viernes, 3 de octubre de 2014

Capítulo 20 de Dragonstones 1






EL PASO DE HIELO




Tras dejar Vampiria, y parar para comer y dormir un rato durante el día, el grupo que custodiaba La Piedra Multicolor, siguiendo su camino, llegó a un río… Era el yúln.



Decidieron parar un momento, para que tanto sus monturas como ellos mismos se refrescaran un poco.

Mialee era la que más necesitaba aquel descanso.

Aunque los ángeles la sanaron, se sentía cansada, y aún con sueño; pero el agua le devolvería la vitalidad que antes tenía.



Lana aprovechó la parada para acercarse a Silvan que estaba lavando su espada en el río.

-¿Qué tal os fue en el castillo? -le preguntó, intentando iniciar una conversación.

-Pasamos un mal rato. Prefiero luchar mil veces contra los vivos, que tener que enfrentarme de nuevo a los No-Muertos.

-¿Mialee se pondrá bien? -preguntó preocupada.

-Seguro. Láslandriel e Ilene la sanaron. No creo que le queden secuelas.

Esos dos no dejan de sorprenderme. Si hubieras visto las cosas que es capaz de hacer ese ángel…

-Sabes... estoy arrepentida. Cuando esas vampiras nos atacaron en el desfiladero, sólo fui capaz de cubrirme con la capa para volverme invisible. No tuve el valor de enfrentarme a ellas.

-No te preocupes. Ninguno de nosotros pudimos hacer más de lo que hicimos. No pienses en ello -la tranquilizó.







Por otro lado, Kevin estaba acariciando a su unicornio cuando Susan se acercó al suyo que estaba bebiendo justo a su lado.

-Pobres unicornios… no están muy acostumbrados al frío. Seguro que lo pasarán mal en el Paso de Hielo.

-No serán los únicos. Mira allí, esas montañas cubiertas de nieve son enormes, y por lo que dice Silvan, tardaremos dos jornadas o más en cruzarlas... Y tendremos que viajar de noche, porque si paramos, nos moriremos de frío -le explicó Kevin.

-Así es, pequeña -le aseguró Eléndil, que se había acercado hasta los dos-. He cruzado ese paso en alguna ocasión, y no todos pueden decir eso. Muchos, mueren en el intento. Pero nosotros quizá recibamos alguna ayuda -insinuó el mago, mirando hacia las montañas.

-¿Sabéis, que muy cerca de ese paso, al norte, se encuentran mis primos? Me gustaría poder desviarme del camino e ir a verlos a Zenoria. Allí viven la mayoría de los enanos de Shakával, aunque no son pelirrojos como la mayoría de nosotros, los enanos nórdicos -expresó Gúnnar, algo triste.

-Quizás en otra ocasión… quizás en otra ocasión -le propuso Eléndil, mientras le daba unas palmadas sobre el hombro.







Por otro lado, Tristan estaba dando a Justin y Alan unas muestras del manejo de la espada. Aunque el bárbaro podía derribarlos en un instante, ya que poseía una enorme fuerza y manejaba su espadón mucho mejor que ellos sus espadas, se contenía e intentaba explicarles como sujetar la espada, o como defenderse ante distintos ataques.


Después, sacó de su robusto caballo unas pieles que solía usar en Barbaria, dónde la nieve siempre era permanente.

Aunque todavía no la habían alcanzado, cuando dejaron el río yúln, enseguida hizo frío.



Tras abrigarse todos un poco, (algunos no tuvieron más remedio que cubrirse con sus capas), siguieron su viaje dirección a las montañas.





En un terreno que cada vez era más empinado y rocoso, vieron las primeras nieves. Todavía, se veían algunos árboles en las laderas y a pie de montaña, la mayoría cubiertos; pero en seguida, no habría ni árboles que los resguardaran del frío.





Siguieron avanzando, por un camino cada vez más abrupto y dificultoso. La nieve cubría ya todo el suelo, y los árboles escaseaban cada vez más. Un viento helado hizo de pronto presencia, y el frío comenzó a calar en los huesos de todos.

Marchaban lentamente, pero sin pausa. Ya no había árbol alguno, y se encontraban en las laderas de las montañas del norte. Allí, comenzaba el Paso de Hielo, un paso de nieve y hielo, que atravesaba la gran cordillera central, dejando al sur un valle y el resto de montañas que lo formaban.



No podían ir por éste, púes se hallaba bajo un acantilado, y no había paso alguno para bajar a él; asimismo, también estaba cubierto de nieve.



A medida que avanzaban, el paso se hacía más empinado; y al estar a más altura, el frío era mayor. Sólo Tristan y Gúnnar estaban acostumbrados a aquellas temperaturas tan bajas, algo normal, porque en Nordia acostumbraba a hacer siempre ese clima.

Sus monturas tampoco, sólo el caballo de Tristan era lo bastante fuerte para avanzar por la nieve sin dificultad y aguantaba aquel frío glacial.

Los ángeles Láslandriel e Ilene habían ido caminando, ya que aquellas temperaturas les impedían volar. Y andaban al mismo ritmo que marchaban los demás en sus monturas.



Poco después, Kevin sintió que algo húmedo le tocó la cara, eran copos de nieve.

Aunque en un principio, cayeron débilmente, enseguida lo hicieron con mayor intensidad, y para sus pesares, el viento sopló con más fuerza. No obstante, lo peor de ello vendría en las horas siguientes, pues comenzaba a oscurecer.



-Nunca imaginé que se pudiera pasar tan mal en la nieve -expresó Éric, acordándose de los momentos en los que jugaba en ella, tras una noche de nevada.

-¿Recuerdas aquel muñeco que hicimos el último invierno? -le preguntó Kevin.

-Sí, y también la batalla de las bolas de nieve -respondió Éric.

-Me gustaría volver de nuevo. Todos se preguntarán que ha sido de nosotros -reconoció Susan.

-Para ello, tendremos que reunir las ocho Dragonstones… y aún no tenemos ninguna -Kevin le recordó la cruel realidad.

-Mejor, que ni lo menciones.



Llegó la noche, y la tormenta no amainó, así que tuvieron que seguir avanzando para no morir de frío.

Por fin, tras una dura, fría y larga noche, la tormenta cesó, para dar paso a un hermoso amanecer.



-¿Cuánto nos quedará para llegar al final del paso? -preguntó Isilion.

-Hemos avanzado casi la mitad del camino. Con todo, si la tormenta no reaparece, habremos pasado lo peor -respondió Eléndil.

-Menos mal. Tengo los dedos y la cara roja, y mis pies casi no pueden dar un paso más -murmuró Lana.

-A mí me ocurre lo mismo. Tengo los músculos agarrotados, y si la tormenta no llega a cesar, creo que hubiera enfermado -susurró Susan.

-¿Recuerdas el frasco de agua que llevas contigo? -preguntó Eléndil.

-Sí, aquél que me entregó el hada del bosque iluminado -recordó Susan.

-Pues ahora es una buena ocasión para que lo utilices. Dale también, a todos los que tengan los mismos síntomas -le indicó Eléndil, muy sabiamente.



Susan no lo dudó un instante. Bebió aquella agua curativa, y le dio a aquellos que tenían síntomas parecidos. Al final, todos quedaron como nuevos, pero en el frasco sólo quedó para un pequeño sorbo.

Únicamente lo podían utilizar en una ocasión más, y no debían desperdiciarla.



En ese momento, sucedió lo que menos esperaban. Los guerreros del caos, que los habían estado siguiendo durante todo el viaje, se cansaron de perseguirlos, y decidieron conseguir la primera de las Dragonstones lo antes posible… para poner los dragones al servicio de Ízmer.

Aparecieron de la nada, montando sus corceles del caos; negros como la noche, teñidos de rojo, y con armadura y cráneo en sus cabezas.

Los corceles guiados por los seis caballeros del caos y el Señor de la Guerra, representaban una visión impresionante.

Los guerreros del caos llevaban unas pesadas armaduras que les cubrían todo el cuerpo, plateadas o negras, y con runas doradas. Éstas últimas al ser mágicas, brillaban y daban poderes a aquellas armaduras.



La mayoría de aquellos jinetes llevaban cascos semejantes a sus armaduras, e iban equipados con pesadas armas.



Tristan fue el primero que decidió hacerles frente; de modo, que se dirigió hacia ellos con su caballo.

El Señor de la Guerra al verlo, alentó a su corcel para que fuera más rápido; cogió su Martillo de la Sumisión de detrás de su espalda, y lanzó su carga sobre el bárbaro. Los seis caballeros del caos venían tras él.

Tristan sujetó fuerte su espadón de Barbaria, y siguió avanzando hacia el Señor de la Guerra.

Justo en el momento que el bárbaro iba a descargar su espadón sobre él, las runas mágicas de la armadura de su oponente emitieron una luz cegadora, que lo dejó deslumbrado. El Señor de la Guerra aprovechó el momento para descargar un golpe terrible sobre Tristan, que cayó de su caballo para no volver a levantarse.



Al ver esto, Silvan dijo:

-¡Eléndil y Lana avanzad con los chicos! ¡Isilion y Mialee acompañadlos!

-Pero, podemos ayudar -insistió Mialee.

-Son enemigos muy poderosos. Nosotros les haremos frente. Vuestros arcos no los pueden alcanzar… sus armaduras los protegen.



Justin y Alan fueron los siguientes en caer…



Silvan se dirigió entonces hacia el general de los guerreros del caos, pero éste alzó su caballo e hizo que el de su oponente lo dejara caer. El Señor de la Guerra lo evitó, y se dirigió hacia los chicos. Sin perder tiempo, los seis caballeros del caos arremetieron contra Silvan, Justin, Alan, Láslandriel e Ilene.



Los dos ángeles poseedores del saber de la luz, utilizaron la mirada ardiente de Slem. Pero las armaduras de sus oponentes, que tenían unas runas protectoras, evitaron el ataque de éstos.



El Señor de la Guerra logró alcanzar a Éric y atraparlo.



-Sé que uno de los tres muchachos que habéis venido de otro mundo, tiene La Piedra Multicolor… así que si eres tú, dámela.

-¡No te la entregaré nunca! -se atrevió a decirle Éric al Señor de la Guerra.

-¡El que la tenga que hable ahora, o mataré a éste engreído! -exclamó. Había perdido la paciencia.



Mientras esto sucedía, los caballeros del caos mantenían ocupados a Silvan y los demás… y Eléndil no podía hacer nada, o matarían al muchacho.



-Espera un momento, yo la tengo -confesó Kevin al Señor de la Guerra-, pero si la quieres, debes soltar antes a mi amigo.

-¡Crees que soy estúpido muchacho! No lo haré hasta que me hayas entregado la piedra, y me digas donde se encuentra la Dragonstone que buscáis. Y si no me dices la verdad, volveremos y acabaremos con todos.

Kevin que había visto la superioridad de los guerreros del caos, a pesar de estar en inferioridad numérica, sabía que si le mentía, la próxima vez los matarían a todos. Por ello, le entregó la piedra, y le dijo que la Dragonstone se encontraba en Aven.



El Señor de la Guerra dijo a sus caballeros que le siguiesen, y a los demás, que no soltaría al muchacho hasta que no se hallasen lo suficientemente lejos; y que lo mataría, si alguien se atrevía a seguirlos.

El grupo tuvo que ver como los guerreros del caos se marchaban sin poder hacer nada. Sólo, Láslandriel utilizó la mano curativa de Ulzah, (el hechizo del saber de la luz que siempre utilizaba para sanarlos), y Tristan se incorporó, aún dolorido.





Más tarde, siguieron adelante y encontraron a Éric. Después, los persiguieron. El camino se hizo entonces muy difícil, pues estaba al borde de un precipicio y era tan estrecho que tenían que ir en fila de a uno. Para colmo, no estaba cubierto de nieve sino de hielo resbaladizo… cualquier descuido haría que cayesen por él.



Más adelante, tuvieron que detenerse, pues los guerreros del caos habían conseguido con fuertes golpes de sus armas, que el hielo de arriba cayera sobre el paso y quedara obstruido por un muro de cinco metros de espesor.

-¿Podrías utilizar tu magia para derretirlo, maestro? -le preguntó Lana a Eléndil.

-Sí, pero aunque lo haga no alcanzaremos nunca a esos guerreros del caos, antes de que consigan la piedra verde. Así, que haré algo mejor. ¿Te acuerdas Susan que te dije que quizás recibiéramos ayuda para cruzar el Paso de Hielo? -le preguntó Eléndil, con una sonrisa en la cara.

-Sí, ¿de que ayuda se trata? -preguntó intrigada.

-Espera un momento y la verás. A continuación, hizo un sonoro silbido, que ayudado por su magia se extendió por todo el Paso de Hielo.

Tras esperar un rato, llegaron un gran número de águilas gigantes.

-Éstas son mis amigas. Con su ayuda alcanzaremos a los guerreros del caos, es más, llegaremos hasta la piedra verde antes que ellos. Pero tendremos que dejar que nuestras monturas regresen a Longoria -Eléndil, tras explicarles esto al grupo, pareció susurrar algo a su caballo. Momentos después, todos los caballos, unicornios, y el poni, lo siguieron dirección a Longoria. Por último, cada uno, excepto los ángeles, se subió a una de las águilas gigantes, que tenían una envergadura de más de nueve metros, y cruzaron volando el resto del Paso de Hielo. Las águilas no pararon de volar hasta llegar a un bosque, donde los dejaron en tierra firme.

-Gracias por vuestra ayuda -se expresó Eléndil. Y éstas iniciaron el vuelo de vuelta.



De modo, que nuestro grupo tenía ante sí el bosque de draconia, un bosque de árboles altísimos.

Al otro lado del bosque, en las montañas de la cordillera del este, se encontraba Aven, donde estaba la piedra verde. Así, que deberían cruzar el bosque a pie. Aunque, gracias a la ventaja que habían conseguido con respecto a los guerreros del caos, conseguirían llegar a Aven antes que ellos.

8 comentarios:

  1. ¡Noooo! ¡Los guerreros del caos tienen la piedra multicolor! Aunque los protagonistas ya llegaron a Aven y pronto obtendrán la piedra verde, pero quizá también otro encuentro con los guerreros del caos.

    Si estoy en Shakával, el Paso de Hielo es uno de los pocos lugares donde no iría. La razón: odio el frío. ¡Apenas llegué allí me convertiré en un témpano andante! Je, je, je.

    ¡Saludos!

    P.D.: Mañana comienzo a leer, si el tiempo me permite, "Tierras de Gyadomea. 1".

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    1. Sí. El Señor de la Guerra se cansó de esperar, y de seguir las instrucciones de Izmer. Decidió aprovechar la situación que se le presentó... El Paso de Hielo, un lugar idóneo para atacarlos. Este lugar se me ocurrió cuando vi la secuencia de la película del Señor de los Anillos cuando cruzan las montañas y casi quedan enterrados en la nieve.

      Me alegra que comiences esta historia. Nadie la ha leído hasta ahora, sólo han leído algún que otro capítulo suelto.
      Es una historia infantil muy del estilo de las películas de Disney de los cuentos de siempre. En ella salen muchos guiños a estos cuentos, aunque algo enmascarados. Espero que te guste. Tanto la historia como los capítulos son muy cortos, porque están pensados para un lector infantil. Aunque siempre he dicho que todos tenemos un niño dentro deseando salir fuera.

      Saludos.

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  2. Pensé que habías matado a Tristan... ¡pensé que habías matado a Tristan! Casi lloro... y te he odiado un poquito, pero ahora está bien y no pasa nada.
    Jo, que susto, he vivido la tensión de todos los protagonistas. Este ha sido un capítulo especial, me ha gustado mucho :)
    Un abrazo.

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    1. No. Este personaje es de los que más quiero. Si te has molestado cuando lo creíste es que la historia te está enganchado y le tienes cariño a los personajes. Eso quiere decir que no lo hice tan mal para ser mi primer libro.
      Me alegro, un abrazo.

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  3. Hola Jose Baena. Interesante blog, acaba de unirse después de encontrar en G +
    También tengo un mitos y fantasía blog si usted está interesado en echarle un vistazo. Gracias.

    http://cynthiasfairiesandme.blogspot.ca/

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    1. Hola Cindy.
      Por lo que veo no siempre Cindy va acompañado del mismo seudónimo.
      Gracias.
      Sí he conocido tu blog gracias a Google+
      Gracias por seguir el mío. Yo intenté seguir el tuyo pero no vi el widget de Google friend.
      Claro que le echaré un vistazo. Gracias.
      Saludos.

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  4. ¡Bueno, qué nervios!
    Ya que estaban saliendo del clima tan duro que tenían que pasar, ¡llegan los caballeros oscuros! Y para colmo, cargados con armaduras con aumento de poder... Qué mal... Y encima les quitan la piedra multicolor :(
    Me queda como alivio que llegarán antes que ellos a por la piedra verde. Por cierto, me ha encantado la aparición de los águilas gigantes. Qué preciosidad de animal, ¿no? Tengo ganas de ver la cara que ponen los malos, jejeje
    Un gran capítulo. Me ha gustado mucho.
    ¡Hasta mañana! ¡Besos!

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    1. Lo han pasado muy mal. Por suerte ya ha terminado.
      Veremos que pasa a continuación.
      Hasta mañana.
      Besos.

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