viernes, 28 de noviembre de 2014

Capítulo 26 de Dragonstones 1









TODO SUCEDE MUY RÁPIDO


Cuando Silvan tomó la piedra verde, ésta se iluminó y emitió un resplandor del mismo color.
Todos tuvieron que cubrirse los ojos un breve instante. Después, la luz cesó un poco, aunque no del todo, y comenzaron a aparecer palabras. Silvan las leyó en voz alta, una a una:

<<El-poder-sobre-los-dragones-verdes-reside-en-una-sóla-palabra.-El-nombre-del-dragón-verde-más-viejo. >>


Una vez fuera, con el resto del grupo…

-Esto es ridículo. ¿Quién va a saberlo? -se preguntó, algo decepcionado.
-Yo -respondió Eléndil, de inmediato-. He estudiado muchos libros, y no todos estaban relacionados con la magia. Conozco el nombre de todos los dragones más importantes. Pero, no debemos pronunciar esa palabra aquí. Debemos estar fuera, en un lugar descubierto donde puedan aterrizar sin destrozar nada.

-Estoy de acuerdo -admitió el general.


En la mañana del día siguiente, agradecieron a los hombres-pájaro su ayuda y dejaron Aven.
Buscaron un claro entre las montañas y el bosque de draconia, y entonces, sucedió algo inesperado… los guerreros del caos aparecieron de improvisto, y arremetieron contra ellos.

En cuanto Justin los vio… hizo sonar el cuerno de auxilio.


Silvan entonces, dijo:
-¡No podemos esperar más, Eléndil! ¡Dime el nombre de ese dragón! ¡Necesitamos su ayuda!
-¡Ázumack! -le dijo Eléndil.

Entonces, Silvan alzó la piedra verde hacia el cielo, y lo gritó alto y claro.

Pero, no ocurrió nada.

-No te preocupes. Tardarán un rato en venir. No aparecen de la nada.
-¡Pues éstos sí que lo han hecho! -exclamó Justin, mientras uno de los guerreros del caos avanzaba en su corcel, hacia él.
Entonces, Lana intervino para ayudarlo.
Creó una ilusión… A ojos de todos, ahora era un enorme oso que se alzaba sobre sus dos patas traseras altivo, entre Justin y el enemigo. La montura de éste, al verlo, se asustó y se elevó de sus patas delanteras. De modo, que el caballo dejó caer a su jinete al suelo, y huyó del oso.
Lana volvió a su aspecto normal. Y tanto ella como Justin comenzaron a luchar contra aquel guerrero del caos.


Por otro lado, el Señor de la Guerra se dirigió hacia Silvan; y éste se preparó para defenderse.

-Déjamelo a mí. Tengo una cuenta pendiente con él. -le pidió el bárbaro, situándose delante de él.
-De acuerdo. Pero, ten cuidado. No te fue muy bien la primera vez -el general no se separó de Tristan, por si acaso.
-No me importa cual sea el primero. Caeréis los dos -aseguró aquel impresionante enemigo, desafiante.

Mientras, los demás formando parejas, se defendían como podían de los caballeros del caos. Éstas eran: Ilene y Láslandriel, Mialee e Isilion, Gúnnar y Alan, y las ya mencionadas Lana y Justin, y Tristan y Silvan.
En cambio, Eléndil luchaba sólo; y Kevin, Éric y Susan tenían que luchar juntos, para hacer frente a uno sólo de los guerreros del caos.


El Señor de la Guerra pasó con su caballo y lanzó un golpe a Tristan con su espada portadora de la muerte. Una de las espadas más poderosas que existían en Shakával. Éste logró parar el golpe con su redondo escudo de Barbaria . Pero, su brazo quedó malherido.
-¡Maldito bastardo! No me vencerás tan fácilmente. Soy un bárbaro.

Dicho esto, Tristan soltó su escudo y se lanzó sobre el Señor de la Guerra, dejándolo caer de su caballo. Ahora tenía ventaja, porque aunque las armaduras los protegían de los ataques, eran muy pesadas. Su enemigo no tardaría en levantarse… así que aprovechó el momento para atacarlo. Lanzó un fuerte golpe con su espadón, contra la cabeza del Señor de la Guerra. Pero éste se protegió con su escudo del Caos. Cómo era mágico, hizo que la fuerza del golpe se invirtiese, provocando que a Tristan le temblase todo el brazo, y se le cayese su espadón de Barbaria; quedando desarmado y  con dolor en ambos brazos.
Silvan tuvo que acudir en su ayuda, mientras se le recuperaba el brazo con el que empuñaba su espadón.
El Señor de la Guerra logró levantarse. Y antes que el líder del grupo lo atacase, se le adelantó con un golpe de espada. El general longoriano, a duras penas, pudo contrarrestarlo con la suya.

En esos momentos, llegó ayuda; varios hombres-pájaro, entre los que se encontraba Aven, los habían seguido. Éstos sabían que si los guerreros del caos buscaban la piedra verde, el grupo pronto tendría problemas. De modo, que cuando escucharon el cuerno longoriano, supieron que estaba en peligro.
Aparecieron en el cielo, armados con pequeñas lanzas que cogían de un carcaj que colgaba de sus espaldas.
Cuando las lanzaron, éstas sólo sirvieron para que los guerreros del caos descuidasen su defensa, y se viesen sorprendidos. Eléndil logró acabar con uno de ellos, y Láslandriel con otro, atravesándole la armadura. Así que, quedaban cuatro y su líder.

-Por fin, ha llegado la hora que tanto tiempo estuve esperando -le dijo el Señor de la Guerra.

Cuando éste iba a darle el golpe definitivo a Silvan, Tristan paró la espada portadora de la muerte, con un fuerte golpe.
Tuvo que utilizar toda la fuerza que tenía en los brazos para conseguirlo pero, consiguió que el líder de los guerreros del caos perdiese su espada, que cayó al suelo, cerca de Silvan.
El Señor de la Guerra asestó, entonces, un enérgico golpe con su escudo mágico, e hizo que el bárbaro perdiese la conciencia. Luego, Silvan se lanzó al ataque, pero su enemigo paró su golpe con su escudo mágico… que hizo que su espada se deshiciese en ceniza en sus manos. Éste no creía lo que veía. El Señor de la Guerra aprovechó aquel momento, para asestarle varios puñetazos, logrando que cayese al suelo. Intentó entonces, aprovechar para matarlo con su taladro del tormento, que lo llevaba en el brazo que sujetaba el escudo, dirigiéndolo hacia la cara del general longoriano. Éste aguantaba como podía, sujetándole los brazos… hasta que vio la espada del Señor de la Guerra tirada a su lado… y no lo dudó… La cogió y consiguió con su ayuda, quitarse al Señor de la Guerra de encima. Después, con un rápido y fuerte golpe, blandió aquella espada sobre el casco astado de su enemigo... y se partió en dos; dejando la cara de éste al descubierto. Silvan se quedó atónito, cuando logró ver su rostro…


Aunque, sólo quedaban otros cuatro guerreros del caos… se defendían bastante bien, frente a todos los que los atacaban. Ya, que sus armaduras eran casi impenetrables. Pero al ser minoría, poco a poco se iban cansando. No durarían mucho más, si no conseguían que las fuerzas se equilibrasen.

… -¡Éaguer! -exclamó Silvan, al ver el rostro del Señor de la Guerra.
-Ahora que has descubierto quien soy, y estoy a tu merced… deseo que me mates pronto. No quiero que me deshonres más de lo que ya lo hiciste.
-¿Por qué dices eso? Yo nunca hice tal cosa.
-Yo no diría eso. Éramos los mejores amigos. ¿Recuerdas Silvan? ¿Lo recuerdas aún?
-Claro que lo recuerdo, Éaguer -le respondió, mirándolo a los ojos.
-Sabías que sólo anhelaba una cosa, y te interpusiste en mi camino. Por eso, todo cambió entre nosotros.
-Sí. Sé que deseabas el puesto de general de las tropas longorianas. Pero yo no te lo arrebaté… Me eligieron.
-Ese puesto debió de ser mío. Lo merecía más que nadie. Por eso, cuando te eligieron a ti, a mi mejor amigo… os maldije a ti y a los longorianos.
Luego, me fui de Longoria, y vagué por todo Shakával. Y con los guerreros del caos encontré el puesto que me negaron.
-Sí. Pero a que precio, Éaguer. No has visto el aspecto que tienes. Además, no es sólo tu físico, sino tu alma. No. No dejaré que sigas así. ¡Por favor, Eléndil ven aquí! ¡Necesito tu ayuda!

El mago acudió de inmediato.

-Silvan, ¿qué ocurre?
-¿Puedes invertir el estado de un guerrero del caos? -preguntó, mirándolo directamente a los ojos.
-Creo que sí. Pero quedaré muy débil.
-Hazlo por favor. Hubo una época en la que éramos inseparables. Se lo debo.
Eléndil puso entonces, su mano sobre Éaguer. Necesitó la energía de todo su cuerpo y la de su bastón, para transmitirla a través de su mano. Poco a poco, el color de los ojos, antes rojos, se volvieron marrones, y su piel pálida, volvió a ser de un color natural. Por último, la expresión de su rostro se llenó de paz.
-Silvan, amigo mío, perdóname. Que equivocado estaba. Me ofrecieron el puesto que los longorianos no me dieron. Y lo acepté, a pesar de unirme a ellos. La magia negra que surge de sus tierras, me convirtió en el ser que viste, un guerrero del caos… un ser despreciable. Gracias, por despertarme de esta pesadilla.
-Tranquilo, Éaguer. Ya no volverás a pasar por ello, de nuevo.

En ese momento, Eléndil cayó desvanecido, pero, aún consciente.
-Ayúdame amigo. Tenemos que apartar al mago de la lucha.

Lana, al ver lo que le había sucedido a su maestro, acudió junto a ellos.
-¿Cómo estás? -le preguntó, muy preocupada.
-Muy débil. Si salimos de ésta, creo que no podré acompañaros hasta Longoria.
-Sí que podrás. Yo te ayudaré.

Lana buscó entonces a Susan. Cuando la encontró, le dijo:
-¡Necesito tu frasco! ¡Eléndil está muy débil! ¡Recuerdo que aún te quedaba para un pequeño sorbo!
-¡Sí, es cierto! ¡Tómalo!

Susan se lo lanzó, y Lana lo cogió. Luego, fue hasta su maestro y le dio de beber lo poco que quedaba. En breves instantes, recobró las energías, y estuvo mejor que nunca.
Justo después que el mago se recuperase, apareció en el cielo la ayuda que necesitaban. Lejos, se acercaban un gran número de dragones verdes, encabezados por uno algo más viejo.
Cuando se hallaron lo suficiente cerca, todos dejaron de pelear, impresionados ante su majestuosidad.

-¿Quién ha utilizado la Dragonstone verde, para reclamar nuestra ayuda? -preguntó desde el cielo, el dragón que encabezaba el grupo.
-Yo, Silvan… general del ejército longoriano. Reclamo tu ayuda, Ázumack, y la de los tuyos. Y te ordeno acabar con esos cuatro guerreros del caos.
-Así se hará -respondió.

Sus enemigos, al oír esto, intentaron huir corriendo hacia donde estaban sus monturas; pero no les dio tiempo. El líder de los dragones verdes exhaló una gran llamarada de fuego, y ni las armaduras de los guerreros del caos pudieron protegerlos en esta ocasión. Murieron los cuatro, ardiendo en llamas. Después, Ázumack aterrizó en la explanada, cerca de Silvan.

El dragón verde tenía el mismo aspecto que cualquier dragón de otro color… poderosas patas traseras, patas delanteras no menos inquietantes, todas con afiladas garras, un enorme cuerpo de reptil con escamas, una larga cola, una hilera de pelo en la parte superior de la cola que terminaba en una punta con forma de as de picas. En la parte superior del cuerpo, le nacían unas poderosas alas, tipo murciélago, con uñas.
Entre el nacimiento de las alas y las patas delanteras, le nacía un largo cuello que terminaba en una hermosa cabeza de dragón, con dos cuernos y pelo entre ellos (detrás de la cabeza, y en lo que serían sus pómulos).
Aunque parecían enormes, los verdes eran los más pequeños y débiles. Y, eran la especie de dragón menos inteligente. Aunque, seguían siendo mucho más sabios que los humanos. Exhalaban fuego y podían hablar, como la mayoría. Pero además, pertenecían a una de las seis clases de dragones buenos: los verdes, azules, blancos, plateados, de broce y dorados.

-Hola Silvan. Ha sido un placer ayudarte ¿Necesitas algo más? -preguntó el anciano dragón, con su peculiar voz de saurio.
-Sí, por favor. Necesito que nos llevéis a mis amigos y a mí, a Longoria. Debemos librar una batalla contra las fuerzas del mal.
-Será un honor para nosotros, los dragones verdes, poder ayudar a derrotarlas.
-El honor es nuestro -le dijo, en nombre de todos-. Han pasado muchos años, desde la última vez que los humanos y los dragones fueron aliados. Nos podemos considerar afortunados por poder volar sobre vosotros. Pero antes, tenemos que dar las gracias una vez más a los hombres-pájaro que acudieron en nuestra ayuda.
-No hace falta -dijo Aven-. En la lucha contra el mal, debemos estar unidos. Da igual cual sea tu naturaleza, si luchas del lado del bien.
-Muy sabias palabras -dijo Eléndil-. Me alegra haberos conocido, a vos y a los vuestros.
-Bueno, tenemos que irnos. Cada momento es importante. Quien sabe, lo que nos encontraremos cuando lleguemos a Longoria.
-Espera un momento -dijo Éaguer-. Quiero acompañaros y luchar con vosotros. Pero no, sin antes entregaros algo que os arrebaté -dicho esto, sacó La Piedra Multicolor, que ahora era de color verde, porque los dragones del mismo color estaban allí-. Tomad, os pertenece -dijo, entregando la piedra a Silvan.
-Gracias -respondió éste-. Pero, no soy yo quien debe tenerla, ni tampoco la piedra verde. Ambas deben estar en posesión de uno de los tres chicos, como dicta la profecía. Debes tenerlas tú Kevin. Ya has portado con La Piedra Multicolor antes.
-Lo acepto. Prometí que portaría La Piedra Multicolor y buscaría las Dragonstones; y eso haré -dijo Kevin, tomando las dos piedras, y guardándolas en su saquillo.

Tras decir esto, varios dragones más, aterrizaron para que el resto del grupo tuviese montura.
Silvan montó en Ázumack. Kevin en una dragona. Y todos los demás, excepto los ángeles, en el resto de los dragones que habían aterrizado en tierra firme.

Éstos alzaron el vuelo y partieron hacia Longoria.

Al principio, a todos les costó acostumbrase a ellos y a volar. Además, no llevaban silla; así, que era difícil no caerse de ellos. Pero, no tardarían en aprender. Y tenían un largo viaje para hacerlo.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Capítulo 25 de Dragonstones 1






 

COMIENZA LA BATALLA





En la mañana del día siguiente al que el grupo se hizo con la piedra verde, en Longoria ya estaban preparados para la batalla.





Por otra parte, en el valle al sur, un explorador se sobresaltó de pronto.

Había estado recostado sobre el tronco de un árbol, y se despertó debido a un ruido. Sonaba como un murmullo sobre la tierra, más bien como un estruendo.

Lo formaban cinco mil hombres, unos mil caballos, y algunos cañones.



Cuando vió una nube de polvo a lo lejos, supo lo que era… de modo, que no tardó en mirar con su catalejo.

Vió lo que imaginaba, al ejército de proscritos.

Decidió no perder más tiempo. Tomó su caballo y salió a galope hacia la puerta sur de la gran muralla de Longoria.



Y llegó gritando:

-¡Dejad paso, ya vienen!



Enseguida, abrieron las puertas.





Poco después, Ántrax que se estaba ocupando de todo, llegó a la sala donde se encontraba el Rey Mónckhar, y le dijo:

-Padre, ya han llegado. Acaba de decírmelo el explorador que envié.

-Sabía que estaban al llegar. Pero… no los esperaba tan pronto. ¿Están todos en su sitio? -preguntó Mónckhar a su hijo.

-Sí, padre. Todos están preparados.

-Pues, reunámonos con ellos.

-¡Estaba deseando escuchar eso!





Más tarde, ambos, que previamente se habían reunido con el Rey Almare y con el general silvano Máblung, para darles la noticia, llegaron hasta la gran muralla.

Se encontraban cerca de la puerta sur de la ciudad. Desde allí, vieron como el ejército de proscritos se acercaba.

Avanzaban despacio, porque los caballos iban tras los hombres a pie. Y además, traían cañones y escaleras de asedio.

-Deben sumar unos cinco mil hombres. Demasiados para nosotros. Sumando longorianos y elfos silvanos, sólo somos tres mil -concretó Ántrax.

-No subestimes nuestra defensa hijo. Esta muralla ha sido siempre un muro infranqueable para nuestros enemigos. Y nosotros, nos defenderemos desde aquí arriba.

-Ojala estuviera tan tranquilo como tú, padre.





Abajo, el ejército de proscritos por fin llegó hasta las inmediaciones de la muralla.



En él había hombres de todas las partes de Shakával...

...Humanos árabes, morenos tanto de piel como de pelo, altos y delgados, y de ojos oscuros. Iban armados con espadas.

...Humanos nómadas de la estepa, parecidos a los árabes, pero menos morenos. Utilizaban lanza.

...Nórdicos de piel clara y pelo pelirrojo, castaño o rubio, empleaban tanto espadas como grandes hachas. Entre ellos había algunos bárbaros y vikingos.

...Orientales, de piel amarillenta, ojos rasgados e inclinados, manejaban espadas, lanzas y ballestas.

...Sureños, de piel negra, traían lanzas.

...Pieles rojas, recurrían a lanzas y arcos.

Y, por último...

...humanos mundanos como su líder Márenon, representaban la mayoría del ejército de proscritos. Eran de piel clara y pelo que iba del negro al blanco, pasando por el castaño y el rubio.

Se valían de espadas, arcos, lanzas, cachiporras, y armas de pólvora. También, transportaban cañones y escaleras de asedio.

-La verdad… pienso que han venido bien preparados -declaró Máblung a Almare, Mónckhar y Ántrax.

-Dicen que los elfos silvanos sois los mejores arqueros de todo Shakával, y que tenéis una excelente puntería. Si eso es cierto… ¿serías capaz de acertar en el corazón de alguno de ellos, desde esta distancia? -preguntó el príncipe Ántrax a Máblung.

-¡Ni lo dudes! -contestó-. ¡Arqueros, justo cuando yo alcance al primero con una de mis flechas, lanzad las vuestras! ¡Entendido!



A su orden, los arqueros silvanos prepararon sus arcos. Seguidamente, Máblung tensó su arco con una de sus flechas, y apuntó hacia el cielo.

En un instante, la flecha salió disparada de su arco y surcó el aire. A lo lejos, se vio como impactó en el pecho de uno de los proscritos, atravesándole el corazón.



El ejército de éstos y su líder vieron como aquel hombre cayó al suelo, muerto.



-¡Malditos elfos! -exclamó Márenon-. ¡Que los arqueros, pieles rojas, se adelanten formando una primera línea, y lancen su ataque! ¡Y que tras ellos, los secunden una nueva línea de arqueros mundanos!



No había acabado de dar la orden cuando, una infinidad de flechas caía desde el cielo, alcanzando la mayoría su objetivo.

Causaron un gran número de víctimas, casi todos arqueros; pues eran los que iban delante. Pero Márenon se dijo a si mismo, que la batalla sólo había comenzado, y ahora le tocaba golpear a él.

Los arqueros pieles rojas tuvieron que avanzar más adelante porque, aunque eran muy buenos con el arco debido a que tenían una gran puntería; sus arcos no tenían la potencia que tenían los de los elfos silvanos.



Cuando se situaron a una cierta distancia… los pieles rojas lanzaron sus flechas. Unos metros detrás, venía una segunda fila de arqueros mundanos.

Mientras tanto, seguían cayendo flechas silvanas y muriendo más proscritos.

Los arqueros mundanos lanzaron también las suyas, y en el cielo, se cruzaron con la de los elfos silvanos. Y ambos bandos sufrieron más pérdidas.

Esta situación se fue sucediendo varias veces. Mientras, el ejército de proscritos avanzaba, tras sus arqueros, hacia la muralla.



-¡Dejad de lanzad flechas! ¡Que los cañones que marchan detrás, abran fuego… y que un grupo busque un gran árbol para talarlo e intentar derribar las puertas! -ordenó Márenon a su ejército.



Y los cañones abrieron fuego…



Hicieron que la impenetrable muralla longoriana no pareciese tal. Se formaron muchos agujeros en ella, pero no lograron atravesar sus tres metros de grosor, aunque si alcanzaron a varios soldados longorianos y elfos silvanos.

-¡Maldita sea! -gritó Mónckhar- . ¡Que esos condenados sepan que no son los únicos que disponen de cañones! ¡Abrid fuego!



Los que había situados en la calzada que había encima de la muralla, enseguida hicieron su cometido, como su rey había ordenado. Al alcanzar a los hombres del ejército enemigo, lograron acabar con muchos, de modo, que el ejército proscrito tuvo que romper su formación, por el pánico.



Mientras ambos bandos lanzaban fuego, los hombres del ejército proscrito habían acabado de talar un enorme árbol, que prepararon para poder atacar las puertas de Longoria.

Los cañones de ambos bandos, en ese momento, se quedaron sin munición. Pero para ese entonces, ya habían hecho mucho daño. La muralla tenía destrozos por todos lados, aunque ningún agujero. Y habían muerto longorianos y elfos.

En el bando contrario, habían sufrido innumerables pérdidas. Habían acabado con unos mil quinientos hombres. Mientras, que entre longorianos y elfos silvanos, sólo habían muerto quinientos. A pesar de todo, el ejército proscrito seguía siendo superior.



-¡Traed las escaleras de asedio! -gritó Márenon.

Inmediatamente, trajeron varias escalinatas larguísimas, para que pudieran alcanzar la altura de la muralla.

Arriba, Ántrax dijo:

-¡Que esté preparado el aceite hirviendo! ¡Intentaremos evitar que entren dentro, a cualquier precio!



Abajo, colocaron las escaleras de asedio sobre la muralla, e iban subiendo por ellas. Desde arriba, intentaban, a veces con éxito, separarlas. Los soldados proscritos caían abajo, pero, volvían a ponerlas para volver a intentar subir hasta arriba.



Al mismo tiempo, un gran número de soldados proscritos llevaron el gran tronco, ya preparado, para derribar las puertas. Arremetieron con el ariete, contra ellas, con gran fuerza, pero no lograron abrirlas… ya que desde dentro, muchos de los soldados longorianos intentaban impedírselo.



-¡Verted el aceite hirviendo! -ordenó Ántrax.



Así lo hicieron. Y los soldados que subían por las escaleras caían gritando de dolor. Pero a pesar de ello, no desistían.

Tenían que impedirlo a toda costa. Así que, tanto los arcabuceros de la muralla como los elfos silvanos tuvieron que matar a muchos para impedirlo. Pero, tanto en lo alto como en las puertas no resistirían mucho más.

El ejército de proscritos seguía intentándolo una y otra vez incansablemente, porque sabían que al final, alcanzarían su objetivo.



Arriba de la muralla, los proscritos habían logrado subir hasta final de las escaleras. Pero, los longorianos trataban de impedir su entrada, luchando contra ellos, con las espadas.

Ántrax se había unido a sus soldados. Luchaba hombro a hombro con ellos; y por el momento, conseguían su propósito.



Abajo, en las puertas, las acometidas eran cada vez más difíciles de parar. Y el soporte que mantenía la puertas cerradas, no aguantaría mucho más.

Tras ellas estaba el Rey Mónckhar preparado tras un gran número de soldados longorianos, que intentaban mantenerlas cerradas. Él y éstos intentarían defender la entrada, si los proscritos lograban abrirla.

Desde arriba, Máblung y los elfos silvanos ayudaban con sus arcos a Ántrax con los proscritos que subían por las escaleras de asedio. Y Almare y el resto de elfos disparaban flechas contra los enemigos que arremetían contra las grandes puertas del sur de la muralla.

Tanto unos elfos como otros eran una gran ayuda para los longorianos, pues sin ellos los proscritos ya habrían entrado dentro.



-¡Vamos, casi hemos alcanzado nuestro objetivo! ¡Haced un último esfuerzo, y lograremos entrar! -gritó el general Márenon, al ejército de proscritos.

Éstos respondieron alzando sus armas y dando un grito de guerra:

-¡A por ellos!



Esta vez, arremetieron como si una energía renovada los impulsara al interior. Y al fin, lograron que las puertas de Longoria cedieran.

La entrada se abrió, y algunos de los soldados que había tras ellas, cayeron al suelo derribados por el fuerte golpe.

Los proscritos entraron, y los longorianos no tuvieron más remedio que defender la entrada como pudieron.



-Seguidme -dijo Almare-. Tenemos que ayudar al Rey Mónckhar a impedir que entren en Longoria.



Los elfos silvanos que estaban junto a él lo siguieron, y dejaron a Máblung y Ántrax defendiendo la muralla.



Abajo, la lucha entre espadas, hachas y lanzas era frenética. Luego, se unieron las ballestas y arcos de los proscritos, y los arcos de los elfos silvanos.

Pero a pesar de todo, sus enemigos seguían superándolos en número. Por eso, muy a su pesar, lograron atravesar la muralla. Y allí, dentro de Longoria, siguieron luchando.



Pero, tanto abajo como en lo alto, las fuerzas del bien iban cediendo terreno al ejército de proscritos.



Pronto, caerían derrotados ante el ejército enemigo…

domingo, 16 de noviembre de 2014

Noticia. Premios.





Hola seguidores del blog. La entrada de hoy es para deciros que he eliminado la sección premios de la la barra superior de páginas de mi blog. El motivo... pués que he decidido que no voy a hacer más entradas sobre premios, con lo cual no nominaré a nadie. Como comprendereis todos aquellos que han recibido varios premios en muy corto espacio de tiempo, hacer las entradas de éstos, con sus preguntas, sus respuestas, y preparar los blogs nominados, te quita mucho tiempo, si recibes varios premios muy seguidos. 
Llega un momento, que  te planteas que ese tiempo, lo prefieres para escribir, leer, ver tv, pelis, o series, o pasarte a vistar blogs; además, también están el trabajo y la familia, y no se puede llevar todo adelante.

De todas formas, seguiré agradeciendo que me otorguen premios, y seguiré colocándolos en la parte izquierda de los widgets de mi blog, junto a los demás premios, y nombrando debajo de ellos quien me lo ha entregado.

Gracias, por dedicarme vuestro tiempo.
Un beso y un abrazo a todos.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Capítulo 24 de Dragonstones 1






AVEN





El grupo avanzaba por el bosque de draconia sin temor a la sierpe dragón, ya que esta parte nunca la frecuentaba.



La mayoría se encontraban nerviosos, pues su objetivo la piedra verde se encontraba ya muy cerca. Habían pasado muchos apuros buscándola, y ahora se encontraban a tan sólo unas horas de ella.

Sí, era cierto que habían perdido la gema pero, si conseguían la dragonstone tendrían ventaja frente a las fuerzas del mal porque tendrían la ayuda de los dragones verdes.

Además, La Piedra  Multicolor no le serviría a Ízmer para encontrar el paradero de la segunda. Para ello, se necesitaban ambas.



-¿Crees que si conseguimos la Dragonstone verde, será tarde para ayudar a Longoria? -le preguntó Kevin a Silvan.

-No lo sé. No sabemos si la batalla ha comenzado aún. Pero si no lo ha hecho, debe estar al hacerlo. Así que, no debemos perder tiempo alguno. El tiempo nos es ahora muy preciado -respondió, mirando en la dirección donde debía estar Longoria.

-Como es el destino; cuando nuestro pueblo se encuentra en mayores dificultades, nosotros nos encontramos aquí, muy lejos de ellos -le dijo Lana, mirándolo a los ojos.

-¿Crees que a mi no me gustaría estar allí? En momentos así, es cuando más me necesita mi ejército -declaró, bajando la mirada.

-No te preocupes. Nuestra labor es tan importante como la que desempeñan los nuestros, en Longoria. El que nuestra misión tenga éxito o no, hará que la balanza se incline hacia un lado u otro -le explicó Eléndil, dándole una palmada en el hombro.

-Bien, pues sigamos adelante y hagámonos con la piedra verde. Nuestra gente ha confiado esta misión tan difícil, en todos nosotros. De modo, que no debemos defraudarlos.



Dicho esto, todos se sintieron más unidos. Las palabras del mago y el general habían calado hondo en ellos. Por eso, se prometieron a si mismos, que tendrían éxito. Nada les impediría conseguirla, y por consiguiente, el apoyo de los dragones verdes.

Ni siquiera, los guerreros del caos.





A medida que avanzaban por el bosque, hacia Aven, el terreno se volvía empinado y abrupto; asimismo, cada vez había menos plantas en el suelo.

Ya estaban cansados de ver aquellos árboles enormes, que parecían elevarse hasta el cielo. Deseaban alcanzar el final del bosque, para ver de nuevo la luz de los tres soles, y sentir la brisa del aire en sus caras.

Los ángeles, además, tenían las alas agarrotadas. Sentían la necesidad de desplegarlas para volar un rato.

-¿Queda mucho? -preguntó Ilene, impaciente.

-Creo que no -contestó Silvan-. Si te das cuenta, la distancia entre ellos se ha hecho mayor. Eso quiere decir, que estamos cerca de sus límites.



Como le dijo, el bosque ya no era tan espeso como antes. Poco a poco, éstos iban escaseando. Pronto, se dieron cuenta que habían alcanzado salir.

Frente a sí, tenían una breve subida con algunos árboles sueltos, y luego… las montañas de la cordillera del este. Por lo que sabían, Aven debía encontrarse entre aquellas montañas.

-Ilene, ¿no querías volar?; pues, ahora podréis hacerlo. Aven debe de estar entre esas montañas. Nosotros os seguiremos por tierra -les dijo Silvan.

-Vamos Láslan -lo invitó Ilene-. Estoy deseando desplegar mis alas.



Dicho esto, los dos ángeles se elevaron volando hacia las montañas. Y el grupo los siguió al trote.



Una vez las alcanzaron, dejaron sus monturas a pie de ellas, y subieron por la escarpada pared de roca, con cuidado de no caer.

Cuando ya estaban casi en la parte alta de la pendiente, vieron regresar a los dos ángeles.

-Bien, ¿habéis localizado Aven? -les preguntó Silvan.

-Sí. Se encuentra detrás de esta cima. En un claro entre las montañas.





El grupo alcanzó por fin, la cúspide de la pendiente. Desde allí vieron, donde se encontraba Aven.



La zona estaba llena de grandes casas-chozo, situadas tanto en el suelo como en la pared de las montañas. Y sobretodo, estaba plagada de aquellos hombres-pájaro.



Éstos eran aves de rapiña del tamaño de una persona, que andaban erguidas; y que además tenían: la cabeza de una de estas aves, brazos y piernas que terminaban en garras de tres dedos, alas, y plumas blancas y pardas por todo el cuerpo.



El grupo que no sabía cómo los iban a recibir, siguió avanzando con cuidado. Sin embargo, de pronto aparecieron muchos de ellos, de la nada; y en un momento, se vieron rodeados con las puntas de unas lanzas pequeñas, dirigidas hacia ellos.

-¿A dónde creéis que vais? -preguntó con la misma fluidez, que cualquiera de ellos, uno de aquellos seres.

-Verás, ¿podemos ver a vuestro líder? Tenemos que hablar con él. Estamos buscando algo -le comentó Silvan.

-Os llevaremos hasta él, y que decida que hacer con vosotros.



Los hombres-pájaro llevaron al grupo por un sendero que había en la pared de roca, hasta dónde se encontraban sus casas-chozo. Allí, cruzando puentes colgantes, llegaron hasta la casa-choza donde se encontraba su líder.

-Sólo puede pasar uno de vosotros -les advirtió uno de ellos.

-Pasaré yo -dijo Silvan.



El general entró en aquella casa-chozo algo mayor que las demás, situada en la pared de la montaña.

-Bienvenido. ¿Qué os ha traído aquí? -preguntó Aven, el líder de los hombres-pájaro.

-He venido buscando una piedra mágica. La Dragonstone verde. He sabido que se encuentra aquí, en Aven.

-Si eso fuese cierto, ¿qué harías con esa piedra? -preguntó Aven, intentando leer los pensamientos de Silvan.

-Quiero esa piedra, porque la necesitamos, por varias razones: una, para defender Longoria con la ayuda de los dragones verdes de las fuerzas del mal; y la otra, porque necesitamos reunir las ocho Dragonstones, para que los tres chicos que viajan conmigo, puedan volver a su mundo -le explicó Silvan.

-Ven conmigo -le instó Aven.



El líder de los hombres-pájaro lo llevó hasta una zona de la gran casa-chozo, en la que había una gran marmita con agua mágica, y junto a ella, uno de aquellos seres.

-Este es mi leevientos. Él me hará saber si lo que dices es cierto -le explicó Aven a Silvan.

-Necesito una lágrima tuya, para ello. Tiene que caer en el agua -le hizo saber el leevientos.

-Está bien. Lo intentaré.



Silvan hizo lo que pudo para que apareciese, al menos, una lágrima. Tras varios intentos, al final lo consiguió. De modo, que la dejó caer al agua de la marmita.

Ésta enseguida comenzó a enturbiarse; y el leevientos entonces, dijo:

-Muéstrame porque su poseedor quiere la piedra verde.



El agua empezó a cambiar, y comenzaron a salir imágenes del pasado… como la reunión de Longoria, la visita a Loft, o la lucha con los caballeros del caos, en la que perdieron La Piedra Multicolor.


-Dice la verdad -aseguró el leevientos.

-Veo que eres sincero, y que tu causa es noble. Además, ya habéis perdido La Piedra Multicolor, y los que os la arrebataron también quieren conseguir esta piedra. Su causa, al contrario que la vuestra, es despreciable. Así que, os entregaré la piedra verde a vosotros. Nosotros no la necesitamos, sólo nos hemos ocupado de que no caiga en malas manos, desde que apareció aquí.

Ven conmigo, te llevaré hasta la piedra verde.



Y así lo hizo. Ambos salieron de la casa-choza y se reunieron con el grupo. Aven los llevó entonces, al interior de una pequeña cámara en la montaña. Allí, sobre un pedestal, se encontraba la piedra verde.

-Puedes cogerla -dijo Aven.



Silvan se acercó hasta la piedra, y la cogió. Al instante, notó que no se trataba de una piedra normal, porque percibía su magia.





viernes, 7 de noviembre de 2014

Capítulo 23 de Dragonstones 1







EL EJÉRCITO OSCURO





En la fortaleza de Ízmer las tropas del ejército de Darkice llevaban días esperando sobre la nieve que había alrededor del castillo.

Como casi siempre, aquél día nevaba aunque, con muy poca intensidad.

Las torres del castillo negro, al igual que los tejados, estaban cubiertos de nieve. Pero, esto no importaba a los elfos oscuros. Pues era el mismo clima que hacía en su propia isla.



Un guardia avisó a Darkice que Ízmer quería hablar con él. El géneral se encontraba en ese momento fuera del castillo con su ejército. Pero, cuando dormía, lo hacía a diferencia de sus soldados, en el castillo.



Poco después, llegó a la sala donde se encontraba su amo. Ellorion se encontraba con él.

-Señor… ¿qué hace él aquí? Creía que estaríamos solos -aunque llevaba poco tiempo en el castillo, mostraba los mismos sentimientos hacia el joven elfo oscuro, que éste hacia él.



-Tranquilo. Sé que no le tienes el mismo aprecio que yo; pero, quiero que él esté presente -le dijo Ízmer, mirándolo fijamente.

-Como vos digáis.

-He visto gracias a mi esfera de la visión verdadera, que la Lahmia ya ha enviado el ejército que le pedí reunir. En Longoria ya se están preparando, ayudados por los elfos silvanos. De modo, que ha llegado la hora de que tu ejército parta hacia allí.

-Estaba deseando que me dieses la orden. Tanto yo como mis hombres estamos aburridos. Ahora, nos distraeremos un poco.



Cuando el general de los elfos oscuros se marchó a darle las noticias a su ejército; Ellorion le dijo a su tío Ízmer:

-¿Estás seguro que nuestro ejército está en buenas manos?

-No me cabe duda. Es el mejor de los nuestros en combate. Y sabe dirigir a un ejército en la guerra, como nadie.



El general salió del castillo negro, y dio la noticia a su ejército. Para éstos, adormilados aún, la noticia fue como un flujo de energía. Enseguida, todos estuvieron preparados para partir.



Tomaron el camino más corto; atravesando las montañas heladas, hacia el oeste.



Una vez lo consiguieron, dejaron al norte los pantanos de vélnord, y al sur, el bosque de ignion. El primer pueblo que encontraron, Prásgar, lo sometieron enseguida. Más tarde, encontraron en su camino, Káslav, y lo arrasaron igualmente.





Después de asolar estos pueblos, llegaron a la parte norte de las montañas de los halcones gigantes. Allí, pararon a descansar y reponer fuerzas.

Ya sólo les quedaba un pueblo antes de llegar a Longoria, Sunesti. A continuación, rodearían el bosque iluminado, pasarían las praderas de los caballos salvajes, para poco después, cruzar el río cristalino, y llegar así, a Longoria… donde iniciarían su ataque. Pero, todavía quedaba mucho para ésto. Ahora, montarían su campamento junto a aquellas montañas, y descansarían hasta bien avanzada la mañana; porque después, no pararían hasta alcanzar Longoria.





Para matar el tiempo, Darkice hizo llamar a dos elfas oscuras para que le acompañasen. Eran dos excelentes guerreras en combate; pero ahora, serían las mejores concubinas con la que pasar la noche anterior a la batalla.



Éstas le hicieron gozar y pasar una noche de desenfreno; hasta que los tres rendidos, se quedaron dormidos.




Cerca de mediodía, despertaron. Las dejó en su lecho, y se puso sus ropas y su armadura. Luego, salió fuera de su tienda.

Inmediatamente, vio que algunos de sus hombres ya se habían levantado, pero no deseaba perder más tiempo, así que hizo tocar un cuerno para que todos se levantaran.

A mediodía, su ejército estaba preparado para partir hacia su próximo objetivo, Sunesti.