EL
PASO DE HIELO
Tras
dejar Vampiria, y parar para comer y dormir un rato durante el día,
el grupo que custodiaba La Piedra Multicolor, siguiendo su camino,
llegó a un río… Era el yúln.
Decidieron
parar un momento, para que tanto sus monturas como ellos mismos se
refrescaran un poco.
Mialee
era la que más necesitaba aquel descanso.
Aunque
los ángeles la sanaron, se sentía cansada, y aún con sueño; pero
el
agua le devolvería la vitalidad que antes tenía.
Lana
aprovechó la parada para acercarse a Silvan que estaba lavando su
espada en el río.
-¿Qué
tal os fue en el castillo? -le
preguntó,
intentando iniciar una conversación.
-Pasamos
un mal rato. Prefiero luchar mil veces contra los vivos, que tener
que enfrentarme de nuevo a los No-Muertos.
-¿Mialee
se pondrá bien? -preguntó preocupada.
-Seguro.
Láslandriel e Ilene la sanaron. No creo que le queden secuelas.
Esos
dos no dejan de sorprenderme. Si hubieras visto las cosas que es
capaz de hacer ese ángel…
-Sabes...
estoy arrepentida. Cuando esas vampiras nos atacaron en el
desfiladero, sólo fui capaz de cubrirme con la capa para volverme
invisible. No tuve el valor de enfrentarme a ellas.
-No
te preocupes. Ninguno de nosotros pudimos hacer más de lo que
hicimos. No pienses en ello -la tranquilizó.
Por
otro lado, Kevin estaba acariciando a su unicornio cuando Susan se
acercó al suyo que estaba bebiendo justo a su
lado.
-Pobres
unicornios… no están muy acostumbrados al frío. Seguro que lo
pasarán mal en el Paso de Hielo.
-No
serán los únicos. Mira allí, esas montañas cubiertas de nieve son
enormes, y por lo que dice Silvan, tardaremos dos jornadas o más en
cruzarlas... Y tendremos que viajar de noche, porque si paramos, nos
moriremos de frío -le explicó Kevin.
-Así
es, pequeña -le aseguró Eléndil, que se había acercado hasta los dos-. He cruzado ese paso en alguna ocasión, y no todos pueden
decir eso. Muchos, mueren en el intento. Pero nosotros quizá
recibamos alguna ayuda -insinuó el mago, mirando hacia las montañas.
-¿Sabéis,
que muy cerca de ese paso, al norte, se encuentran mis primos? Me
gustaría poder desviarme del camino e ir a verlos a Zenoria. Allí
viven la mayoría de los enanos de Shakával, aunque no son
pelirrojos como la mayoría de nosotros, los enanos nórdicos
-expresó Gúnnar, algo triste.
-Quizás
en otra ocasión… quizás en otra ocasión -le propuso Eléndil,
mientras le daba unas palmadas sobre el hombro.
Por
otro lado, Tristan estaba dando a Justin y Alan unas muestras del
manejo de la espada. Aunque el
bárbaro
podía derribarlos en un instante, ya que poseía una enorme fuerza y
manejaba su espadón mucho mejor que ellos sus espadas, se contenía
e intentaba explicarles como sujetar la espada, o como defenderse
ante distintos ataques.
Después,
sacó de su robusto caballo unas pieles que solía usar en Barbaria,
dónde la nieve siempre era permanente.
Aunque
todavía no la
habían
alcanzado, cuando dejaron el río yúln, enseguida hizo frío.
Tras
abrigarse todos un poco, (algunos no tuvieron más remedio que
cubrirse con sus capas), siguieron su viaje dirección a las
montañas.
En
un terreno que cada vez era más empinado y rocoso, vieron las
primeras nieves. Todavía, se veían algunos árboles en las laderas
y a pie de montaña, la mayoría cubiertos; pero en seguida, no
habría ni árboles que los resguardaran del frío.
Siguieron
avanzando, por un camino cada vez más abrupto y dificultoso. La
nieve cubría ya todo el suelo, y los árboles escaseaban cada vez
más. Un viento helado hizo de pronto presencia, y el frío comenzó
a calar en los huesos de todos.
Marchaban lentamente, pero sin pausa. Ya no había árbol alguno, y
se encontraban en las laderas de las montañas del norte. Allí,
comenzaba el Paso de Hielo, un paso de nieve y hielo, que atravesaba
la gran cordillera central, dejando al sur un valle y el resto de
montañas que lo formaban.
No
podían ir por éste,
púes se hallaba bajo un acantilado, y no había paso alguno para
bajar a él; asimismo, también estaba cubierto de nieve.
A
medida que avanzaban, el paso se hacía más empinado; y al estar a
más altura, el frío era mayor. Sólo Tristan y Gúnnar estaban
acostumbrados a aquellas temperaturas tan bajas, algo normal, porque
en Nordia acostumbraba a hacer siempre ese clima.
Sus
monturas tampoco, sólo el caballo de Tristan era lo bastante fuerte
para avanzar por la nieve sin dificultad y aguantaba aquel frío
glacial.
Los
ángeles Láslandriel e Ilene habían ido caminando, ya que aquellas
temperaturas
les impedían
volar. Y andaban al mismo ritmo que marchaban los demás en sus
monturas.
Poco
después, Kevin sintió que algo húmedo le tocó la cara, eran copos
de nieve.
Aunque
en un principio, cayeron débilmente, enseguida lo hicieron con
mayor intensidad, y para sus pesares, el viento sopló con más
fuerza. No obstante, lo peor de ello vendría en las horas
siguientes, pues comenzaba a oscurecer.
-Nunca
imaginé que se pudiera pasar tan mal en la nieve -expresó Éric,
acordándose de los momentos en los que jugaba en ella, tras una
noche de nevada.
-¿Recuerdas
aquel muñeco que hicimos el último invierno? -le preguntó Kevin.
-Sí,
y también la batalla de las bolas de nieve -respondió Éric.
-Me
gustaría volver de nuevo. Todos se preguntarán que ha sido de
nosotros -reconoció Susan.
-Para
ello, tendremos que reunir las ocho Dragonstones… y aún no tenemos
ninguna -Kevin le recordó la cruel realidad.
-Mejor,
que ni lo menciones.
Llegó
la noche, y la tormenta no amainó, así que tuvieron que seguir
avanzando para no morir de frío.
Por
fin, tras una dura, fría y larga noche, la tormenta cesó, para dar
paso a un hermoso amanecer.
-¿Cuánto
nos quedará para llegar al final del paso? -preguntó Isilion.
-Hemos
avanzado casi la mitad del camino. Con todo, si la tormenta no
reaparece, habremos pasado lo peor -respondió Eléndil.
-Menos
mal. Tengo los dedos y la cara roja, y mis pies casi no pueden dar un
paso más -murmuró Lana.
-A
mí me ocurre lo mismo. Tengo los músculos agarrotados, y si la
tormenta no llega a cesar, creo que hubiera enfermado -susurró
Susan.
-¿Recuerdas
el frasco de agua que llevas contigo? -preguntó Eléndil.
-Sí,
aquél que me entregó el hada del bosque iluminado -recordó Susan.
-Pues
ahora es una buena ocasión para que lo utilices. Dale también, a
todos los que tengan los mismos síntomas -le indicó Eléndil, muy
sabiamente.
Susan
no lo dudó un instante. Bebió aquella agua curativa, y le dio a aquellos que tenían síntomas parecidos. Al final, todos quedaron
como nuevos, pero en el frasco sólo quedó para un pequeño sorbo.
Únicamente
lo podían utilizar en una ocasión más, y no debían
desperdiciarla.
En
ese momento, sucedió lo que menos esperaban. Los guerreros del caos,
que los habían estado siguiendo durante todo el viaje, se cansaron
de perseguirlos, y decidieron conseguir la primera de las
Dragonstones lo antes posible… para poner los dragones al servicio
de Ízmer.
Aparecieron
de la nada, montando sus corceles del caos; negros como la noche,
teñidos de rojo, y con armadura y cráneo en sus cabezas.
Los
corceles guiados por los seis caballeros del caos y el Señor de la
Guerra, representaban una visión impresionante.
Los
guerreros del caos llevaban unas pesadas armaduras que les cubrían
todo el cuerpo, plateadas o negras, y con runas doradas. Éstas
últimas al ser mágicas, brillaban y daban poderes a aquellas
armaduras.
La
mayoría de aquellos jinetes llevaban cascos semejantes a sus
armaduras, e iban equipados con pesadas armas.
Tristan
fue el primero que decidió hacerles frente; de modo, que se dirigió
hacia ellos con su caballo.
El
Señor de la Guerra al verlo, alentó a su corcel para que fuera más
rápido; cogió su Martillo de la Sumisión de detrás de su espalda,
y lanzó su carga sobre el bárbaro. Los seis caballeros del caos
venían tras él.
Tristan
sujetó fuerte su espadón de Barbaria, y siguió avanzando hacia el
Señor de la Guerra.
Justo
en el momento que el bárbaro iba a descargar su espadón sobre él,
las runas mágicas de la armadura de su oponente emitieron una luz
cegadora, que lo dejó deslumbrado. El Señor de la Guerra aprovechó
el momento para descargar un golpe terrible sobre Tristan, que cayó
de su caballo para no volver a levantarse.
Al
ver esto, Silvan dijo:
-¡Eléndil
y Lana avanzad con los chicos! ¡Isilion
y Mialee acompañadlos!
-Pero,
podemos ayudar -insistió Mialee.
-Son
enemigos muy poderosos. Nosotros les haremos frente. Vuestros arcos no
los pueden alcanzar… sus armaduras los protegen.
Justin
y Alan fueron los siguientes en caer…
Silvan
se dirigió entonces hacia el general de los guerreros del caos, pero
éste alzó su caballo e hizo que el de su
oponente
lo dejara caer. El Señor de la Guerra lo evitó, y se dirigió
hacia los chicos. Sin perder tiempo, los seis caballeros del caos
arremetieron contra Silvan, Justin, Alan, Láslandriel e Ilene.
Los
dos ángeles poseedores del saber
de la luz,
utilizaron la mirada
ardiente de Slem.
Pero las armaduras de sus oponentes, que tenían unas runas
protectoras, evitaron el ataque de éstos.
El
Señor de la Guerra logró alcanzar a Éric y atraparlo.
-Sé
que uno de los tres muchachos que habéis venido de otro mundo, tiene
La Piedra Multicolor… así que si eres tú, dámela.
-¡No
te la entregaré nunca! -se atrevió a decirle Éric al Señor de la
Guerra.
-¡El
que la tenga que hable ahora, o mataré a éste engreído! -exclamó. Había perdido la paciencia.
Mientras
esto sucedía, los caballeros del caos mantenían ocupados a Silvan y
los demás… y Eléndil no podía hacer nada, o matarían al
muchacho.
-Espera
un momento, yo la tengo -confesó Kevin al Señor de la Guerra-, pero
si la quieres, debes soltar antes a mi amigo.
-¡Crees
que soy estúpido muchacho! No lo
haré
hasta que me hayas entregado la piedra, y me digas donde se encuentra
la Dragonstone que buscáis. Y si no me dices la verdad, volveremos y
acabaremos con todos.
Kevin
que había visto la superioridad de los guerreros del caos, a pesar
de estar en inferioridad numérica, sabía que si le mentía, la
próxima vez los matarían a todos. Por ello, le entregó la piedra,
y le dijo que la Dragonstone se encontraba en Aven.
El
Señor de la Guerra dijo a sus caballeros que le siguiesen, y a los
demás, que no soltaría al muchacho hasta que no se hallasen lo
suficientemente lejos; y que lo mataría, si alguien se atrevía a
seguirlos.
El
grupo tuvo que ver como los guerreros del caos se marchaban sin poder
hacer nada. Sólo, Láslandriel utilizó la mano
curativa de Ulzah,
(el hechizo del saber de la luz que siempre utilizaba para sanarlos),
y Tristan se incorporó, aún dolorido.
Más
tarde, siguieron adelante y encontraron a Éric. Después, los
persiguieron. El camino se hizo entonces muy difícil, pues estaba al
borde de un precipicio y era tan estrecho que tenían que ir en fila
de a uno. Para colmo, no estaba cubierto de nieve sino de hielo
resbaladizo… cualquier descuido haría que cayesen por él.
Más
adelante, tuvieron que detenerse, pues los guerreros del caos habían
conseguido con fuertes golpes de sus armas, que el hielo de arriba
cayera sobre el paso y quedara obstruido por un muro de cinco metros
de espesor.
-¿Podrías
utilizar tu magia para derretirlo, maestro? -le preguntó Lana a
Eléndil.
-Sí,
pero aunque lo haga no alcanzaremos nunca a esos guerreros del caos,
antes de que consigan la piedra verde. Así, que haré algo mejor.
¿Te acuerdas Susan que te dije que quizás recibiéramos ayuda para
cruzar el Paso de Hielo? -le preguntó Eléndil, con una sonrisa en
la cara.
-Sí,
¿de que ayuda se trata? -preguntó intrigada.
-Espera
un momento y la verás. A continuación, hizo un sonoro
silbido, que ayudado por su magia se extendió por todo el Paso de
Hielo.
Tras
esperar un rato, llegaron un gran número de águilas gigantes.
-Éstas
son mis amigas. Con su ayuda alcanzaremos a los guerreros del caos,
es más, llegaremos hasta la piedra verde antes que ellos. Pero
tendremos que dejar que nuestras monturas regresen a Longoria
-Eléndil, tras explicarles esto al grupo, pareció susurrar algo a
su caballo. Momentos después, todos los caballos, unicornios, y el
poni, lo siguieron dirección a Longoria. Por último, cada uno,
excepto los ángeles, se subió a una de las águilas gigantes, que
tenían una envergadura de más de nueve metros, y cruzaron volando
el resto del Paso de Hielo. Las águilas no pararon de volar hasta
llegar a un bosque, donde los dejaron en tierra firme.
-Gracias
por vuestra ayuda -se expresó Eléndil. Y éstas iniciaron el vuelo
de vuelta.
De
modo, que nuestro grupo tenía ante sí el bosque de draconia, un
bosque de árboles altísimos.
Al
otro lado del bosque, en las montañas de la cordillera del este, se
encontraba Aven, donde estaba la piedra verde. Así, que deberían
cruzar el bosque a pie. Aunque, gracias a la ventaja que habían
conseguido con respecto a los guerreros del caos, conseguirían
llegar a Aven antes que ellos.
¡Noooo! ¡Los guerreros del caos tienen la piedra multicolor! Aunque los protagonistas ya llegaron a Aven y pronto obtendrán la piedra verde, pero quizá también otro encuentro con los guerreros del caos.
ResponderEliminarSi estoy en Shakával, el Paso de Hielo es uno de los pocos lugares donde no iría. La razón: odio el frío. ¡Apenas llegué allí me convertiré en un témpano andante! Je, je, je.
¡Saludos!
P.D.: Mañana comienzo a leer, si el tiempo me permite, "Tierras de Gyadomea. 1".
Sí. El Señor de la Guerra se cansó de esperar, y de seguir las instrucciones de Izmer. Decidió aprovechar la situación que se le presentó... El Paso de Hielo, un lugar idóneo para atacarlos. Este lugar se me ocurrió cuando vi la secuencia de la película del Señor de los Anillos cuando cruzan las montañas y casi quedan enterrados en la nieve.
EliminarMe alegra que comiences esta historia. Nadie la ha leído hasta ahora, sólo han leído algún que otro capítulo suelto.
Es una historia infantil muy del estilo de las películas de Disney de los cuentos de siempre. En ella salen muchos guiños a estos cuentos, aunque algo enmascarados. Espero que te guste. Tanto la historia como los capítulos son muy cortos, porque están pensados para un lector infantil. Aunque siempre he dicho que todos tenemos un niño dentro deseando salir fuera.
Saludos.
Pensé que habías matado a Tristan... ¡pensé que habías matado a Tristan! Casi lloro... y te he odiado un poquito, pero ahora está bien y no pasa nada.
ResponderEliminarJo, que susto, he vivido la tensión de todos los protagonistas. Este ha sido un capítulo especial, me ha gustado mucho :)
Un abrazo.
No. Este personaje es de los que más quiero. Si te has molestado cuando lo creíste es que la historia te está enganchado y le tienes cariño a los personajes. Eso quiere decir que no lo hice tan mal para ser mi primer libro.
EliminarMe alegro, un abrazo.
Hola Jose Baena. Interesante blog, acaba de unirse después de encontrar en G +
ResponderEliminarTambién tengo un mitos y fantasía blog si usted está interesado en echarle un vistazo. Gracias.
http://cynthiasfairiesandme.blogspot.ca/
Hola Cindy.
EliminarPor lo que veo no siempre Cindy va acompañado del mismo seudónimo.
Gracias.
Sí he conocido tu blog gracias a Google+
Gracias por seguir el mío. Yo intenté seguir el tuyo pero no vi el widget de Google friend.
Claro que le echaré un vistazo. Gracias.
Saludos.
¡Bueno, qué nervios!
ResponderEliminarYa que estaban saliendo del clima tan duro que tenían que pasar, ¡llegan los caballeros oscuros! Y para colmo, cargados con armaduras con aumento de poder... Qué mal... Y encima les quitan la piedra multicolor :(
Me queda como alivio que llegarán antes que ellos a por la piedra verde. Por cierto, me ha encantado la aparición de los águilas gigantes. Qué preciosidad de animal, ¿no? Tengo ganas de ver la cara que ponen los malos, jejeje
Un gran capítulo. Me ha gustado mucho.
¡Hasta mañana! ¡Besos!
Lo han pasado muy mal. Por suerte ya ha terminado.
EliminarVeremos que pasa a continuación.
Hasta mañana.
Besos.