viernes, 29 de agosto de 2014

Capítulo 15 de Dragonstones 1



Ántrax



ALIANZA



 -Madre -dijo el príncipe Ántrax-. ¿Crees que seremos lo suficientemente fuertes, para resistir el ataque del enemigo?

 -Todo está por ver, hijo. En este momento, tanto las fuerzas del mal como las del bien están haciendo sus primeros movimientos en el tablero. La partida sólo ha comenzado. Debes tener esperanza -respondió Thora, la reina de Longoria y madre de Ántrax.

 -Pero madre… he notado a padre muy nervioso últimamente; y ha convocado a sus hombres importantes para dentro de un momento. Yo también estaré presente. ¿Qué crees que nos dirá?

 -Hijo, siempre estás adelantándote a los hechos. Todo debe suceder en su debido momento. Y todo lo que ocurre, no lo hace sin ningún motivo -respondió la reina, una mujer de cuarenta y cinco años, cuatro menos que el rey, llena de sensatez y sabiduría, a la que su hijo Ántrax siempre acudía, para ser aconsejado.

Medía un metro setenta, diez centímetros menos que su esposo, y tenía el pelo largo y liso, algo recogido, de color castaño claro y algo canoso. Y si había algo en ella que destacase sobre todo lo demás… eran sus grandes ojos marrones, que inspiraban una paz permanente.

 -Madre, siempre que te pido consejo. No termino de entender tus respuestas.

 -Entonces… ¿por qué lo sigues haciendo?

 -Quizás, porque siempre me siento tranquilo tras hacerlo. Y porque, aunque no los comprenda, necesito tus consejos.

 -Bueno, acude a esa reunión, o llegarás tarde.

 -Está bien, madre. Ah… gracias por todo.

 -Vuelve cuando quieras. Estaré esperando tus preguntas.

El príncipe era un muchacho joven. Tenía veinticinco años, y medía un metro con ochenta y siete de altura.

Era apuesto. Tenía una melena de color castaño, como sus padres, aunque algo más clara, tirando a rubio. A diferencia de su padre, que lucía una poblada barba algo canosa como su pelo, Ántrax llevaba una perilla y un bigote muy finos, y tenía los ojos tan bonitos como su madre, y del color de sus padres.





Cuando llegó a la reunión, ya habían llegado todos, menos él.

 -Padre, perdona mi tardanza, no volverá a ocurrir.

 -¿Dónde estabas? Llevamos un rato esperándote.

 -Hablando con madre.

 -Bueno, dejemos eso, y hablemos del tema que nos ha reunido aquí -comentó Mónkhar, mirando a su hijo y a los demás asistentes.

En ese momento, Ántrax que desde que llegó a la reunión sólo había tenido ojos para su padre, observó a los asistentes y vio algo que no había visto hasta ese momento. Había convocado al rey de los elfos silvanos, Almare; que venía acompañado de un reducido grupo de los suyos.



Entonces su padre, comenzó a hablar…



 -El motivo por el que os he convocado hoy aquí, ya debéis saberlo todos. Como sabéis, ese condenado elfo oscuro llamado Ízmer, planea hacerse con este mundo. Para ello, a apuntado alto, y ha ido directo al grano.

Debe saber de la aparición de las Dragonstones y de La Piedra Multicolor. Por ello, planea atacar Longoria, la principal ciudad y reino de Shakával, antes de que nos hagamos con alguna de las gemas, y tengamos mayor poder. Si conseguimos alguna de esas piedras, la próxima vez no atacará esta ciudad, sino que comenzará con otros reinos, debilitándolos, y aumentando sus dominios, hasta hacerse con todo el poder. Si no me han informado mal, está preparando dos ejércitos… Uno cruzó con sus barcos las costas de los vikingos. Son su gente, elfos oscuros. El otro ejército, como todos podéis saber, está compuesto por hombres de todas las razas de Shakával; todos proscritos y desertores, que odian tanto a Longoria como a las leyes que rigen en Shakával, impuestas por nuestro reino. Todos sabéis que si nos enfrentamos a ellos, sin ninguna ayuda, caeremos ante ese villano. No somos tan numerosos como ellos. Por eso, te he convocado a tí Rey Almare, rey del pueblo elfo silvano. Necesito de vuestra ayuda como nunca antes. Nuestro pueblo siempre ha estado en comunión con el vuestro, y cuando habéis necesitado algo, os lo hemos concedido. Es por eso, que os pido este favor.



Ántrax, que había estado escuchando a su padre con mucha atención, no se esperaba aquello. Ahora, sabía porqué había estado tan nervioso. La fuerza del enemigo era superior.

Nunca antes, por lo menos desde que el vivía, Longoria había tenido que pedir ayuda, como el que pide limosna, así que la situación era muy grave.

Centró su atención ahora en el pueblo elfo; miró a su líder y estudió su expresión. Y no estaba seguro de si la decisión de los elfos, sería la de ayudarlos.



Pero, el rey elfo no tardó en contestar:

 -Habéis pedido nuestra ayuda. Cierto es que os estamos muy agradecidos. Y que hasta el momento, los elfos silvanos y los hombres han estado en comunión. Pero se os olvida algo. Mi hija, la princesa Mialee, ya está ayudando a vuestro pueblo en la búsqueda de las piedras mágicas, muy a pesar mío; pues es la única familia que me queda, y no querría perderla. Pero con ello, ella e Isilion también ayudan a mantener el equilibrio en Shakával, y en Silvanya. Con que, si os ayudo contra los ejércitos de Ízmer, también lo haré con mi pueblo y con todo nuestro mundo. De modo, que mi respuesta es sí, aportaré mis tropas a Longoria. Aunque, no estoy muy seguro que aún así, salgamos victoriosos. Así que, con el corazón en un puño, espero por el bien de todos, que la suerte se alíe con nosotros.



En ese momento el Rey Mónckhar se puso de pie y aclamó:

 -¡Alabados sean el Rey Almare y el pueblo de Silvanya! ¡Que la victoria sea nuestra!

Y alzando su copa de vino en el aire, todos los presentes exclamaron:

 -¡Por la victoria!



 Una vez terminada la reunión y se hubieron marchado los elfos silvanos, el rey se acercó a su hijo y le dijo:

 -Esta guerra será dura a pesar de la ayuda de los elfos silvanos. Por ello, espero que nuestros amigos encuentren la primera de las piedras. Con la ayuda de los dragones, la balanza se inclinaría de nuestro lado. Por el momento, debemos preparar nuestro ejército para la guerra. Y has de saber que al no estar nuestro general Silvan con nosotros, tendrás que ayudarme a dirigir nuestro ejército, en la guerra.

 -Sabes que puedes contar conmigo cuando quieras. Siempre estaré ahí para ayudarte. Soy tu hijo. Además, es mi deber, ya que también eres mi rey -opinó Ántrax, que hasta ahora no había participado en ninguna batalla, aunque había sido entrenado desde niño, para ello.

 -Algún día hijo, tu también llegaras a ser rey como yo. Entonces, sabrás como me siento yo ahora; Y lo extrema que es la situación.

 -Espero que para cuando suceda, hayamos acabado con ese mago Ízmer, y con todas las fuerzas del mal, que están bajo su poder.



 -Ojala así sea -manifestó el Rey Mónckhar.

 -Eso espero -le dijo a su vez Ántrax.



En esos momentos, padre e hijo, rey y príncipe, se encontraban hablando en los jardines de palacio. Paseando, llegaron hasta donde se encontraba la Reina Thora.



 -¿Qué tal ha sido la reunión, querido? -preguntó la reina a su esposo.

 -Como esperaba, el pueblo elfo no nos ha defraudado. Tenemos posibilidades.

 -¿Y tú hijo, estás ahora más tranquilo?

 -No sé madre. Ahora me doy cuenta de la situación a la que nos enfrentamos. Y si el grupo que fue con Silvan, en busca de la Dragonstone no tiene éxito, no sé cual será el resultado.

 -Tranquilo hijo, todo saldrá bien. Conoces a nuestro general Silvan, y sabes que ese grupo no puede estar en mejores manos.

 -Sí madre, pero también desearía que estuviese aquí con nosotros, para ayudarnos.

 -Antes de nuestra caída, estará aquí para socorrernos. Si lo conoces bien, tú también debes saber que así será.

 -Madre, como desearía tener tu serenidad. A pesar de la situación… y mírate; ni un atisbo de nervios.

 -Que gran verdad dices, hijo mío -comentó en ese momento Mónckhar-. Fue esa seguridad y esa sabiduría, acompañada de esos ojos, lo que me hicieron caer rendido a sus pies -explicó a su hijo, mientras se deleitaba mirando a su esposa, sonriendo.

 -Pues a mi, lo que me atrajo de tu padre fue su valentía y su bondad –le dijo entonces Thora.

 -¡Ejem! ¿Sólo te fijaste en eso? -preguntó su esposo, desilusionado.

 -Está bien, no te quejes tanto. No estabas mal del todo, por aquellas fechas -bromeó mientras lo abrazaba, y le acariciaba la cara.





 En ese momento, un criado de palacio se acercó hasta el rey y le dijo:

 -Majestad, ha llegado este mensaje.

 -¿Quién lo envía? -preguntó Mónckhar, intrigado.

 -Vino a través de una paloma blanca -respondió.



En cuanto tomó el pequeño pergamino, por el sello que lo lacraba, enseguida supo quien enviaba el mensaje. Era de los altos elfos de Loft.

Enseguida, abrió el pergamino y leyó en el idioma humano lo siguiente:



 -“Su majestad, Rey Mónckhar, rey de los hombres, rey de Longoria y de todo Shakával. Me dirijo a vos, para deciros que el grupo que envió a nuestra isla, ya estuvo aquí. Le indicamos el paradero de la primera de las piedras mágicas. Nuestro general Vanya que los acompaño hasta Bábylon, ya ha regresado. Dice que a pesar de los imprevistos, todos llegaron bien al continente. Un grupo de guerreros del caos los sigue; e intentarán impedir que se hagan con la Dragonstone. Por nuestra parte, os ofrecemos nuestra ayuda en la guerra. Pero sólo participaremos en ella, si es estrictamente necesario. Sin más, os mando un saludo. Cordialmente, el rey de los altos elfos, Eldaron”.



 -Bueno, son una buena y una mala noticia -expresó el rey. Esperemos que Silvan se ocupe de esos guerreros del caos. Por lo demás, no esperaba la ayuda de los altos elfos.

 -Ves como hay que tener esperanza, hijo.

 -Como siempre, tienes razón, madre.

 -Manda de regreso la paloma blanca, con un mensaje de agradecimiento.

 -Como desees, padre -dijo Ántrax, con un nuevo aire de optimismo, en la expresión de su rostro.

viernes, 22 de agosto de 2014

Capítulo 14 de Dragonstones 1





Skavens



LOS PANTANOS DE LA PESTE


   El grupo, que había llegado a tierra firme por la mañana, había recorrido ya un largo camino cuando llegó la tarde.
A medida que avanzaban, ésta se hacía más húmeda, y el aire se iba cargando de una tenue niebla que iba engordando; incluso ya se respiraba ese mal olor que Silvan pronóstico.

Mialee e Isilion, que tenían los sentidos más desarrollados, enseguida se encontraron algo mareados debido al tremendo hedor.

No muy lejos del grupo, marchaban los guerreros del caos, siguiendo sin ningún problema, ahora que la tierra se había ablandado, las huellas de las monturas.

Éaguer, su general, les dijo:

 -No debemos acercarnos mucho, o notarán nuestra presencia. Por lo que parece, van a cruzar esos cenagales skaven, y eso juega a nuestro favor. Quizás, su número se vea reducido tras ello.

Obedeciendo a su líder, los siguieron en sus negros corceles, a paso lento.

Éstos se estaban adentrando ya en los pantanos. Acto seguido, entre los juncos y la hierba comenzaron a aparecer pequeños charcos, y la niebla se fue diluyendo poco a poco. Frente a sí, tenían una gran extensión cubierta por agua y cieno.

Pronto, comprobaron que ésta no era profunda, sólo cubría las patas de sus monturas. Pero en cambio, el fango y aquella peste sí que les dificultaba la marcha.

La elfa cayó de pronto.
Isilion que marchaba justo tras ella, pidió ayuda.
 -¡Mirad Mialee ha desfallecido!
 -¡Parad! -ordenó Silvan de inmediato. Él e Isilion bajaron de sus monturas para comprobar su estado.
El elfo la sostuvo entre sus brazos, e intentó hacerla reaccionar.
 -Está desmayada y no se reanima, la subiré conmigo.
 -Está bien, pero ten mucho cuidado, en su estado será una presa fácil para los skavens.
 -Descuida -articuló el elfo, cubriendose la cara para no inhalar más aquel hedor, que casi producía arcadas.

Siguieron avanzando a través de los pantanos, cuando de pronto uno de aquellos seres apareció de debajo del agua y atacó por sorpresa a Justin. De un salto, tiró al joven ladrón cortabolsas de su caballo, y cayó sobre él, en el agua. Intentó ahogarlo, pero en ese momento, llegó Alan, que últimamente se había hecho inseparable de él; y mató con su espada a la bestia.
 -Gracias -le dijo, mientras buscaba su cuerno de auxilio para prevenir al grupo que marchaba delante.
Cuando oyeron su llamada, acudieron enseguida en su ayuda, pero para entonces, tres criaturas más aparecieron de la nada.

Isilion, que no quería intervenir,  se quedó junto a Mialee, algo separado de la acción.

Tristan al verlas, gritó:
 -¡Malditas ratas, venid a mi! ¡Ya tenía ganas de un poco de acción, para desentumecer los músculos!


El bárbaro fue en busca de dos de ellas, y con dos puñetazos las dejó atontadas.

Mientras, Lana se cubrió con la capucha de su capa, y se volvió invisible. Sigilosamente, se colocó detrás de otra, y con su espada corta le degolló el cuello.

Las otras dos se recuperaron… pero enseguida Tristan las cogió por sus cabezas, y haciéndolas chocar, las dejó de nuevo aturdidas.

Mientras peleaban, aparecieron ocho skavens más, también con armaduras, y tras ellas, una rata-ogro.



 -¡Esto se está poniendo feo! -comunicó Silvan- ¡Debemos hacer algo rápido! ¡Eléndil, trata tú de mantener ocupada a esa enorme bestia! ¡Nosotros nos ocuparemos de las otras!



Cuatro de aquellas criaturas fueron hacia Kevin, Éric, Susan y Gúnnar. Los chicos estaban aterrados.

Sin embargo, ella mantuvo la cabeza fría, y en un arrebato de valentía, cogió su arco y les lanzó una flecha. Pero, le temblaba tanto el pulso, que no consiguió alcanzar a ninguna.

 -¡Hermanita, como no aciertes la próxima vez, no habrá una tercera! -insinuó Éric, mientras sacaba su espada, alterado. Kevin ya lo había hecho momentos antes.

Susan volvió a lanzar, y esta vez como los skavens estaban más cerca, alcanzó a uno. Éste cayó de inmediato en el agua malherido. Éric fue, y terminó de rematarlo.

-¡Dejadme! ¡Poneros tras de mi! ¡Acabaré con esas ratas nauseabundas! -intervino Gúnnar, al tiempo que se colocaba entre ellas y los chicos, con su hacha alzada.

Las bestias que también iban armadas con espadas cortas, fueron a por él. El enano logró matar a la mitad, pero las otras dos siguieron luchando con él, y una logró subírsele a la espalda y morderle en el cuello. Kevin intentó ayudarlo lanzándose a por la otra, que no lo vio venir, y acabó muerta de un tajo de la espada. Luego, el enano logró desasirse de laque le mordió, y cuando se encontraba tendida en el suelo,  le asestó un golpe definitivo con su hacha sobre el pecho, abriéndola en canal. En el momento que recuperó su arma le dio un leve mareo y cayó primero de rodillas, y luego tendido boca abajo, sobre aquellas turbias aguas cenagales.



Otras tres de aquellas criaturas fueron en busca de Silvan, Láslandriel e Ilene, al tiempo que los demás integrantes del grupo intentaban mantener a raya a las otras. El octavo skaven se dirigió hacia Isilion y Mialee; pero el elfo con su arco, no perdió ni un segundo en acabar con él.



Eléndil que con su magia había retenido a la rata-ogro por el momento, dijo:

 -¡Me estoy debilitando, no podré mantenerla ocupada durante mucho rato, mi bastón mágico se está quedando sin poder!



Mientras tanto… Silvan y los ángeles estaban acabando con los  que aún seguían con vida.



El general longoriano, que no tardó en aniquilar al suyo, le gritó al mago:

 -¡Enseguida te ayudo!



La niebla se hacía cada vez más espesa, por momentos…



Láslandriel e Ilene que lograron dar muerte a los que se enfrentaron, también fueron a ayudar a Eléndil. Y juntos, consiguieron vencer a la rata-ogro.





Una vez terminada la lucha, acudieron a ayudar a los demás. Al enano que estaba herido y enfermo… a Mialee, que aún permanecía insconciente, y a los tres chicos, que aún temblaban y sollozaban debido a lo que habían vivido unos instantes antes... sus primeros combates, y sus vidas cobradas, aunque no fuesen humanas. Un impacto muy fuerte para ellos, que si no era llevado adecuadamente, podía causarles un  trauma de por vida, y además, poner en peligro la misión.



 -Lo sanaré. Debe de tener la rabia, y su herida es grave -Láslandriel, poseedor de poderes curativos, puso su mano sobre Gúnnar, y enseguida lo curó. Inmediatamente hizo lo propio con Mialee, que había contraído la peste. Y, enseguida se puso bien. 
Los demás quedaron sorprendidos ante tal prodigio, aunque muy contentos de tener a alguien así, acompañándoles.

Alan y Justin también tenían algunos rasguños, pero nada serio.

Más tarde, buscaron a sus monturas, que habían huido al ver a la enorme bestia. Cuando las encontraron, siguieron adelante.







Poco después, los caballeros el caos pasaron por el lugar de la lucha…



 -Se han enfrentado a once skavens y una rata-ogro, y han salido victoriosos; y por lo que veo, no han sufrido ninguna pérdida. Veremos si tienen tanta suerte, cuando se enfrenten a nosotros -dijo Éaguer, pensativo.





Al amanecer, el grupo había conseguido cruzar los pantanos de la peste, ya con Gúnnar y Mialee totalmente restablecidos. Luego, se dirigieron hacia Mirania.

viernes, 15 de agosto de 2014

Capítulo 13 de Dragonstones 1




DARKICE





Después de muchos días de viaje, el ejército de los elfos oscuros consiguió llegar a la fortaleza de Ízmer.

Tras cruzar el río de lava, habían dejado los barcos negros en el río, cerca de Doeria, y luego, marcharon la gran mayoría a pie, y un reducido grupo en sus caballos negros.



Dentro de la fortaleza negra, en el interior de la torre, éste estaba buscando algo que no encontraba.

-Sobrino… ¿no sabes dónde está aquel libro de magia que estuve leyendo el otro día? -preguntó el elfo oscuro a su reciente aprendiz, Ellorion.

Éste que tenía unas ganas terribles de aprender a dominarla, lo había cogido para echarle un vistazo. Por eso su tío no lo encontraba.



 -Verás… lo tengo yo. No debí cogerlo, pero lo vi allí, sobre la mesa de tu escritorio, y pensé que no pasaría nada si le echaba una breve ojeada -respondió, algo nervioso.

 -¿Sabes porque te escogí como mi aprendiz?

 -Quizás porque no tienes ningún hijo, y yo soy la única familia que te queda.

 -No, nunca te habría elegido mi aprendiz, sino hubiese apreciado en ti, las cualidades necesarias. Te pareces mucho a mi cuando era joven. Eres inteligente, calculador, amas la magia, y posees unas cualidades innatas para aprenderla y practicarla. Además, por lo que veo, no te faltan ganas; pero ese no es el camino. Para estudiar libros de cuarto nivel como éste, antes debes aprenderte los de primer, segundo y tercer nivel. Y para practicar magia, antes debes equivocarte. ¿Entendido?

 -Sí, tío. No volverá a ocurrir.



En ese preciso momento, alguien llamó a la puerta.



-Ábrele sobrino.

Éste lo obedeció, y  un guardia se dirigió a Ízmer:

 -Su majestad, ha llegado alguien, ¿le hago pasar?

 -Por supuesto. No me hagas esperar más -le advirtió.









Instantes después, entró por la puerta otro elfo oscuro ataviado con  armas y  armadura.



Pasó por el lado de Ellorion, sin dignarse a saludarlo. Y ni siquiera se molestó en mirarlo, aún cuando para entrar dentro, estuvo a punto de tropezar con él, al pasar por su lado.



Sin embargo, ya habían coincidido antes, en varias ocasiones. Era el general de los elfos oscuros.



Tenía una larga melena de pelo blanco y liso, y de sus puntiagudas orejas colgaban aros de plata.

Sus ojos de color azul oscuro tenían una mirada que inspiraban terror y miedo, porque en ella se vislumbraba la crueldad, la frialdad, y la maldad de su alma.

Su piel como la de cualquier otro elfo oscuro, era blanquecina; y aunque tenía los cabellos blancos y el entrecejo marcado con arrugas, sólo tenía ciento ochenta y seis años, unos treinta y siete si fuese un humano.


Aunque medía un metro con ochenta y ocho, se inclinó y mostró sus respetos, besando la mano de su señor.

 -Me alegro de verte, Darkice -expresó el brujo-. Eso significa, que mi ejército ha llegado.



El nombre del general elfo, hacia honor… a su alma, su raza, y su lugar de origen, porque significaba, Hielo Oscuro.



 -Venid y acercaos al mirador. Veréis vuestro ejército ahí abajo.



Ízmer, su sobrino Ellorion, y el guardia, quedaron sobrecogidos cuando llegaron hasta el final del mirador de la torre.

Abajo, junto a los guerreros del caos que había custodiando la fortaleza, había un ejército inmenso.

 -Estoy impresionado -manifestó el brujo.

 -No es para menos, este ejército tiene siete mil elfos oscuros. Cuando usted mande, marcharemos a aplastar a esa miseria de humanos.

 -Creo que ahora si estamos en clara superioridad. Pero aún no es el momento, antes la Lahmia tiene que acabar de reunir el suyo; cuando lo haga, enviaremos primero su ejército de proscritos. Y cuando menos lo esperen y estén debilitados, llegaréis vosotros y acabaréis con ellos. Mientras tanto, esperaréis aquí, a que os dé la orden de marchar.

 -De acuerdo, pero estoy impaciente por acabar con esos insectos.



Tras decir esto, se retiró a paso rápido, al tiempo que su cota de malla y su armadura plateada sobre tejidos violeta y negros, resonaba en toda la estancia, al son de sus andares.

De su cintura colgaba una “espada bastarda”, y tras su capa con capucha negra, colgaba un “arco largo compuesto”; y en su antebrazo tenía un brazalete de cuero, con tres “shurikens venenosos”.

viernes, 8 de agosto de 2014

Capítulo 12 de Dragonstones 1





TRAS LA TEMPESTAD





Una vez averiguaron el paradero de la piedra verde, el grupo partió en uno de los barcos de los altos elfos, en dirección a Bábylon.



Éste estaba liderado por su general, Vanya; que accedió a llevarlos.



Tras ellos, marchaba un segundo barco que los guerreros del caos pagaron para que los llevase a la isla de Loft y luego, de vuelta a Bábylon, a la suficiente distancia para que el primero no descubriese su presencia.





En la primera nave, Silvan estaba estudiando con el grupo el camino a seguir para llegar hasta Aven, dónde se encontraba la piedra verde.

 -¡Escuchadme todos! Conozco mejor que nadie el continente de Bábylon. Largo tiempo, llevo recorriéndolo desde que soy general del ejército longoriano. Sé los peligros que hay. Pero no disponemos de tiempo suficiente; pues Ízmer está preparando varios de sus ejércitos para atacar Longoria. Además, tenemos que hacernos con la piedra, antes que las fuerzas del mal lo hagan. Por eso, debemos seguir el camino más directo hacia Aven. ¿Estáis de acuerdo? -preguntó, tras explicarles la cruel realidad a la que tendrían que enfrentarse.

El grupo no parecía muy decidido.

Aunque resignado, fue Gúnnar el primero que contestó:

 -He vivido ya muchos años, y si con mi vida se consigue la piedra, nada acobardará a este enano nórdico.

 -Gracias. ¿Alguien más se decide?

 -Yo estoy dispuesto a ir -contestó Eléndil-. Pero si quieres que los demás te acompañemos, tendrás que decirnos la ruta a seguir, y a que peligros nos exponemos -expuso, con la sabiduría que le caracterizaba.

 -Está bien, he sido un necio. Debí explicaros antes a qué os enfrentaréis -dijo avergonzado.

 -No te preocupes, de todas formas, ya prometimos todos ante el rey de Longoria, Mónckhar, que iríamos a cualquier sitio donde se hallasen las Dragonstones. Es sólo que hasta ahora, no nos habíamos dado cuenta de a qué nos enfrentábamos -dijo Kevin, que se sentía responsable de La Piedra Multicolor.

 -Es verdad, todos estamos en esto. ¡Verdad chicos! -exclamó Tristan, consiguiendo que los demás también lo apoyasen.

 -Bien, pues si todos estáis de acuerdo, os explicaré la ruta a seguir…



…Primero, tendremos que llegar a Bábylon. Una vez en el continente, lo primero que nos encontraremos en nuestra ruta serán, los pantanos de la peste. Están llenos de cieno y fango, y de ellos se desprende un hedor nauseabundo, difícil de soportar. Debéis saber, que bajo ellos se encuentra el reino subterráneo de los skavens; una serie de túneles y madrigueras, donde estas criaturas habitan.

 -¿Qué son? -preguntó Éric.

 -Verás chico, son una raza de hombres-bestias, una especie de ratas gigantes, que andan erguidos sobre dos piernas. Pero peor aún son las rata-ogro, el doble de grandes que éstos,  y con una cabeza mezcla de rata y ogro; y a diferencia de ellos que están cubiertos de pelo, ellas no tienen uno solo en todo el cuerpo.

 -Creo que me hago a la idea -murmuró.

 -Si conseguimos salir con vida de los pantanos de la peste, pararemos a reponer fuerzas en Mirania, un reino humano al sur de Longoria, para después dar rodeo a las montañas donde se encuentra Vampiria. Intentaremos evitar esas tierras. Aunque será difícil, porque esos vampiros sedientos de sangre, tienen toda la zona vigilada.

Tras esto, cruzaremos el río cristalino en busca del Paso de Hielo, situado en la gran cordillera central que separa el oeste y el este de Bábylon. Una vez crucemos este paso, estaremos rodeados al norte y al sur por las tierras de los dragones, pero nuestra dirección será al este. Tendremos que cruzar el bosque de draconia, para llegar hasta Aven, el pueblo de los hombres-ave, situado entre este bosque y la gran cordillera del este. 



Todos resignados, se miraron los unos a los otros, y Gúnnar en medio del silencio, dijo:

 -¡Ya! Un camino de rosas con espinas. Tal y como imaginaba.





Mientras el grupo comentaba lo que Silvan les había dicho, Vanya había visto como algo o alguien, nadaba junto al barco, y dijo a los muchachos:

 -¡Venid aquí, Éric, Susan, Kevin, veréis algo que seguro no habéis visto aún!



Los chicos, seguidos del grupo, se acercaron al borde del barco.



 -¿Veis lo que está nadando junto al barco? Son nereidas, y siempre que salimos a la mar, nos escoltan durante la primera parte del recorrido.

 -¿Recuerdas lo que las náyades nos dijeron sobre las ninfas en el río cristalino? -preguntó Éric, entusiasmado.

 -Sí. Las náyades dijeron que las nereidas eran ninfas también, pero de los mares.

 -Exacto chico, estas en lo cierto -apuntó Vanya.

Las nereidas que nadaban junto al barco, de vez en cuando saltaban fuera del agua, igual que si fuesen delfines o peces voladores.

Poco después, la que encabezaba el grupo, se detuvo y sacó la mayor parte de su cuerpo fuera del agua. Los que aún nunca habían visto una, exclamaron en voz baja un expresivo suspiro.



Tenían la mitad del cuerpo de cintura para debajo, de pez; y la de cintura para arriba, humana. Su tono de piel tenía un leve matiz verdoso, muy similar a los reflejos verdosos de su cabello plateado.



Eran hermosísimas, de una belleza única.



La nereida, que tenía los pechos cubiertos con dos conchas marinas, se dirigió a Vanya:

 -¿Sabéis que os están siguiendo?

 -Tenía un mal  presentimiento, pero no sabia nada. ¿Desde cuando lo hacen? -preguntó, sobresaltado.

 -Un barco os sigue, desde que salisteis de la isla.

 -Que alguien me de un catalejo -sugirió el general de los altos elfos, mientras miraba desde la popa del barco.

Enseguida, otro de los elfos que había en el barco, le entregó un catalejo.

 -¡Vaya! pues es verdad. Nos persiguen muy de lejos, y no alcanzo a visualizar el barco, pero lo que es seguro, es que alguien nos sigue -comentó, tras echar un vistazo a través del catalejo.

 -En cualquier caso, estaremos preparados por si deciden hacer algo.

 -¿Es verdad que puedes cambiar tu apariencia marina a una apariencia humana cuando lo desees? -preguntó Susan intrigada, a la nereida.

 -Sí, es verdad. No siempre estamos en el agua. Cuando pisamos tierra, podemos transformarnos si lo deseamos. Nuestra mitad de pez se convierte en dos piernas como las tuyas.

 -¡Es maravilloso!

 -Bueno, os tenemos que dejar. No solemos nadar en mar adentro, porque suele ser peligroso. Y por lo que parece, va a ver tormenta. Adiós -se despidió la nereida.

 -Adiós -dijeron todos.





Y las nereidas se volvieron nadando a aguas cercanas a la playa de la isla de Loft.





La nereida no se equivocó, como predijo, cuando comenzó a anochecer, unos nubarrones ocultaron las estrellas y las dos lunas: la blanca y la gris.

Pronto comenzaron los truenos, y, un fuerte aire que levantaba unas olas enormes. Al instante, empezó a llover con mucha intensidad.





Los truenos no cesaban, y con ellos, vinieron los relámpagos.

Susan estaba asustada, como nunca antes lo estuvo. Vanya tuvo que decirles:

 -Refugiaos dentro. Dejadnos a nosotros cuidar del barco, tenemos experiencia y pasaremos de ésta.

Silvan aunque prefería ayudar, sabía que era inútil, por eso, dijo a todos que hiciesen caso al elfo.

Durante varias horas, las olas golpearon el barco, y algunas de ellas estuvieron a punto de hacerlo naufragar, pero al final, al llegar la madrugada, la tormenta cesó…



…y una siniestra calma se apoderó de ellos. 

Momentos después, una fuerte sacudida hizo que todo el grupo rodase por el suelo del interior del barco. Otra vez, se hizo la calma. Pero un instante después, una sacudida aún más fuerte, hizo que el barco crujiese y volcase hacia un lado.

En ese momento, los elfos que intentaban mantener el orden, vieron surgir un gigantesco tentáculo que agarró a uno de ellos y lo lanzó por los aires, para terminar cayendo al mar.



Todo era un caos. Nadie sabía que hacer. Unos se volvían locos, otros gritaban:

 -¡Maldición, un kraken!



Era un desorden.



La criatura apareció con todos sus tentáculos, y destrozó varias velas.

Vanya entonces, llamó a Silvan y le dijo:

 -Ven aquí y sujeta el timón, yo iré en busca de unos barriles de pólvora, cuando los lance a la boca del monstruo, gira todo el timón en dirección contraria a la bestia ¿entendido…?

 -Entendido -respondió Silvan.



El elfo fue a buscar todos los barriles de pólvora que tenía, los unió con una mecha, y los envolvió todos con una red de pesca.

Luego, prendió la mecha y lanzó todo el conjunto a la boca del kraken. En ese momento, Silvan giró el timón a tope, y se alejaron del monstruo. Enseguida, la bestia explotó en mil pedazos y murió, pero el barco había quedado hecho una pena.





Cuando amaneció, Éric vio tierra al sur, y preguntó:

 -¿Es el continente de Bábylon?

 -No, es la enorme isla de Lásgarot. Sobre lo que preguntas, queda a un día de viaje al este, si conseguimos arreglar el barco -respondió Eléndil, mientras fumaba tabaco en una pipa.

Durante ese día, todos se dedicaron a arreglar las velas y demás destrozos. A la mañana siguiente, llegaron a tierra firme, el viaje había acabado, estaban en Bábylon.



Enseguida, dieron las gracias a Vanya, y se despidieron.



El elfo regresó a Loft con los suyos, en el camino se encontró de lejos, con el barco que los siguió. Miró con el catalejo y vio quienes viajaban en su interior.





Mas tarde, cuando el grupo ya dejó las playas y avanzó sobre tierra firme, el barco de los caballeros del caos llegó a Bábylon.



En poco tiempo, estaban de nuevo siguiéndolos.