DRAGONES
El
grupo avanzaba a lomos de los dragones verdes, dirección a Longoria.
Surcaban el cielo, cuando la noche casi llegaba a su fin.
Éric,
se dijo que jamás olvidaría una experiencia tan emocionante. Había
estado volando en aquel dragón durante toda la noche y parte del día anterior. Era
una sensación que no había experimentado nunca. Sentía el aire
sobre su cara, y como su pelo libremente se removía. Podía sentir
el calor que procedía de aquella
bestia;
de modo que aunque era de noche y volaba, no sentía frío alguno.
Podía
distinguir, aunque con dificultad, las montañas, los ríos, los
bosques… y cualquier otra cosa que dejasen, tras su paso. Además,
se sentía muy a gusto porque lo acompañaba todo el grupo y un
gran número de dragones verdes.
Incluso se había atrevido a intercambiar algunas frases con el que montaba.
Le resultaba raro que una criatura tan enorme y diferente pudiese hablar, y con tanta sabiduría.
Se prometió que aquella vez no sería la última en la que volara a
lomos de uno de ellos. Pero, para ello debían ganar aquella
batalla. Y no sería nada fácil.
Con
el amanecer del nuevo día, llegaron
junto con los tres soles.
Los
primeros en verlos fueron los longorianos.
-¡Mirad
padre… dragones! ¡Dragones verdes!
-¡Sí
hijo! Y con ellos viene alguien -indicó el Rey Mónckhar, con una
luz de esperanza en su rostro.
Silvan
pudo ver, a lo lejos, su ciudad natal. Por fin volvía a ella, pensó.
Poco después, descubrió la enorme muralla algo destruida; y vio lo que quedaba de lo que había sido una gran batalla
en las puertas del sur. Aún, un reducido número de hombres,
combatían.
-Ázumack,
dirígete hacia la ciudad. La sobrevolaremos para ver que está
ocurriendo. Y luego, decidiremos que hacer.
-Como
desees -manifestó, mientras elevaba su vuelo.
-Ah,
una cosa más. Que los demás dragones nos sigan.
El
grupo de bestias
llegó por el este. Desde lo alto de su dragona, Kevin vio la ciudad
desde otra perspectiva. Bajo él, se encontraban: las casas, los
edificios, y el palacio con sus elevadas torres.
Como Silvan y Ázumack ordenaron que los siguiesen, eso hicieron, dirigiéndose a las puertas del sur.
Como Silvan y Ázumack ordenaron que los siguiesen, eso hicieron, dirigiéndose a las puertas del sur.
Cuando
las alcanzaron, el
general longoriano
pudo ver que el Rey Mónckhar y el príncipe Ántrax, aún seguían
con vida.
-Éaguer,
quiero que te quedes aquí junto a Tristan, Gúnnar, Kevin, Éric,
Susan, Justin y Alan, para ayudar al rey
y al príncipe.
Los demás seguidme a las puertas del norte.
Silvan
se dirigió hacia
ellas
con Ázumack. El resto, excepto los ángeles, lo siguieron en sus
dragones, acompañados de las
restantes bestias
sin
jinete.
Éaguer
dijo a sus acompañantes:
-¡No
podemos atacarlos con fuego, pues mataríamos también a los
longorianos que luchan contra ellos! ¡Tendremos
que lanzarnos en picado para que los
dragones
derriben algunos proscritos! ¡Entendido!
Primero
se elevaron un poco más en el cielo, y luego, se arrojaron
hacia el lugar del combate.
Abajo,
tanto unos como otros vieron a aquellas
bestias
lanzarse hacia ellos. Y enseguida, comenzó a cundir el pánico en
ambos bandos.
Entonces,
Ántrax distinguió a Kevin entre los jinetes de dragones… y supo
que estaban a salvo.
-¡Padre,
están
dirigidos por el grupo que enviamos a por la dragonstone verde!
¡No
tenemos porque preocuparnos!
-¡Ordena
a nuestros
soldados
que no huyan!
El
grupo de dragones cayó sobre las tropas enemigas. Después, se
elevaron de nuevo con los proscritos entre las garras; lanzando
algunos
por los aires, y
otros,
tragándoselos
enteros,
de una dentellada.
El
pánico invadió en la mayoría de ellos, pero su líder,
Márenon, junto con un centenar de proscritos, aún no se rendían.
-¡Quizás
estemos perdidos! ¡Pero si hemos de morir, el rey caerá con
nosotros!
No tardó en buscarlo y en dar con él, porque ya quedaban muy pocos en el campo de batalla. El rey se imaginó sus propósitos. Así, que se dirigió hacia él.
No tardó en buscarlo y en dar con él, porque ya quedaban muy pocos en el campo de batalla. El rey se imaginó sus propósitos. Así, que se dirigió hacia él.
Márenon
preparó su ballesta y le lanzó una saeta; pero Mónckhar la evitó
protegiéndose con su escudo.
Siguió
insistiendo, lanzándole más, y
el rey las intentó evitar como
pudo,
al tiempo que avanzaba, en
busca de él.
Mientras preparaba la última, le arrojó su hacha del maestro. Ésta no le dio
tiempo a evitarla con el escudo. Con
que no tuvo más
remedio
que pararla con su espada.
Cuando
volvió su vista hacia su objetivo,
por
fin se
encontraba delante de él, pero
un terrible
golpe lanzado
por el proscrito se le vino encima...
...sólo
pudo evitarlo
en parte, y
su
hombro quedó
malherido.
Justin
había
visto desde
su dragón que
sobrevolaba la zona, toda la escena. Ahora
el
rey se encontraba en desventaja frente al líder de los proscritos.
Recordó
entonces,
cuando le
perdonó
la vida, tras robarle
La Piedra Multicolor a Kevin; y le permitió que acompañara al
grupo, con el que tan buenos momentos había pasado.
-¡Dirígete
hacia allí, debemos ayudar al rey! -le comentó a su dragón.
La
bestia
se dirigió hacia donde se encontraban Mónckhar y Márenon.
-¡No
utilices tu fuego o podrías alcanzarlo
también!
¡Quiero
que lo recojas, antes que ese maldito acabe con él!
Márenon
seguía atacando a Mónckhar. Éste
se defendía sin su escudo. Lo había arrojado al suelo porque
tenía que utilizar ese brazo para sujetar
su
espada;
pues, le
había herido el
hombro del
brazo con el que normalmente blandía su espada.
Como
no tenía
la misma destreza con
el que ahora utilizaba, su enemigo consiguió
que cayese al suelo.
Justo cuando éste
iba
a asestarle el golpe definitivo, varias
sacudidas de viento
le
azotaron el rostro. Levantó la vista hacia el cielo, y eran las
fuertes batidas de las enormes alas de un
dragón verde.
Cuando
la bestia bajó casi hasta el suelo, el quiso
blandir su espada sobre ella
para defenderse, pero
ésta le mantuvo la vista desafiándolo.
Entonces,
no lo consiguió. Sus
músculos se
quedaron
agarrotados por la impresión, y sólo
pudo mearse encima.
En
su interior, se
maldijo por ello.
Visto lo visto, el dragón acercó sus garras y cogió al
Rey Mónckhar y
se lo llevó.
El
general proscrito,
vio
como la bestia se elevaba
de
nuevo, dándole
la espalda, marchándose
volando.
-¡¡¡Esto
no quedará así!!!
-dijo
lleno de rabia, entre lrágimas.
Así
que recogió
su hacha del suelo, y se la lanzó a Justin con
todas sus fuerzas…
...logró
alcanzarlo
entre el cuello y la cota de malla...
El
terrible
golpe
le
hizo
caer del dragón, muy mal herido.
Márenon
no perdió ni un segundo. El
muy cobarde, fue
hacia él
para rematarlo.
El
joven cortabolsas, al verlo venir, sólo tuvo fuerzas para hacer
sonar su cuerno...
Tristan
fue el primero que acudió en su ayuda.
-¡Acaba
con ese maldito proscrito! -le indicó a su
dragón.
Éste
lanzó una gran llamarada de fuego alcanzándolo, incluso
antes
que llegase hasta Justin.
-¡¡¡¡¡AAAAAAARRRRRGGGGHHHH!
-el general proscrito gritó y corrió como un condenado. En un
instante de lucidez, se lanzó al suelo y logró apaciguar las
llamas; y aunque estaba abrazado, consiguió levantarse -Tengo que
rematarlo... Tengo que rematarlo... -deliraba.
El
dragón del bárbaro
aterrizó y Tristan
bajó
de él.
-¡Maldito!
¡Aún no has sucumbido! ¡Ni la muerte te quiere entre
los suyos, cobarde!
-dijo
al ver al líder proscrito con la cara abrazada avanzar hacia
Justin tambaleándose con una espada en las manos. Así, que agarró
su gran espadón de Barbaria y le sesgó la cabeza por el cuello.
Ésta cayó rodando a unos metros. El resto de su cuerpo cayó de
rodillas, y se mantuvo así -¡Aún no caes! ¡¡Ahora lo harás!! -el
bárbaro le dio un fuerte empujón con el talón de su enorme pie, y
el cuerpo del general de los proscritos cayó... ¡Vaya si cayó!
Tristan enseguida pensó de nuevo en su amigo, y corrió deprisa en
su ayuda. Lo encontró tirado en el suelo. Lo había presenciado
todo.
-¿Como
estás? -le
preguntó.
-Mejor
que nunca. He conseguido salvar a mi rey.
-Sí,
pero para ello has puesto en peligro tu vida.
-No
importa… Desde que iniciamos el viaje en busca de la piedra verde
hasta ahora… he vivido más... que en una vida... en... teee...
ra...
-le explicó Justin, mientras murió en sus
brazos.
Incrédulo,
se dio cuenta entonces, que
sus manazas estaban llenas de sangre,
de la herida que el
muchacho tenía
en la parte del cuello, entre la nuca y la cota de malla.
-Has
muerto honorablemente, chico
-masculló. A continuación, cogió su
cuerpo sin vida, y lo subió a su dragón. Inmediatamente, se dirigió
a lo alto de la muralla. Cuando la alcanzó, se encontró allí al
Rey Mónckhar, herido en un hombro. Entonces
le dijo:
-Este
muchacho murió para salvaros la vida.
-Merece
ser enterrado como el mejor de los caballeros; con todos los honores
-manifestó el rey.
El
grupo que avanzaba tras Ázumack, el dragón de Silvan, consiguió
llegar a las puertas del norte.
Lo
que vieron no les gustó demasiado. Tanto el ejército silvano como
el de los altos elfos estaban muy diezmados. En cambio, el ejército
de los elfos oscuros era enorme.
Los
pocos pegasos que volaban en el cielo, se apartaron al ver a los
dragones. Por lo que, sus jinetes no tuvieron mas remedio que bajar a
tierra firme, con los demás.
-¡Haremos
una pasada por allí… donde sólo hay enemigos! ¡Vamos!
¡Abrazaremos unas cuantas escorias oscuras!
El
grupo siguió a Silvan.
Pasaron
por encima de la batalla, y se dirigieron a las filas traseras del
ejército enemigo. Los elfos oscuros les lanzaron innumerables
flechas, con sus ballestas de repetición; pero, aunque éstas
no lograron atravesar la dura piel de los dragones, sí se clavaron
en ella.
Ahora,
sería el turno de ellos.
Éstos lanzaron unas bocanadas de fuego, que cubrieron a las tropas
enemigas con un manto de llamas. Muchos elfos oscuros murieron. Y
sus cenizas fueron el único testimonio que dejaron en aquella
tierra.
Láslandriel
e Ilene se dirigieron volando hacia el lugar de la batalla. Sus enemigos cuando los vieron, los intentaron matar con flechas. Pero, el ángel creó una esfera mágica que los
envolvió, protegiéndolos. Luego, antes de
alcanzar tierra, ella
lanzó su lanza de mano de Cesglan contra uno de los elfos que antes
les había lanzado flechas… y lo mató. Una vez en tierra,
utilizaron sus armas. Laslan, su gran espadón de Cesglan, e
Ilene, su espada de Cesglan de dos extremos; para acabar con todos
los elfos oscuros que le presentaran batalla.
Eléndil
y Lana, desde sus dragones, comenzaron a lanzar conjuros de magia de
batalla y de ilusionismo, respectivamente, para acabar y engañar a
los elfos oscuros.
Silvan
y Gúnnar bajaron de sus dragones, para ayudar a las tropas de Vanya.
Mialee,
a lomos de su dragón, buscó con la mirada a su padre. Cuando vio
que aún seguía con vida, unas lágrimas de emoción recorrieron su
rostro.
-¡Isilion,
he visto a mi padre! ¡Voy
a bajar a luchar junto a él!
-¡De
acuerdo! ¡Yo
he visto a Máblung! ¡Bajaré
yo también, para hacerlo a su lado!
La princesa elfa silvana,
tras aplastar con su dragón a algunos elfos oscuros que luchaban
contra Almare, bajó de éste
y alcanzó a su padre, y ambos se fundieron en un emotivo abrazo.
-¡He
vuelto como te prometí!
-dijo
entre lagrimas- ¡Y
además, he cumplido mi misión! Encontramos la dragonstone, y ahora
los dragones verdes están de nuestra parte. Isilion, también ha
sido un gran apoyo. Y ha estado ahí, siempre que lo he necesitado.
-¡Nunca
perdí la esperanza de que todo saliese bien, hija! -dijo
también sollozando- Creo
que ese elfo merece más respeto por mi parte, que el que se merece un
simple arquero. Cuando todo esto acabe, hablaremos de ello.
-¡Gracias
padre! -Mialee
lo miró durante un instante a los ojos y volvió a abrazarlo de
nuevo, demostrándole todo su cariño y agradecimiento. Padre
e hija terminaron la conversación en idioma élfico. Ningún elfo
oscuro los molestó mientras hablaban, porque el dragón aún se
hallaba junto a ellos, esperando una orden.
-¡Puedes
marcharte junto con los demás dragones sin jinete, que luchan desde
el aire! ¡Nosotros
nos quedaremos aquí a combatir! -le
dijo el Rey Almare
-De
acuerdo. Estaba deseando hacerlo -respondió la bestia.
El
dragón desplegó sus alas y se alzó en el aire, majestuoso. El rey y
la princesa lucharon juntos, espalda contra espalda.
Isilion
también había dejado a su dragón para luchar junto a su general Máblung. Los elfos silvanos más importantes unían sus fuerzas contra el enemigo.
-¡¿Creo,
que no lo has pasado en grande buscando la dragonstone?! -medio
preguntó el general silvano..
-¡Bueno,
está bien salir de vez en cuando de Silvanya para desentumecer los
músculos! -le respondió Isilion.
-¡Cuidado con ese elfo oscuro! -le advirtió Máblung.
-¡No
te preocupes por mi! ¡Creo que insisten más en acabar contigo!
-gritó el
arquero.
Darkice,
el
temerario general de los elfos oscuros se
hallaba cerca de ellos
dos.
Habían sido innumerables los elfos que habían caído muertos a sus
pies, pero era incansable. Cerca de él,
también se encontraban: Silvan, Vanya y Gúnnar.
Éstos
lo vieron, y querían ir a matarlo. Pero no podían, porque entre
ellos y el
elfo oscuro
se interponían un gran número de corsarios y elfas guerreras.
Darkice
vio a Máblung y se dirigió hacia él.
Eléndil
y Lana habían encontrado una rival poderosa en el bando enemigo.
Entre las tropas del ejército oscuro había una hechicera elfa
oscura que lanzaba letales conjuros. Pero, la unión del
mago y su aprendiza sirvió para acabar con ella.
Gúnnar,
aunque enano, era experto en el combate y se defendía muy
bien de los elfos oscuros. Mientras luchaba, se dio cuenta que
Darkice se dirigía hacia los
dos elfos silvanos.
-¡Silvan mira! ¡Esa escoria de elfo se dirige hacia nuestro amigo
Isilion!
-¡Ayudémoslo!
-el general longoriano se dirigió hacia él matando a
tantos corsarios y elfas guerreras,como
se interponían en su camino.
Cuando el
elfo oscuro
tuvo a Máblung lo suficientemente cerca, le lanzó una flecha con su
arco largo compuesto. El general silvano que no lo había visto venir, tampoco
vio la flecha a tiempo; y ésta se le clavó cerca de la clavícula.
Isilion, al verlo caer herido, tensó su arco para
lanzarle otra
a Darkice… pero éste se le adelantó, y le lanzó shurikens
explosivos. Cuando éstos lo
alcanzaron, explotaron, provocandole
heridas y quemaduras de gravedad en uno
de sus
brazos.
Además, le hicieron perder parte de su visión, y caer desmayado.
Al general oscuro no le dio tiempo a regocijarse, porque, por su espalda
apareció Silvan. Pero antes que le
asestara un golpe con su espada longoriana…
intuyó su presencia, y se volvió y se
lo paró con la suya.
Los
siguientes golpes, tanto de uno como de otro fueron
con la intensión de matar al contrario.
-¡Acabaré
con tu vida y la de los tuyos! -le dijo antes
de lanzarle un golpe al estómago. El general longoriano lo paró con su espada, y
le devolvió el ataque.
-¡No
te
será tan fácil!
-El
elfo oscuro lo evitó con la agilidad de un felino.
-¡Cuando
todos muráis le entregaré tu reino a mi señor, y con él la
dragontone verde y la Piedra Multicolor! -esta vez, su ataque iba
dirigido a su corazón. Silvan tuvo que ayudarse de su espada y daga,
para cruzadas, parar el ataque.
-¡Te
olvidas de los dragones! -le dijo mientras forcejeaba con él.
-¡Cuando
matemos al chico de las piedras, nos servirán a nosotros! -ambos se
empujaron y lograron despegarse. El líder longoriano le lanzó un golpe de su
espada a las piernas, pero el elfo oscuro lo esquivó de un salto.
Seguidamente hizo un molinete, y tras el ágil giro le lanzó un golpe
con
su espada bastarda para cortarle la cabeza. Silvan pudo
esquivarlo gracias a que dobló su cuerpo hacia atrás. Pero algo
sucedió entonces... en el fragor de la batalla, uno de los demás
combatientes que luchaban a su alrededor, cayó malherido sobre
Darkice, y éste sobre el líder humano, cayendo los tres al suelo, uno encima
de otro. Ambos perdieron sus espadas. Silvan se
encontraba debajo de ambos, y debido a su peso, no se podía mover.
El malherido terminó de morir sobre el elfo oscuro, y éste, de un
empujón logró quitárselo de encima. El general longoriano aprovechó ese momento,
en que estaba desprevenido para agarrarlo por el cuello e intentar
estrangularlo -¡A..a..a..a..! -articulaba el líder elfo oscuro
mientras
intentaba con sus manos quitarse los brazos que lo oprimían.
Miró
al suelo, y se le ocurrió algo, agarró
un puñado de tierra y se lo lanzó a los ojos a aquel hombre. Éste lleno de escozor, lo soltó y se llevó las manos a
su rostro. Entonces,
al
encontrarse sobre él, y tener ventaja,
Darkice
apretó
fuerte los dientes para coger fuerzas,
y
le devolvió la jugada. Ahora era él el que estrangulaba a su
enemigo -¡A... a... a...a... a... ! -articulaba esta vez Silvan.
Pero,
en ese momento, se acordó de su daga. Miró
y vio su pomo sobre el suelo, aplastada sobre el peso de su propio
cuerpo. A duras penas, consiguió sacarla,
levantar
un poco la protección de su enemigo, y
clavársela
en el vientre, hasta el fondo. La sangre comenzó a manchar las ropas
del elfo oscuro, que murió al instante-. Ahh...
ah -sólo consiguió decir.
Enseguida, se quitó el cuerpo sin vida de Darkice de encima, y acudió junto a Máblung e Isilion. Ambos se encontraban en
muy mal estado. A continuación, llegaron Vanya y Gúnnar; y poco
después, Mialee y Almare.
La princesa silvana se mostró muy abatida al ver el estado de su
amado.
Y desde aquel momento, ya no se separaría de él hasta que se
curase.
El
Rey Almare se sorprendió al ver lo importante que era el
arquero
para su hija.
Los
dragones de los demás del grupo se posaron entonces alrededor de
ellos; ya, que sólo quedaban apenas una veintena de elfos oscuros
que no habían matado, y que aún luchaban contra los
elfos del bando contrario.
Poco
después, la batalla terminó tanto en las puertas del sur como en
las del norte. El mal había sido derrotado. Pero, a un gran precio…
Había
muerto Justin. Y habían herido al Rey Mónkhar, a Máblung y a
Isilion; y además, los ejércitos habían quedado muy diezmados.
En
las puertas del sur sólo habían sobrevivido unos mil soldados
longorianos; y en las puertas del norte unos quinientos elfos
silvanos, y unos dos mil quinientos altos elfos; y entre todos ellos,
había muchos heridos. Pero por lo menos, habían acabado con el
ejército de proscritos y el numeroso y terrible ejército de elfos
oscuros. Casi nada…
En
los días siguientes al término de la batalla, se incineraron los
cadáveres de los enemigos, que habían sido amontonados en grandes
piras… y enterraron con honores a todos los longorianos, elfos
silvanos, y altos elfos que murieron combatiendo.
Justin
fue enterrado con honores de héroe, junto a los altos cargos del
ejército longoriano que habían muerto.
A
su entierro, acudieron todos los que no habían sufrido heridas;
excepto el Rey Mónckhar, que no quiso perdérselo por nada.
Su
despedida fue muy emotiva. Tanto el Rey de Longoria como Alan, que se
había hecho su mejor amigo; le dedicaron unas palabras.
En
cuanto a los heridos, fueron atendidos de inmediato; pero algunos
como Isilion, necesitarían bastantes días para recuperarse del
todo.
Por
otro lado, en el noroeste de Shakával, Ízmer desde su fortaleza,
había seguido a través de su Esfera de la Visión Verdadera todo
el transcurso de la guerra de Longoria.
Había
visto como sus ejércitos habían sido derrotados pero, no estaba
preocupado. Aquella guerra sólo había sido para él la primera de
las que le seguirían. Contaba con muchos otros ejércitos a su
servicio para poder hacerse con el dominio de Shakával.
Su
sobrino Ellorion que estaba junto a él en esos momentos, admiraba
la tranquilidad de su tío. Se prometió a sí mismo, aprender todo
lo que pudiese de él, mientras fuese su aprendiz.
Ay... pobre Justin T_T He llorado, jo... pobrecito :(
ResponderEliminarY no sé qué más comentar, porqu ahora mismo estoy un poco plof. ¡jo!
Por lo menos, ya se ha acabado la batalla :)
Un saludo.
Siento que un personaje como Justin se haya ido. Si has llorado su muerte, es que he conseguido que le tomes cariño. Eso quiere decir que no lo estoy haciendo del todo mal.
EliminarSiento haberte hecho sentir mal Irene, pero una historia entre otros sentimientos, también tiene que hacer que el lector llore.
Por fin ha acabado la batalla. De modo que habrá un breve periodo de calma transitoria y luego nuevas aventuras. Espero que te gusten, los siguientes capítulos.
Saludos.
Wow! ¡Qué capítulo! La batalla terminó y el bando de los protagonistas venció, aunque no será la última vez que sepan sobre sus enemigos. Je, je, je, je, je, je, je.
ResponderEliminar¡Murió Justin! ¡Qué bien! ¡Nunca me gustó ese bandido! (qué malo soy je, je, je, je) Aunque tuvo una muerte heroíca. Sabía que alguien iba a morir, pero nunca pensé que Justin.
Ahora hay que ver cómo sigue esto. ¡Saludos!
Me encanta que te gustase el desenlace de la batalla.
EliminarClaro que no, aún queda mucho para derrotar a los enemigos, muchos capítulos de este, y dos libros más. Así que imaginate.
Qué malo eres. Respeta a Justin aunque sólo sea en su velatorio. XD.
Murió éste por que los demás personajes aún tienen mucho que aportar a la historia.
Espero que te siga gustando como hasta ahora.
Saludos.
¡¡¿Cómoooo?!! ¡Has matado a Justin! Menuda sorpresa, no me lo esperaba... Pero me ha quedado una duda... Ya sabes que para los nombres soy muy mala (sorry) ¿el que le mata es el que en teoría se vuelve bueno? Si es así, ¡qué malo malísimo! ¡Les ha engañado! (Si no es así, olvida lo último, jeje :P)
ResponderEliminarUn gran capítulo, que encierra un gran desenlace. Me ha gustado muchísimo (menos porque matas a uno de tus protagonistas... ¬¬ ) Es brooooma, eso también :) Todos tenemos que matar a algún personaje de vez en cuando, jeje
Bueno, José, por hoy me retiro. Pero volveré pronto. Pienso ponerme al día cuanto antes ^^
¡Buenas noches, HM! XD (besoooos)
No, el que se volvió bueno es Éaguer, el antiguo Señor de la Guerra de los caballeros del Caos. El que mató a Justin era Márenon, el general del ejército de proscritos.
EliminarGracias.
Vuelve cuando quieras, tienes una butaca reservada en las tres salas que tiene por el momento, mi cine Rincón de Fantasía. Por lo que veo, últimamente visitas ésta, la sala que proyecta Dragonstones. Jeje.
¡Buenas noches, Cenicienta! (Si yo soy el HM tu eres la CT, ¿no?) XD . Besitos.