HACIA VALYON, LOS REINOS DEL ESTE, Y AVEN
En Silvanya ya estaban
todos los preparativos hechos para partir. El Rey Almare viajaría junto a su
hija, el príncipe, su nieto, y el gnomo Guizbo. Los elfos silvanos se quedarían
en su pueblo, liderados por Máblung. Tan sólo un reducido grupo de elfos los
escoltarían hasta Búrds. El camino no era peligroso. Saldrían del bosque
iluminado por las praderas de los caballos salvajes, y siguerían atravesando
más praderas, colinas y los campos de las afueras de Hobbt, hasta llegar al
reino de Búrds, con uno de los puertos más importantes del continente.
El momento de la
partida llegó.
Una carroza tirada por
cuatro unicornios dirigidos por el gnomo Guizbo que ejercía de cochero, dejó
Silvanya. Escoltada por dies elfos a pie, y un jefe de ellos e Isilion en
unicornios, pronto salió del bosque iluminado. Almare, la princesa Mialee, y su
hijo Joel iban en el interior de la carroza. Tras ésta, marchaban los
unicornios del rey, de la princesa y del hijo de ésta.
Pasaron junto a las
praderas de los caballos salvajes.
El pequeño Joel se
alegró mucho al ver una gran manada de ellos pastando en aquellos prados. Los
había de todos los tonos, y mezclados.
Siguieron avanzando… y horas más tarde, cuando los tres soles
habían alcanzado su mayor esplendor, pasaron por los campos de los hobbits.
Algunos de aquellos medianos, muy parecidos a los halflings, los saludaron al
verlos. Ellos les respondieron del mismo modo.
Aquellas eran unas
criaturas muy amistosas.
Tras dejar los campos de los hobbits, no tardaron en llegar al
reino de Búrds. Los primeros burdenses que los vieron se extrañaron; no era
habitual ver una comitiva de elfos… de modo, que esto sucedería mientras que
estuvieran en el reino. Por lo general, allí podías encontrarte algún que
otro elfo, pero no tantos juntos, a no ser que fuese en el puerto.
Momentos después, alcanzaron las puertas de la ciudad.
Búrds era muy
variopinta. Distintas razas humanas habitaban en ella. Pero también podías
encontrarte con medianos, ya fuesen kenders, haflings o hobbits, y con elfos,
normalmente silvanos o marinos. Raramente podías ver algún enano, gnomo, fauno,
minotauro, centauro o cualquier otra criatura mucho más extraña. En el caso de
los elfos era distinto. Aunque, si te encontrabas con alguno de estos seres,
solía ser en los alrededores del puerto, o en el mercado, una vez por semana.
Tardaron una hora en
cruzar la ciudad, pero al fin llegaron al puerto.
Tras preguntar varias
veces, consiguieron encontrar a alguien que había visto llegar un barco elfo.
Enseguida lo
encontraron.
Todos se alegraron
mucho con el encuentro… de todas formas, no tardaron en subir la carroza y los
unicornios a bordo.
Enseguida partieron.
El Rey Almare, por
suerte, no había empeorado, se mantenía gracias a su poción, en un estado
semejante al que tenía en Silvanya.
Tristan se encontraba ensillando su robusto caballo, mientras
esperaba a que aparecieran el enano y el kender. Poco después, los dos se
presentaron montando sendos ponis. Todos estaban preparados para partir. Se
habían equipado con muchas mantas y abrigo que llevaban atado a sus monturas.
El viaje requería cruzar El Paso de Hielo nuevamente, y tanto el bárbaro como
el enano, no tenían muy gratos recuerdos de su primera vez.
Salieron por las
puertas del sur de la ciudad, que pronto dejaron atrás…
Momentos más tarde,
alcanzaron el río cristalino por la zona que quedaba al sur del bosque
iluminado. Pararon unos momentos para que sus monturas pudieran beber y
descansar… llenaron sus cantimploras, y enseguida continuaron su viaje.
En poco tiempo,
llegaron al Paso de Hielo.
Por suerte para ellos,
hacía un día espléndido.
Comenzaron su recorrido, sobre sus monturas. En la anterior
oportunidad, tuvieron que abandonarlas debido al tiempo y que eran demasiados; pero en esta ocasión hacía un día soleado.
Las patas del caballo y
de los ponis se hundían en la nieve, pero mientras no llegaran a la parte que
el paso se estrechaba y era de hielo, sus monturas podrían
avanzar con ellos encima.
Esta vez lo peor eran
las quemaduras que sufrían en la cara, pues el resto del cuerpo lo llevaban
cubierto de pieles que se pusieron una vez llegaron al paso. Los rayos de los
tres soles incidían sobre la nieve, que actuaba como un espejo… y los reflejaba
con mayor intensidad. Además, conforme avanzaban, comenzó a levantarse un suave
viento que dañaba aún más su piel. El que peor lo llevaba era el kender.
Tristan, el bárbaro, y Gúnnar, el enano, eran de Nordia; estaban acostumbrados
al frío y la nieve, y tenían la piel curtida, en cambio, Jim el kender, vivía
en la llanura, en los verdes prados, donde hacía mucho menos frío. Por
supuesto, ellos eran mucho más débiles que los bárbaros y los enanos,
sobretodo, los nórdicos. Debido a ello, sufrían en sus pequeños cuerpos, mucho
más las inclemencias del tiempo.
Llegó la noche y tuvieron que parar. Tras asegurar sus monturas,
comieron algo de queso y pan, y bebieron vino para calentar sus gargantas.
Luego, montaron una tienda de pieles que Tristan llevaba en su caballo, y se
refugiaron del frío en ella, bajo las mantas.
El enano recordaba lo
diferente que fue en la anterior ocasión, hostigados por la terrible tormenta.
Ahora, no la sufrían, y
venían preparados, por lo que ocurriera.
Llegó la mañana, y retomaron su viaje. No tardaron en llegar al
estrecho camino de hielo resbaladizo, situado al borde del precipicio que era la
ladera de la montaña. De modo, que bajaron de sus monturas y sujetando sus
riendas, siguieron a pie, el resto del camino, que era nuevo para ellos… pues
la última vez a parir de aquí siguieron su viaje subidos en las águilas
gigantes amigas de Eléndil. Esta vez, no podrían hacerlo, y les quedaba la
mitad del Paso de Hielo.
Tardaron unas horas en cruzar el estrecho camino del precipicio,
con algunos sustos, casi congelados por el frío, y sin fuerzas por la falta de
oxígeno en aquella altitud, pero al final, el camino fue ensanchándose y
volvió a estar cubierto de nieve. Además, conforme el camino avanzaba, la altitud
era menor. Con que decidieron subir ya a sus monturas, que habían tenido tiempo
de recuperar algo de fuerza. Horas después de mediodía, terminaron de cruzar el
Paso de Hielo, y se felicitaron por ello. Luego, pararon para comer y
descansar, en el río de hielo; donde Tristan improvisó una pequeña caña, y tras
hacer un orificio en la capa de hielo del río, pescó varios peces, que momentos
después asaron para comérselos.
Días después de visitar al rey, tras descansar del largo viaje
que hicieron desde su isla, Cesglan… los ángeles desplegaron las alas y dejaron
Longoria, para iniciar un nuevo viaje; esta vez, hacia Aven, el pueblo de los
hombres-pájaro.
El viaje era tan largo
como el anterior. De modo, que quizás tuviesen que parar en algún momento para
descansar o por que les anocheciera. Sobrevolaron el bosque iluminado y el río
cristalino… más tarde, Zenoria… luego, la gran cordillera central… y tuvieron
especial cuidado cuando sobrevolaron el cementerio de dragones, por si se
encontraban alguno de ellos, o al dragón Ilrahtala. Pero tuvieron suerte, el
dragón multicolor permanecía mucho tiempo en su cubil; y los demás dragones
sólo acudían allí, cuando les quedaba poco para morir.
Intentaron sobrevolar
el bosque de draconia, pero sus arboles eran tan altos… que pronto bajaron
cansados, para internarse en él.
Estaba anocheciendo, y
aquel bosque era un lugar peligroso. Así, que decidieron pasar la noche en
Éawak, seguros de que aquellas criaturas tan amistosas les darían refugio hasta el
día siguiente.
Estaban en lo cierto,
en cuanto se presentaron, sus habitantes se alegraron mucho al verlos.
Recordaban muy bien que el ángel había sanado a una de los suyos; de modo, que
les dieron de comer y un sitio para descansar. Durante la comida estuvieron hablando
con el Rey Shada. Le contaron hacia donde se dirigían y porqué. Éste les
ofreció la ayuda de los suyos, y le dijo que cuando hablaran con los avens…
fuese cual fuese su decisión, antes de marchar a luchar con los draconianos, se
pasasen a por ellos.
Láslandriel e Ilene se
lo agradecieron.
Un capítulo de transición aunque no deja de ser bueno. El rey Almare ya partió hacia su último lugar de descanso mientras que Tristán, Gúnnar y Jim viajan por el Paso de Hielo. Los ángeles en cambio se dirigen a Aven. Esto es calma antes de la tormenta... los últimos momentos antes del final de esta parte de la historia. Je, je.
ResponderEliminar¡Saludos!
Has definido el capítulo a la perfección. Como se nota que también escribes, y sobretodo que me vas conociendo.
Eliminar¡Un abrazo!
Es un capítulo tranquilo, eso también se agradece... calma al empezar a leer de nuevo Dragonstones, a ver si me pongo al día por fin.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Irene.
EliminarBienvenida de nuevo al blog.
Seguro que pronto te pones al día. Poquito a poco.
Un abrazo.
Así que el Rey ya ha comenzado su último viaje... Pobre, me da mucha pena que esté enfermo... Espero que al menos pueda disfrutar de sus últimos días en paz.. Y Tristán, Gúnar y Jim, atravesando el Paso de Hielo. Van con los que se han apuntado al ejército, ¿no?
ResponderEliminarUn capítulo más tranquilillo. Jooooo... yo que quería saber cómo sería el entrenamiento de Eric. Bueno, en otro saldrá :P
¡Y a por el último de hoy! :D Ciaooo
Sí. Su último viaje...
EliminarPues no, no van con el ejército.
Este era tranquilillo, la verdad.
A por el siguiente.