COMIENZA
LA BATALLA
En
la mañana del día siguiente al que el grupo se hizo con la piedra
verde, en Longoria ya estaban preparados para la batalla.
Por
otra parte, en el valle al sur, un explorador se sobresaltó de
pronto.
Había
estado recostado sobre el tronco de un árbol, y se despertó debido
a un ruido. Sonaba como un murmullo sobre la tierra, más bien como
un estruendo.
Lo
formaban cinco mil hombres, unos mil caballos, y algunos cañones.
Cuando
vió una nube de polvo a lo lejos, supo lo que era… de modo, que no
tardó en mirar con su catalejo.
Vió
lo que imaginaba, al ejército de proscritos.
Decidió
no perder más tiempo. Tomó su caballo y salió a galope hacia la
puerta sur de la gran muralla de Longoria.
Y
llegó gritando:
-¡Dejad
paso, ya vienen!
Enseguida,
abrieron las puertas.
Poco
después, Ántrax que se estaba ocupando de todo, llegó a la sala
donde se encontraba el Rey Mónckhar, y le dijo:
-Padre,
ya han llegado. Acaba de decírmelo el explorador que envié.
-Sabía
que estaban al llegar. Pero… no los esperaba tan pronto. ¿Están
todos en su sitio? -preguntó Mónckhar a su hijo.
-Sí,
padre. Todos están preparados.
-Pues,
reunámonos con ellos.
-¡Estaba
deseando escuchar eso!
Más
tarde, ambos,
que previamente se habían
reunido con el Rey Almare y con el general silvano Máblung, para
darles la noticia, llegaron hasta la gran muralla.
Se
encontraban cerca de la puerta sur de la ciudad. Desde allí, vieron
como el ejército de proscritos se acercaba.
Avanzaban
despacio, porque los caballos iban tras los hombres a pie. Y además,
traían cañones y escaleras de asedio.
-Deben
sumar unos cinco mil hombres. Demasiados para nosotros. Sumando
longorianos y elfos silvanos, sólo somos tres mil -concretó Ántrax.
-No
subestimes nuestra defensa hijo. Esta muralla ha sido siempre un muro
infranqueable para nuestros enemigos. Y nosotros, nos defenderemos
desde aquí arriba.
-Ojala
estuviera tan tranquilo como tú, padre.
Abajo,
el ejército de proscritos por fin llegó hasta las inmediaciones de
la muralla.
En
él había hombres de todas las partes de Shakával...
...Humanos
árabes, morenos tanto de piel como de pelo, altos y delgados, y de
ojos oscuros. Iban armados con espadas.
...Humanos
nómadas de la estepa, parecidos a los árabes, pero menos morenos. Utilizaban lanza.
...Nórdicos
de piel clara y pelo pelirrojo, castaño o rubio, empleaban tanto
espadas como grandes hachas. Entre ellos había algunos bárbaros y
vikingos.
...Orientales,
de piel amarillenta, ojos rasgados e inclinados, manejaban espadas,
lanzas y ballestas.
...Sureños,
de piel negra, traían lanzas.
...Pieles
rojas, recurrían a lanzas y arcos.
Y,
por
último...
...humanos
mundanos como su líder Márenon, representaban la mayoría del
ejército de proscritos. Eran de piel clara y pelo que iba del negro
al blanco, pasando por el castaño y el rubio.
Se
valían de espadas, arcos, lanzas, cachiporras, y armas de pólvora.
También, transportaban cañones y escaleras de asedio.
-La
verdad… pienso que han venido bien preparados -declaró Máblung a
Almare, Mónckhar y Ántrax.
-Dicen
que los elfos silvanos sois los mejores arqueros de todo Shakával, y
que tenéis una excelente puntería. Si eso es cierto… ¿serías
capaz de acertar en el corazón de alguno de ellos, desde esta
distancia? -preguntó el príncipe Ántrax a Máblung.
-¡Ni
lo dudes! -contestó-. ¡Arqueros, justo cuando yo alcance al primero
con una de mis flechas, lanzad las vuestras! ¡Entendido!
A
su orden, los arqueros silvanos prepararon sus arcos. Seguidamente,
Máblung tensó su arco con una de sus flechas, y apuntó hacia el
cielo.
En
un instante, la flecha salió disparada de su arco y surcó el
aire.
A lo lejos, se vio como impactó en el pecho de uno de los
proscritos, atravesándole el corazón.
El
ejército de éstos
y su líder vieron como aquel hombre cayó al suelo, muerto.
-¡Malditos
elfos! -exclamó Márenon-. ¡Que
los arqueros, pieles rojas, se adelanten formando una primera línea,
y lancen su ataque!
¡Y
que tras ellos, los secunden una nueva línea de arqueros mundanos!
No
había acabado de dar la orden cuando, una infinidad de
flechas caía desde el cielo, alcanzando la mayoría su objetivo.
Causaron
un gran número de víctimas, casi
todos
arqueros; pues eran los que iban delante. Pero Márenon se dijo a si
mismo, que la batalla sólo había comenzado, y ahora le tocaba
golpear a él.
Los
arqueros pieles rojas tuvieron que avanzar más adelante porque,
aunque eran muy buenos con el arco debido a que tenían una gran
puntería; sus arcos no tenían la potencia que tenían los de los
elfos silvanos.
Cuando
se situaron a una cierta distancia… los pieles rojas lanzaron sus
flechas. Unos metros detrás, venía una segunda fila de arqueros
mundanos.
Mientras
tanto, seguían cayendo flechas silvanas y muriendo más proscritos.
Los
arqueros mundanos lanzaron también las
suyas,
y en el cielo, se cruzaron con la de los elfos silvanos. Y ambos
bandos sufrieron más pérdidas.
Esta
situación se fue sucediendo varias veces. Mientras, el ejército de
proscritos avanzaba, tras sus arqueros, hacia la muralla.
-¡Dejad
de lanzad flechas! ¡Que
los cañones que marchan detrás, abran fuego… y que un grupo
busque un gran árbol para talarlo e intentar derribar las puertas!
-ordenó Márenon a su ejército.
Y
los cañones abrieron fuego…
Hicieron
que la impenetrable muralla longoriana no pareciese tal. Se formaron
muchos agujeros en ella, pero no lograron atravesar sus tres metros
de grosor, aunque si alcanzaron a varios soldados longorianos y elfos silvanos.
-¡Maldita
sea! -gritó Mónckhar- . ¡Que esos condenados sepan que no son los
únicos que disponen de cañones! ¡Abrid fuego!
Los
que había situados en la calzada que había encima de la muralla,
enseguida hicieron
su cometido,
como su rey había ordenado. Al alcanzar a los hombres del ejército
enemigo, lograron acabar con muchos, de modo, que el ejército
proscrito tuvo que romper su formación, por el pánico.
Mientras
ambos
bandos lanzaban fuego,
los hombres del ejército proscrito habían acabado de talar un
enorme árbol, que prepararon para poder atacar las puertas de
Longoria.
Los
cañones de ambos bandos, en ese momento, se
quedaron sin
munición. Pero para ese entonces, ya habían hecho mucho daño. La
muralla tenía destrozos por todos lados, aunque ningún agujero. Y
habían muerto longorianos y elfos.
En
el bando contrario, habían sufrido innumerables pérdidas. Habían
acabado
con
unos mil quinientos hombres. Mientras, que entre longorianos y elfos
silvanos, sólo habían muerto quinientos. A pesar de todo, el
ejército proscrito seguía siendo superior.
-¡Traed
las escaleras de asedio! -gritó Márenon.
Inmediatamente,
trajeron varias escalinatas
larguísimas, para que pudieran alcanzar la altura de la muralla.
Arriba,
Ántrax dijo:
-¡Que
esté preparado el aceite hirviendo! ¡Intentaremos
evitar que entren dentro, a cualquier precio!
Abajo,
colocaron las escaleras de asedio sobre la muralla, e iban subiendo
por ellas. Desde arriba, intentaban, a veces con éxito, separarlas.
Los soldados proscritos caían abajo, pero, volvían a ponerlas para
volver a
intentar
subir
hasta arriba.
Al
mismo tiempo, un gran número de soldados proscritos llevaron el gran
tronco, ya preparado, para derribar las puertas. Arremetieron con el
ariete, contra ellas, con gran fuerza, pero no lograron abrirlas…
ya que desde dentro, muchos de los soldados longorianos intentaban
impedírselo.
-¡Verted
el aceite hirviendo! -ordenó Ántrax.
Así
lo hicieron. Y los soldados que subían por las escaleras caían
gritando de dolor. Pero a pesar de ello, no
desistían.
Tenían
que impedirlo a toda costa. Así que, tanto los arcabuceros de la
muralla como los elfos silvanos tuvieron que matar a muchos para
impedirlo. Pero, tanto en lo alto como en las puertas no resistirían
mucho más.
El
ejército de proscritos seguía intentándolo una y otra vez
incansablemente, porque sabían que al final, alcanzarían su
objetivo.
Arriba
de la muralla, los proscritos habían logrado subir hasta final de
las escaleras. Pero, los longorianos trataban de impedir su entrada,
luchando contra ellos, con las espadas.
Ántrax
se había unido a sus soldados. Luchaba hombro a hombro con ellos; y
por el momento, conseguían su propósito.
Abajo,
en las puertas, las acometidas eran cada vez más difíciles de
parar. Y el soporte que mantenía la puertas
cerradas,
no aguantaría mucho más.
Tras
ellas
estaba el Rey Mónckhar preparado tras un gran número de soldados
longorianos, que intentaban mantenerlas cerradas. Él y éstos
intentarían defender la entrada, si los proscritos lograban abrirla.
Desde
arriba, Máblung y los elfos silvanos ayudaban con sus arcos a Ántrax
con los proscritos que subían por las escaleras de asedio. Y Almare
y el resto de elfos disparaban flechas contra los enemigos
que arremetían contra las grandes puertas del sur de la muralla.
Tanto
unos elfos como otros eran una gran ayuda para los longorianos, pues
sin ellos los proscritos ya habrían entrado
dentro.
-¡Vamos,
casi hemos alcanzado nuestro objetivo! ¡Haced un último esfuerzo, y
lograremos entrar! -gritó el general Márenon, al ejército de
proscritos.
Éstos
respondieron alzando sus armas y dando un grito de guerra:
-¡A
por ellos!
Esta
vez, arremetieron como si una energía renovada los impulsara al
interior. Y al fin, lograron que las puertas de Longoria cedieran.
La
entrada se abrió, y algunos de los soldados que había tras ellas,
cayeron al suelo derribados por el fuerte golpe.
Los
proscritos entraron, y los longorianos no tuvieron más remedio que
defender la entrada como pudieron.
-Seguidme
-dijo Almare-. Tenemos que ayudar al Rey Mónckhar a impedir que
entren en Longoria.
Los
elfos silvanos que estaban junto a él lo siguieron, y dejaron a Máblung y Ántrax defendiendo la muralla.
Abajo,
la lucha entre espadas, hachas y lanzas era frenética. Luego, se
unieron las ballestas y arcos de los
proscritos,
y los arcos de los elfos silvanos.
Pero
a pesar de todo, sus enemigos seguían superándolos
en número. Por eso, muy
a su pesar, lograron
atravesar la muralla. Y allí, dentro de Longoria, siguieron
luchando.
Pero,
tanto abajo como en lo alto, las fuerzas del bien iban cediendo
terreno al ejército de proscritos.
Pronto,
caerían derrotados ante el ejército enemigo…
¡Ju, ju, ju! ¡Qué batalla! Pero parece que Longoria va a caer... A menos que... No sé, je, je, je. Tendré que esperar para saber cómo sigue esto. ¡No puedo esperar! ¡Je, je, je! ¡Saludos!
ResponderEliminarQuiere decir que te ha gustado... Espero que sí.
EliminarAún queda mucho, varios capítulos, para que esta batalla termine. Así que tendrás que seguirla en varias dosis. Jeje. Te auguro que lo mejor de ella está por ver. Esto solo eran los aperitivos, aún quedan varios platos y el postre. Jeje.
Saludos.
¡Sí, me gustó mucho! ¡¿Hay más?! ¡Ju, ju, ju! ¡Se va a poner bueno! ¡Saludos!
EliminarMadreee. Qué locura... el ejército de Longoria me ha parecido un poquito de papel...
ResponderEliminarMe ha recordado un poco al episodio del Abismo de Helm del Señor de los Anillos (¿lo he escrito bien?). Mola :)
Saludos.
La verdad es que llevas razón. No había caído en ello, pero ahora que lo dices tiene poco protagonismo. Bueno ya no tiene remedio. Sí, está bien escrito. El Señor de los Anillos me sirvió mucho como inspiración para esta batalla, pero ahora mismo no recuerdo que capítulo concretamente era. Tendré que echarle un vistazo, para saber a cuál te refieres.
EliminarSaludos.
¡Uoh! ¡Ha merecido la pena la espera! ¡Qué batalla! Cinco mil hombres contra tres mil. Aguantando las estocadas, sufriendo heridas de flechas, cañonazos... ¡Hasta el aceite hirviendo! Me ha gustado un montón.
ResponderEliminarLo único malo, es que ¡les has dejado al borde del colapso! Los malos ganan terreno. Espero que, aunque ahora se vean en un aprieto, Longoria se libre de este ejército de proscritos.
Primer capítulo de la maratón, cumplido. Balance, ¡muy bueno! ^^
¡Hasta luego!
Wou...
Eliminar...Parece que te ha gustado.
Éste primero, y el último de esta batalla, creo que son los mejores de la Batalla de Longoria.
Intenté escenificar un asedio a una muralla. Creo que ha quedado bien. Por lo menos, a mi parecer.
Sí, los dejé contra las cuerdas. Pero aún no deben tirar la toalla. Aún hay mucha sangre que derramar en este ring, y recién cayeron las primeras gotas de sudor. Con que, aún queda mucho para que resbalen.
Gracias.
Espero que los demás kilómetros del maratón te resulten tan satisfactorios como éste. Jeje. Estoy deseando que llegues a la meta.
Saludos.