirigen a la isla de Creta. Dice que allí los esperará el brujo.
 ‒Gracias por la información. Estaremos preparados cuando tengamos que enfrentarnos a ellos. De momento, como le dije a Nasser nos dirigimos a la isla de Thera, pero antes de llegar haremos una parada en la calavera ardiente.

Poco después, El Furia de los Mares II y los tres barcos del califa partieron de Sidón…
… Y algo más tarde, poco después de llegar, Mirza con La Fulana de Alá II,  siguió al barco de Haydar desde la distancia.

***

  ‒¡Aaahhh! –gritó Sadiq mientras Gunaid le curaba la herida de la cabeza. Se encontraba encarcelado, y con argollas en pies y manos que lo sujetaban a la pared.
 –Quédate quieto, o no podré vendártela.
 ‒¿Qué fue del ogro? ¿Murió?
 –Jajaja. Que iluso. ¿Eso creíste? No, aún vive. El Guardián es un hueso duro de roer. Ni siquiera tiene heridas. Bien. Esto ya está. ¡Guardias, abrir la puerta!
 Los dos hombres que vigilaban el calabozo abrieron, entraron, y cerraron de nuevo. A continuación dejaron libre a Sadiq de las argollas y volvieron a salir y cerrar el calabozo.


***

El pirata que había logrado escapar del Guardián, por fin llegó al barco.
 ‒¡Es el Rubio! ¡Ha vuelto! –gritó uno de los piratas, nada más verlo.
 –¡Escuchadme todos! ‒les dijo una vez a bordo–. La isla estaba custodiada por un ogro gigantesco. Luchamos con él, pero algunos de los que salimos murieron. Cuando escapé tan solo yo y el capitán seguíamos con vida. No sé lo que le habrá sucedido. Así que esperaremos hasta mañana a ver si vuelve, sino zarparemos. Mientras el capitán no esté yo me haré cargo. ¡Entendido! ‒para la tripulación la noticia fue un duro golpe. Pero, hasta que no viesen el cuerpo de su capitán sin vida, no lo darían por perdido. No se tomaron a mal el mandato del Rubio pues era el segundo al mando, y ya lo habían visto en esa situación más de una vez, y lo hacía muy bien, aunque no tanto como su capitán, al que adoraban y tenían mucho cariño.

***

 –En cuanto amanezca partiremos en el Roc hacia Creta. Allí esperaremos a Idrís –dijo Zainab.
 ‒¡Idrís! ¡Idrís! –repitió el loro.
 ‒¡Calla Sultán! –el ave pareció hacerle caso.
 ‒Sigo sin fiarme de ese tal Idrís –declaró Gunaid.
‒No nos queda más remedio que seguirle el juego.

A la mañana siguiente, el aprendiz del brujo fue a buscar a Sadiq. El pirata había pasado una mala noche. No había dormido nada pensando en cuál sería su destino y el de su tripulación.
A empujones, los guardias que acompañaban a Gunaid, lo llevaron a la playa. Allí los esperaba Zainab subido ya al Roc. Sadiq se llevó una tremenda impresión, era inmenso. Sin embargo, no tuvo más remedio que subir al él junto a Gunaid. Seguidamente, la enorme ave levantó el vuelo e inició su viaje.

***

Cuando los piratas del Esperanza vieron al Roc surcar los aires, no supieron que pensar hasta que Sadiq al pasar sobre ellos dejó caer una prenda suya sobre el barco, que recogió el Rubio.
 –¡Es de nuestro capitán! ¡Sigue vivo! ¡Viaja en el Roc! ¡Piratas levad anclas, hay que seguir a esa ave!

***

 ‒Parece que tus piratas nos siguen. Ilusos… no saben que el Roc es mucho más rápido que vuestro barco. Pronto los dejará atrás –dijo el brujo.
 ‒¿A dónde nos dirigimos? –preguntó Sadiq.
 ‒En principio a la isla de Creta en busca de aliados pero, nuestro verdadero destino es la isla de Thera.
Al pirata se le hizo un nudo en la garganta al conocer el lugar donde se escondía el cetro. Esa isla estaba maldita.
El Roc avanzaba bastante en muy poco tiempo, y Sadiq, vencido por el cansancio y el sueño, terminó por dormirse agarrado al ave.


***

El Esperanza los siguió  mientras pudo pero, pronto lo perdieron de vista. Por suerte para ellos conocían bastante bien aquellos mares y, en aquella dirección solo había un destino, la isla de Creta.


***

 –Espero que ese brujo esté donde acordamos cuando lleguemos. Si falta a su palabra sabrá quién es Idrís ben Abd-Allah ben al-Hassan.
 ‒No creo que lo haga si le tiene algún aprecio a su vida –sonrió maliciosamente Jaffar. Rasid, el mayordomo, sabía muy bien que aquellos dos no exageraban. Había visto en más de una ocasión lo crueles y sanguinarios que podían llegar a ser.

Horas más tarde los tres barcos de Idrís llenos de sus tropas ‒los awraba (bereberes)– llegaban a la isla de Creta. Entre ellos se encontraba infiltrado y camuflado el aprendiz de mago de Yasim.
Como acordaron el brujo los esperaba en el sitio hablado.
 ‒Bienvenidos. Espero que el viaje haya sido lo más plácido posible, y no hayan surgido contratiempos ‒los recibió Zainab.
 –Para nada. Al contrario. Estaba deseando llegar. Me moría del aburrimiento –le contestó Idrís.
 ‒Pues nosotros estamos preparados y nuestro Roc también. Así que cuando deseéis podemos partir.
 –No tengas tanta prisa. Mis hombres saldrán a por varios cargamentos de provisiones, cuando las embarquen partiremos. Si estás de acuerdo, claro está ‒el brujo mascó entre dientes y rumió unas palabras que nunca salieron de su boca pero, al final contestó:
 –Estoy de acuerdo. No hay ningún problema.


***

Tras un largo viaje EL Furia de los Mares II por fin llegó a la isla pirata donde se encontraba la taberna “La Calavera Ardiente”. Ya en ella…
 ‒¡Haydar! ¡Qué grata sorpresa para mí cada vez que decides venir a pasar un rato por aquí! ¡No todos los días el mejor pirata jamás conocido se digna a acompañarnos! –dijo el tabernero.
 ‒No seas exagerado. No es para tanto.
 ‒Hija, sírveles todo lo que deseen. Mientras estén aquí, como siempre invita la casa… a él,  a todos los que lo acompañen, y por qué no… a todos los presentes.
 –Gracias. Si es así me tendré que ir pronto o te arruinaré. ¡Jajaja!
 ‒¡Jajaja! –rió también Nasser. Alí, Albur, y los demás piratas comenzaron a beber y divertirse. Turán y el mago Yasim que no eran muy bebedores prefirieron comer algo.

Tras desconectarse un par de horas retornaron su viaje.
 ‒¡Haydar han visto un barco! –le comentó Alí.
El capitán cogió su catalejo y miró…
 ‒¡Vaaaya, pero si es La Fulana de Alá II! Parece que Mirza nos sigue. Si es así, debe saber que buscamos El Cetro de la Luz Sagrada.
 –¿Qué hacemos Haydar? ‒le preguntó Nasser.
–Dejadla que nos siga. La isla de Thera seguro que guarda muchas sorpresas. Quizás necesitemos su ayuda.
 ‒¿De verdad esperas que lo haga?
 –No. Pero si no lo hace, la isla será quien los detenga. Si la cosa se pone difícil, puede que lo mejor sea que nos ayudemos unos a otros. Ya dictará la isla quien es el que merece conseguir el cetro.
 ‒Parece que Walesa no es la única que te tiene engatusado. Aún guardas buenos recuerdos de esa tigresa –comentó Alí.
 ‒Es difícil olvidar a una tigresa así –Nasser y su compañero lo miraron y después se miraron entre ellos.
 ‒¡Jajaja! –rieron ambos‒. Seguro que sí, Haydar –dijo al final, Alí.

Avanzaron y cuando aún les quedaba bastante para llegar a la isla de Thera, frente al Furia de los Mares II las aguas hervían y resplandecían en la superficie, y entre ellas había varios remolinos.
 ‒¡Haydar gira el timón de inmediato! –el capitán le hizo caso a su hombre.
 ‒¡¿Qué ocurre Alí?!
 ‒Ven y compruébalo con tus propios ojos.
 –Está bien. Albur coge el timón ‒Haydar, Nasser, Turán y Yasim fueron donde Alí.
 –¿Qué crees que puede ser?
 ‒No creo que sea ningún volcán submarino.
 ‒¿Y entonces? –preguntó Turán.
 ‒Algo mucho peor –habló entonces el mago‒. No quiero asustaros hasta que lo vea con mis propios ojos pero, creo que se trata de un Leviatán, el monstruo más terrorífico que pueda habitar estas aguas. Los libros hablan de una serpiente gigantesca, incluso más grande que un barco, con cabeza de dragón. Por su hocico expulsa humo negro, pues su aliento quema como el fuego que arroja por su boca cubierta de inquietantes y afilados colmillos. Y ahí no termina todo, por sus rojos y ardientes ojos se dice que desprende rayos luminosos. A su paso el agua toma el mismo aspecto que ésta. Así que debe estar cerca.
 ‒Un Leviatán. Que los dioses nos protejan. Había oído hablar de ellos en las leyendas pero, nunca creí que me encontraría con uno –expresó Nasser.
 ‒Y, ¿qué podemos hacer contra él? –preguntó Haydar.
 ‒Poco. Su piel es impenetrable, no hay arpón, lanza, flecha o espada que pueda atravesar sus escamas duras como escudos. Lo mejor es evitarlo –le contestó Yasim.
 ‒Pero, ¿y si no podemos escapar de él? ‒preguntó Turán.
 –Reza para que lo consigamos, jefe de la guardia real, o no volverás a ver al califa ‒le respondió Nasser.
 –Parece que hemos podido evitar la zona de remolinos y aguas hirviendo ‒observó el mago.
De pronto una enorme sacudida casi vuelca el barco de lado y todos cayeron al suelo, algunos incluso se golpearon e hirieron, el agua saltó dentro del barco y lo mojó todo.
 –¡Maldita sea! ¡Albur agarra ese timón con fuerza y no sueltes! ¡De ello dependen nuestras vidas! ¡Los demás que hacéis tirados por el suelo! ¡Eso es lo que sois! ¡Por todos los dioses, somos piratas! ¡El orgullo de todos ellos! ¡Vamos a dejar que ese monstruo arroje al mar nuestro barco! ¡Al Furia de los Mares II aún le quedan muchas más aventuras por vivir! ¡Hagamos de ésta una más que podamos contar! ¡Vamos, todos alerta y en sus puestos! ¡Nasser encárgate de que algunos miren si ha logrado abrir algún socavón! ‒Haydar ejerció como el líder que se esperaba de él.
 –Vamos vosotros venid conmigo tenemos que asegurarnos que no hay ningún agujero por el que entre agua.
Justo cuando Nasser y los piratas que eligió desaparecieron por el barco, hizo aparición el monstruo. El Leviatán se levantó impresionante y desafiante sobre las aguas.
 ‒¡Qué Alá nos proteja, es incluso más  grande de lo que esperaba! –Yasim, los ojos desencajados, por un momento pareció paralizado, luego volvió en sí ‒Tengo que hacer algo.
 –Yo también. Voy a mi camarote. Enseguida regreso ‒dijo Haydar.
Momentos después, ya en él, abrió un arcón y de dentro sacó algo –Sabía que te guardaba aquí. Espero que seas útil, y me sirvas para esta ocasión –dijo para sí. Era una túnica con capucha mágica. Era impermeable, ignífuga y aislante del frio y el calor. No perdió tiempo alguno en ponérsela e irse en busca de otra cosa, su alfombra mágica. La cuál cogió enrollada y se la llevó bajo el brazo.
Cuando volvió se encontró a Yasim intentando detener con su magia, cada uno de los fogonazos del Leviatán.
 –¡Haydar has regresado! ¿Tienes algo en mente? Si es así espero que sirva de algo.
 ‒Así es. Veremos si da resultado –el capitán desenrolló la alfombra mágica que al instante  levitó sobre la superficie del barco y se subió en ella y salió volando hacia el monstruo.
 ‒¡Haydar ten cuidado! –le advirtió el mago.
 ‒¡Descuida, lo tendré!
El valiente pirata sobrevoló alrededor del monstruo y éste intentó quemarlo arrojándole fuego. Haydar lo esquivó con una rápida maniobra de su alfombra voladora, luego intencionadamente se dirigió hacia su boca y el Leviatán se lo tragó.
 –¡Oooooh! ‒exclamaron muchos de los piratas de su tripulación.
 –Tranquilos. Creo que forma parte de su plan ‒dijo el mago.
Ya dentro del monstruo Haydar volaba con su alfombra y la túnica puesta el esófago del monstruo. Debía encontrar lo que buscaba antes que el Leviatán exhalará un nuevo chorro de fuego. Para su suerte, cuando comía no solía hacerlo hasta que su estómago hubiese descompuesto el alimento.
A pesar de la túnica y su capucha, tenía el rostro semidescubierto y el calor además del hedor eran agobiantes, y casi mareaban. Pero por fin dio con lo que buscaba. Algo más adelante, la membrana del esófago parecía palpitar y latir, justo detrás debía encontrarse el corazón de la bestia, éste se hallaba justo antes de los pulmones que también estaban alrededor del esófago. Sin perder un instante más Haydar sacó sus dos cimitarras y las clavó con toda su fuerza en el corazón… y un tremendo alarido sonó durante un segundo. Su acto provocó un tremendo estruendo seguido de algo semejante a un terremoto. Haydar se marchó de vuelta a la boca, no sin antes cerciorarse de que el corazón que emanaba sangre  a borbotones estaba herido de muerte.
Fuera todo sucedió muy rápido. Momentos después que el Leviatán se tragase a Haydar el monstruo emitió un alarido y justo después cayó desplomado sin vida sobre el agua. A continuación, el capitán salía con su alfombra voladora por la boca abierta del monstruo que flotaba en el agua.
 –¡Haydar vive! ¡Él lo ha matado! ¡Viva nuestro capitán! ¡No hay nada que pueda acabar con él! ‒gritaba Alí desde el barco.
 –¡Viva! ¡Viva! ‒gritaban sus piratas, recibiéndolo.
Cuando aterrizó sobre la cubierta, le faltaba el oxígeno.
 –Vaya. Increíble, pirata. Tu fama es bien merecida ‒le reconoció Turán.
 Nasser que regresaba de inspeccionar todo el interior del barco, dijo:
 ‒Vaya parece que me he perdido una buena aventura. Espero que me la cuentes esta noche cuando te recuperes.
 –Eso está hecho. ¿El barco ha sufrido algún daño?
 ‒No. Ninguno. Lo hemos revisado de cabo a  rabo y no hay nada dañado.
 –Parece que has hecho un buen trabajo Yasim.
 ‒Gracias, pero el tuyo sí que ha sido bueno. Y esa alfombra y esa túnica que te estás quitando son maravillosas.
 –Son dos objetos mágicos que les tengo mucho cariño. Son muy valiosos. Nasser, no perdamos más tiempo. Rumbo a la isla de Thera.

Los tres barcos del califa que secundaban al Furia de los Mares II que no habían sufrido peligro alguno ya que marchaban algo rezagados, habían sido testigos de la aventura, y se sorprendieron mucho al pasar cerca del monstruo muerto.


***

Mucho más lejos en La Fulana de Alá Mirza gracias a su catalejo sabía que algo había ocurrido, pero no el qué. Así que también se llevó una tremenda sorpresa al pasar junto al cadáver del monstruo sobre el cual ya sobrevolaban algunos pájaros carroñeros.

***

Durante la noche, Haydar ya recuperado le contó entre copas a Nasser todo lo sucedido.

Cuando amaneció, el vigía que había subido en la cola  gritó:

 ‒¡Tierra, ya se ve la isla de Thera!


Continuará...

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