Cuando
Silvan tomó la piedra verde, ésta se iluminó y emitió un
resplandor del mismo color.
Todos
tuvieron que cubrirse los ojos un breve instante. Después, la luz
cesó un poco, aunque no del todo, y comenzaron a aparecer palabras.
Silvan las leyó en voz alta, una a una:
<<El-poder-sobre-los-dragones-verdes-reside-en-una-sóla-palabra.-El-nombre-del-dragón-verde-más-viejo.
>>
Una
vez fuera, con el resto del grupo…
-Esto
es ridículo. ¿Quién va a saberlo?
-se preguntó, algo decepcionado.
-Yo
-respondió Eléndil, de inmediato-. He estudiado muchos libros, y no
todos estaban relacionados con la magia. Conozco el nombre de todos
los dragones más importantes. Pero, no debemos
pronunciar esa palabra aquí. Debemos
estar fuera, en un lugar descubierto donde puedan aterrizar sin
destrozar nada.
-Estoy
de acuerdo -admitió el general.
En
la mañana del día siguiente, agradecieron a los hombres-pájaro su
ayuda y dejaron Aven.
Buscaron
un claro entre las montañas y el bosque de draconia, y entonces, sucedió algo inesperado… los guerreros del caos
aparecieron de improvisto, y arremetieron contra ellos.
En
cuanto Justin los vio… hizo sonar el cuerno de auxilio.
Silvan
entonces, dijo:
-¡No
podemos esperar más, Eléndil! ¡Dime
el nombre de ese dragón! ¡Necesitamos
su ayuda!
-¡Ázumack!
-le dijo Eléndil.
Entonces,
Silvan alzó la piedra verde hacia el cielo, y lo
gritó alto y claro.
Pero,
no ocurrió nada.
-No
te preocupes. Tardarán un rato en venir. No aparecen de la nada.
-¡Pues
éstos sí que lo han hecho! -exclamó Justin, mientras uno de los
guerreros del caos avanzaba en su corcel, hacia él.
Entonces,
Lana intervino para ayudarlo.
Creó
una ilusión… A ojos de todos, ahora
era
un enorme oso que se alzaba sobre sus dos patas traseras altivo,
entre Justin y el enemigo.
La montura de éste, al verlo,
se asustó y se elevó de sus patas delanteras. De modo, que el
caballo dejó caer a su jinete al suelo, y huyó del oso.
Lana
volvió a su aspecto normal. Y tanto ella como Justin comenzaron a
luchar contra aquel guerrero del caos.
Por
otro lado, el Señor de la Guerra se dirigió hacia Silvan; y éste
se preparó para defenderse.
-Déjamelo
a mí. Tengo una cuenta pendiente con él. -le pidió el
bárbaro, situándose delante de él.
-De
acuerdo. Pero, ten cuidado. No te fue muy bien la primera vez -el
general no
se separó de Tristan, por si acaso.
-No
me importa cual sea el primero. Caeréis los dos -aseguró aquel
impresionante enemigo,
desafiante.
Mientras,
los demás formando
parejas, se
defendían como
podían
de
los caballeros del caos. Éstas eran: Ilene y Láslandriel, Mialee e
Isilion, Gúnnar y Alan, y las ya mencionadas Lana y Justin, y
Tristan y Silvan.
En
cambio, Eléndil luchaba sólo; y Kevin, Éric y Susan tenían que
luchar juntos, para hacer frente a uno sólo de los guerreros del
caos.
El
Señor de la Guerra pasó con su caballo y lanzó un golpe a Tristan
con su espada portadora de la muerte. Una de las espadas más
poderosas que existían en Shakával. Éste
logró parar el golpe con su redondo
escudo de Barbaria . Pero, su brazo quedó malherido.
-¡Maldito
bastardo! No me vencerás tan fácilmente. Soy un bárbaro.
Dicho
esto, Tristan soltó su escudo y se lanzó sobre el Señor de la
Guerra, dejándolo caer de su caballo. Ahora tenía ventaja, porque
aunque las armaduras los protegían de los ataques, eran muy pesadas. Su enemigo no tardaría en levantarse… así que aprovechó el momento para atacarlo. Lanzó un fuerte golpe con su
espadón, contra la cabeza del Señor de la Guerra. Pero éste se
protegió con su escudo del Caos. Cómo era mágico, hizo que la
fuerza del golpe se invirtiese, provocando que a Tristan le temblase todo el brazo, y se le cayese su espadón de Barbaria; quedando desarmado y con dolor en ambos brazos.
Silvan
tuvo que acudir en su ayuda, mientras se le recuperaba el brazo con el que empuñaba su
espadón.
El
Señor de la Guerra logró levantarse. Y antes que el
líder del grupo
lo atacase, se le adelantó con un golpe de espada. El general
longoriano, a duras penas, pudo contrarrestarlo
con la suya.
En
esos momentos, llegó ayuda; varios hombres-pájaro, entre los que se
encontraba Aven, los habían seguido. Éstos sabían que si los
guerreros del caos buscaban la piedra verde, el grupo pronto tendría
problemas. De modo, que cuando escucharon el cuerno longoriano,
supieron que estaba en peligro.
Aparecieron
en el cielo, armados con pequeñas lanzas que cogían de un carcaj
que colgaba de sus espaldas.
Cuando
las lanzaron, éstas sólo sirvieron para que los guerreros del caos
descuidasen su defensa, y se viesen sorprendidos. Eléndil logró
acabar con uno de ellos, y Láslandriel con otro, atravesándole la
armadura. Así que, quedaban cuatro y su
líder.
-Por
fin, ha llegado la hora que tanto tiempo estuve esperando -le dijo el
Señor de la Guerra.
Cuando
éste iba a darle el golpe definitivo a Silvan, Tristan paró la
espada portadora de la muerte, con un fuerte golpe.
Tuvo
que utilizar toda la fuerza que tenía en los brazos para
conseguirlo pero,
consiguió que
el líder de los guerreros del caos perdiese su espada, que cayó al suelo, cerca de Silvan.
El
Señor de la Guerra asestó, entonces, un enérgico golpe con su
escudo mágico, e hizo que el bárbaro perdiese la conciencia. Luego,
Silvan se
lanzó al ataque,
pero
su enemigo
paró su golpe con su
escudo
mágico… que
hizo
que su espada se deshiciese en ceniza en sus manos.
Éste
no creía lo que veía. El Señor de la Guerra aprovechó aquel
momento, para asestarle varios puñetazos, logrando que cayese al
suelo. Intentó entonces, aprovechar
para matarlo
con su taladro del tormento, que
lo llevaba en el brazo que sujetaba el escudo, dirigiéndolo
hacia la cara del general longoriano. Éste aguantaba como podía,
sujetándole los brazos… hasta que vio la espada del Señor de la
Guerra tirada a su lado… y no lo dudó… La cogió y consiguió
con su ayuda, quitarse al Señor de la Guerra de encima. Después,
con un rápido y fuerte golpe, blandió aquella espada sobre el casco
astado
de su enemigo... y
se partió en dos; dejando la cara de éste al descubierto. Silvan se
quedó atónito, cuando logró
ver su rostro…
Aunque,
sólo quedaban otros cuatro guerreros del caos… se defendían
bastante bien, frente a todos los que los atacaban. Ya, que sus
armaduras eran casi impenetrables. Pero al ser minoría, poco a poco se iban cansando. No durarían mucho más, si no conseguían que las
fuerzas se equilibrasen.
… -¡Éaguer!
-exclamó Silvan, al ver el rostro del Señor de la Guerra.
-Ahora
que has descubierto quien soy, y estoy a tu merced… deseo que me
mates pronto. No quiero que me deshonres más de lo que ya lo
hiciste.
-¿Por qué
dices eso? Yo nunca
hice tal cosa.
-Yo
no diría eso. Éramos los mejores amigos. ¿Recuerdas Silvan? ¿Lo
recuerdas aún?
-Claro
que lo recuerdo, Éaguer -le respondió, mirándolo a los ojos.
-Sabías
que sólo anhelaba una cosa, y te interpusiste en mi camino. Por eso,
todo cambió entre nosotros.
-Sí.
Sé que deseabas el puesto de general de las tropas longorianas. Pero
yo no te lo arrebaté… Me eligieron.
-Ese
puesto debió de ser mío. Lo merecía más que nadie. Por eso,
cuando te eligieron a ti, a mi mejor amigo… os maldije a ti y a los
longorianos.
Luego,
me fui de Longoria, y vagué por todo Shakával. Y con los guerreros
del caos encontré el puesto que me negaron.
-Sí.
Pero a que precio, Éaguer. No has visto el aspecto que tienes.
Además, no es sólo tu físico, sino tu alma. No. No
dejaré que sigas así. ¡Por favor, Eléndil ven aquí! ¡Necesito
tu ayuda!
El
mago acudió de inmediato.
-Silvan,
¿qué ocurre?
-¿Puedes
invertir el estado de un guerrero del caos? -preguntó, mirándolo
directamente a los ojos.
-Creo
que sí. Pero quedaré muy débil.
-Hazlo
por favor. Hubo una época en la que éramos inseparables. Se lo
debo.
Eléndil
puso entonces, su mano sobre Éaguer. Necesitó la energía de todo
su cuerpo y la de su bastón, para transmitirla a través de su mano.
Poco a poco, el color de los ojos, antes rojos, se volvieron
marrones, y su piel pálida, volvió a ser de un color natural. Por
último, la expresión de su rostro se llenó de paz.
-Silvan,
amigo mío, perdóname. Que equivocado estaba. Me ofrecieron el
puesto que los longorianos no me dieron. Y lo acepté, a pesar de
unirme a ellos. La magia negra que surge de sus tierras, me convirtió
en el ser que viste, un guerrero del caos… un ser despreciable.
Gracias, por despertarme de esta pesadilla.
-Tranquilo,
Éaguer. Ya no volverás a pasar por ello, de nuevo.
En
ese momento, Eléndil cayó desvanecido, pero, aún consciente.
-Ayúdame
amigo.
Tenemos que apartar al
mago
de la lucha.
Lana,
al ver lo que le había sucedido a su maestro, acudió junto a ellos.
-¿Cómo
estás? -le preguntó,
muy preocupada.
-Muy
débil. Si salimos de ésta, creo que no podré acompañaros hasta
Longoria.
-Sí
que podrás. Yo te ayudaré.
Lana
buscó entonces a Susan. Cuando la encontró, le dijo:
-¡Necesito
tu frasco! ¡Eléndil
está muy débil!
¡Recuerdo
que aún te quedaba para un pequeño sorbo!
-¡Sí,
es cierto! ¡Tómalo!
Susan
se lo lanzó, y Lana lo cogió. Luego, fue hasta su maestro y le dio
de beber lo poco que quedaba. En breves instantes, recobró las
energías, y estuvo mejor que nunca.
Justo
después que el
mago
se recuperase, apareció en el cielo la ayuda que necesitaban. Lejos,
se acercaban un gran número de dragones verdes, encabezados por uno
algo más viejo.
Cuando
se hallaron lo suficiente cerca, todos dejaron de pelear,
impresionados ante su
majestuosidad.
-¿Quién
ha utilizado la Dragonstone verde, para reclamar nuestra ayuda?
-preguntó desde el cielo, el dragón que encabezaba el grupo.
-Yo,
Silvan… general del ejército longoriano. Reclamo tu ayuda,
Ázumack, y la de los tuyos. Y te ordeno acabar con esos cuatro
guerreros del caos.
-Así
se hará -respondió.
Sus
enemigos,
al oír esto, intentaron huir corriendo hacia donde estaban sus
monturas; pero no les dio tiempo. El
líder de los dragones verdes
exhaló una gran llamarada de fuego, y ni las armaduras de los
guerreros del caos pudieron protegerlos en esta ocasión. Murieron
los cuatro, ardiendo en llamas. Después, Ázumack aterrizó en la
explanada, cerca de Silvan.
El
dragón verde tenía el mismo aspecto que cualquier dragón de otro
color… poderosas patas traseras, patas delanteras no menos
inquietantes, todas con afiladas garras, un enorme cuerpo de reptil
con escamas, una larga cola, una hilera de pelo en la parte superior
de la cola que terminaba en una punta con forma de as de picas. En la
parte superior del cuerpo, le nacían unas poderosas alas, tipo
murciélago, con uñas.
Entre
el nacimiento de las alas y las patas delanteras, le nacía un largo
cuello que terminaba en una hermosa cabeza de dragón, con dos
cuernos y pelo entre ellos (detrás de la cabeza, y en lo que serían
sus pómulos).
Aunque
parecían enormes, los verdes eran los más pequeños y débiles. Y,
eran la especie de dragón menos inteligente. Aunque, seguían siendo
mucho más sabios que los humanos. Exhalaban fuego y podían hablar,
como la mayoría. Pero además, pertenecían a una de las seis clases
de dragones buenos: los verdes, azules, blancos, plateados, de broce
y dorados.
-Hola
Silvan. Ha sido un placer ayudarte ¿Necesitas algo más? -preguntó
el anciano dragón, con su peculiar voz de saurio.
-Sí,
por favor. Necesito que nos llevéis a mis amigos y a mí, a
Longoria. Debemos librar una batalla contra las fuerzas del mal.
-Será
un honor para nosotros, los dragones verdes, poder ayudar a
derrotarlas.
-El
honor es nuestro -le dijo, en nombre de todos-. Han pasado
muchos años, desde la última vez que los humanos y los dragones
fueron aliados. Nos podemos considerar afortunados por poder volar
sobre vosotros. Pero antes, tenemos que dar las gracias una vez más
a los hombres-pájaro que acudieron en nuestra ayuda.
-No
hace falta -dijo Aven-. En la lucha contra el mal, debemos estar
unidos. Da igual cual sea tu naturaleza, si luchas del lado del bien.
-Muy
sabias palabras -dijo Eléndil-. Me alegra haberos conocido, a vos y
a los vuestros.
-Bueno,
tenemos que irnos. Cada momento es importante. Quien sabe, lo que nos
encontraremos cuando lleguemos a Longoria.
-Espera
un momento -dijo Éaguer-. Quiero acompañaros y luchar con vosotros.
Pero no, sin antes entregaros algo que os arrebaté -dicho esto, sacó
La Piedra Multicolor, que ahora era de color verde, porque los
dragones del
mismo color
estaban allí-. Tomad, os pertenece -dijo, entregando la piedra a
Silvan.
-Gracias
-respondió éste-.
Pero, no soy yo quien debe tenerla, ni tampoco la piedra verde. Ambas
deben estar en posesión de uno de los tres chicos, como dicta la
profecía. Debes tenerlas tú Kevin. Ya has portado con La Piedra
Multicolor antes.
-Lo
acepto. Prometí que portaría La Piedra Multicolor y buscaría las
Dragonstones; y eso haré -dijo Kevin, tomando las dos piedras, y
guardándolas en su saquillo.
Tras
decir esto, varios dragones más, aterrizaron para que el resto del
grupo tuviese montura.
Silvan
montó en Ázumack. Kevin en una dragona. Y todos los demás, excepto
los ángeles, en el resto de los dragones que habían aterrizado en
tierra firme.
Éstos alzaron el vuelo y partieron hacia Longoria.
Al
principio, a todos les costó acostumbrase a ellos y a volar.
Además, no llevaban silla; así, que era difícil no caerse de ellos.
Pero, no tardarían en aprender. Y tenían un largo viaje para
hacerlo.
¡Sí! ¡Los dragones verdes aparecieron! Además los protagonistas les dieron una lección a los guerreros del caos, je, je, je. Y qué sorpresa que el Señor de la Guerra era un viejo amigo de Silvan, bueno, un nuevo aliado más, je, je, je.
ResponderEliminarBuen capítulo. Espero que en el siguiente continúe la invasión de Longoria. No me quiero perder esa batalla por nada. je, je, je. ¡Saludos!
Hola Nahuel.
EliminarAhora sí, los dragones verdes están al servicio del grupo. Sí, les costó trabajo pero los vencieron.
Eaguer es un nuevo aliado, para suerte de ellos un genial guerrero.
Gracias.
No te preocupes, en el próximo sigue.
Saludos.
El mundo es un pañuelo, oye... pero no sé si yo habría agotado las energías de un aliado para salvar a un enemigo, aunque fuera un viejo amigo.
ResponderEliminarNo pensé que los dragones aceptarán recibir órdenes, pensaba que les iban a ayudar en plan favor, no ponerse a su servicio.
Saludos.
Sí, un pañuelo. Jeje.
EliminarSilvan tenía un cargo de conciencia con su amigo, pensó que si había caído en aquel estado, una pequeña parte se debia a él, por eso, y porque sabía que Elendil se habría recuperado aunque necesitado más tiempo, lo hizo.
Las Dragonstones tienen el poder de dominar a los dragones por eso sean buenos o malos, quién las posea tiene poder sobre ellos. Eso conlleva que todos quieran conseguirlas.
Saludos.
¡Jujuju! Las batallas no parecen cesar. Esta vez les ha tocado combatir al grupo de Silvan. Y, encima, han hecho acto de presencia los dragones verdes. Sin duda, puedo decir que este capítulo, me ha encantado también.
ResponderEliminarHa sido una sorpresa que el Señor de la Guerra fuese amigo de Silvan. Suerte que han conseguido que retome su humanidad, ¿verdad? :) Y encima les ha devuelto la piedra multicolor. No saben la suerte que han tenido. Estas cosas son parte del porqué me gustan tus historias, el bien, por norma general, siempre vence.
-Inciso- En el anterior se me ha olvidado decirte que una de las escenas que más me han gustado, es la del elfo que lanza la primera flecha, partiendo el corazón de uno de los oscuros. Y la caída de miles de flechas justo después.
¡Y ya van dos! Balance, ¡fantástico! Me ha encantado.
Y me voy a por el último de hoy.
¡Hasta ahora!
Sí, me alegro. Aunque no es tan bueno como el anterior, sí es intenso y emocionante.
EliminarJajaja. A que no lo esperabais nadie que fuese un antiguo amigo de Silvan. He de confesar, que yo tampoco lo tenía previsto, y fue la propia historia la que cogió vida por sí sola, y reclamó este personaje para unirse al bando de los buenos. Y me pareció un excelente idea.
Dices bien. Por normal general siempre vence. Pero no siempre; ya lo verás, más adelante. Sino, mis historias serían muy previsibles.
Gracias por el inciso. A mi también me gusta mucho esa escena (y otras) del capítulo anterior.
Gracias, de nuevo. Espero que sigas tan encantada como hasta ahora. Jajaja (soy peor que una hada madrina, mi escritura supera su magia, jeje) Es broma, no quiero resultar vanidoso, y que pienses que soy un creído.
A por el siguiente...