AMBIENTES DISTINTOS
En
la fortaleza de Ízmer, Ellorion que había avanzado mucho como
discípulo, estudiaba uno de los libros del segundo nivel de magia,
nivel que ya prácticamente dominaba, cuando fue interrumpido por su
tío.
-Sobrino,
ha llegado a la fortaleza un guerrero del caos al cual he mandado
llamar. En estos momentos se encuentra esperando junto a la puerta de
la torre. Quiero que vayas a
recibirlo,
y lo acompañes
hasta aquí.
-¿Quién
es?
-La
pregunta que debes hacerme es quién será.
-¿Quién
será?
-Espera
un momento y lo sabrás.
Poco
después, Ellorion se presentó ante su tío, junto a un guerrero del
caos.
-Bienvenido,
Véstark.
-A
sus pies, para servirle, mi señor -dijo, mientras se inclinaba
levemente ante Ízmer.
-Te
he mandado llamar porque quiero nombrarte nuevo general y Señor de
la Guerra de los caballeros del caos.
-Gracias
mi señor, es un honor para mí.
-Además,
quiero que vuelvas a las tierras del caos, prepares tu ejército, y
lo dirijas a Sunesti. El pueblo fue sometido por los elfos oscuros
que lideraba Darkice. Ahora, está custodiado como esta fortaleza,
por otros como tú. Allí, sentaréis vuestra base, y luego, atacaréis
a los elfos silvanos. ¿Queda todo claro?
-Sí,
mi señor.
Una
vez se hubo marchado, Ellorion le preguntó a Ízmer:
-¿Crees
que cumplirá, como general de los gurreros del caos?
-No
lo sé, pero necesitaba alguien que ocupara de nuevo ese puesto. Y él
era el único con posibilidades. Lo importante ahora, es que el
ejército de los guerreros del caos lance un ataque a los elfos
silvanos. Quien lo dirija, es secundario.
-Bueno
tío, te dejo. Debo retirarme y seguir con mis estudios.
El
grupo que viajó en busca de la dragonstone azul había desembarcado
en las costas del este de la isla de Lásgarot. Durante el viaje,
Kevin, que se había separado de sus amigos por primera vez desde que
llegó a este mundo, se extrañó, porque el pensaba que iba a echar
más de menos a Éric, en cambio, para su sorpresa, fue a Susan a la
que echó más en falta.
Una
vez bajaron del barco todo lo necesario para instalarse en la playa,
Silvan le dijo a Éaguer que se quedara allí con las tropas
longorianas que habían traído, mientras ellos exploraban
la isla. Y, si al día siguiente a la misma hora, no habían vuelto…
mandara al dragón de Kevin, Yúnik, para averiguar que había sido
de ellos.
Pronto,
se adentraron en la selva de Lásgaroth. Marchaban a pie, con cuatro
soldados del ejército longoriano que le hacían de escolta. Dos de
ellos marchaban delante, y los otros dos, detrás. Ninguno de ellos,
ni siquiera Silvan, había estado antes en la isla, por lo tanto, no
sabían lo que se iban a encontrar.
Pocos
minutos pasaron
cuando
los
dos guardias que marchaban delante, se toparon con algo macabro, que
les puso la piel de gallina.
Frente a ellos había calaveras de distintos tipos y tamaños,
colgadas de lianas o ensartadas en lanzas. Lo más increíble no era
eso, si no que la mayoría parecían ser distintos tipos de cráneos
de lagartos, o algo parecido. A raíz de ello, el grupo siguió
avanzando con mucha cautela. Y de pronto… encontraron algo más;
innumerables huesos esparcidos por todo el suelo, les hicieron ver la
luz. Quienquiera que habitara aquél lugar, se los había comido a
todos. Justo
después que Lana se agachara para observar algunos de aquellos
huesos, unos dardos se clavaron en la corteza de un árbol. Al
instante, aparecieron detrás de ellos, colgados de lianas, una
infinidad de seres de medio metro de altura, extremadamente delgados,
de piel bronceada, e
impregnada de barro y pinturas. Iban cubiertos sólo por unos
taparrabos, y tenían una agilidad asombrosa; además, estaban
armados con cerbatanas, puñales hechos con el colmillo de algún
animal, y lanzas… y, parecían paranoicos.
Eran
pigmeos, y eran caníbales…
-¡Corred!
-gritó Silvan.
Todos
salieron corriendo como alma que se lleva el viento, pero lograron
alcanzar a uno de los soldados que marchaban detrás.
Aunque
iban bastante rápido,
les estaban alcanzando. Por fortuna, llegaron hasta un precipicio
atravesado por un enorme árbol que llegaba hasta el otro lado del
barranco. El grupo lo cruzó velozmente,
sin mirar atrás. Una vez al ladocontrario, Eléndil utilizó su magia
para derribar el árbol, justo cuando muchos de aquellos seres
estaban
ya sobre él.
Por suerte para el grupo, muchos pigmeos cayeron por el precipicio, y
los demás quedaron al otro lado, lanzándoles lanzas, e
imprecándoles furiosos, por perder su comida.
Avanzaron
hasta quedar libres del peligro… y agotados por el esfuerzo,
cayeron al suelo, sin aliento. Entonces, se percataron que estaba
anocheciendo, por lo que decidieron pasar allí la noche.
Pronto,
encendieron un fuego para protegerse del frío nocturno de la selva,
y comieron parte de los alimentos que llevaban.
Decidieron
que los tres escoltas que quedaban, se turnarían en las guardias,
mientras Silvan, Eléndil, Lana y Kevin dormían.
Gúnnar,
Jim y Éric habían sido recibidos en el reino de los enanos nórdicos
con mucho agrado. Allí, estaban enterados de lo sucedido en
Longoria; y Gúnnar, que antes de ello, ya era considerado uno de los
tres mayores héroes entre los enanos nórdicos, razón por la cual
fue enviado a Longoria en su representación… Ahora,
pretendían nombrarlo jefe de las tropas de los dos clanes que
existían en Nordia… el clan de los pelirrojos como él,
y el de los rubios.
Éric
quedó fascinado con el reino de los enanos. Situado en la cara norte
de los picos nórdicos, el reino tenía sus puertas a pie de las
nevadas montañas; y se adentraba bajo tierra, muy hondo… tanto,
que no llegaban a oír a los gigantes que habitaban fuera, en la
superficie de los picos.
La
arquitectura enana había logrado crear bajo las montañas, dos
ciudades comunicadas por dos galerías, que se unían en el centro,
por un alcázar dirigido por el Gran Rey de los enanos nórdicos; que
era elegido tanto por los dos clanes nórdicos, como por los dos
clanes zenorianos; el clan de los morenos y el de los castaños. Los
cuatro clanes elegían entre el rey del clan de los pelirrojos, y el
rey del clan de los rubios, al Gran Rey de los enanos nórdicos. Y,
posteriormente, el puesto de rey del clan que quedaba vacante, era de
nuevo elegido por los cuatro clanes.
La
única entrada que existía al reino, a través de una galería,
llevaba a cualquiera que entrase en él, directamente al alcázar. Éste
daba la bienvenida a sus huéspedes con una sala enorme, en donde no
se alcanzaba a ver el techo, que sostenían multitud de columnas de
una manufactura impresionante.
El
Reino de Zenoria estaba distribuido igualmente que éste, aunque con
diferente arquitectura, y sus reyes eran elegidos de igual modo.
Tristan,
Ilene y Láslandriel habían llegado a Nordia. La ciudad se
encontraba en el centro del reino. Rodeada de nieve y montañas era
el único lugar que daba un tono de color entre tanto blanco. Toda la
ciudad estaba construida con roca gris extraída de las montañas. Y,
aunque la ciudad era grande, sus edificios no lo eran tanto.
Tristan
desde que se internó en los picos nórdicos, se había abrigado con
varias pieles de animales, que llevaba siempre a mano… para cuando
les fuesen
necesarias, como ahora,
en
su tierra.
La
pareja de ángeles sólo llevaban la indumentaria de siempre, de
modo, que estaban pasando algo de frío. Para colmo, mientras
atravesaban las calles de la ciudad comenzó a nevar. Así, que
decidieron ir a comprar unas pieles, que además le servirían para
ocultar mejor sus alas.
Tristan
aprovechó la ocasión para comprar unos regalos.
-¿Para
quién son? -le preguntó Ilene.
-Para
mi familia -reveló el bárbaro-. Aunque no lo creáis, tengo una
mujer y dos hijos.
-¡Vaya!
Nunca, nos dijiste nada -le reprochó Láslandriel.
-Nunca me preguntasteis -opinó Tristan.
Después
de comprar algo de comida y de cambiarle las herraduras a su
caballo,
dejaron la ciudad y se dirigieron hacia Barbaria.
Isilión,
Alan y los dos elfos habían avanzado en la dirección que les dijo
Jahnk, el hombre-árbol. Con que, pronto llegaron al límite del
bosque iluminado. En aquella zona, el bosque acababa justo cuando
comenzaba una pequeña cordillera, que mucho más adelante se unía
al Paso de Hielo.
No
habían cruzado el límite del bosque cuando pudieron comprobar la
belleza del reino de los gnomos. Frente a ellos, se elevaban varias
montañas; y a pie de una de ellas estaba la zona donde vivían.
Aquél
lugar estaba construido en la roca de la montaña. Habían hecho sus
casas esculpiendo y moldeando la roca hasta crear todo un pueblo con
sus calles. Éstas separaban los diferentes niveles en donde se
encontraban las casas y edificios, quedando así éstas
a diferente altura, según en el nivel en donde se encontrase
construida.
A
diferencia de los enanos, que vivían en el interior de la montaña,
los gnomos vivían fuera, a pie de ella. Sin embargo, también habían
trabajado la roca pero sin cambiar ni una sola de
lugar… sino que, la habían moldeando a su antojo, hasta crear sus
casas y sus edificios.
Mientras
Kevin, Silvan, Eléndil, Lana y dos de los guardias dormían en la
oscuridad de la noche, aparecieron entre la maleza un grupo de
saurios, unas criaturas humanoides con cuerpo similar al humano,
aunque más alto y musculoso; pero con piel, cola y cabeza de
lagarto. Además, sobre su piel azul tenían unas gruesas e
impenetrables escamas verdes que protegían partes de su cuerpo como:
el cráneo, los hombros, la columna y la cola.
Armados
con lanzas, no tardaron en deshacerse del guardia que vigilaba.
Después, apuntaron con ellas a los cuellos del resto, y los
despertaron. El grupo tuvo una gran confusión al encontrarse con
aquellos seres.
Oyeron
que uno de ellos dijo algo en un idioma sibilante. Por la respuesta,
debió de ser una orden, porque aquellos saurios los agarraron con
una enorme fuerza, y los levantaron del suelo rápidamente.
-¿Por
qué no intentas algo? -se dirigió Silvan a Eléndil.
-Tranquilo.
Deja que suceda así. Podremos ver al lugar donde nos llevan, y
descubrir algo más sobre esta isla, y sobre donde se encuentra la
piedra. Cuando llegue el momento, actuaremos, si Éaguer no lo ha
hecho antes.
En
cuestión de segundos, todos estaban atados de manos, y desprovistos
de sus armas. Hecho esto, los saurios los instigaron a avanzar con
ellos a través de aquella selva, en la que sólo seres como ellos
eran capaces de orientarse durante la noche.
Poco
después de llegar, Gúnnar dejó a sus amigos Éric y Jim, para ir a
ver a su rey. El enano pidió audiencia con el Rey Króthar, el rey
del clan de los enanos pelirrojos.
-Gúnnar
Ódegaard, dime… ¿que tema quieres tratar conmigo?
-Su
majestad, como sabéis… Ízmer mandó dos ejércitos a atacar
Longoria.
-Sí,
y tengo entendido que estuvieron muy cerca de lograr su cometido.
Algo que no lograron debido a la ayuda de los elfos.
-Ahora
se propone atacar a los elfos silvanos.
-Y…
-Tras
“La Batalla de Longoria”, los altos elfos, los longorianos, y los
elfos silvanos acordaron en una alianza que se ayudarían en tiempos
de guerra, pero la anterior batalla está tan reciente, que el número
de las tropas de sus ejércitos es muy limitado. En el fondo, todos
saben que sería muy precipitado ayudar a los elfos silvanos en este
momento, por ello en una reunión realizada en Longoria se acordó
enviarnos a los distintos miembros del grupo que buscamos las
Dragonstones, en busca de ayuda. Es por eso, que ahora estoy aquí.
-En
principio, es un tema arduo, pero se lo plantearé al Gran Rey
Vólgart mañana. Tú vendrás conmigo, pues se ha convocado una
reunión tras tu llegada. Algunos pretenden erigirte como jefe de los
dos ejércitos nórdicos.
-Sería
un honor para mí, pero no me creo capacitado.
-Lo
estás Gúnnar. Así que te espero mañana allí.
-Allí
estaré.
Jim
y Éric, mientras Gúnnar fue a ver al Rey Króthar, fueron a vender
el oro que el kender recogió en el río Ígn. Jim estaba
acostumbrado a ello, de modo que ya había hecho algunos compradores
asiduos. Con todo, no terminaban de fiarse de él, pues era un
kender, y se decía de ellos que desconocían el miedo, que eran
allanadores, inquietos, aventureros, expertos en cerraduras, que
tenían una gran curiosidad, y sobretodo, que eran ladrones.
A
pesar de ello, los enanos codiciaban los metales y las piedras
preciosas, y las joyas; así que no se podían resistir a un poco de
oro en polvo y varias pepitas. A cambio, Jim conseguía una buena
bolsa de monedas, que le servían para vivir una temporada.
El
alegre kender de vivos ojos marrón miel era algo más bajo que los
enanos, pues medía un metro con veinte centímetros, y su largo y
liso pelo castaño claro se distinguía entre tanto enano por su
color, y debido a que lo llevaba recogido como todos los de su raza,
en una cola alta de caballo. Además, al contrario que los enanos,
que eran gruesos y robustos, los kenders eran delgados y de aspecto
juvenil; y sus orejas eran puntiagudas como las de los elfos. Jim se
enorgullecía de las suyas, por ello, las llevaba adornadas con aros
de plata.
Una
hora después, los tres amigos se reunieron de nuevo. Gúnnar decidió
a aprovechar las horas que estuvieran en el reino zenoriano de los
enanos, para mostrárselo… sobretodo, a Éric. De modo, que los
llevó a recorrer las ciudades de los dos clanes que existían en su
reino.
Los
bárbaros, al igual que los enanos, estaban divididos en clanes, sin
embargo, éstos se dividían en tres: el clan de los yenai, bárbaros
que sobrepasaban todos el metro con noventa, de constitución delgada
pero fibrosa; el clan de los krogaas, bárbaros robustos y gruesos, y
en el caso de los hombres, con largas barbas; y el clan de los
yumerios, clan al que pertenecía Tristan, bárbaros de enorme
musculatura.
Tristan
y la pareja de ángeles estaban llegando a Barbaria. El hábitat de
los bárbaros estaba constituido por una zona cubierta de nieve,
rodeada por pequeños picos montañosos y un reducido bosque. En ella
vivían, en aldeas algo separadas, los tres clanes.
La
primera aldea era la de los yumerios, de modo, que Tristan se dirigió
directamente a su casa. Éstos
a diferencia de los otros bárbaros hacían sus casas de madera; y
eran muy parecidas a las de los vikingos. Los yenai las hacían de
piedra con tejados de paja y madera… y los krogaas, hacían chozos
de madera cubiertos con pieles.
Llevó
a los dos ángeles consigo. Sin embargo, se acercó sólo a la
puerta… y llamó, mientras Láslandriel e Ilene esperaban, algo
retirados. Cuando ésta
se abrió, una maciza, aunque esbelta y hermosa mujer, cubierta de
pieles, de cabellos rubios, apareció ante el bárbaro.
-¡Tristan!
-exclamó, mientras abrazaba a su esposo con todo su amor.
-¡Freya!
-exclamó a su vez el bárbaro, mientras elevaba y besaba a su mujer,
al mismo tiempo que le daba una vuelta sobre sí mismo.
Ella
al ver a los acompañantes de su esposo, se ruborizó y le pidió que
la bajase.
-¿Quiénes
son?
-Son
unos amigos. Después te explico. ¿Y nuestros hijos dónde están?
-¡Bian,
Rhénn, venid! ¡Vuestro padre ha vuelto!
Al
instante, aparecieron corriendo dos niños. El mayor debía tener
seis años, y había heredado el pelo castaño de su padre, y los
ojos marrón miel de su madre.
El
menor tendría unos cuatro años, y tenía
el pelo rubio de su madre, y los ojos azul claro de su padre.
-¡Papá!
-gritó Rhénn, que llegó primero. Tristan, tras darle un beso,
jugueteó con el pelo de su hijo, mientras este se abrazaba a su
pierna.
-¡Cuánto
has crecido! Bueno, la verdad es que ha pasado casi año y medio
desde que me fui.
Entonces
apareció el pequeño Bian. Tristan al verlo aparecer, lo esperó con
los brazos abiertos. Después, lo tomó sobre uno de sus brazos y le
dio un beso mientras éste se abrazaba a su cuello.
-Esperad,
mirad, os traigo
regalos.
Tras
entregárselos, les
presentó a sus compañeros, y todos entraron en la casa.
Tristan,
daría comida y un techo bajo el que dormir a sus amigos, mientras
permanecieran allí.
Cuando
oscurecía, en la cena, les explicó quienes eran éstos,
y el motivo por el que había regresado. Su familia le prometió
guardar el secreto sobre la identidad de sus amigos pero, también
se apenaron mucho al saber que solo se quedaría uno o dos días.
Tras
la cena, el bárbaro le dijo a su mujer que se iba a la taberna de
Jéenak; e invitó a Ilene y Láslandriel a ir con él. Pero éstos
se negaron… Prefirieron ser discretos.
Ésta
se encontraba justo entre las aldeas bárbaras. Estaba construida a
modo yumerio, pues Jéenak lo era.
En
ella, se encontraban los tres clanes bárbaros.
Tristan
se alegró de volver a encontrase con algunos, pero no tanto con
otros.
Los
bárbaros pasaban
el rato contando
sus vidas y sus historias en la taberna, mientras bebían. A algunos
les gustaba echar pulsos, mientras los demás los alentaban o
apostaban.
Tristan
buscó a un krogaa, en particular.
Cuando
lo encontró, le pidió que mañana lo llevase hasta Húlkaar; el
líder de los krogaas, y líder también de los tres clanes bárbaros.
Éste
le
dijo que solo lo llevaría ante él, si le vencía en una pelea sin
armas. Así,
que
no tuvo más remedio que aceptar; de modo, que la taberna se
convirtió en el escenario, y los bárbaros en el público. Se
apostaban rondas de bebida… y cenas los que aún no habían comido.
Los
golpes iban y venían de un bárbaro a otro. Los dos sangraban… y
aunque el krooga tenía más resistencia, Tristan se valió de su
fuerza y experiencia para vencer; logrando así su objetivo.
El
grupo del príncipe
Isilión no pudo ver mucho más, porque de pronto, se vieron
sorprendidos y acorralados por un grupo no muy numeroso de gnomos,
armados con hachas y espadas.
Éstos
pudieron pillarlos desprevenidos, porque uno de sus dos poderes era
el de volverse invisibles a voluntad. El otro era el de
teletransportarse a algún lugar que antes hubieran visto.
Eran
muy parecidos a los enanos. Físicamente, se diferenciaban sobretodo,
en la altura
y en el color de su piel.
Los
gnomos eran algo más bajos. Su estatura era equiparable a la de un
kender. Además, no eran gruesos, sino delgados… y sus narices,
aunque igualmente prominentes, eran más alargadas y caídas hacia
abajo; y que no decir de sus orejas, semejantes a las de los duendes,
puntiagudas, grandes y abiertas, pero mucho más rudas, que las de
éstos.
Su
piel estaba más curtida y bronceada que la de los enanos, debido
principalmente a que la mayoría de los últimos
permanecían la mayor parte de sus vidas bajo tierra.
En
cuanto a su personalidad, era más
acentuada que la de ellos.
Eran mucho más tercos que éstos,
les gustaba mucho más los metales preciosos y las joyas, sobretodo
el oro, por el que sentían un especial interés, y eran mentirosos,
chismosos y tramposos. Aunque también eran grandes inventores, y
trabajaban la roca casi también como los enanos.
Isilión,
Alan, y los dos elfos fueron llevados prisioneros a un pequeño
calabozo; sin poder explicarse o defenderse.
En
la isla de Lásgarot, Silvan, Kevin, Eléndil, Lana y el guardia que
quedaba fueron llevados a un campamento saurio situado en una zona de
la selva menos densa. Los metieron a todos en una gran jaula, y poco
después fueron visitados por el líder de aquel lugar,
un Króxigor. Era un saurio también, aunque medio metro más alto,
de piel mucho más oscura, con un cuerno sobre la nariz y con una
cola llena de púas de hueso. Además, no utilizaba una lanza como
arma, sino una gran hacha, que al contrario que las lanzas de los
saurios hechas de madera y hueso, estaba hecha de madera y cobre.
-¿Aqué
habéiss venido aquí? -les preguntó.
Todos
se sorprendieron al oír hablar aquella criatura. Hasta ahora, todos
los que habían oído; habían utilizado un idioma propio, pero aquel
ser les habló en su misma lengua, aunque algo ininteligible.
-No
te diremos el motivo por el cual nos encontramos aquí. Si es lo que
quieres saber -le respondió Eléndil.
-¡Ahh
ssííí, puess entonces te haremoss hablar anciano! ¡Ssoldadoss,
ssacadlo deaquí! Veremoss sissigue sinhablar cuando setenga que
enfrentar a la alfombra debrazaass!
-¡Pero
maestro! -se lamentó Lana.
-Contente.
No debemos utilizar nuestros poderes hasta averiguar donde guardan
la piedra -le susurró el mago.
Dos
saurios sacaron a Eléndil de la jaula y lo llevaron ante la
alfombra de brazas.
-Anciano,
habla ahora o tendrass quecruzarla.
-No
hablaré -se reafirmó el mago.
Como
se negó,
tuvo que cruzar un suelo lleno de brazas descalzo. Simuló dolor al
cruzarlo, pero lo cierto fue que no se
quemó.
-¡Haconsseguido
cruzar laalfombra de brazaass! -se sorprendió uno de los saurios.
-Ya
lohe vissto. Mañana loss llevaremoss ante el Gran Slann. Que él
decida que hacer con ellos.
Una
vez de vuelta a la jaula, Lana le preguntó:
-¿Cómo
lograste cruzarlas?
-Olvidas
que soy piromante de nivel cuatro y elementalista de nivel tres;
controlo los elementos: tierra, agua, fuego y aire. Pero sobretodo,
el fuego.
A
la mañana siguiente, Gúnnar y el Rey Króthar se encontraban en la
reunión. Allí, además, se hallaban presentes: el Rey Húllker o
rey del clan de los enanos rubios, el líder del ejército de los
enanos pelirrojos, Hélrik; el líder del ejército de los enanos
rubios, Sizaik; y el Gran Rey Nórdico, Vólgart.
El
Gran Rey se dirigió a los presentes:
-Todos
sabéis que el motivo de esta reunión se planteó en la anterior.
Ahora que Gúnnar ha regresado, es el momento adecuado para decidir
si él será jefe de ambos ejércitos. Así, que sin más preámbulos,
pasemos a la votación.
Sizaik,
¿cuál es tu voto?
-En
contra.
-Hélrik,
¿y el tuyo?
-A
favor.
-Bien,
los líderes ya han dejado clara su postura; ahora pasemos a los
votos de los reyes.
Húllker,
¿tu voto?
-En
contra.
-Króthar,
¿cuál es el tuyo?
-A
favor.
-Dado
que el resultado ha sido empate. Mi voto decidirá la votación…
-Gúnnar estaba expectante, ya que el voto del Gran Rey no sólo
decidía si sería nombrado jefe; sino que mostraría si Vólgart
confiaba en él, o no-. Y, mi voto es… a favor, por supuesto.
Gúnnar Ódegaard, acércate. En este momento quedas declarado jefe
de los dos ejércitos nórdicos. Y, Sizaik y Hélrik te deben
obediencia -al instante los dos líderes de los ejércitos nórdicos
se inclinaron para venerar a su nuevo jefe.
-Gran
Rey Vólgart estoy muy agradecido, y prometo estar a la altura de mi
puesto. Quiero aprovechar para plantear el motivo de mi vuelta.
-Espera
Gúnnar. Déjame a mi. Aún soy tu rey; y mi deber como tal es
plantearle la situación -Króthar sabía que el tema a tratar era
delicado.
-No
sólo es tu deber, también es tu responsabilidad -le aclaró
Vólgart.
-Su
majestad lleva razón. Su señoría… tras “La Batalla de
Longoria”, Ízmer pretende mandar sus ejércitos contra los elfos
silvanos. Gúnnar ha sido enviado desde Longoria, en busca de nuestra
ayuda.
-¡Pero
esto es el colmo! ¡Como se atreven! ¡Los longorianos conocen
nuestra empatía hacia los elfos!
-¡Cálmate
Sizaik! -le ordenó Húllker.
-Escucha
Gúnnar, este tema ni siquiera se debatirá. Ninguno de los
ejércitos nórdicos acudirá en ayuda de los elfos. Tu primer deber
como nuevo jefe de éstos es hacer llegar la noticia a Longoria.
Pero como tu deber también está con ellos,
tú deberás acudir a ayudar a los elfos silvanos. Queda terminada la
reunión -terminó diciendo el Gran Rey de los Enanos Nórdicos,
Vólgart.
Tristan
había llegado a la gran choza dónde vivía Húlkaar. Él y el
krogaa que lo llevó hasta el líder de los bárbaros, habían salido
temprano para evitar las primeras nieves de la mañana. A pesar de
ello, una ventisca se les vino encima poco antes de llegar hasta el
líder krogaa.
Húlkaar
se alegró de ver a Tristan. Pero también reventó a reír, al ver
las caras tanto del yumerio como del krogaa. Ambos, tenían la cara
hinchada y llena de moratones por los golpes de la noche anterior.
El
líder bárbaro lo
escuchó
y pensó durante un rato su decisión. Al final, decidió que sólo
enviaría al clan de los yumerios a ayudar a los elfos silvanos. Dejó
en manos de Tristan y su consejero, el krogaa que los acompañaba,
dar la noticia a Ghakan, el líder de éstos..
Cuando
terminó la ventisca, el consejero krogaa y
él fueron
a verlo.
Una vez que el líder yumerio supo la noticia, el kroga se marchó.
Tristan le contó entonces que dos ángeles, muy amigos suyos, lo
habían acompañado, y que ahora se encontraban en su casa. Y, que
además también había viajado con un enano nórdico, un kender, y
uno de los chicos de la profecía; que ahora se encontraban en el
reino enano, también en busca de ayuda.
Húlkaar
tomo conciencia de lo delicada que era la situación, al saber todo
aquello. Y, le dijo, que le dijera a los dos ángeles que estuvieran
preparados porque mañana mismo partirían hacia el pie de los picos
nórdicos para reunirse con sus demás amigos, y la ayuda enana… si
es que la había; y después, dirigirse a ayudar a los elfos
silvanos.
Tristan
regresó a su casa inmediatamente, y le contó todo a los dos ángeles
y a su familia; e intentó aprovechar al máximo cada momento que le
quedaba junto a los suyos.
A
Isilion, Alan y los otros dos elfos, de nada les sirvió contarle a
los gnomos el porqué se encontraban allí. No los creían, porque
pensaban que los elfos nunca les pedirían ayuda. Con todo, incluso
de haberlos creído, decían que no se molestarían en ayudar a los
elfos. No les tenían ningún aprecio. Y además, aquella era una
lucha de poderes en la que según ellos no debían intervenir.
Asimismo, se encontraban muy bien donde estaban, aislados del mundo.
Vivían en sus cosas, en su mundo, ajenos a todo lo que les rodeaba.
Isilión
sabía que los gnomos podían llegar a ser muy testarudos; por eso,
no insistió más en pedir su ayuda. Con lo que no contaba era con
que los volvieran a encerrar.
Así, que debía encontrar algún modo para salir de allí. Debía volver con su esposa que esperaba un hijo… con los suyos… para ayudarlos en la batalla.
Así, que debía encontrar algún modo para salir de allí. Debía volver con su esposa que esperaba un hijo… con los suyos… para ayudarlos en la batalla.
Cuando
menos lo esperaban, un gnomo apareció de pronto dentro del calabozo…
se había teletransportado, y llevaba consigo las llaves de la
puerta.
-Tomadlas
y escapad. Los guardias están dormidos. Les he puesto un somnífero
en la bebida, y no despertarán antes de que amanezca. Os esperaré
en el bosque… algo más hacia el interior de donde os atraparon.
-Pero,
¿por qué nos ayudas? -le preguntó Isilion.
-No
hay tiempo para preguntas. Alguien podría aparecer por aquí, si os
demoráis. Os esperaré donde os he dicho -el gnomo desapareció de
la celda, ante sus ojos, en un pis pas.
Los
elfos y Alan no perdieron el tiempo, y abrieron la puerta. Por
fortuna, lo que les dijo era cierto; los guardias dormían como
recién nacidos.
Sigilosamente,
como estaban acostumbrados a moverse los elfos, escaparon de los
calabozos. Alan no tenía la visión nocturna de sus compañeros,
pero procuraba no separase mucho de éstos para moverse por el lugar
con cierta garantía.
Finalmente,
pudieron adentrarse en el bosque sin ser vistos. Un poco más
adelante, sintieron unas pisadas sobre el musgo, pero no lograron ver
a nadie. De pronto, los pasos se acercaron hasta ellos… y de
repente, apareció el gnomo que antes les había ayudado.
-Perdonadme.
Me había vuelto invisible por si acaso. Si no recuerdo mal, antes no
me presenté. Hola a todos, me llamo Guizbo.
Que mono Kevin... y con Tristan muero definitivamente de amor *-*
ResponderEliminarLos reinos de los enanos y de los gnomos son preciosos... me han encantado de verdad. De hecho, yo me iría de escapada de fin de semana al de los enanos.
Sizaik es un borde y un envidioso, no me ha caído nada bien... Y también me ha parecido fatal que no quieran ayudar ni un poquito.
Los gnomos también son mala gente, aunque me han caído un poco mejor porque la palabra "gnomo" me recuerda a "David el gnomo" y me da mucha ternura. Guizbo sí es simpático, ojo.
Los capítulos son muy largos ahora, de echo este comentario lo he tenido que hacer mientras leía porque si no me olvidaba de cosas, jaja.
Saludos.
Jeje. Que grata sorpresa, que te guste Tristan.
ResponderEliminarNormal que Sizaik no te haya caído bien. Lo has descrito muy bien.
Su enemistad con los elfos viene de lejos, antaño batallaron unos contra otros, y desde entonces no se llevan bien. Gunnar es un caso aparte que se llevaría con cualquiera.
Guizbo te sorprenderá para bien. Es un personaje entrañable.
Sí es verdad son más largos, y los siguientes lo son aún más. Es debido a que a partir de la primera batalla he querido contar las cosas en muchos menos capítulos.
Saludos, y gracias por seguir dándole una oportunidad a esta historia.
Ha pasado de todo. El mal se organiza rápidamente. ¡Caníbales! Oh, qué pena que no hayan atrapado alguno, así hubiera comenzado una gran matanza. (Soy muy malo muajajajajajaja!!!!!) No me esperaba que Tristan tuviera familia... Los gnomos sí que sin bravitos, je, je, je. Creo que Sizaik traerá más de un dolor de cabeza porque no se lleva con los elfos. Guizbo parece que es buena gente, aunque ya veremos... Je, je, je. ¡Saludos!
ResponderEliminarSí. Este capítulo era muy completo. Suceden muchas cosas, porque llevo varios frentes al mismo tiempo.
EliminarJajaja les habría venido bien soltar varios de esos pigmeos en medio de una batalla. Jeje. Aunque creo que no distinguirian entre un bando y otro.
La familia de Tristan era un secreto bien guardado, debido a que suele pasar muy poco tiempo con ellos.
Sobre Sizaik, en este libro creo que no vuelve a salir, y en el próximo, no recuerdo. Pero seguro que aparecerá sino en el segundo, en el tercero.
Guizbo, me encanta, es un personaje que aportará muy buenos momentos.
¡Saludos!
¡Vaya! ¡Qué capítulo!
ResponderEliminarParece que han empezado a reclutar la ayuda que necesitarán, sin duda, para luchar contra los malos. Me han sorprendido dos partes, en primer lugar los medio lagartos, ¡a ver si consiguen la piedra! Y luego la aparición de los pigmeos, encima ¡canívales!
Y además parece que se ha unido otro personaje nuevo. Esta vez un gnomo. Interesante ;)
Bueno, ahora sí que te dejo. Me ha gustado cómo va avanzando la historia, aunque hecho de menos un poco más de acción (batallas a tutti plenni! jeje)
¡Un besote! Que duermas bien ^^
Sí, van encontrando ayuda para la batalla poco a poco. Los pigmeos caníbales por poco no se los meriendan eh, chicos pero matones. Jeje.
EliminarSí, en el anterior se unió Jim el kender, y aquí Guizbo el gnomo. Cada vez más variedad. Veremos lo que aportan a la historia.
Tranquila, cuando llegue la batalla, temo que quedes empachada. Jeje.
Besos. Igualmente.