viernes, 26 de septiembre de 2014

Capítulo 19 de Dragonstones 1




PREPARATIVOS DE GUERRA





Habían pasado tres días desde que el Rey Mónckhar se reunió con Almare para pedirle ayuda.

Éste había aceptado y había estado preparando sus tropas para la guerra.


En Longoria el rey y su hijo Ántrax habían estado haciendo lo mismo. Pero éstos debían hacer muchos más preparativos, pues era a su reino a quién iban a atacar. Además, también tenían que organizar a muchos más hombres, ya que su ejército era mucho más numeroso que el silvano.


Los soldados longorianos sabían qué se les venía encima. Habían oído la noticia que serían atacados por dos ejércitos. Primero llegaría el de los humanos, que estaría formado por desertores o proscritos, y después, el más temido, el de los elfos oscuros. Pero no todo estaba perdido… Longoria era la ciudad de Shakával mejor protegida. Sus altas murallas constituían la mejor defensa contra un ataque por tierra. Igualmente, sabían que los elfos silvanos les ayudarían en su lucha contra los ejércitos de Ízmer, y quizá, si la suerte caía de su lado, los altos elfos acudirían en su rescate. Si a pesar de todo, seguían perdiendo, tenían una última esperanza… que nuestro grupo de héroes regresara a salvarlos con la ayuda de los dragones. Pero todo eran especulaciones. No sabían si recibirían la ayuda de los altos elfos; y tampoco, si el grupo triunfaría en su búsqueda. Pues como habían oído, los caballeros del caos los seguían tras la pista de la piedra verde; y si éstos la conseguían, los dragones se volverían contra Longoria, y la batalla estaría perdida.




Su príncipe Ántrax, que ahora pensaba que sí podrían ganar, alentaba las esperanzas de su ejército. Él y su padre casi no habían descansado desde la reunión. Habían estado todo el tiempo organizando todo para la batalla que se avecinaba. Y del triunfo o la derrota, no sólo dependía la suerte de Longoria, sino la de todo Shakával. Si la ciudad caía… Ízmer, que sólo había enviado a alguno de sus ejércitos para esta batalla, se haría invencible; ya que, además de ser el reino principal, se hallaba situada en el centro, y representaba el mejor punto estratégico para dominar todos los demás reinos.





Arriba, en la muralla que defendía la ciudad, el calor se hacía sentir; puesto que los tres soles habían alcanzado su máxima altitud. En aquel momento, uno de los guardias que vigilaban allí, en lo alto de la muralla, vio algo a lo lejos. Era el ejército de los elfos silvanos. Venían, como era de suponer, por la parte norte de Longoria. Acababan de cruzar el río cristalino.



El guardia dio entonces el aviso de la llegada del ejército silvano.





Una vez llegaron a la ciudad, los elfos fueron acogidos lo mejor posible. El Rey Mónckhar, tras comer con la familia real, convocó a Almare, a su hijo Ántrax y al general de los elfos silvanos, Máblung, a una reunión.



Los cuatro entraron en una sala. Allí, sobre una gran mesa había dos grandes mapas. Uno de todo el mundo de Shakával, y otro, del reino de Longoria. El rey se situó ante ellos, y miró el pergamino donde aparecían todos los reinos.

-Ízmer nos enviará dos ejércitos. El primero enviado por la Lahmia, nos atacará por las puertas del sur, y el segundo, que llegará después, nos atacará por las puertas del norte -tras decirles ésto, se acercó al otro…

-¿De cuantos elfos dispone vuestro ejército?

-De mil -contestó.

-Bien, nosotros disponemos de dos mil hombres. Así que, el plan es el siguiente:

Situaremos a la mitad de ambos ejércitos en cada frente. En las puertas del sur, nos situaremos Almare y yo; y en las del norte, Máblung y mi hijo Ántrax. ¿Estáis de acuerdo?

-Yo pienso que así desaprovecharíamos nuestro potencial -expuso el general elfo.

-¿Por qué piensas eso? -le preguntó su rey.

-Si el segundo ejército tardará en llegar, deberíamos situarnos todos en las puertas del sur hasta que llegue el ejército de los elfos oscuros, a las puertas del norte -argumentó.

-Sí, es verdad, pero no estaríamos listos para defender esas puertas -dijo entonces, Mónckhar.

-Padre, podemos enviar algunos elfos silvanos para que se escondan en los límites del bosque iluminado, y cuando vean llegar al ejército enemigo, vengan rápido, y nos avisen para preparar nuestras defensas del norte.

-Ahora si estoy de acuerdo, ¿y ustedes? -preguntó.

-También -respondieron todos al unísono. Y levantando sus copas en un brindis, sellaron el plan de defensa.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Capítulo 18 de Dragonstones 1



Vladimir, el Señor de los Vampiros

                                                                           VAMPIRIA


  Desde que dejaron Mirania, el grupo ya había avanzado bastante. Ahora, el terreno se hacía lúgubre y montañoso.

Como Silvan les dijo durante su vuelta en barco a Bábylon, el plan para evitar el peligro era intentar rodear las montañas donde se encontraba el castillo de Vladimir, el Señor de los Vampiros. Esto sería difícil, porque éstos, sedientos de sangre, siempre estaban al acecho.

 -¿Has visto alguna vez uno? -le preguntó Lana a Silvan.
 -No -contestó éste-. Pero he oído muchas historias… algunas incluso de mis propios guerreros. Y por lo que cuentan, espero que no nos encontremos con alguno.

Empezaba a oscurecer, y comenzaron a oírse aullidos de lobos. Aunque se oían lejos, Susan comenzó a estar asustada.
 -Tengo mucho miedo. Esos sonidos y estas siniestras montañas parecen más inquietantes a medida que anochece.
 -No te preocupes hermanita, si se presenta alguno de esos vampiros yo estaré ahí para protegerte.
 -Dudo que seas capaz. Además, prefiero que lo haga Kevin. El sí que es valiente.
 -No estés tan segura de ello -le hizo saber su amigo.


El grupo intentó pasar por la cara norte de las montañas, dejando así Vampiria al sur, entre los picos.



El paisaje se hacia por momentos, más desértico y lúgubre… roca oscura, ninguna planta, quizá algún árbol seco, un siniestro silencio, y una lívida niebla, que se hacía más espesa conforme avanzaban.
 -No sé como son esos seres, pero el lugar es de lo más escogido. Preferiría enfrentarme a goblins, trasgos, o incluso orcos, antes que a ellos -manifestó Gúnnar el enano, que llevaba su hacha alzada, por si de improviso se presentaba alguno de ellos.

 -Estoy cansada de montar... ¿Es que no vamos a parar a descansar? -preguntó Susan.
 -No podemos permitirnos ese lujo, y menos ahora. Porque según me han contado, sólo atacan durante la noche, ya que no soportan la luz de los soles. Ya cuando llegue el día, pararemos a comer y dormir -le explicó Silvan a la muchacha.

Aunque todos lo suponían, no estaban muy contentos.

 -No sé si podré aguantar hasta la mañana sin comer -expresó Tristan.
 -Mejor así. Si nos encontramos algún vampiro, tendrás tanta hambre que te servirá de cena -ironizó Justin.
 -No bromees con este asunto -le sugirió Eléndil.
Aunque era muy bromista, lo respetaba bastante. Porque le imponían mucho todos los magos, y éste en especial, era muy sabio. Era un hechicero de nivel cuatro, que había estudiado también ilusionismo; alcanzando el nivel tres; y elementalismo, dónde se quedó en el primer nivel. Lana en cambio, sólo estudiaba por el momento ilusionismo. Era de primer nivel, el más bajo de los cuatro niveles de magia.


Siguieron avanzando… y cuando se hizo completamente de noche, vieron una bandada de murciélagos. La mayoría era de tamaño normal, pero entre ellos había algunos enormes; de un metro con veinte centímetros de largo.
Se podían ver bien, porque las dos lunas, la blanca y la gris estaban llenas aquella noche. Eso quería decir que acababa aquel año, puesto que en aquel mundo los años duraban el tiempo que pasaba desde que se producía un doble plenilunio, a otro.

Un año en Shakával tenía trescientos treinta y seis días, o doce meses.
Los meses duraban todos lo mismo, veintiocho días. Por lo demás, todo era igual que en la Tierra; los meses tenían cuatro semanas, las semanas siete días, y los días veinticuatro horas…

La mayor de las lunas, la blanca… tenía un ciclo de cuarenta y ocho días; en cambio, el ciclo de la luna gris duraba veintiocho días.

El grupo jamás había visto unos murciélagos tan grandes; aunque la mayoría había oído hablar de ellos. Por eso, Silvan les advirtió de su peligro:
 -Aunque estamos bordeando Vampiria, estos animales espías de los vampiros nos han visto. Así que, no tardarán en avisar a su señor de nuestra presencia.
Son pocos los que se aventuran a pasar cerca de sus dominios; y ellos anhelan la sangre humana.
 -¿Qué haremos si vienen y nos atacan? -preguntó Alan.
 -Intentaremos defendernos de ellos. No les venceremos, pero procuraremos pasar este lugar sin que suframos ningún ataque. Según creo, Láslandriel e Ilene tienen poderes que nos pueden servir contra ellos. ¿No es así, Láslan? -Silvan miró entonces, a los ángeles.
 -Es verdad que poseemos poderes contra los No-Muertos… pero no sé si servirán contra los vampiros. Nunca me he topado con alguno.
 -Bueno, ¿te quedas más tranquilo ahora, Alan? -preguntó Silvan, en seguida.
 -Bueno, tenemos algunas posibilidades… pero la perspectiva no es muy halagüeña.

El grupo pasaba ahora, por un cañón entre las rocas.
Las montañas comenzaron a quedarse a su derecha, de modo, que no serían descubiertos con facilidad; pues no se les veía, a no ser que estuviesen encima de ellos.


Varias horas más tarde, habían dejado el cañón, y pasaban por el desfiladero de las montañas.
Tenían que atravesarlo en fila, para no caer por el barranco. Con que ahora, eran un blanco fácil.
Para colmo, vieron como se acercaba una nube negra. Pero a medida que avanzaba, vieron que en realidad era una gran banda de murciélagos, que se dirigía hacia ellos. En seguida, se dieron cuenta que ahora estaban perdidos.
 -¡Bajad de vuestras monturas, ponerlas a cubierto, y resguardaros tras las rocas! -ordenó Silvan. Láslandriel notó que su Gran Espadón de Cesglan se iluminaba, eso quería decir que había No-Muertos cerca.

No se equivocaba, tras los murciélagos venían dos vampiras… las dos novias del Señor de los Vampiros, Vladimir.
Volaban convertidas; con enormes alas tipo murciélago, que le nacían de la espalda y las caderas.
Tenían éstas y el cuerpo humanoide de un tono blanco con un leve matiz grisáceo; y en las manos y los pies tenían unas garras con uñas largas y afiladas.
Su cabeza era pálida… con colmillos, orejas puntiagudas, labios colorados, ojos de vampiro color fuego, y pelo de su color natural.

Se dirigían hacia ellos…

Lana enseguida, se cubrió con la capucha y se volvió invisible. Luego, se escondió, y decidió permanecer invisible hasta que pasara todo.
Después, Isilion, Mialee y Susan les lanzaron flechas con sus arcos. Algunas les alcanzaron, pero las vampiras se las arrancaron y siguieron su vuelo hacia ellos.
A continuación, fue Eléndil quien actuó. Invocó un hechizo elemental de nivel uno, la luz mágica. De pronto, una luz apareció en la mano del mago. Las vampiras que se encontraban a menos de doce metros de él, se cubrieron los ojos al verla, y cuando éste la lanzó contra una de ellas, volaron para que no las alcanzase. Cuando la luz alcanzó la distancia de doce metros, desapareció…
…Y éstas lograron que la luz mágica no las tocase.

Después, al ver que no tenían porque huir, volvieron al ataque.
Se dirigieron hacia Tristan, porque era el más fuerte, por lo tanto, tendría la mejor sangre.
Pero cuando se lanzaron sobre él, Láslandriel se interpuso entre ellas y el bárbaro protegiéndolo creando un aura que los envolvió a los dos, y en la cual, éstas no podían entrar.
Entonces, decidieron cambiar de táctica. Se transformaron en dos jóvenes muy hermosas y sensuales, y se dirigieron hacia Justin.
Con su belleza y mirada embrujadora, hicieron que el joven olvidara por un momento, de quienes se trataban. De tal manera, que una estuvo a punto de clavarle los colmillos en el cuello, de no ser porque alguien le lanzó con una ballesta, una flecha con la punta de plata y con forma de cruz, impregnada en agua bendita y ajo. Ésta le alcanzó en la espalda, atravesándole el corazón… logrando así acabar con ella, que tan sólo tardó unos segundos en descomponerse.


La otra volvió a transformarse, y se lanzó hacia el asesino de su compañera. Pero en ese momento, los dos ángeles se interpusieron entre aquel hombre y ésta, e invocaron un hechizo para expulsarla. Éste funcionó, y la vampira se volvió para irse, pero antes bajó, y con las garras de sus pies cogió a  Mialee y se la llevó consigo.

Isilion le lanzó flechas pero no logró alcanzarla. Así que, sin esperar a nadie, montó en su unicornio y cabalgó tras ella.
 -Se dirige hacia el castillo de Vladimir, el Señor de los Vampiros -dijo el hombre, que salvó a Justin de la mordedura.
 -¿Sabes dónde está? -preguntó Silvan.
 -Sí, vengo de allí, siguiendo a las vampiras para darles caza. Soy un cazador de brujas -respondió aquel hombre.
 -Bien, Láslandriel e Ilene seguidla. Cuando lleguéis al castillo, esperad hasta que lleguemos nosotros.

El grupo siguió al cazador de brujas en dirección al castillo, donde se encontraba Vladimir.

La vampira llegó a la fortaleza con Mialee…

 -Hola mi señor.
 -¿Qué tenemos aquí? Me la has traído, como te ordené. Estoy satisfecho. Llévatela y cámbiala de ropa. Dentro de unas horas, celebraremos el ritual donde la convertiré en mi nueva novia. Lamento mucho que para conseguir ésta, haya tenido que perder a otra… Sentí un pálpito en el momento que murió.


Poco después, los ángeles llegaron al castillo e inspeccionaron la zona. Había murciélagos por todas partes

Situada en lo alto de un cerro, era una fortificación hecha con piedra oscura, grande y con distintos departamentos. Tenía seis torres interminables con tejados que caían a cuatro caras. En el centro del castillo, había una torre mucho más alta que las demás, que parecía alcanzar las nubes.
Alrededor de la construcción, todo estaba lleno de picos montañosos. Pero había una gran extensión de tierra llana, en la que estaba situado el cerro donde se encontraba.

Láslandriel e Ilene cuando terminaron de reconocer la zona y el castillo por fuera, esperaron como les había dicho Silvan, a que llegase el grupo.
Isilion no tardó en aparecer con su unicornio. El animal que había venido rápido como el viento, llegó fatigado.
 -¿Dónde la tiene? ¿La habéis visto? -preguntó el elfo, mientras recobraba el aliento.
 -Llegamos después que ella. No la vimos entrar en el castillo. Pero, hemos estado inspeccionándolo y no está en ninguna habitación. Deben tenerla en alguna de las torres.
 -Entraré y la encontraré.
 -Espera. Silvan ordenó que no entrásemos hasta que él llegara.
 -Pero, no podemos perder tiempo, puede que ya la hayan convertido.
 -No te preocupes, allí vienen todos -le indicó Ilene, que se había elevado en el aire, y había visto al grupo como avanzaba hacia ellos.
En un momento, todos estaban allí.
 -¿No sabéis, donde la tienen retenida? -preguntó Silvan a los ángeles.
 -Sólo, que está en algunas de las torres -respondió Láslandriel.
Entonces, aquel hombre, el cazador de brujas, dijo:
 -No sé donde la tendrán ahora, pero si como pienso, se dispone a hacer el ritual de conversión, seguro que la llevará a la torre central; la que se eleva más alta.

Éric se quedó observando a aquel hombre. Iba montado en un caballo negro. Llevaba puesta una armadura plateada muy brillante, que al mismo tiempo que lo protegía, reflejaba cualquier indicio de luz. Así, que cualquier vampiro dudaría en acercársele, sobretodo de día.
También, llevaba ropa negra debajo, y unos guantes, unas botas, una capa y un sombrero.
En cuanto a armas… hasta los dientes… llevaba: una “Espada exterminadora del Caos”, una “Ballesta de la bendición”, cuchillos arrojadizos, una cuerda mágica que utilizaba a modo de lazo, una red y un crucifijo. Cualquier criatura que se dispusiera a cazar, estaría en muy graves problemas. Pensó Éric, tras mirarlo detenidamente.
 -Bien, iremos: Isilion, Láslandriel, Ilene, Vrádack (el cazador de brujas), y yo -dijo Silvan mirándolos a todos.
 -Los demás os quedaréis aquí. Así seremos más sigilosos, y pondremos a menos de nosotros en peligro. Si una hora después de amanecer, no estamos aquí… marchaos o vosotros también lo estaréis.

El grupo se quedó en silencio, sin decir nada. Sólo esperaban que todo saliese lo mejor posible.

Cuando se disponían a irse, Kevin dijo:
 -Suerte.
Después, lo dijo Gúnnar, y después Tristan, y uno por uno, todos les desearon suerte.

Eléndil se quedó pensando…
 -Espero que tengáis suerte, porque necesitaréis grandes dosis de ella.

Vrádack dio una cuerda a Láslandriel. El ángel la ató a uno de los tejados; y Silvan, Isilion y el cazador de brujas treparon por ella hasta él…
…Los ángeles vigilaban mientras, desde el aire.
Así fueron, de un tejado a otro, intentando formar el menor ruido posible; hasta que por fin, alcanzaron una de las ventanas inferiores de la torre central.

El cazador de brujas entró primero, pues debía ir delante para protegerlos, y porque era el que mejor conocía a los vampiros. Después, entró Silvan, y tras éste, Isilion. Por último, entraron los ángeles que habían estado guardándoles las espaldas hasta el último momento.

Dentro del castillo, todo estaba muy oscuro; especialmente las habitaciones.
Así, que casi todos tropezaron varias veces antes de acostumbrarse a aquella oscuridad. Isilion al ser elfo, si veía con cierta normalidad, por eso… los llevó hasta la puerta de la habitación.

Una vez fuera, buscaron por un pasillo las escaleras para subir a la parte superior de la torre; ya que Vrádack imaginaba que el ritual se realizaría allí.

Todo el castillo era oscuro y lúgubre.

A medida que subían las escaleras, comenzaron a oír hablar algo más arriba. Por lo que intuían, que debían estar cerca ya de su objetivo.
Al girar en la siguiente curva de la escalera que ascendía alrededor de las habitaciones que había en el centro de cada planta de la torre, descubrieron que algo más adelante, había luz.

El grupo siguió adelante, con mucho cuidado para no hacer ruido, y llegaron hasta la puerta de una gran sala.
El cazador de brujas
 hecho una ojeada al interior y vio que el ritual ya había comenzado.

Mialee estaba tumbada dormida, sobre una gran mesa de piedra. Alrededor de ésta, estaba Vladimir (el Señor de los Vampiros), su novia, y un siervo.
Tanto él como su compañera estaban en forma humana.
 -Lamento haber perdido a Roxanne. Pero tú la sustituirás. Físicamente eres muy atractiva. Seguro que serás una novia estupenda -expresó, hablando consigo mismo.
 -¡Maldito seas, eso no sucederá nunca, vampiro! -murmuró entre dientes y en voz baja Isilion, que escondido tras la puerta, lo había oído.
 -Trevor, limpia muy bien su muñeca. Pero como muy bien sabes, no utilices agua para hacerlo. Y tú Érika, tráeme una copa. Quiero saborear su sangre, como los humanos saborean el mejor de sus vinos.
Los dos obedecieron de inmediato.

Mialee estaba lista para que Vladimir le chupara la sangre.
El cazador de brujas dijo entonces, a Silvan e Isilion:
 -No podemos atacar ahora, porque están muy cerca de la muchacha, y podrían matarla. Debemos esperar a que se alejen de ella, para atacar.
 -Peroooo… ¿y si le chupa la sangre? -preguntó el elfo.
 -Tranquilo, un vampiro no puede convertir a una mortal en una de los suyos, en una sola noche. Necesita varias. Y cuando ésta se quede prácticamente sin ella, le ofrecerá la suya propia. Ésta entrará en un estado cataléptico hasta que él le traiga un nuevo sacrificado, al que le chupe toda la sangre -explicó Vrádack, con pelos y señales.
 -No se puede decir, que no estés informado sobre tu trabajo -bromeó Isilion, irónicamente.

Vladimir cogió entonces, la muñeca de Mialee… y con suma delicadeza y precisión, clavó los colmillos y vertió la sangre en la copa que su novia le había dado. Después, la olfateó, le dio un pequeño sorbo, y la saboreó; por último, se bebió la copa entera.
 -¡Exquisita! Fresca y con un sabor inmejorable. Debería aficionarme más a la sangre elfa. Es mejor que la humana.
 -Bien hecho señor. Será una novia estupenda -expresó Trévor.
 -Dejadla ahí. Mañana volveré a probar esta maravilla.

Dicho esto, tanto Vladimir, como Trévor y Érika se retiraron de Mialee.
 -Ahora es el momento -instó Vrádack.

En ese instante, Trévor se acercaba a la puerta…
Silvan enseguida lo cogió y le puso una mano en la boca y su daga en el cuello, pero no pudo evitar que  emitiera un breve sonido gutural.

Entonces, el vampiro sintió algo…

 -Ve a ver que ha sido eso Érika.

Dicho ésto, Vladimir se retiró de la sala, por otra puerta pequeña.
La vampira en estado humano, se acercó al portón. En ese momento, apareció Vrádack, y tras él, Silvan con Trévor, Isilion, Láslandriel e Ilene.
 -¡No tan rápido, condenada vampiro! -exclamó el cazador de brujas mientras, la apuntaba con su ballesta.
 -¡Aaahhhh! -gritó.
 -Apártate de Mialee, o morirás -la amenazó Isilion, alterado. Érika no se lo pensó un instante. Como presagiaba su final, tomó su forma de vampira, se elevó en el aire y decidió atacar.

Desde su altura, se lanzó hacia Vrádack. Éste le lanzó una de sus flechas con la ballesta, pero Érika la esquivó. Rápidamente, puso otra, pero no tendría tiempo para lanzarla… sólo se salvó, porque acudió Láslandriel y se interpuso entre él y la vampira. El ángel creó a tiempo un aura que los protegía de ella.
Ésta, al ver la luz que emanaba, retrocedió; pues parecía que la hacia sentirse mal.
Láslan no aguantó mucho rato, y el aura terminó desvaneciéndose.
Érika volvió nuevamente al ataque. Ahora el ángel estaba debilitado y no podría impedirlo. Pero no contó con Vrádack. Éste tenía la ballesta preparada… con todo, en el último momento esquivó la flecha.
Cuando la vampira iba a alcanzar al cazador de brujas, éste le clavó su espada, que estaba impregnada con un líquido hecho con agua bendita y ajo.

Érika, en la agonía, se convirtió en ceniza y desapareció.

Isilion fue a por Mialee antes que apareciera Vladimir, y, como anteriormente había conseguido recuperar la ropa de la elfa, volvió a cambiarle aquella ropa por la que antes tenía.
 -Pronto estarás bien -sollozó, mientras la cogía en brazos y la miraba, a pesar de que ella seguía insconciente.

La llevó fuera de la habitación, con Láslandriel e Ilene. El ángel logró sanarle las heridas… sin embargo, siguió desmayada.

Poco después de la muerte de la vampiro, Vladimir apareció en la habitación donde se encontraba el grupo a punto de marcharse.
 -No tan rápido. ¿Creíais que podíais escapar, después de acabar con mis dos novias? No lo permitiré. Me vengaré... y tras acabar con vosotros, convertiré a la joven elfa -aseguró, con un brillo en su mirada que solo aparecía ante una gran batalla.
 -No estés tan seguro. Ya las he matado a ellas, y haré lo mismo contigo -le insinuó Vrádack, al tiempo que le mostraba su espada en alto. Pese a ello, no tardó en tomar una postura defensiva. Y Silvan se colocó al lado de él para ayudarlo en lo que pudiera.

De improviso, El Señor de los Vampiros inició un ataque rapidísimo. Pero antes que alcanzase al cazador, éste sacó un crucifijo que llevaba bajo su armadura, y se lo mostró. Vladimir al verlo, paró de inmediato su ataque. Entonces, utilizó un hechizo de nigromancia de nivel tres… el de invocar una horda de esqueletos. De repente, cinco de éstos inanimados y armados con espadas y escudos que había en la sala, cobraron vida. El vampiro les ordenó que atacaran a los intrusos. Éstos, se defendían con sus espadas pero, aunque los enemigos se rompían, volvían a la carga.
Láslandriel e Ilene juntos, invocaron el poder del saber de los cielos, y lanzaron contra los esqueletos el rayo atronador de Uranon. Éstos estallaron en mil pedazos.
El enemigo decidió utilizar un hechizo de batalla de nivel dos, la niebla mística.
Ésta apareció alrededor de los héroes, y no veían nada.

El vampiro aprovechó para atacarlos.
Se dirigió hacia Silvan. Vrádack que lo vio, en el último instante le lanzó uno de sus cuchillos arrojadizos, pero Vladimir se protegió con el hechizo de invulnerabilidad a las flechas. Para entonces, la niebla ya se disipaba, y lo podía ver con claridad.

El cazador le lanzó una cuerda para atraparlo, y después su red… al fin, lo consiguió. Pero el vampiro cambió a forma etérea, y escapó de la cuerda y la red. Sin embargo, sufrió heridas, pues todas las armas del cazador de brujas estaban impregnadas con aquel líquido de agua bendita y ajo.
El Señor de los Vampiros se cansó de jugar con ellos, y utilizó su mirada para hipnotizar a Vrádack, ya que sólo podía hacerlo a uno al mismo tiempo. El cazador quedó a su merced.
Entonces, Isilion se dio cuentas de algo. Comenzaba a amanecer…
Un fino rallo de luz apareció por la rendija de una de las ventanas.
Se lo dijo en voz baja, a Láslandriel e Ilene. Éstos aprovecharon que Vladimir estaba concentrado y sólo tenía ojos para mantener hipnotizado a Vrádack, y abrieron las ventanas.
El vampiro se horrorizó al ver la luz, así, que se convirtió en un murciélago gigante, y huyó por el castillo a esconderse durante el día.
Silvan y los otros salieron del castillo con Mialee; y tras saludar a los demás, despedirse del cazador de brujas, y esperar que Mialee se recuperase, siguieron su rumbo y dejaron las tierras malditas de Vampiria.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Capítulo 17 de Dragonstones 1




Érgorth. 
El Nigromante No-Muerto




                                                   EL EJÉRCITO DE LOS PROSCRITOS


      En la Torre de la Lahmia todo estaba tranquilo. Como de costumbre, ella dormía hasta bien avanzada la tarde en su ataúd lleno de tierra de Vampiria. Pronto despertaría, con el cuerpo renovado de energía.

Aquella tarde, Érgorth había estado todo el tiempo encerrado en su laboratorio.
Mientras su señora descansaba era él el que se ocupaba de la torre. Pero cuando no había mucho que hacer, como era el caso, se metía en él y practicaba fórmulas y hechizos nuevos, o aquellos que aún no dominaba, como deseaba.


Casi al caer la tarde, oyó un estruendo fuera, en las cercanías de la torre, y se acercó a una de las ventanas a echar un vistazo. Lejos, vio una polvareda formada por el resto del ejército que su señora había mandado reunir. Había hombres a caballo y a pie.

Márenon venía al frente de él.

Abajo, el ejército que esperaba reunido, también la vio, y uno de ellos gritó:
 -¡Mirad, nuestro  ha regresado! ¡Ha conseguido reunir un gran número de hombres! ¡Esos longorianos tendrán ahora motivo para temernos!

El nigromante dejó sus ocupaciones y bajó la torre a recibir al proscrito. Alcanzó la salida, se encontró con las primeras tropas y siguió un poco más adelante. Pero antes de llegar a su objetivo, se detuvo... quería hacerle ver que estaba por encima de él. Con que,  espero a que el general se adelantara hasta su posición.

Poco después, éste llegó hasta él.

 -Veo que tu búsqueda a tenido su fruto -expresó observando todos aquellos hombres.
 -Sí, ahora si estamos preparados para afrontar el ataque con garantías -declaró mientras, evitaba mirar a Érgorth directamente a la cara, pues lo que sentía hacia él cada vez que lo tenía cerca, era repulsión.
 -Espera un momento aquí…

Instantes después, entró en la habitación de la señora de la torre, abrió el ataúd, y con mucho cuidado...
 -Perdonad, ya sé que no le gusta que la despierte hasta el anochecer, pero el proscrito ha llegado con el resto del ejército.
 -No importa. Sólo me quedaba una hora de sueño, y por lo que veo, está nublado -como casi siempre en aquel lugar. Además, la torre estaba prácticamente rodeada de montañas, tan altas que impedían que la mayoría de la luz de los tres soles llegara hasta donde se encontraba. La Lahmia apreciaba mucho al Nigromante No-Muerto-. Por favor, acércame la poción que cada día me preparas.
 -Aquí la tenéis -ella se la bebió de un solo sorbo.
 -No sé que haría sin ti. Gracias a ella, evito tener que depender de la sangre. Aunque de vez en cuando, no me importaría probarla. Resulta más gustosa y reconfortante.

No tardó en vestirse y bajar junto a Érgorth hasta donde la esperaba el general de su ejército.



 -Mi señora, ahora nuestro ejército está completo -dijo Márenon.
 -¿Cuál es el número de hombres que disponemos? -preguntó.
 -El que esperábamos, cinco mil -respondió, con seguridad.
 -Bien, nuestro señor Ízmer me ordenó enviar el ejército en cuánto estuviera listo. Así, que ya podéis partir hacia Longoria, para atacarla.
 -Perdonad, pero tengo que contradeciros… no partiremos antes de mañana al amanecer. Aunque los hombres que ya había aquí, estén descansados, el resto que he traído no lo están. Algunos vienen de muy lejos. Por eso, no iremos sin haber descansado al menos esta noche -Márenon aunque seguía las ordenes de la Lahmia, era un hombre muy seguro de sí mismo, y tenía claro porque se había unido a ella… únicamente, para vengarse de los longorianos.

 -Está bien, os concedo esta noche de descanso. Pero apenas salgan los primeros rayos de luz, debéis partir.
 -Así se hará.
 -Entonces, podéis retiraros.


Eran ya las últimas horas de la madrugada, cuando un guardia entró en la tienda de su general y lo despertó.

 -Señor, ya es la hora.
Márenon que tenía el sueño muy ligero, se levantó enseguida.
 -Guardia, despierta a mi primer y segundo ayudantes, y que ellos hagan lo mismo con todos los que aún no estén preparados. Dentro de un momento, saldrán los primeros rayos de luz, y debemos estar dispuestos para partir.

Arriba, la señora de la torre y el nigromante observaban como su ejército se preparaba y ordenaba en cinco filas de mil hombres, situadas unas junto a las otras, a los que vieron partir.
Érgorth entonces, le dijo a su señora:
 -Con este ejército los longorianos estarán en serias dificultades hasta que lleguen los elfos oscuros.
 -Espero que por lo menos aguante hasta que lleguen. Si no es así, habré fracasado ante los ojos de Ízmer.
 -Triunfaremos. Estoy seguro.


El ejército se dirigió hacia el oeste. Debían cruzar parte de aquellas empinadas montañas, para buscar el río scorpia y seguir por tierra firme el curso del agua hasta llegar a las tierras cenagosas, donde cambiarían de dirección hacia Longoria.
El comienzo del viaje fue lento y muy duro. No había ningún paso a través de la gran cordillera central hasta llegar al nacimiento del río, de modo, que debían cruzar las montañas por donde podían, algo que al ser muy numerosos, dificultaba y ralentizaba mucho el viaje.

Poco después de llegar la tarde, encontraron lo que buscaban. Momento que aprovecharon para parar a comer y descansar. Al día siguiente, continuarían su camino, siguiendo el curso del río por tierra. Así además, tendrían agua suficiente para ellos y sus caballos, durante algún tiempo.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Capítulo 16 de Dragonstones 1





El asesino



EL ASESINO, EL CAZARRECOMPENZAS, Y EL TAHÚR







El grupo de héroes seguía su viaje a Mirania. En estos momentos, pasaban por un camino que llegaba hasta ella.

Estaban cansados por el ataque de los skavens y por haber tenido que pasar aquellos pantanos, llenos de fango, y que desprendían aquel olor tan desagradable.

Algo más adelante, se encontraron un pastor que tenía un rebaño de ovejas pastando cerca del camino.

 -Buen hombre, ¿podría decirnos dónde podríamos encontrar algún sitio donde parar a descansar, comer, y lavarnos un poco, antes de llegar a Mirania? –le preguntó Silvan. Éste los miraba desconcertado. Olían fatal, estaban llenos de barro, y eran un grupo muy variopinto, y de lo más rarito.

El hombre no pudo evitar fijarse también en sus monturas… compuestas por caballos, unicornios y hasta un poni.

Tras dudar un poco, le contestó:

 -Si lo que queréis es descansar… un poco más adelante, por este mismo camino hay una posta donde podréis hacerlo.

 -Gracias, no sabe como lo necesitamos. Bien, sigamos adelante amigos.





El pastor no mentía. Poco después, junto al camino se encontraba una posta de tamaño medio. El grupo suspiró aliviado… ahora podrían asearse un poco, comer y descansar.

Ésta disponía de una planta baja y una primera.



Tras pasar el bajo muro exterior, se encontraron en un patio. Al lado se encontraban los establos y la cochera; y un poco más allá, un huerto.

Enseguida, un guardabarrera se acercó a ellos.

 -Hola ¿Va a ser un rato, o pararéis hasta mañana? -preguntó al grupo.

 -Pasaremos la noche aquí -respondió Silvan.

 -Bien, llevaré vuestras monturas a los establos. Si queréis que les cambie las herraduras, también puedo hacerlo.

El general pensó, que éstas necesitaban un cambio de herraduras, pero prefería cambiárselas en Mirania, donde seguro habría herreros más cualificados.

 -No -respondió al fin-. Bastará con que los lleves a los establos, y les des comida y agua.

 -Como deseéis. Serán cinco monedas de plata.



Mientras Silvan le pagaba, llegó un carruaje que también paró en la posta. De él bajó un hombre extraño, que vestía de negro,  envuelto en una capa y con un sombrero, todo del mismo color; que igual que ellos tuvo que pagar al guardabarrera.

El cochero se acercó a éste último, y le dijo:

 -Quiero cambiar los caballos. Están muy cansados. Mientras, tomaré algo en el bar.



Unos mozos de cuadra se llevaron los caballos del carruaje, y los renovaron por otros.





El grupo entró dentro, seguido de aquel hombre y el cochero.

La posta disponía en su planta baja: del lugar destinado al guardabarrera, una cocina, un almacén, los establos, una cochera, una herrería, una destilería, un sótano algo más abajo, un patio, y un bar privado. En la planta de arriba o primera planta había: otro bar, otra destilería, una sala de reuniones, un gran dormitorio, y las demás habitaciones; unas dedicadas a los sirvientes, otras a los que se hospedaban, otra para los guardas del camino, y una para el hostelero.

Todos se dirigieron al bar. El cochero sólo pidió algo de beber, y enseguida se marchó, pero el grupo y el otro hombre pidieron también algo de comer.



Poco después, entró en el bar otro hombre, éste también llevaba un sombrero, pero algo más pequeño que el del hombre anterior. Iba cubierto por el pecho y la espalda, por una especie de mantón, y fumaba en pipa.

También pidió algo de comer.



Parece que aquellos dos hombres, se disponían a pasar la noche en la posta, como el grupo.



De la cocina salió un pinche, que le dijo a uno de los servidores del bar:

 -El cocinero dice que la comida del grupo ya está preparada.

 -Enseguida vamos -contestó uno de los dos sirvientes.



Momentos después, éstos fueron trayendo la comida del grupo. El hostelero les dijo:

 -Atendedlos bien; que queden contentos… no quiero problemas con desconocidos.

Inmediatamente, también les trajeron la comida a los otros dos hombres.  Cada uno comía en una mesa propia, retirada una de la otra.

Isilion entonces, comentó una cosa al grupo:

 -¿No os habéis dado cuenta, que el primero de los dos hombres que llegó tras nosotros, no nos ha quitado la vista de encima desde entonces… y que el otro, aunque también se fija en nosotros, no se la ha quitado a él?

 -Pues no me había fijado -respondió Tristan.

 -Como te vas a dar cuenta, si cuando te pones a la mesa sólo tienes ojos para la comida -bromeó Justin.

 -Callaos, no levantéis la voz, o sospechará que hablamos de él -ordenó enseguida, Silvan.



El hombre de negro, que los había escuchado, se puso a comer mirando hacia otro lado. Mientras, el otro seguía observándolo todo, sin prejuicio alguno.



Una vez se acabaron la comida, todos subieron arriba a asearse y a descansar en las habitaciones.

Sus ropas las entregaron a las sirvientas de la posta para que estuvieran limpias al día siguiente.

El hombre de negro… cuando todos se hubieron dormido, salió de su habitación y entró sin hacer ruido en una de las otras habitaciones. Era la de Justin, Alan, Kevin y Éric. Entonces, sin hacer ruido, sacó una daga de su cinturón y se dispuso a clavársela a alguno de ellos. Para ello, cogió una almohada, se disponía a tapar con ella la boca de su víctima para evitar su grito… cuando alguien lo evitó. El segundo hombre. Sin hacer el más leve sonido, había entrado y se había acercado por detrás y le había agarrado el cuello, y con la otra mano sujetó el brazo donde el asesino tenía la daga.

Con el forcejeo, tanto Justin, como Alan, Kevin y Éric despertaron.

El segundo hombre logró arrebatarle por fin la daga. Seguidamente le asestó un tremendo gancho que dejó caer al de negro. Aunque consciente, tardaría un rato en recuperarse del puñetazo y levantarse. Eso lo aprovechó el segundo para amenazarlo con su espada.

En ese momento, llegaron los demás de las otras habitaciones.

 -¿Qué ocurre aquí? -preguntó el general.

-Este hombre intentó acabar con la vida de ese muchacho.

 -¿Alan estás bien?

 -Sí. Gracias a él –dijo señalando al segundo hombre-, no me ha hecho nada.

 -Estamos en deuda contigo –le dijo Silvan, estrechándole la mano.

 -Tranquilo. Sólo realizaba mi trabajo. Soy cazarrecompenzas. Él es un asesino al que llevo siguiéndole la pista desde hace tiempo. Ayer lo vi y lo seguí hasta aquí. Descubrí que se fijaba mucho en vosotros, y sospeché que intentaría algo. Y ya ves que no me equivocaba. Si no lo evito, hubiera matado a estos cuatro muchachos.

Poco después de desarmarlo y quitarle cualquier arma que tuviese escondida, para asegurase, el cazarrecompenzas volvió con cuerdas y demás, y lo amarró de pies y manos, y también le amordazó la boca.





      A la mañana siguiente, tras interrogarlo, el grupo ya estaba enterado de la situación.

El asesino había sido pagado por un grupo de guerreros del caos, para que asesinara a cuantos pudiera del grupo, sin descubierto, y así disminuir la diferencia con ellos…



 -Bien, como ustedes se dirigís a Mirania, igual que yo… ya que tengo que entregar al asesino y cobrar la recompensa... ¿qué tal si vamos juntos? -preguntó el tipo que les había ayudado.

 -De acuerdo -contestó Silvan.



Así, que todos se dirigieron a aquel reino.





      Horas después, los guerreros del caos irrumpieron en la posta y torturaron al hostelero para saber que había ocurrido allí, durante la estancia del grupo, y qué había sido de ellos. Éste le contó todo… hasta que oyó que se dirigían a Mirania. Éstos que ya sabían donde los encontrarían, no tenían prisa. Con que, comieron y bebieron todo lo que quisieron; y hasta maltrataron a los trabajadores del hostelero. Además, antes de marcharse destrozaron el bar.



Luego, decidieron que no entrarían en Mirania. Era lo mejor para no ser descubiertos. Se quedarían en las afueras, esperándolos para seguirlos.





      Al entrar en la ciudad, el cazarrecompensas se despidió de ellos. Tenía que entregar en la cárcel, a aquel hombre.

El grupo, lo primero que hizo fue buscar una herrería para cambiar las herraduras.

Una vez la encontraron, dejaron allí sus monturas y les dijeron que pasarían a recogerlas a la mañana siguiente.



Poco después, fueron hacia el mercado.

Llegaron enseguida. Estaba lleno de gente.



Compraron todo lo que iban a necesitar para alimentarse durante el viaje. Y hasta estuvieron oyendo a un artista, al que tras escuchar como tocaba y cantaba, arrojaron unas monedas. Después de todo esto, se dirigieron a buscar una taberna. Para ello, se adentraron en un barrio, en cuyas calles había mendigos, prostitutas, etc.

En una de ellas, se encontraron con un rufián, que no dudó en acercarse a ellos.

 -Hola amigos, ¿qué buscáis por aquí? Puedo ayudaros en lo que queráis. Os puedo dar información sobre burdeles, antros de droga, tabernas, casas de juego, o cualquier otra cosa que necesitéis.

 -Sólo necesitamos encontrar una taberna -respondió Silvan.

 -Bueno, esa información, no es gratis -le informó el tipo mientras observaba una bolsa que acababa de sacar.

 -Toma unas monedas… Ahora dinos donde podemos encontrar una.

 -Hay una en aquella dirección –le indicó, mientras mordía una de las monedas para comprobar su autenticidad.

Tras toparse con todo tipo de gente por aquellas calles, el grupo la encontró.



Enseguida, se pusieron a comer algo.



Mientras lo hacían, Justin no pudo evitar fijarse en una mesa donde tres hombres estaban jugando a las cartas.

 -Voy a jugar una partidita -dijo.

 -No malgastes el dinero. Lo necesitamos para el viaje -le regañó Silvan.

 -Es mi dinero, y puedo hacer lo que quiera. Además, siempre que he jugado… he ganado algo.

 -Tú mismo.



De modo que se sentó a la mesa con aquellos tres hombres y comenzaron otra partida. Mientras, los demás charlaban retirados, en la mesa que habían estado comiendo. Éric, que siempre había sentido curiosidad por los juegos de cartas, se acercó también, para verla.

Ésta estaba interesante. Justin que tenía una buena jugada, muy difícil de superar, sumó más cantidad de dinero a apostar. Dos de los participantes decidieron retirarse, pero el otro, que era un tahúr, igualó la suma que él había hecho. Entonces, el muchacho puso sus cartas sobre la mesa, sonriendo.

 -Estoy seguro que no superarás esto -le dijo a aquél hombre. Éste le contestó:

 -¿Estás seguro?

A continuación, puso también sus cartas sobre la mesa, y Justin pudo comprobar que superaban a las suyas. No lo podía creer… pero entonces, Éric vio que aquel hombre guardaba un par de cartas en la manga.

 -Mira, a hecho trampa. Tiene varias  guardadas.

 -¡Eso no es cierto, mocoso! -negó, mientras recogía el dinero.

 -¡No tan rápido! -pero para entonces ya había guardado el dinero en una bolsa, y se disponía a largarse. Pero a Justin le dio tiempo a agarrarlo por el hombro, para que se volviera, y luego asestarle un puñetazo. El hombre que no lo esperaba, cayó al suelo. Pero se volvió a levantar, y se lo devolvió. Entonces, el grupo que hasta el momento no había intervenido, fue en su ayuda; sin embargo, los otros dos hombres que habían participado en la partida, se les adelantaron.

 -¡Así que nos has estado engañando todo el tiempo! -expresó uno de ellos mientras sacaba un puñal para lanzárselo. El tahúr al verse acorralado, sacó una arma de fuego y antes que se lo lanzara, le disparó. El hombre cayó muerto.

 -Si alguno se atreve a acercarse o a intentar matarme, dispararé al chico -los advirtió, mientras cogía a Éric prisionero.

En ese momento, los guardias de las calles que habían escuchado el disparo, entraron en la taberna. Sin embargo, la situación era harto complicada, y no se encontraban en disposición de hacer nada, o el chico moriría.

Eléndil, el único que tenía alguna posibilidad, en voz baja, pronunció el hechizo de la Maldición del acero forjado; y entonces, el arma del tahúr comenzó a desmoronarse hasta hacerse totalmente polvo. Momento que aprovecharon los guardias para apresarlo… pero no fue al único, también se llevaron a todo el grupo, y al otro participante de la partida que quedaba vivo…





      Cuando llegaron a la cárcel de Mirania, se encontraron al asesino que quiso matarlos en la posta. Menos mal que no los encerraron en la misma celda. Porque incluso así, tanto Tristan como Justin tuvieron una fuerte discusión con él. Para no crear conflictos, metieron al tahúr con el asesino, y al grupo y al otro jugador en otras celdas.



Aquella noche, la tuvieron que pasar en la cárcel.





Al día siguiente, poco después de que todos despertasen, apareció en la prisión el cazarrecompensas que el día anterior les había ayudado. Traía a otro a la cárcel, para cobrar la recompensa.

 -Hola, ¿cómo estás? Veo que últimamente te van muy bien las cosas -insinuó el carcelero, un hombre fuerte y resistente, aunque algo alcohólico y sin escrúpulos, que llevaba un garrote y una botella de vino peleón en las manos, y una gran anilla con pesadas llaves colgada de la cintura.

 -¡Dos días, dos cazados, dos recompensas! ¡Es verdad! Aunque sólo he tenido suerte -respondió, al tiempo que entregaba al hombre en cuestión.

 -Adelante -instó, mientras empujaba al hombre a la celda.



El cazarrecompensas en ese momento, se le ocurrió mirar hacia ellas. Cuál fue su sorpresa, cuando vio al grupo que ayudó el día anterior, entre los demás prisioneros.

 -¿Por qué están estos aquí? -le preguntó al carcelero.

 -Parece ser, que ayer tuvieron una pelea en una taberna dónde suelen apostar dinero a las cartas -respondió.

 -¡Sí, pero no tuvimos la culpa! ¡Aquel hombre de aquella celda, hizo trampas, y luego quiso matarme! -se apresuró a decir Éric, rápidamente.

 -Los conozco. Ayer mismo estuve con ellos. Creo a ese chico, y quiero ponerlos en libertad.

 -Entonces, tendrás que quedarte sin tu recompensa, pues para sacarlos a todos de prisión la suma asciende hasta la misma cantidad que te tendría que entregar –le dijo el carcelero, mirándolo inquisitívamente.

 -No me importa. Renuncio a ella, si con ello esta gente puede quedar libre.





El cazarrecompensas logró sacar al grupo de la cárcel. Así que, éstos volvieron a darle las gracias de nuevo. Éste les dijo que no era tan amable con todo el mundo, pero le habían caído bien.



Una vez se despidieron, el grupo fue entonces a la herrería a por sus monturas. Pagaron al herrero por su excelente trabajo, y se marcharon de Mirania. Los guerreros del caos que los vieron salir, salieron de su escondite tras las rocas, y los siguieron a larga distancia.