El asesino
EL ASESINO, EL CAZARRECOMPENZAS,
Y EL TAHÚR
El grupo de héroes
seguía su viaje a Mirania. En estos momentos, pasaban por un camino que llegaba
hasta ella.
Estaban cansados por el
ataque de los skavens y por haber tenido que pasar aquellos pantanos, llenos de
fango, y que desprendían aquel olor tan desagradable.
Algo más adelante, se
encontraron un pastor que tenía un rebaño de ovejas pastando cerca del camino.
-Buen hombre, ¿podría decirnos dónde podríamos
encontrar algún sitio donde parar a descansar, comer, y lavarnos un poco, antes
de llegar a Mirania? –le preguntó Silvan. Éste los miraba desconcertado. Olían
fatal, estaban llenos de barro, y eran un grupo muy variopinto, y de lo más
rarito.
El hombre no pudo evitar
fijarse también en sus monturas… compuestas por caballos, unicornios y hasta un
poni.
Tras dudar un poco, le
contestó:
-Si lo que queréis es descansar… un poco más
adelante, por este mismo camino hay una posta donde podréis hacerlo.
-Gracias, no sabe como lo necesitamos. Bien,
sigamos adelante amigos.
El pastor no mentía. Poco
después, junto al camino se encontraba una posta de tamaño medio. El grupo
suspiró aliviado… ahora podrían asearse un poco, comer y descansar.
Ésta disponía de una planta
baja y una primera.
Tras pasar el bajo muro exterior,
se encontraron en un patio. Al lado se encontraban los establos y la cochera; y
un poco más allá, un huerto.
Enseguida, un guardabarrera
se acercó a ellos.
-Hola ¿Va a ser un rato, o pararéis hasta
mañana? -preguntó al grupo.
-Pasaremos la noche aquí -respondió Silvan.
-Bien, llevaré vuestras monturas a los establos.
Si queréis que les cambie las herraduras, también puedo hacerlo.
El general pensó, que
éstas necesitaban un cambio de herraduras, pero prefería cambiárselas en
Mirania, donde seguro habría herreros más cualificados.
-No -respondió al fin-. Bastará con que los
lleves a los establos, y les des comida y agua.
-Como deseéis. Serán cinco monedas de plata.
Mientras Silvan le
pagaba, llegó un carruaje que también paró en la posta. De él bajó un hombre
extraño, que vestía de negro, envuelto
en una capa y con un sombrero, todo del mismo color; que igual que ellos tuvo
que pagar al guardabarrera.
El cochero se acercó a
éste último, y le dijo:
-Quiero cambiar los caballos. Están muy
cansados. Mientras, tomaré algo en el bar.
Unos mozos de cuadra
se llevaron los caballos del carruaje, y los renovaron por otros.
El grupo entró dentro,
seguido de aquel hombre y el cochero.
La posta disponía en su
planta baja: del lugar destinado al guardabarrera, una cocina, un almacén, los
establos, una cochera, una herrería, una destilería, un sótano algo más abajo,
un patio, y un bar privado. En la planta de arriba o primera planta había: otro
bar, otra destilería, una sala de reuniones, un gran dormitorio, y las demás
habitaciones; unas dedicadas a los sirvientes, otras a los que se hospedaban, otra para los guardas del
camino, y una para el hostelero.
Todos se dirigieron al
bar. El cochero sólo pidió algo de beber, y enseguida se marchó, pero el grupo
y el otro hombre pidieron también algo de comer.
Poco después, entró en
el bar otro hombre, éste también llevaba un sombrero, pero algo más pequeño que
el del hombre anterior. Iba cubierto por el pecho y la espalda, por una especie
de mantón, y fumaba en pipa.
También pidió algo de
comer.
Parece que aquellos dos
hombres, se disponían a pasar la noche en la posta, como el grupo.
De la cocina salió un
pinche, que le dijo a uno de los servidores del bar:
-El cocinero dice que la comida del grupo ya
está preparada.
-Enseguida vamos -contestó uno de los dos
sirvientes.
Momentos después, éstos fueron trayendo la comida del grupo. El hostelero les dijo:
-Atendedlos bien; que queden contentos… no
quiero problemas con desconocidos.
Inmediatamente, también
les trajeron la comida a los otros dos hombres. Cada uno comía en una mesa propia, retirada
una de la otra.
Isilion entonces,
comentó una cosa al grupo:
-¿No os habéis dado cuenta, que el primero de
los dos hombres que llegó tras nosotros, no nos ha quitado la vista de encima
desde entonces… y que el otro, aunque también se fija en nosotros, no se la ha
quitado a él?
-Pues no me había fijado -respondió Tristan.
-Como te vas a dar cuenta, si cuando te pones
a la mesa sólo tienes ojos para la comida -bromeó Justin.
-Callaos, no levantéis la voz, o sospechará
que hablamos de él -ordenó enseguida, Silvan.
El hombre de negro, que los
había escuchado, se puso a comer mirando hacia otro lado. Mientras, el otro
seguía observándolo todo, sin prejuicio alguno.
Una vez se acabaron la
comida, todos subieron arriba a asearse y a descansar en las habitaciones.
Sus ropas las entregaron
a las sirvientas de la posta para que estuvieran limpias al día siguiente.
El hombre de negro…
cuando todos se hubieron dormido, salió de su habitación y entró sin hacer
ruido en una de las otras habitaciones. Era la de Justin, Alan, Kevin y Éric. Entonces, sin hacer ruido, sacó una daga de su cinturón y se dispuso a clavársela a alguno de ellos. Para ello, cogió una almohada, se disponía a tapar con ella la
boca de su víctima para evitar su grito… cuando alguien lo evitó. El segundo
hombre. Sin hacer el más leve sonido, había entrado y se había acercado por
detrás y le había agarrado el cuello, y con la otra mano sujetó el
brazo donde el asesino tenía la daga.
Con el forcejeo, tanto
Justin, como Alan, Kevin y Éric despertaron.
El segundo hombre logró
arrebatarle por fin la daga. Seguidamente le asestó un tremendo gancho que dejó
caer al de negro. Aunque consciente, tardaría un rato en recuperarse del
puñetazo y levantarse. Eso lo aprovechó el segundo para amenazarlo con su
espada.
En ese momento, llegaron
los demás de las otras habitaciones.
-¿Qué ocurre aquí? -preguntó el general.
-Este hombre intentó
acabar con la vida de ese muchacho.
-¿Alan estás bien?
-Sí. Gracias a él –dijo señalando al segundo
hombre-, no me ha hecho nada.
-Estamos en deuda contigo –le dijo Silvan, estrechándole la mano.
-Tranquilo. Sólo realizaba mi trabajo. Soy
cazarrecompenzas. Él es un asesino al que llevo siguiéndole la pista desde hace
tiempo. Ayer lo vi y lo seguí hasta aquí. Descubrí que se fijaba mucho en
vosotros, y sospeché que intentaría algo. Y ya ves que no me equivocaba. Si no
lo evito, hubiera matado a estos cuatro muchachos.
Poco después de
desarmarlo y quitarle cualquier arma que tuviese escondida, para asegurase, el
cazarrecompenzas volvió con cuerdas y demás, y lo amarró de pies y manos, y también
le amordazó la boca.
A la mañana siguiente, tras interrogarlo,
el grupo ya estaba enterado de la situación.
El asesino había sido
pagado por un grupo de guerreros del caos, para que asesinara a cuantos pudiera
del grupo, sin descubierto, y así disminuir la diferencia con ellos…
-Bien, como ustedes se dirigís a Mirania,
igual que yo… ya que tengo que entregar al asesino y cobrar la recompensa... ¿qué
tal si vamos juntos? -preguntó el tipo que les había ayudado.
-De acuerdo -contestó Silvan.
Así, que todos se dirigieron
a aquel reino.
Horas después, los guerreros del caos
irrumpieron en la posta y torturaron al hostelero para saber que había ocurrido
allí, durante la estancia del grupo, y qué había sido de ellos. Éste le contó
todo… hasta que oyó que se dirigían a Mirania. Éstos que ya sabían donde los
encontrarían, no tenían prisa. Con que, comieron y bebieron todo lo que
quisieron; y hasta maltrataron a los trabajadores del hostelero. Además, antes
de marcharse destrozaron el bar.
Luego, decidieron que no entrarían en Mirania. Era lo mejor para no ser descubiertos.
Se quedarían en las afueras, esperándolos para seguirlos.
Al entrar en la ciudad, el cazarrecompensas
se despidió de ellos. Tenía que entregar en la cárcel, a aquel hombre.
El grupo, lo primero que
hizo fue buscar una herrería para cambiar las herraduras.
Una vez la encontraron,
dejaron allí sus monturas y les dijeron que pasarían a recogerlas a la mañana
siguiente.
Poco después, fueron
hacia el mercado.
Llegaron enseguida.
Estaba lleno de gente.
Compraron todo lo que
iban a necesitar para alimentarse durante el viaje. Y hasta estuvieron oyendo a
un artista, al que tras escuchar como tocaba y cantaba, arrojaron unas monedas.
Después de todo esto, se dirigieron a buscar una taberna. Para ello, se
adentraron en un barrio, en cuyas calles había mendigos, prostitutas, etc.
En una de ellas, se encontraron
con un rufián, que no dudó en acercarse a ellos.
-Hola amigos, ¿qué buscáis por aquí? Puedo
ayudaros en lo que queráis. Os puedo dar información sobre burdeles, antros de
droga, tabernas, casas de juego, o cualquier otra cosa que necesitéis.
-Sólo necesitamos encontrar una taberna -respondió
Silvan.
-Bueno, esa información, no es gratis -le
informó el tipo mientras observaba una bolsa que acababa de sacar.
-Toma unas monedas… Ahora dinos donde podemos
encontrar una.
-Hay una en aquella dirección –le indicó,
mientras mordía una de las monedas para comprobar su autenticidad.
Tras toparse con todo
tipo de gente por aquellas calles, el grupo la encontró.
Enseguida, se pusieron a
comer algo.
Mientras lo hacían,
Justin no pudo evitar fijarse en una mesa donde tres hombres estaban jugando a
las cartas.
-Voy a jugar una partidita -dijo.
-No malgastes el dinero. Lo necesitamos para
el viaje -le regañó Silvan.
-Es mi dinero, y puedo hacer lo que quiera.
Además, siempre que he jugado… he ganado algo.
-Tú mismo.
De modo que se sentó a
la mesa con aquellos tres hombres y comenzaron otra partida. Mientras, los
demás charlaban retirados, en la mesa que habían estado comiendo. Éric, que
siempre había sentido curiosidad por los juegos de cartas, se acercó también,
para verla.
Ésta estaba interesante.
Justin que tenía una buena jugada, muy difícil de superar, sumó más cantidad de
dinero a apostar. Dos de los participantes decidieron retirarse, pero el otro,
que era un tahúr, igualó la suma que él había hecho. Entonces, el muchacho puso
sus cartas sobre la mesa, sonriendo.
-Estoy seguro que no superarás esto -le dijo a
aquél hombre. Éste le contestó:
-¿Estás seguro?
A continuación, puso también
sus cartas sobre la mesa, y Justin pudo comprobar que superaban a las suyas. No
lo podía creer… pero entonces, Éric vio que aquel hombre guardaba un par de cartas
en la manga.
-Mira, a hecho trampa. Tiene varias guardadas.
-¡Eso no es cierto, mocoso! -negó, mientras recogía
el dinero.
-¡No tan rápido! -pero para entonces ya había guardado el dinero en una bolsa, y se disponía a largarse. Pero a Justin
le dio tiempo a agarrarlo por el hombro, para que se volviera, y luego
asestarle un puñetazo. El hombre que no lo esperaba, cayó al suelo. Pero se
volvió a levantar, y se lo devolvió. Entonces, el grupo que hasta el momento no
había intervenido, fue en su ayuda; sin embargo, los otros dos hombres que
habían participado en la partida, se les adelantaron.
-¡Así que nos has estado engañando todo el
tiempo! -expresó uno de ellos mientras sacaba un puñal para lanzárselo. El
tahúr al verse acorralado, sacó una arma de fuego y antes que se lo lanzara, le
disparó. El hombre cayó muerto.
-Si alguno se atreve a acercarse o a intentar
matarme, dispararé al chico -los advirtió, mientras cogía a Éric prisionero.
En ese momento, los
guardias de las calles que habían escuchado el disparo, entraron en la taberna.
Sin embargo, la situación era harto complicada, y no se encontraban en
disposición de hacer nada, o el chico moriría.
Eléndil, el único que
tenía alguna posibilidad, en voz baja, pronunció el hechizo de la Maldición del acero forjado; y entonces,
el arma del tahúr comenzó a desmoronarse hasta hacerse totalmente polvo. Momento
que aprovecharon los guardias para apresarlo… pero no fue al único, también se
llevaron a todo el grupo, y al otro participante de la partida que quedaba vivo…
Cuando llegaron a la cárcel de Mirania,
se encontraron al asesino que quiso matarlos en la posta. Menos mal que no los
encerraron en la misma celda. Porque incluso así, tanto Tristan como Justin
tuvieron una fuerte discusión con él. Para no crear conflictos, metieron al
tahúr con el asesino, y al grupo y al otro jugador en otras celdas.
Aquella
noche, la tuvieron que pasar en la cárcel.
Al día siguiente, poco
después de que todos despertasen, apareció en la prisión el cazarrecompensas
que el día anterior les había ayudado. Traía a otro a la cárcel, para cobrar la
recompensa.
-Hola, ¿cómo estás? Veo que últimamente te van
muy bien las cosas -insinuó el carcelero, un hombre fuerte y resistente, aunque
algo alcohólico y sin escrúpulos, que llevaba un garrote y una botella de vino
peleón en las manos, y una gran anilla con pesadas llaves colgada de la cintura.
-¡Dos días, dos cazados, dos recompensas! ¡Es
verdad! Aunque sólo he tenido suerte -respondió, al tiempo que entregaba al
hombre en cuestión.
-Adelante -instó, mientras empujaba al hombre
a la celda.
El cazarrecompensas en
ese momento, se le ocurrió mirar hacia ellas. Cuál fue su sorpresa, cuando vio
al grupo que ayudó el día anterior, entre los demás prisioneros.
-¿Por qué están estos aquí? -le preguntó al
carcelero.
-Parece ser, que ayer tuvieron una pelea en
una taberna dónde suelen apostar dinero a las cartas -respondió.
-¡Sí, pero no tuvimos la culpa! ¡Aquel hombre
de aquella celda, hizo trampas, y luego quiso matarme! -se apresuró a decir Éric,
rápidamente.
-Los conozco. Ayer mismo estuve con ellos. Creo
a ese chico, y quiero ponerlos en libertad.
-Entonces, tendrás que quedarte sin tu
recompensa, pues para sacarlos a todos de prisión la suma asciende hasta la
misma cantidad que te tendría que entregar –le dijo el carcelero, mirándolo
inquisitívamente.
-No me importa. Renuncio a ella, si con ello
esta gente puede quedar libre.
El cazarrecompensas
logró sacar al grupo de la cárcel. Así que, éstos volvieron a darle las gracias
de nuevo. Éste les dijo que no era tan amable con todo el mundo, pero le habían
caído bien.
Una vez se despidieron,
el grupo fue entonces a la herrería a por sus monturas. Pagaron al herrero por
su excelente trabajo, y se marcharon de Mirania. Los guerreros del caos que los
vieron salir, salieron de su escondite tras las rocas, y los siguieron a larga
distancia.
Me ha gustado mucho este capítulo, tiene mucha acción y muchos personajes nuevos... me gusta que en la historia los protagonistas se encuentren con gente nueva, resulta muy realista y entretenido.
ResponderEliminarAdoro al cazarrecompensas, ¿aparecerá más?
Un abrazo.
Hola. No recuerdo bien si sale más. De todas formas en otro capítulo sale un personaje parecido. Un abrazo.
EliminarEs entretenido, y muy real. Al seguir la lectura lo vives en cada momento.
ResponderEliminarSugerencias de errores en el texto para modificar;
-"Para ello, cogió una almohada, se disponía (se dispuso) tapar con ella la boca de su víctima para evitar su grito… cuando alguien lo evitó"
-"El segundo hombre. Sin hacer el más leve sonido, había entrado y se había acercado por detrás y le había agarrado con un brazo el cuello, y con la otra mano sujetó el brazo donde el asesino tenía la daga" (modifica el texto, o no hay pausas o hay demasiadas)
-"Bien, como ustedes se dirigís a Mirania, igual que yo..(os dirigís)
Saludos!!!
Hola. Bienvenida de nuevo.
EliminarComo se me han podido pasar unos errores tan gordos. Ya los reviso, cuando pueda. Gracias. Saludos.
Intento de asesinato, pelea en una taberna y todos presos, esto sí que no me lo esperaba. Aunque por suerte salió todo bien. Ya veremos si siguen teniendo suerte a medida que progresen en su aventura.
ResponderEliminar¡Saludos!
Hola.
EliminarEste capítulo está muy bien. Tiene un poco de todo, varios elementos para que guste. Me lo pasé muy bien escribiéndolo.
Ya veremos como solventan todos los contratiempos.
Saludos.
¡Buenas!
ResponderEliminarUn capítulo intenso. Pues no han tenido suerte ni nada de que el caza-recompensas fuera tras el asesino a sueldo. Y luego encima les ayuda a salir de la cárcel. Me ha resultado interesante este sujeto, sí. No creí que fueran tan amigables, la verdad. Pero me ha gustado.
Y Justin, con su afición al juego... Este chico les acabará metiendo en un lío! XD Claro que el tramposo se merecía el puñetazo (aunque pobrete al que mata...)
Entretenido, sí. Me gusta.
Bueno José, pues nada, hasta la próxima.
¡¡Ciao!! ^^
Parece que el cazarreconpenzas os gustó a todos. Justin como siempre metiéndose en líos.
EliminarGracias.
Besos.