AVEN
El
grupo avanzaba por el bosque de draconia sin temor a la sierpe
dragón, ya que esta parte nunca la frecuentaba.
La
mayoría se encontraban nerviosos, pues su objetivo la piedra verde se encontraba ya muy cerca. Habían pasado muchos apuros buscándola,
y ahora se encontraban a tan sólo unas horas de ella.
Sí,
era cierto que habían perdido la gema pero, si
conseguían la dragonstone tendrían ventaja frente a las fuerzas
del mal porque tendrían la ayuda de los dragones verdes.
Además,
La Piedra Multicolor no le serviría a Ízmer para encontrar el
paradero de la segunda. Para ello, se necesitaban ambas.
-¿Crees
que si conseguimos la Dragonstone verde, será tarde para ayudar a
Longoria? -le preguntó Kevin a Silvan.
-No
lo sé. No sabemos si la batalla ha comenzado aún. Pero si no lo ha
hecho, debe estar al hacerlo. Así que, no debemos perder tiempo
alguno. El tiempo nos es ahora muy preciado -respondió,
mirando en la dirección donde debía estar Longoria.
-Como
es el destino; cuando nuestro pueblo se encuentra en mayores
dificultades, nosotros nos encontramos aquí, muy lejos de ellos -le
dijo Lana, mirándolo a los ojos.
-¿Crees
que a mi no me gustaría estar allí? En momentos así, es cuando más
me necesita mi ejército -declaró, bajando la mirada.
-No
te preocupes. Nuestra labor es tan importante como la que desempeñan
los nuestros, en Longoria. El que nuestra misión tenga éxito o no,
hará que la balanza se incline hacia un lado u otro -le explicó
Eléndil, dándole una palmada en el hombro.
-Bien,
pues sigamos adelante y hagámonos con la piedra verde. Nuestra gente
ha confiado esta misión tan difícil, en todos nosotros. De modo,
que no debemos defraudarlos.
Dicho
esto, todos se sintieron más unidos. Las palabras del mago y el
general habían calado hondo en ellos. Por eso, se prometieron a si
mismos, que tendrían éxito. Nada les impediría conseguirla, y por
consiguiente, el apoyo de los dragones verdes.
Ni
siquiera, los guerreros del caos.
A
medida que avanzaban por el bosque, hacia Aven, el terreno se volvía
empinado y abrupto; asimismo, cada vez había menos plantas en el
suelo.
Ya
estaban cansados de ver aquellos árboles enormes, que parecían
elevarse hasta el cielo. Deseaban alcanzar el final del bosque, para
ver de nuevo la luz de los tres soles, y sentir la brisa del aire en
sus caras.
Los
ángeles, además, tenían las alas agarrotadas. Sentían la
necesidad de desplegarlas para volar un rato.
-¿Queda
mucho? -preguntó Ilene, impaciente.
-Creo
que no -contestó Silvan-. Si te das cuenta, la distancia entre ellos
se ha hecho mayor. Eso quiere decir, que estamos cerca de sus
límites.
Como
le dijo, el bosque ya no era tan espeso como antes. Poco a poco,
éstos iban escaseando. Pronto, se dieron cuenta que habían
alcanzado salir.
Frente
a sí, tenían una breve subida con algunos árboles sueltos, y
luego… las montañas de la cordillera del este. Por lo que sabían,
Aven debía encontrarse entre aquellas montañas.
-Ilene,
¿no querías volar?; pues, ahora podréis hacerlo. Aven debe de
estar entre esas montañas. Nosotros os seguiremos por tierra -les
dijo Silvan.
-Vamos
Láslan -lo invitó Ilene-. Estoy deseando desplegar mis alas.
Dicho
esto, los dos ángeles se elevaron volando hacia las montañas. Y el
grupo los siguió al trote.
Una
vez las alcanzaron, dejaron sus monturas a pie de ellas, y subieron
por la escarpada pared de roca, con cuidado de no caer.
Cuando
ya estaban casi en la parte alta de la pendiente, vieron regresar a
los dos ángeles.
-Bien,
¿habéis localizado Aven? -les preguntó Silvan.
-Sí.
Se encuentra detrás de esta cima. En un claro entre las montañas.
El
grupo alcanzó por fin, la cúspide de la pendiente. Desde allí
vieron, donde se encontraba Aven.
La
zona estaba llena de grandes casas-chozo, situadas tanto en el suelo
como en la pared de las montañas. Y sobretodo, estaba plagada de
aquellos hombres-pájaro.
Éstos
eran aves de rapiña del tamaño de una persona, que andaban
erguidas; y que además tenían: la cabeza de una de estas aves,
brazos y piernas que terminaban en garras de tres dedos, alas, y
plumas blancas y pardas por todo el cuerpo.
El
grupo que no sabía cómo los iban a recibir, siguió avanzando con
cuidado. Sin embargo, de pronto aparecieron muchos de ellos, de la
nada; y en un momento, se vieron rodeados con las puntas de unas
lanzas pequeñas, dirigidas hacia ellos.
-¿A
dónde creéis que vais? -preguntó con la misma fluidez, que
cualquiera de ellos, uno de aquellos seres.
-Verás,
¿podemos ver a vuestro líder? Tenemos que hablar con él. Estamos
buscando algo -le comentó Silvan.
-Os
llevaremos hasta él, y que decida que hacer con vosotros.
Los
hombres-pájaro llevaron al grupo por un sendero que había en la
pared de roca, hasta dónde se encontraban sus casas-chozo. Allí,
cruzando puentes colgantes, llegaron hasta la casa-choza donde se
encontraba su líder.
-Sólo
puede pasar uno de vosotros -les advirtió uno de ellos.
-Pasaré
yo -dijo Silvan.
El
general entró en aquella casa-chozo algo mayor que las demás,
situada en la pared de la montaña.
-Bienvenido.
¿Qué os ha traído aquí? -preguntó Aven, el líder de los
hombres-pájaro.
-He
venido buscando una piedra mágica. La Dragonstone verde. He sabido
que se encuentra aquí, en Aven.
-Si
eso fuese cierto, ¿qué harías con esa piedra? -preguntó Aven,
intentando leer los pensamientos de Silvan.
-Quiero
esa piedra, porque la necesitamos, por varias razones: una, para
defender Longoria con la ayuda de los dragones verdes de las fuerzas del mal; y la otra, porque necesitamos reunir las ocho
Dragonstones, para que los tres chicos que viajan conmigo, puedan
volver a su mundo -le explicó Silvan.
-Ven
conmigo -le instó Aven.
El
líder de los hombres-pájaro lo llevó hasta una zona de la gran
casa-chozo, en la que había una gran marmita con agua mágica, y
junto a ella, uno de aquellos seres.
-Este
es mi leevientos. Él me hará saber si lo que dices es cierto -le
explicó Aven a Silvan.
-Necesito
una lágrima tuya, para ello. Tiene que caer en el agua -le hizo
saber el leevientos.
-Está
bien. Lo intentaré.
Silvan
hizo lo que pudo para que apareciese, al menos, una lágrima. Tras
varios intentos, al final lo consiguió. De modo, que la dejó caer al agua de la marmita.
Ésta
enseguida comenzó a enturbiarse; y el leevientos entonces, dijo:
-Muéstrame
porque su poseedor quiere la piedra verde.
El
agua empezó a cambiar, y comenzaron a salir imágenes del pasado…
como la reunión de Longoria, la visita a Loft, o la lucha con los
caballeros del caos, en la que perdieron La Piedra Multicolor.
-Dice
la verdad -aseguró el leevientos.
-Veo
que eres sincero, y que tu causa es noble. Además, ya habéis
perdido La Piedra Multicolor, y los que os la arrebataron también
quieren conseguir esta piedra. Su causa, al contrario que la vuestra,
es despreciable. Así que, os entregaré la piedra verde a vosotros.
Nosotros no la necesitamos, sólo nos hemos ocupado de que no caiga
en malas manos, desde que apareció aquí.
Ven
conmigo, te llevaré hasta la piedra verde.
Y
así lo hizo. Ambos salieron de la casa-choza y se reunieron con el
grupo. Aven los llevó entonces, al interior de una pequeña cámara
en la montaña. Allí, sobre un pedestal, se encontraba la piedra
verde.
-Puedes
cogerla -dijo Aven.
Silvan
se acercó hasta la piedra, y la cogió. Al instante, notó que no se
trataba de una piedra normal, porque percibía su magia.
¡Ya tienen la piedra verde! Ya era hora. Ahora tienen la ayuda de los dragones verdes. Será genial verlos combatir. Va a ser épico, je, je, je. Muy buena la descripción de los hombres-pájaros, por cierto. ¡Saludos!
ResponderEliminarHola.
EliminarTienen la piedra pero la ayuda de los dragones todavía no.
A partir de ahora comienza la acción.
Saludos.
Yo el sistema de la lagrimita lo veo un poco engorroso...
ResponderEliminar¿Los dragones verdes son buenos? A ver si van a ser como el anterior...
Un saludi.
Hola.
EliminarLlevas razón pero no se me ocurría otra cosa.
Sí, son buenos. De todas formas el que posea la dragonstone los dominará independientemente de que sean buenos o malos.
Un saludito.
Wow... Qué pueblo más impresionante el de los aven (es aven, no??)
ResponderEliminarMe ha encantado, la verdad, desde el momento en que los ángeles desplegan sus alas, hasta que dan con el pueblo y Silvan se entrevista con el jefe.
Bueno, pues ahora, al menos, tienen la piedra verde. ¡Estoy deseando que entren en acción los dragones verdes! jejeje
¡Un besote, José! Y nos leemos en el próximo ;)
Me alegra que te haya gustado mucho.
EliminarYa en el próximo comienza la batalla.
¡Un besito para ti, Carmen.
Hasta el próximo.