EL CEMENTERIO DE DRAGONES. APARECE ILRAHTALA
Por fin llegaron al
cementerio de dragones. Kevin y Yúnik fueron recibidos por un paisaje árido. La
tierra era rojiza, pedregosa, desértica, con grietas y polvorienta. El aire era
difícil de respirar, debido a las constantes partículas de arena que el viento
arrastraba, abrasando la piel de cualquier humano que se atreviese a poner un
pie sobre aquella tierra sagrada. Kevin decidió protegerse la cara con su escudo. Además, los tres soles parecían calentar en aquel lugar, como en ningún
otro sitio.
Pronto vieron los restos del primer dragón. A lo lejos, en aquella rojiza tierra se
distinguía semienterrado un enorme esqueleto blanquecino.
Kevin notó que Yúnik
tenía el corazón encogido. Así que, mientras la sobrevolaban, le
acarició el cuello con ternura. Conforme avanzaban, vieron muchos más
esqueletos de dragones. Pero además, vieron restos de ellos, aún en descomposición, de todos los
colores. Las moscas y los buitres carroñeros se agolpaban en torno a
ellos para pillar su parte.
Incluso vieron un
dragón de bronce agonizando moribundo, y a un azul en mejor estado, pero sin
fuerzas para moverse; ambos morirían de viejos, como casi todos los dragones
que iban a aquel cementerio. Su cementerio.
Kevin pensó que muchos
hechiceros, herreros o sastres pagarían por conseguir los cuernos, garras,
colmillos o escamas de aquellos fantásticos animales.
Siguieron avanzando… y por fin vieron lo que habían venido a
buscar. Junto a las montañas se divisaba una construcción propia de otra era.
Debía ser el mausoleo.
-Yúnik, vayamos hacia allí -le instó Kevin.
-De acuerdo.
Poco antes de llegar
hasta el edificio, de la nada apareció en el cielo un dragón descomunal.
-¡Il… rah… ta… la! -consiguió articular Kevin,
impresionado ante lo que sus ojos veían.
Como la leyenda decía,
tenía ocho cabezas, una por cada raza de dragón que existía. La central era
dorada como el resto de su cuerpo, y era inmenso. Kevin ya había visto
esqueletos y restos de dragones de todos los colores en aquel cementerio, pero
ninguno tan grande como aquel.
-¡Deteneos, insensatos! -rugió una voz
atronadora.
El colosal dragón se
interpuso entre ellos y el mausoleo.
-Como os atrevéis a poner siquiera un pie en
este lugar sagrado.
-Necesitamos entrar en él -se atrevió
a decir Kevin.
-¿Para qué?
-Necesitamos conseguir las armas de los
caballeros de dragón.
-Yo diría que tú eres uno de ellos. ¿Acaso, no
montas a uno de los míos?
-Pero en este caso es por iniciativa propia -habló ahora el joven dragón.
-Dime dragón ignorante, ¿cómo te llamas?
-Yúnik.
-¿Qué le ha llevado a un dragón, a tomar a un
jinete por propia decisión, y no por un pacto, o por el vínculo de las
Dragonstones?
-Mi jinete, es además quien me ha criado desde
que nací, y lo considero un amigo fiel.
-Está bien muchacho, te has ganado mi respeto,
quizás os conceda una oportunidad.
-¿Qué oportunidad? -preguntó Kevin.
-Si aciertas el acertijo que te voy a decir,
podrás entrar al mausoleo pero, sólo podrás coger una de las armas. Eso sí, la
que tu desees.
-De acuerdo. ¿Cuál es el acertijo?
-Oye bien, porque sólo lo repetiré una vez:
“Tres que son uno…
…Uno que son tres.
Todos en comunión para
lograr un fin.
La vida de uno va ligada a la de los otros,
y sus nacimientos y sus
muertes van seguidas una tras otra.
Sin embargo, la vida
del más grande no es la más intensa, sino la del pequeño;
siendo la del mediano
la más apagada.”
Kevin se quedó
estupefacto tras oírlo. No esperaba que fuera algo tan complicado. Deseó que su amiga Susan estuviese allí. Ella seguro que daría con la respuesta.
Estuvo largo rato
rumiando las posibles respuestas… hasta le preguntó a Yúnik, por si se le
ocurría algo. Ilrahtala le dijo que aunque tenía mucha paciencia, solo
esperaría hasta que el último rayo del día desapareciera y llegara la noche.
Y entonces lo descubrió…
-¡Lo tengo! -gritó entusiasmado.- No lo habría
logrado sin tu ayuda -le dijo al dragón.
-¿Sin mi ayuda? No recuerdo haberte ayudado
-le dijo Ilrahtala.
-Aunque no lo creas, sí que lo has hecho. Lo hiciste al darme un plazo para darte la respuesta. Al escuchar: el último rayo del día, pensé en algo, y
ese algo es la respuesta.
-Y… ¿Cuál es?
-Los tres soles.
Dijistes: Tres que son
uno, uno que son tres. Los tres soles forman un triangulo cuando están juntos.
Un triangulo formado por tres.
Y lo de todos en
comunión para lograr un fin… su fin es el de iluminar y calentar este planeta.
Por otro lado, lo de la
vida de uno va ligada a la de los otros, y sus nacimientos y sus muertes van
seguidas unas tras otra… está claro, su vidas estás ligadas porque cada día
tienen que estar juntos; y sus nacimientos son sus amaneceres, y sus muertes
sus atardeceres… que van seguidos unos de otros.
Y para acabar, el
último párrafo decía: Sin embargo, la vida del más grande no es la más intensa, sino la del pequeño; siendo la del mediano la más apagada. El sol más grande es
el amarillo, y su vida o mejor dicho su luz, no es la más intensa porque lo es
la del más pequeño, la del sol rojo, siendo la del mediano, o sol blanco, la
más apagada.
-No terminas de asombrarme muchacho. Has
acertado de pleno. Así, que te concedo lo que te prometí. Pero solo podrás
pasar tú.
-No es justo.
-Nunca dije que tu dragón pudiera pasar
contigo. El deberá esperar fuera.
-De acuerdo. Si no me queda otra.
Momentos después, Kevin
se encontraba dentro del mausoleo de La Orden de los Caballeros de Dragón. Tras
recorrer un largo pasillo con columnas, lleno de antorchas apagadas, pero con
ventanas sin acristalar por donde entraba la luz… llegó a una gran sala
redonda, cuyas paredes se alzaban altísimas hasta alcanzar una cúpula.
Alrededor de toda la sala había ocho tronos en los que descansaban los
esqueletos aún con armaduras de los caballeros de la orden. Y, sobre cada trono
había una ventana por la que entraba la luz y caía al centro de la sala, donde
se alzaba un púlpito, con un enorme libro, encuadernado en piel, cubierto de
polvo.
Kevin se acercó hasta
el libro…
Como estaba cubierto de
polvo, Kevin sopló previamente sobre la cubierta, y lo desempolvó con uno de
sus guantes, hasta ver el título de la portada:
“MEMORIAS DE LA ORDEN
DE LOS CABALLEROS DE DRAGÓN”
Decidió abrirlo.
Descubrió que estaba
escrito a pluma, y que no estaba completo. Con que, buscó rápidamente las
últimas páginas escritas. Cuando las encontró, comenzó a leer:
“Yo, el último superviviente de la orden, me encuentro ahora
sólo… Triste por la muerte de mis anteriores compañeros, y sin alicientes. Tras
la disolución de la orden, intenté convencer a mis compañeros y sus distintos
reinos, a Ilrahtala y a los dragones, que habíamos cometido un error, pero no
me escucharon. Sólo mi dragón me apoyó…
En un intento desesperado, intenté hacer cambiar de idea a
Ilrahtala; pues si lo convencía a él, el resto sería más fácil. Fue un error,
discutimos, y sólo conseguí que en la refriega, mi dragón cayese gravemente herido.
Tras meditarlo bien, decidí renunciar a recuperar la orden.
Ahora muchos años después, tras la muerte del último de mis compañeros, he
vuelto a este mausoleo a rendirle honor y dejar testimonio en estas memorias,
de ello…
Firmado: El último Caballero de Dragón de La Orden, con vida.
Año Cuarenta de La Quinta Edad. ”
Kevin recordó haber
oído en alguna ocasión que se encontraban en el Año Cincuenta y Tres de la
Quinta Edad. Así, que aquel testimonio había sido escrito, ¡hace tan sólo trece
años!
Cerró el grueso libro y
levantó la vista hacia los tronos. Efectivamente, uno de ellos estaba vacío.
Según el color de las armaduras de los esqueletos en armonía con sus dragones,
el trono que estaba vacío debía pertenecer al caballero de la armadura azul. Se
acercó hasta los tronos… como el libro, ellos y sus mecenas estaban cubiertos
de polvo, y hasta telarañas. Fue paseando alrededor de la sala, fijándose en
cada caballero, el color de su armadura y su arma, que según decían, en un
tiempo debieron ser mágicas. Cuando se encontró frente al trono que buscaba, se
detuvo. Allí, frente a él, se encontraba el que en otra época debió ser el
caballero del dragón verde. El arma que llevaba era un arco… aunque muy raro,
no tenía cuerda, flechas ni carcaj. Acercó su mano despacio, e intentó quitarle
el arma.
-Perdóname, por esta deshonra pero no lo
haría si no fuese necesario. Además, creo que a ti ya no te servirá… en ese
momento, el cráneo junto con el yelmo del caballero cayeron al suelo, formando
un gran estruendo. Kevin hizo un ademán de aprensión, pero no soltó el arco.
Decidió que aunque Ilrahtala no le había dado permiso, se llevaría también la armadura.
-Perdóname de nuevo -dijo.
Tras cambiar su indumentaria
del ejército longoriano, por la armadura, descubrió para su sorpresa, que le
quedaba como un guante.
Momentos después, salía del mausoleo con su nueva armadura, y
arco.
-¡Rápido, Yúnik, ven a por mí! -el pequeño
dragón alzó el vuelo rápidamente hacia él.
-Pero que ven mis dieciséis ojos. Has abusado
de mi confianza. Pretendes largarte de aquí, no sólo con una de las armas, sino
también con la armadura que portaba su caballero. No te será tan fácil.
Kevin subió sin pérdida
de tiempo a su dragón, y alzaron el vuelo para largarse. Segundos después,
siete chorros de fuego y uno de hielo chocaron con el suelo donde antes se
encontraban ellos. Yúnik, aunque ya arrojaba fuego, no se atrevió a hacerlo
contra el gran dragón; prefirió huir, a toda prisa.
Kevin, se le ocurrió
entonces una idea. Decidió probar su nueva arma.
Simuló tensar su arco,
y una cuerda mágica y luminosa se creó, y al instante apareció una flecha de
igual manera… pero momentos después, la magia desapareció. Kevin comprendió lo
que sucedía… entonces puso la palma de una sus manos sobre su dragón, y el arco
sujetado por la otra mano también, y le pidió a su dragón que le transmitiese algo de su magia al arco. Enseguida, el arma parpadeó con una luz mágica, y
Kevin lo sintió llenó de energia y poder. Yúnik, por el contrario perdió
velocidad en su vuelo.
Kevin lo tensó de nuevo y apuntó a la cabeza dorada de Ilrahtala; esta vez si pudo lanzar una de
aquellas flechas mágicas, que dio en su objetivo, al que dejó debilitado y
cegado durante un buen tiempo.
Kevin y Yúnik
aprovecharon para marcharse. Pronto, se encontraron lejos del cementerio de
dragones, y lejos del peligro.
En La Academia de los Caballeros Longorianos, Éric había
mejorado notablemente con todas las armas. Durante todos aquellos días se
había habituado a la vida en la academia, y ahora disfrutaba con cada una de
las clases. Bueno… la teórica no le gustaba demasiado. Debido a su carácter
inquieto, prefería las clases prácticas.
Aquél era un día muy
importante para él. Járeth había decidido que estaba preparado para la prueba.
Si lograba pasarla terminaría su formación como aprendiz, y comenzaría a
prepararse para algún día llegar a ser caballero. En la academia había
aprendices, futuros caballeros, caballeros, el Cuerpo de Caballeros
Longorianos; y por supuesto, el Superior, Jéstad. Asimismo, sólo aquellos que
pertenecían al Cuerpo de Caballeros Longorianos podían dar clases en la
academia. Éric aún pertenecía al nivel más bajo, y quería que aquello cambiase.
Aquella misma mañana,
se enteró que la prueba consistía en una competición entre los dos mejores
aprendices de la academia; así, que uno debía ser él.
En la prueba tendrían
que enfrentarse con cada una de las armas, irían ganando puntos, y el que al
final obtuviese más, pasaría la prueba, y dejaría su formación como aprendiz,
para iniciar su formación como futuro caballero.
Las armas eran cinco:
florete, lanza, arco, alabarda y ballesta. No obstante, con todas no se recibía
los mismos puntos. Las que más puntuaban eran el florete, la alabarda y la
ballesta, por este orden… y las que menos el arco y la lanza.
Éric y el otro
aspirante fueron enfrentándose con cada una de las armas… para cuando llegaron
a la última prueba, la que puntuaba más, el florete… estaban casi igualados.
Éric estaba perdiendo, pero el resultado del enfrentamiento con esta arma determinaría quien pasaría la prueba.
Al final, venció Éric.
Su oponente y Járeth lo felicitaron. Estaba loco de alegría, por fin era
un futuro caballero; ya le quedaba menos para lograr su propósito.
Al llegar la noche, todos los principiantes, los que antes eran
sus compañeros, le habían preparado una fiesta. La disfrutó de lo lindo; comió,
bailó, cantó y bebió con sus antiguos amigos, hasta bien tarde.
Cuando lo despertaron a la mañana siguiente, para comenzar su
nueva formación, tenía una jaqueca terrible.
Tuvo que lavarse la
cara con agua muy fría para despejarse un poco. Con todo, el dolor de cabeza
no le cesó en todo el día.
Los nuevos
entrenamientos con las armas eran mucho más duros y largos. Además de la
teórica, la estrategia, y la práctica con las armas, se añadieron ejercicios
físicos, sobretodo de habilidad y agilidad.
Susan tras meditarlo durante unos días, decidió presentarse a
las clases para convertirse en däisien, pero antes se lo comunicó a la reina.
Ésta se alegró mucho con la noticia, y le aseguró que lo conseguiría.
De modo, que comenzó a combinar las clases de däisien con su trabajo como dama de compañía
de la reina. Para su sorpresa, lo llevó bastante bien, pues aunque
intensas, no duraban demasiado. Además, con lo aplicada que era -igual que en
el colegio de La Tierra-, y sus aptitudes, pronto estuvo preparada para
examinarse.
Como la reina esperaba,
aprobó el examen.
¡Ju, ju, ju! Interesante la parte de Kevin. Ilrahtala sí que es un dragón imponente y estuvo bien pensando la adición del acertijo. También bastante temerario fue Kevin al llevarse la armadura. No pensó que Ilrahtala podría hacerlo añicos, aunque el arco mágico lo ayudó bastante. Je, je, je.
ResponderEliminarÉric ya no es más un aprendiz. Sin embargo, no fue muy inteligente haber tomado de más en la fiesta. La reseca que tuvo debió ser mortal, je, je, je.
Y Susan ya es una däisien, ¡bien por ella! Ya no falta mucho para que te termine esta historia, ¡sólo tres capítulos! ¡Saludos!
Has visto. La parte de Kevin me encantó escribirla. El cementerio de dragones, Ilrahtala, el Mausoleo, los caballeros, las armas y armaduras mágicas, el libro de la orden, el último testimonio escrito en el... ¡Interesantisimo!
ResponderEliminarÉric ya no es un aprendiz, pero aún le queda mucho para ser caballero. Pues sí, no estaba muy acostumbrado el chaval, y la ocasión era propicia.
Y Susan lo ha conseguido.
Sí, veo que estás puesto. Quedan tres capítulos.
El final está llegando, y casi da pena dejar estos personajes.
Un abrazo.
¡Hola!
ResponderEliminarYa me tienes por aquí.
¡Qué capítulo! Me ha gustado un montón. En primer lugar, el cementerio de dragones, espectacular. Has sabido plasmar una imagen clara de cómo sería. En cierto modo me ha recordado a nuestros elefantes, que también eligen un lugar al que se dirigen cuando están enfermos o viejos para morir. Triste ver al moribundo dragón, sin fuerzas para moverse...
Y bueno, cuando llegan al mausoleo y se encuentran con Ilhartala... ¡Qué pedazo de dragón! Sólo el hecho de poseer las ocho cabezas y su cuerpo dorado ya es impresionante. Y el acertijo te lo has currado, ¿eh? jejeje Lo que no me esperaba era que robara la armadura, la verdad. Ahí me has sorprendido ;)
Cuando lee el libro, el hombre que escribió el libro que encuentra... Mmmm... Si no lo he entendido mal, en teoría podría seguir vivo, ¿no? Mmmm... Interesante.
¡Eric ya es caballero! Claro, es que no podía ser de otro modo, es un crack :D Tengo ganas de verle en acción cuando empiece la batalla.
Y, como era de esperar, Susan también ha aprobado (empollonaaaaa XD ) Noooo, es broma, es que la que vale vale ;)
Bueno, pues me voy a otro. Muackas!
Bueno.
EliminarTu comentario me ha dejado sin palabras.
Decir que llevas razón, el jinete sigue vivo. Pero no aparecerá hasta el siguiente libro.
Te equivocas, aún no es caballero, solo ha dejado de ser aprendiz, y ha pasado la primera fase. Así que, no lo verás en la batalla.
Hasta otro.
Felicidades a Susan y a Éric, que se lo han ganado. En especial a Éric, que le tengo mucho cariño.
ResponderEliminarMe ha encantado el cementerio de dragones, y el Mausoleo.
Saludos.
Gracias de su parte de ellos. Jeje. Ya sois dos las que preferís a Éric. A Carmen De Loma le sucede lo mismo.
EliminarGracias, me imaginaba que iba a gustar este capítulo, por lo menos a mí me gustó mucho escribirlo.
Saludos.