viernes, 24 de abril de 2015

Capítulo 46 de Dragonstones 1








LA BATALLA… Y MUCHAS OTRAS COSAS


   Tuvieron que atravesar el río drac y el río de lava, pero al final consiguieron su objetivo, llegar a Draconia.
Escondidos en las montañas, esperaban el momento ideal para atacar. Mientras tanto, estudiaron el entorno y a su rival.
Draconia era una tierra inhóspita rodeada casi al completo por montañas, excepto al este, que estaba limitada por el bosque de draconia y el río de lava.
Al norte, se encontraban los impresionantes volcanes de draconia. Eran tres, y casi siempre estaban activos. En aquel momento, sólo uno de ellos, el más alejado.
La tierra desértica y rojiza estaba cubierta de restos de lava solidificados y cenizas. Incluso, los árboles más cercanos estaban quemados, secos, o en un estado lamentable. Además, el aire era casi irrespirable, pues los gases expulsados por los volcanes lo impedían.

Sus rivales, los draconianos, eran tan temibles como los esperaban. Toda aquella tierra estaba cubierta de ellos. Como se decía, los había de distintas clases, y como los dragones, se diferenciaban por el color de sus escamas, de tantos colores como las de los dragones.
Aunque el grueso del ejército se encontraba en el exterior, debían tener su base en el interior de las montañas y volcanes, porque toda la pared de ellas estaba cubierta de orificios que servían de entrada y salida a los draconianos. Seguramente, todas ellas se comunicaban entre sí mediante galerías internas.

El ejército humano esperó a que llegase la noche para atacar.

A la orden del Rey Mónkchar y el general Silvan los gruesos de cada reino se dispersaron entre las montañas para atacar por diferentes frentes.
Aunque cogieron a los draconianos desprevenidos, no lo hicieron del todo, pues gracias a Ízmer sabían sus intenciones, y estaban esperándolos. Con todo, nunca supieron en que momento exacto serían atacados.




Lana, aunque no había terminado su aprendizaje junto a Edna, ya era mejor ilusionista que Eléndil, pues había alcanzado el nivel cuarto de ilusionismo.
Llegado el momento, decidió posponer su aprendizaje para otra ocasión, pues se sentía preparada para realizar en La Gran Universidad de la Hechicería, el examen para conseguir la túnica gris.




      Justo cuando alcanzaron las montañas entre el bosque de ignion y Draconia, Eléndil y Jorel se encontraron algo que no esperaban… había un asentamiento de centauros alados. Exactamente igual que los centauros, de diversos colores, con orejas de ciervo, pero con alas situadas en la parte posterior, en la unión del cuerpo humano con el del caballo.
No tardaron en detenerlos y llevarlos ante el que parecía ser el cabecilla.
Les tuvieron que contar porqué habían llegado hasta allí. Éste los creyó, pero les dijo que si querían seguir tendrían que pagar por hacerlo, y que el pago serían sus caballos.
No tuvieron más remedio que aceptar.
Tras este incidente, siguieron su camino.
Eléndil se acordó entonces de sus amigas las águilas gigantes, y las llamó. Cuando llegaron hasta ellos, se montaron cada uno en una de ellas, -las demás volvieron a lugar donde provenían-, y atravesaron aquellas montañas.
En un santiamén, llegaron a Draconia.
Vieron que el ejército humano ya había llegado y había iniciado la batalla; así, que se unieron a ellos. 




Por otro lado, Kevin y Yúnik, una vez consiguieron dejar el cementerio de dragones atrás, viajaron hacia el norte, dirección a Draconia.
 -Ha faltado poco, eh Yúnik.
 -Ya lo creo. Nunca había visto a Ilrahtala, pero después de haberlo hecho, creo que la leyendas que se cuenta de él, deben de ser ciertas.
 -¿No habrás tenido miedo?
 -Sólo digo, que a su lado yo parecía un mosquito insignificante. Y por si no te has dado cuenta, sus ocho cabezas exhalaban fuego e hielo. Y si nos llega alcanzar, ahora no lo contaríamos.
 -Pues prepárate, porque lo que nos espera dentro de poco, no es para menos.




Lejos de allí, en el reino de Longoria, las cosas para Éric y su hermana Susan eran muy distintas.

Él tuvo que esforzarse mucho en cada uno de los entrenamientos que seguía, pero gracias a ello, a ojos de sus profesores mejoraba a pasos agigantados. Con todo, hubiese deseado avanzar mucho más rápido.

Ella, por el contrario, al ver aprobado el examen, fue nombrada däisien. Ahora, además de ser una de las damas de compañía de la reina, formaba parte del reducido grupo de däisiens del reino de Longoria.




El barco que había partido de la isla de Valyon había recorrido ya gran parte del Océano Aélfland. A bordo viajaban Mialee, Isilion, Guizbo, el pequeño Joel, y el resto de elfos silvanos que regresaban a su pueblo. También, la carroza real silvana, nueve unicornios, y sus primos elfos encargados de dirigir el barco.




Tristan, Gúnnar y Jim buscaron aliados en cada uno de los reinos del este que pisaban. En los sitiados les fue casi inútil, pues los draconianos ya habían alistado a la mayoría de los disponibles. Pero su suerte cambió en los reinos situados más al sur. Como sus habitantes y sus reyes estaban al tanto de lo sucedido en reinos como Doeria, Rúln, Lírnaag, Ólnitor, Mánzech, Sapion y Carian, se negaron a que a ellos les sucediese lo mismo. Kalienon era el último reino invadido por los draconianos, y en estos momentos se encontraba a punto de ser sometido.
Los reinos del este que aún eran libres decidieron unir fuerzas ante el enemigo.
Pero además, el bárbaro, el enano y el kender formaron una banda bastante numerosa con integrantes de cada uno de los reinos, para atacar por sorpresa a los carros de suministros de los draconianos… en los caminos, o en cualquier otro sitio; para de esta manera, intentar parar el avance de éstos hacia el sur. Es lo menos que podían hacer, hasta que acabase la batalla que enfrentaba a los reinos del oeste con los draconianos, en Draconia. Una vez acabada ésta, ya avisarían al reino de Longoria, de la situación en los reinos del este.




 Láslandriel e Ilene volaban junto a los avens por encima del los árboles del bosque de draconia. Los eawoks también iban con ellos, sujetos por los hombres-pájaro.

Volaban muy despacio, pues los árboles, los más altos de todo el mundo de Shakával, hacían que tuvieran que volar a mucha altura, y dado que se encontraban cerca del Paso de Hielo, a aquella altitud hacía mucho frío y los músculos de las alas se agarrotaban. Pero de todos modos, la distancia a cubrir no era demasiado larga; así, que en poco tiempo llegarían a Draconia.  

jueves, 16 de abril de 2015

Capítulo 45 de Dragonstones 1









MOMENTOS DIFÍCILES


     Tras un largo viaje en barco, llegaron a la isla de Valyon. No era demasiado grande, ni había montañas, ni ríos en ella. Empero, un maravilloso bosque la cubría casi en su totalidad. En su interior, igual que en Silvanya, se hallaba la ciudad de los elfos; mucho más amplia que su semejante, y edificada también en madera, pero con edificios mucho más grandes y esplendorosos.
Diseminadas por el resto del bosque, había muchas otras casas sueltas, o grupos de ellas, que sin embargo, no llegaban a formar una aldea.
El bosque estaba lleno de vida. Con muchos animales y pájaros, muy variados.

Guizbo, el gnomo, estaba encantado con el viaje a la isla. Todo allí era maravilloso, y una nueva aventura para él. Aparte, los elfos de la isla los recibieron muy bien.
Con todo, Almare cada día que pasaba estaba más débil, pero aún así, quería aprovechar cada segundo que permaneciese en la isla para estar con los suyos.
Algunos días, cuando Mialee lo encontraba con más ánimos, lo sacaba a dar un paseo por el bosque. A veces, recordaba anécdotas de un tiempo pasado, y se las contaba a su hija.
Un día, aunque el rey silvano se encontraba muy decaído, le pidió que lo llevase al bosque. La dirigió hasta un árbol muy viejo con un tronco muy grueso. Cuando llegó allí, le contó a su hija que allí fue donde se declaró a su madre. Luego les deseó a ella y a Isilion, la misma felicidad que él tuvo con su madre. A continuación, mientras acariciaba con su mano la mejilla de su hija, sus ojos se cerraron para no volverse abrir jamás.


El día después, se llevó a cabo el entierro del que hasta aquel momento había sido el rey de los elfos silvanos.
Todo fue muy emotivo. No obstante, se rindieron lo honores propios de un rey.
Mialee, se consolaba sabiendo que por lo menos había pasado sus últimos días, como el quería; junto a los suyos, en su isla de nacimiento.
Los siguientes días fueron muy difíciles para la princesa elfa, pero contaba con el consuelo de Isilion, y sobretodo, la alegría de su hijo Joel.
Cuando se encontró preparada, iniciaron el viaje de regreso en el mismo barco que los había traído a la isla.



      El grupo formado por el bárbaro Tristan, el enano Gúnnar y el kender Jim, tuvieron que seguir el río de hielo hasta alcanzar el Paso de Oriente. Una vez cruzado, pronto llegaron al reino de Kalienon. Allí permanecieron sólo un día, porque querían recorrer todos los reinos del este, para saber como estaba la situación en cada uno de ellos.
Diez días después, habían estado en todos. Comprobaron que las circunstancias en algunos habían cambiado mucho. Los reinos más al norte, estaban casi sitiados por aquellos horribles draconianos. De modo, que tuvieron que viajar de incógnitos, disfrazados, o a escondidas. Por suerte para ellos, encontraron aliados que se oponían a esas criaturas, y les dieron cobijo. Una vez averiguaron que reinos estaban sitiados… intentaron evitar que mucha gente fuera reclutada por el bando enemigo; pero para convencerlos, tuvieron algunas discusiones en algunos de ellos. Incluso se pelearon con algunos desertores, y tuvieron que matar algún draconiano, que los descubrió, para que no diese la voz de alarma, y los declarase.



Tras pasar la noche con los ewoks, los ángeles tuvieron que dejarlos y seguir su viaje. No tardaron en alcanzar Aven.
Los hombres-pájaro se alegraron enormemente con su llegada. Sabían lo que había ocurrido durante aquellos años, desde que vinieron buscando la Dragonstone verde hasta ahora… y en absoluto,  se arrepentían de haber tomado la decisión de entregarles la piedra verde.
Láslandriel e Ilene hablaron con Aven, el líder de los hombres-pájaro, y le explicaron como se encontraba la situación en estos momentos. Le dijeron que el reino de Longoria en acuerdo con el reino de los ángeles los había enviado para solicitar su ayuda contra los draconianos.
Los avens no vacilaron un momento en ofrecérsela... Aunque, hasta que no estuvieron preparados, no decidieron partir con los ángeles.

Al día siguiente, llegaron a Éawak y una vez los eawoks también estuvieron dispuestos, se marcharon a Draconia. Éstos últimos viajaban en las garras de los avens, sujetos por la espalda.



viernes, 10 de abril de 2015

Capítulo 44 de Dragonstones 1







EL CEMENTERIO DE DRAGONES. APARECE ILRAHTALA


   Por fin llegaron al cementerio de dragones. Kevin y Yúnik fueron recibidos por un paisaje árido. La tierra era rojiza, pedregosa, desértica, con grietas y polvorienta. El aire era difícil de respirar, debido a las constantes partículas de arena que el viento arrastraba, abrasando la piel de cualquier humano que se atreviese a poner un pie sobre aquella tierra sagrada. Kevin decidió protegerse la cara con su escudo. Además, los tres soles parecían calentar en aquel lugar, como en ningún otro sitio.

Pronto vieron los restos del primer dragón. A lo lejos, en aquella rojiza tierra se distinguía semienterrado un enorme esqueleto blanquecino.
Kevin notó que Yúnik tenía el corazón encogido. Así que, mientras la sobrevolaban, le acarició el cuello con ternura. Conforme avanzaban, vieron muchos más esqueletos de dragones. Pero además, vieron restos de ellos, aún en descomposición, de todos los colores. Las moscas y los buitres carroñeros se agolpaban en torno a ellos para pillar su parte.
Incluso vieron un dragón de bronce agonizando moribundo, y a un azul en mejor estado, pero sin fuerzas para moverse; ambos morirían de viejos, como casi todos los dragones que iban a aquel cementerio. Su cementerio.
Kevin pensó que muchos hechiceros, herreros o sastres pagarían por conseguir los cuernos, garras, colmillos o escamas de aquellos fantásticos animales.

Siguieron avanzando… y por fin vieron lo que habían venido a buscar. Junto a las montañas se divisaba una construcción propia de otra era. Debía ser el mausoleo.
 -Yúnik, vayamos hacia allí -le instó Kevin.
 -De acuerdo.

Poco antes de llegar hasta el edificio, de la nada apareció en el cielo un dragón descomunal.

 -¡Il… rah… ta… la! -consiguió articular Kevin, impresionado ante lo que sus ojos veían.

Como la leyenda decía, tenía ocho cabezas, una por cada raza de dragón que existía. La central era dorada como el resto de su cuerpo, y era inmenso. Kevin ya había visto esqueletos y restos de dragones de todos los colores en aquel cementerio, pero ninguno tan grande como aquel.

 -¡Deteneos, insensatos! -rugió una voz atronadora.

El colosal dragón se interpuso entre ellos y el mausoleo.

 -Como os atrevéis a poner siquiera un pie en este lugar sagrado.
 -Necesitamos entrar en él -se atrevió a decir Kevin.
 -¿Para qué?
 -Necesitamos conseguir las armas de los caballeros de dragón.
 -Yo diría que tú eres uno de ellos. ¿Acaso, no montas a uno de los míos?
 -Pero en este caso es por iniciativa propia -habló ahora el joven dragón.
 -Dime dragón ignorante, ¿cómo te llamas?
 -Yúnik.
 -¿Qué le ha llevado a un dragón, a tomar a un jinete por propia decisión, y no por un pacto, o por el vínculo de las Dragonstones?
 -Mi jinete, es además quien me ha criado desde que nací, y lo considero un amigo fiel.
 -Está bien muchacho, te has ganado mi respeto, quizás os conceda una oportunidad.
 -¿Qué oportunidad? -preguntó Kevin.
 -Si aciertas el acertijo que te voy a decir, podrás entrar al mausoleo pero, sólo podrás coger una de las armas. Eso sí, la que tu desees.
 -De acuerdo. ¿Cuál es el acertijo?
 -Oye bien, porque sólo lo repetiré una vez:




“Tres que son uno…
…Uno que son tres.
Todos en comunión para lograr un fin.
 La vida de uno va ligada a la de los otros,
y sus nacimientos y sus muertes van seguidas una tras otra.
Sin embargo, la vida del más grande no es la más intensa, sino la del pequeño;
siendo la del mediano la más apagada.”




Kevin se quedó estupefacto tras oírlo. No esperaba que fuera algo tan complicado. Deseó que su amiga Susan estuviese allí. Ella seguro que daría con la respuesta.
Estuvo largo rato rumiando las posibles respuestas… hasta le preguntó a Yúnik, por si se le ocurría algo. Ilrahtala le dijo que aunque tenía mucha paciencia, solo esperaría hasta que el último rayo del día desapareciera y llegara la noche.
Y entonces lo descubrió…
 -¡Lo tengo! -gritó entusiasmado.- No lo habría logrado sin tu ayuda -le dijo al dragón.
 -¿Sin mi ayuda? No recuerdo haberte ayudado -le dijo Ilrahtala.
 -Aunque no lo creas, sí que lo has hecho. Lo hiciste al darme un plazo para darte la respuesta. Al escuchar: el último rayo del día, pensé en algo, y ese algo es la respuesta.
 -Y… ¿Cuál es?
 -Los tres soles.
Dijistes: Tres que son uno, uno que son tres. Los tres soles forman un triangulo cuando están juntos. Un triangulo formado por tres.
Y lo de todos en comunión para lograr un fin… su fin es el de iluminar y calentar este planeta.
Por otro lado, lo de la vida de uno va ligada a la de los otros, y sus nacimientos y sus muertes van seguidas unas tras otra… está claro, su vidas estás ligadas porque cada día tienen que estar juntos; y sus nacimientos son sus amaneceres, y sus muertes sus atardeceres… que van seguidos unos de otros.
Y para acabar, el último párrafo decía: Sin embargo, la vida del más grande no es la más intensa, sino la del pequeño; siendo la del mediano la más apagada. El sol más grande es el amarillo, y su vida o mejor dicho su luz, no es la más intensa porque lo es la del más pequeño, la del sol rojo, siendo la del mediano, o sol blanco, la más apagada.

 -No terminas de asombrarme muchacho. Has acertado de pleno. Así, que te concedo lo que te prometí. Pero solo podrás pasar tú.
 -No es justo.
 -Nunca dije que tu dragón pudiera pasar contigo. El deberá esperar fuera.
 -De acuerdo. Si no me queda otra.


Momentos después, Kevin se encontraba dentro del mausoleo de La Orden de los Caballeros de Dragón. Tras recorrer un largo pasillo con columnas, lleno de antorchas apagadas, pero con ventanas sin acristalar por donde entraba la luz… llegó a una gran sala redonda, cuyas paredes se alzaban altísimas hasta alcanzar una cúpula. Alrededor de toda la sala había ocho tronos en los que descansaban los esqueletos aún con armaduras de los caballeros de la orden. Y, sobre cada trono había una ventana por la que entraba la luz y caía al centro de la sala, donde se alzaba un púlpito, con un enorme libro, encuadernado en piel, cubierto de polvo.

Kevin se acercó hasta el libro…

Como estaba cubierto de polvo, Kevin sopló previamente sobre la cubierta, y lo desempolvó con uno de sus guantes, hasta ver el título de la portada:


“MEMORIAS DE LA ORDEN DE LOS CABALLEROS DE DRAGÓN”


Decidió abrirlo.
Descubrió que estaba escrito a pluma, y que no estaba completo. Con que, buscó rápidamente las últimas páginas escritas. Cuando las encontró, comenzó a leer:




“Yo, el último superviviente de la orden, me encuentro ahora sólo… Triste por la muerte de mis anteriores compañeros, y sin alicientes. Tras la disolución de la orden, intenté convencer a mis compañeros y sus distintos reinos, a Ilrahtala y a los dragones, que habíamos cometido un error, pero no me escucharon. Sólo mi dragón me apoyó…

En un intento desesperado, intenté hacer cambiar de idea a Ilrahtala; pues si lo convencía a él, el resto sería más fácil. Fue un error, discutimos, y sólo conseguí que en la refriega, mi dragón cayese gravemente herido.

Tras meditarlo bien, decidí renunciar a recuperar la orden. Ahora muchos años después, tras la muerte del último de mis compañeros, he vuelto a este mausoleo a rendirle honor y dejar testimonio en estas memorias, de ello…


Firmado: El último Caballero de Dragón de La Orden, con vida.

Año Cuarenta de La Quinta Edad. ”






Kevin recordó haber oído en alguna ocasión que se encontraban en el Año Cincuenta y Tres de la Quinta Edad. Así, que aquel testimonio había sido escrito, ¡hace tan sólo trece años!

Cerró el grueso libro y levantó la vista hacia los tronos. Efectivamente, uno de ellos estaba vacío. Según el color de las armaduras de los esqueletos en armonía con sus dragones, el trono que estaba vacío debía pertenecer al caballero de la armadura azul. Se acercó hasta los tronos… como el libro, ellos y sus mecenas estaban cubiertos de polvo, y hasta telarañas. Fue paseando alrededor de la sala, fijándose en cada caballero, el color de su armadura y su arma, que según decían, en un tiempo debieron ser mágicas. Cuando se encontró frente al trono que buscaba, se detuvo. Allí, frente a él, se encontraba el que en otra época debió ser el caballero del dragón verde. El arma que llevaba era un arco… aunque muy raro, no tenía cuerda, flechas ni carcaj. Acercó su mano despacio, e intentó quitarle el arma.
 -Perdóname, por esta deshonra pero no lo haría si no fuese necesario. Además, creo que a ti ya no te servirá… en ese momento, el cráneo junto con el yelmo del caballero cayeron al suelo, formando un gran estruendo. Kevin hizo un ademán de aprensión, pero no soltó el arco. Decidió que aunque Ilrahtala no le había dado permiso, se llevaría también la armadura.
 -Perdóname de nuevo -dijo.
Tras cambiar su indumentaria del ejército longoriano, por la armadura, descubrió para su sorpresa, que le quedaba como un guante.

Momentos después, salía del mausoleo con su nueva armadura, y arco.

 -¡Rápido, Yúnik, ven a por mí! -el pequeño dragón alzó el vuelo rápidamente hacia él.
 -Pero que ven mis dieciséis ojos. Has abusado de mi confianza. Pretendes largarte de aquí, no sólo con una de las armas, sino también con la armadura que portaba su caballero. No te será tan fácil.
Kevin subió sin pérdida de tiempo a su dragón, y alzaron el vuelo para largarse. Segundos después, siete chorros de fuego y uno de hielo chocaron con el suelo donde antes se encontraban ellos. Yúnik, aunque ya arrojaba fuego, no se atrevió a hacerlo contra el gran dragón; prefirió huir, a toda prisa.
Kevin, se le ocurrió entonces una idea. Decidió probar su nueva arma.
Simuló tensar su arco, y una cuerda mágica y luminosa se creó, y al instante apareció una flecha de igual manera… pero momentos después, la magia desapareció. Kevin comprendió lo que sucedía… entonces puso la palma de una sus manos sobre su dragón, y el arco sujetado por la otra mano también, y le pidió a su dragón que le transmitiese algo de su magia al arco. Enseguida, el arma parpadeó con una luz mágica, y Kevin lo sintió llenó de energia y poder. Yúnik, por el contrario perdió velocidad en su vuelo.
Kevin lo tensó de nuevo y apuntó a la cabeza dorada de Ilrahtala; esta vez si pudo lanzar una de aquellas flechas mágicas, que dio en su objetivo, al que dejó debilitado y cegado durante un buen tiempo.
Kevin y Yúnik aprovecharon para marcharse. Pronto, se encontraron lejos del cementerio de dragones, y lejos del peligro.




En La Academia de los Caballeros Longorianos, Éric había mejorado notablemente con todas las armas. Durante todos aquellos días se había habituado a la vida en la academia, y ahora disfrutaba con cada una de las clases. Bueno… la teórica no le gustaba demasiado. Debido a su carácter inquieto, prefería las clases prácticas.

Aquél era un día muy importante para él. Járeth había decidido que estaba preparado para la prueba. Si lograba pasarla terminaría su formación como aprendiz, y comenzaría a prepararse para algún día llegar a ser caballero. En la academia había aprendices, futuros caballeros, caballeros, el Cuerpo de Caballeros Longorianos; y por supuesto, el Superior, Jéstad. Asimismo, sólo aquellos que pertenecían al Cuerpo de Caballeros Longorianos podían dar clases en la academia. Éric aún pertenecía al nivel más bajo, y quería que aquello cambiase.
Aquella misma mañana, se enteró que la prueba consistía en una competición entre los dos mejores aprendices de la academia; así, que uno debía ser él.
En la prueba tendrían que enfrentarse con cada una de las armas, irían ganando puntos, y el que al final obtuviese más, pasaría la prueba, y dejaría su formación como aprendiz, para iniciar su formación como futuro caballero.
Las armas eran cinco: florete, lanza, arco, alabarda y ballesta. No obstante, con todas no se recibía los mismos puntos. Las que más puntuaban eran el florete, la alabarda y la ballesta, por este orden… y las que menos el arco y la lanza.


Éric y el otro aspirante fueron enfrentándose con cada una de las armas… para cuando llegaron a la última prueba, la que puntuaba más, el florete… estaban casi igualados. Éric estaba perdiendo, pero el resultado del enfrentamiento con esta arma determinaría quien pasaría la prueba.
Al final, venció Éric. Su oponente y Járeth lo felicitaron. Estaba loco de alegría, por fin era un futuro caballero; ya le quedaba menos para lograr su propósito.

Al llegar la noche, todos los principiantes, los que antes eran sus compañeros, le habían preparado una fiesta. La disfrutó de lo lindo; comió, bailó, cantó y bebió con sus antiguos amigos, hasta bien tarde.


Cuando lo despertaron a la mañana siguiente, para comenzar su nueva formación, tenía una jaqueca terrible.
Tuvo que lavarse la cara con agua muy fría para despejarse un poco. Con todo, el dolor de cabeza no le cesó en todo el día.
Los nuevos entrenamientos con las armas eran mucho más duros y largos. Además de la teórica, la estrategia, y la práctica con las armas, se añadieron ejercicios físicos, sobretodo de habilidad y agilidad.




Susan tras meditarlo durante unos días, decidió presentarse a las clases para convertirse en däisien, pero antes se lo comunicó a la reina. Ésta se alegró mucho con la noticia, y le aseguró que lo conseguiría.
De modo, que comenzó a combinar las clases de däisien con su trabajo como dama de compañía de la reina. Para su sorpresa, lo llevó bastante bien, pues aunque intensas, no duraban demasiado. Además, con lo aplicada que era -igual que en el colegio de La Tierra-, y sus aptitudes, pronto estuvo preparada para examinarse.


Como la reina esperaba, aprobó el examen.

Capítulo 43 de Dragonstones 1







MOMENTOS TRASCENDENTES


  Tras varias semanas esperando, las armas que mandaron hacer a los enanos zenorianos, por fin estaban en Longoria. Llegaron en una caravana de carros escoltada por los enanos.
Al final, a pesar que no dispondrían de caballos, habría armas para todo el ejército.
El Rey pagó el precio estipulado anteriormente por los enanos, y éstos volvieron a su reino.
El ejército siguió unos días instruyéndose con las nuevas armas hasta que Silvan decidió que había llegado el momento.
Sabía que Lana aún no había partido de la ciudad, pasó la noche anterior con ella. Pero ahora, había llegado el momento de reunir su ejército para ir a la batalla.

Tardaron bastante tiempo en organizar un ejército de quince mil hombres. Tuvieron que formar patrullas, compuestas por los soldados de cada uno de los reinos. Por lo tanto, cada patrulla estaba constituida por un número diferente de soldados. Al final, las patrullas formaban una tras otra, el grueso del ejército.
Al frente, estaba la patrulla del reino de Longoria, y tras ella, el orden de las patrullas estaba establecido de mayor número de soldados a menor.
Como no iban a llevar caballos y el viaje se prometía largo y complicado, prefirieron no llevar máquinas de guerra.

Una vez organizados, el ejército por fin marchó hacia Draconia. Lo que les esperaba allí, no lo sabían, pero Silvan estaba seguro que sería una batalla diferente a las anteriores.

Junto al general, marchaba el Rey Mónckhar. Eran los únicos que iban a caballo. Ambos estudiaban el recorrido hasta Draconia. El paso más cercano era El Paso de Hielo… Tendrían que pasar por él… luego bordearían el bosque de draconia hacia el norte, hasta llegar a Draconia.

El marcha del ejército era lenta, Silvan pensó que les llevaría por lo menos una semana llegar a su objetivo.
Tardaron dos días en llegar al Paso de Hielo, y tres en atravesarlo. Algunos… perecieron en el intento.
Cuando llegaron al bosque de draconia, decidieron acampar.




A Lana le llevó bastantes días limpiar y ordenar la biblioteca de su maestro. Pero durante aquellos días aprovechó para leer todo los libros de ilusionismo que le dio tiempo. No tuvo lugar de aprender hechizos, pero asimiló información importante que le sería útil a la hora de mejorar su ilusionismo con su nueva maestra.
Había llegado la hora… así, que se pasó por sus cosas y su caballo, y poco después estaba de camino hacia el bosque de half.
Tardó sólo unas horas, en adentrarse en el bosque. Recordaba aquel bosque con cariño. Allí tuvo su primer acercamiento con Silvan. Recordaba que se torció el tobillo, y que él le ayudó; y que luego regresaron con sus compañeros, juntos… en el caballo de Silvan.

Lana llevaba ya bastante tiempo avanzando entre los árboles, cuando en lo más profundo del bosque se encontró un pequeño claro entre tanta arboleda, y justo al fondo de él había una hermosa casa de madera. Supuso enseguida que allí vivía Edna, su nueva maestra, porque en aquel claro no había ni un solo árbol talado. Lo que quería decir, que los árboles habían desaparecido gracias a la magia.
Se acercó hasta la casa muy nerviosa, pues nunca antes había tenido otro maestro distinto a Eléndil, y bajó de su caballo… entonces, vio una gata dormida sobre una mecedora también de madera, justo al lado de la entrada. Decidió llamar sin hacer mucho ruido, para no despertar a la gata. Para su sorpresa, al golpear la puerta, notó que ya estaba abierta. A su pesar, la gata se despertó y la miró fijamente. Lana decidió ignorarla.
 -Hola, ¿hay alguien aquí? -preguntó. Al ver que nadie contestaba, decidió adentrarse en la casa. La gata la siguió.
Era acogedora, una casa pequeña, pero en la que no le importaría vivir.
Pronto encontró una sala llena de libros de magia, y entonces estuvo segura. Era la casa de Edna. De repente, alguien tras su espalda habló:
 -¿Has encontrado lo que buscabas?
Lana se volvió rápidamente, y no encontró a nadie… pero luego se dio cuentas que no era así. Si había alguien. Abajo en el suelo, junto a sus pies, se encontraba la gata que no se había separado de ella desde que llegó.
 -¡Pero que ingenua he sido! ¡Eres tú!
Entonces la gata pronunció un hechizo, y al instante, desapareció, y en lugar de ella, ante Lana apareció la mujer más bella que hasta entonces había visto. De rasgos delicados, labios carnosos, hermosos ojos negros como la noche, y tan oscuros como su larga melena, era una mujer voluptuosa, de muchas curvas, y muy femenina. Vestía una inmaculada túnica blanca.
 -Hola, soy Edna. Tú debes ser la discípula de Eléndil.
 -Hola, soy Lana. Y sí, soy su pupila.
 -Como ya has visto la casa, y estarás cansada y con hambre... mejor toma asiento… Te prepararé algo calentito y conversaremos un poco.
Segundos después, Lana terminaba su último bollo, y hablaba con Edna.
 -Lo de antes, era una ilusión, ¿verdad?
 -Claro. Se te ocurre un modo mejor de vigilar mi casa. Nadie sospecharía de una gata dormida-. Edna le hizo un guiño a Lana.
 -Nunca se me habría ocurrido.
 -No es la única ilusión. ¿Crees en realidad que soy tan joven y bella? Lo que ves ante tus ojos sólo es una ilusión. Y pronto comprobarás que no es la única.

Al día siguiente, comenzó su aprendizaje junto a Edna. Para Lana fue un día fascinante. Aunque Edna era exigente, su antiguo maestro también lo era, y los años junto a él le habían dado disciplina y perseverancia. Sabía que con paciencia, lograría lo que se propusiera.
Pasaron los días, y cada nuevo hechizo aprendido era un motivo de satisfacción para Lana. Edna le decía que era muy buena alumna, y ella le respondía que tenía una buena maestra.
Algunos hechizos requerían mucha concentración, algo que a veces a Lana le costaba trabajo, pues sus pensamientos se evadían, pensando en su amor Silvan, en su maestro Eléndil, o en los problemas a los que se enfrentaba su reino.
Con todo, aprendía nuevas ilusiones con facilidad. Si seguía así, avanzaría muy deprisa.



Eléndil se adentró en el bosque de ignion con su caballo. El bosque era mucho más denso que el bosque iluminado; los árboles eran distintos, de un verde más oscuro, semejantes a los del bosque de half, y mucho más bajos que los del bosque de draconia. No había muchos animales en él, pero sí bastantes aves. Tan sólo unos minutos después, al sur del bosque, se encontró una maravilla de la naturaleza, un animal mágico, del cual se contaban leyendas fascinantes, y  el cual, según decían, sólo habitaba en aquel bosque, cerca de la montañas del reino enano de Zenoria.
Eléndil, sin hacer ruido, desmontó de su caballo y se escondió tras unos arbustos para observarlo; era un unicornio alado, una criatura nacida de la unión entre un unicornio y un pegaso. La razón por la cual sólo habitaban en aquel bosque, era porque los únicos pegasos que no vivían en la isla de Loft… vivían en aquel bosque, muy cerca de Draconia. Algunas veces, frecuentaban el valle de los unicornios… y del fruto de esos escarceos, nacían los unicornios alados.
Eléndil se recreó en el animal, que estaba comiendo unos brotes que nacían en el suelo. Decidió no molestarlo más, con que subió a su caballo, y comenzó a retirarse sin el menor ruido, pero entonces… el terror se dibujo en su rostro, vio que una sierpe escamosa acechaba al hermoso unicornio alado, para comérselo.
Las sierpes escamosas eran incluso más largas que las sierpes dragón, que medían unos cincuenta metros. Las sierpes escamosas medían unos setenta y cinco metros… y tenían la cabeza igual que la de un dragón; por lo demás, eran igual que una serpiente de color verde, pero gigantescas.
Unos instantes antes que la sierpe escamosa se lanzara sobre su presa, el instinto del unicornio alado, le alertó del peligro.
Tuvo el tiempo justo para crear con la magia de su unicornio, un aura mágica que lo protegiese del ataque de la sierpe.
Eléndil se alegró de la suerte del unicornio, pero sabía que tendría que intervenir si quería salvarlo, pues pronto se debilitaría y el aura que lo protegía, desaparecería.
No perdió ni un segundo. Utilizó su Bastón mágico de Éarchrill para canalizar su magia y lanzar la luz cegadora de Amshu, un hechizo de una enorme dificultad perteneciente al Saber de la Luz, la magia que utilizaban los hechiceros llamados hierofantes. La sierpe escamosa quedó momentáneamente cegada, y con sus facultades algo mermadas.
Eléndil instó al unicornio alado a que huyese. El animal no lo entendió, pero igualmente decidió huir.
El hechicero aprovechó para huir también, mientras la sierpe, furiosa por la ceguera, se recuperaba.
El hechizo no duró mucho, y la sierpe se irguió y vio al mago huir en su caballo hacia el interior del bosque. Si los cogía estaría alimentada por el resto del día.
Los siguió, y pronto los tuvo al alcance. Eléndil, al ver que no tenía escapatoria… desde su caballo se arriesgó y lanzó un hechizo de magia de batalla de nivel cuatro; el de paralizar.
El hechizo surtió efecto, y Eléndil siguió su huida.
Para cuando el hechizo perdió efecto, el mago había logrado una gran ventaja, pero aún así, la sierpe no se daba por vencida.
Minutos después, lo tenía al alcance… pero entonces aparecieron frente a Eléndil, en dirección contraria a la que él llevaba, un grupo de centauros a galope…
…Se dirigían hacia la sierpe escamosa, armados con arcos listos para disparar sus flechas.

La sierpe se vio sorprendida por el inesperado ataque.

Los centauros estaban acostumbrados a lidiar con la sierpe. Por ello, sus flechas capaces de penetrar la dura piel del monstruo, estaban impregnadas de una droga que la dejó adormecida.
 -Gracias, por vuestra ayuda -acertó a decir el mago, incrédulo ante la facilidad con que la sierpe se quedó dormida.
 -Ahórrate los cumplidos, hechicero. Sólo defendimos nuestro territorio -dijo, el que parecía el cabecilla del grupo de centauros.
 -Esa droga, o lo que sea que lleven vuestras flechas, debe ser realmente buena.
 -Lo es. Y gracias a ella, podemos defendernos de esa criatura.
 -¿Durante cuánto tiempo estará dormida?
 -Probablemente, durante dos horas.

El hechicero les contó a los centauros… criaturas mitad humanas, mitad animal.; de la cintura hacia arriba, tenían el cuerpo humano pero las orejas de ciervo, y de la cintura hacia abajo, su cuerpo era totalmente el de un caballo… que se dirigía hacia una torre en el interior del bosque habitada por un mago llamado Bermelión.
El líder de los centauros, le dijo que sabía donde se encontraba esa torre, y que lo llevarían hasta ella.

Siguieron avanzando por el bosque, hasta que llegaron al pantano de ignion, que se encontraba en la unión entre los ríos ígn y yaiv, justo en el centro del bosque. Tuvieron que rodear el pantano y cruzar el río ign para llegar a la zona del bosque donde se encontraba la torre.
Enseguida la vieron… Se hallaba junto a los árboles, a unos veinte metros de la orilla este del pantano.
-A partir de aquí, deberás seguir sólo. No nos gusta mucho ese mago, y nosotros a él tampoco… así, que lo mejor será, que volvamos a nuestro territorio.

Una vez que Eléndil se quedó sólo con su caballo, se fijó en la torre; no era demasiado elevada, pero desprendía un halo de magia misterioso. Estaba construida con bloques de piedra gris, sin esquinas, con forma cilíndrica. Sin embargo, terminaba en un tejado coniforme de teja roja. A lo largo de toda ella, se distinguían varias ventanas, y una enorme puerta de algún tipo de metal, servía de entrada.  Un muro de algo más de un metro de altura, construido con el mismo tipo de piedra gris, rodeaba la torre. No obstante, no se encontraba en el centro del círculo, sino al fondo, junto a la muralla, y alrededor de ésta los arboles. Sólo no los había en la parte que daba al lago… que quedaba a unos diez metros de la orilla.


Eléndil se acercó hasta una vieja verja situada en la parte del muro que miraba al lago.
Intentó abrirla, pero como supuso, para hacerlo habría que recurrir a la magia.


El hechizo utilizado era uno de magia vulgar, la cerradura mágica. El único modo de abrir la puerta sin utilizar la magia, era romper la cerradura. Eléndil no quería hacerlo, pero con magia sólo podía abrirla, aquel que había lanzado el hechizo, así que decidió utilizar otro hechizo… uno del nivel tres de magia de batalla, el puente mágico. Eléndil ató su caballo a un árbol y luego cruzó el puente mágico que había creado. Poco después, se encontraba frente a la puerta de la torre.


Justo cuando se disponía a abrir la puerta, tras ella apareció un hombre con un negro y rizado cabello, peinado hacia atrás, de grandes patillas y acentuada perilla, y unos ojos de un color azul muy intenso. Vestía un gabán de colores negro y rojo, unos guantes, unas botas altas sobre unos pantalones negros; sobre su cinturón colgaba una espada de hoja curvada, y sobre su cuello, un medallón de plata en una cadena. Con todo, lo más significativo no era su ropa, sino un símbolo tatuado sobre su frente.
-Bienvenido a la torre. ¿Qué desea?
-¿Se encuentra en este momento, Bermelión en la torre? Me gustaría hablar con él.
-Sí. ¿Cuál es su nombre?
-Dígale que lo visita Soliman. Un viejo conocido.

Momentos después, los dos magos se encontraban frente a frente, en la parte alta de la torre.

-¿Cómo estás Soliman? Recuerdo el tiempo cuando todos te conocían por ese nombre. Lo pasamos muy bien, en nuestra juventud, ¿verdad? Entonces ambos estudiábamos en La Gran Universidad de La Hechicería.
 -Si. Eran otros tiempos -se limitó a decir Eléndil.
 -¿A qué se debe tu visita? No creo que sólo vinieses a ver a un viejo amigo… no sueles malgastar tu tiempo -Bermelión, retiró la capucha de su túnica gris, de su rostro, y agarró con más firmeza su Bastón mágico de Altirach.
 -Necesitamos tu ayuda. Estamos en guerra con Ízmer. Hemos vencido en las dos ultimas batallas, pero en la próxima, la balanza se inclina a favor de él.
 -Qué raro que pidas mi ayuda, cuando siempre me has criticado. Por cierto… creo que bajo tu tutela está una aprendiz aventajada, perteneciente a mi orden, ¿no es así? Quizá… si la dejaras venir unos meses a mi torre, puede que cambiase de opinión, y os ofreciese mi ayuda.
 -Eso no pasará nunca. Creí que durante este tiempo podrías haber cambiado; pero veo que no es así. De modo, que mejor me marcho.
 -Espera un momento… te ayudaré, en cierto modo, dejaré que Jorel, el fiel servidor que te recibió en la puerta, te acompañe y os ayude en cuanto pueda. No quedarás defraudado.
 -Veniendo de ti, es más de lo que puedo esperar. Así, que gracias. Espero que la próxima vez que no volvamos a encontrar, nuestra conversación, sea más agradable.
 -Yo también lo espero.


Poco después, Eléndil y Jorel se adentraban en sus caballos en el bosque dirección a las montañas. Detrás de ellas, se encontraba Draconia. Aunque estaban muy cerca, tardarían en atravesarlas; pues no existía ningún paso entre ellas.