EN BUSCA DE AYUDA
Éric,
Tristan, Gúnnar, Ilene y Láslandriel habían recorrido un largo
trayecto desde que partieron de Longoria.
Sus
monturas estaban fatigadas…
y ellos también necesitaban descansar
un poco. De modo que cuando llegaron al río Ígn, hicieron una
parada.
Allí se encontraron con un kender, una de las tres razas medianas de
Shakával, llamado Jim, que buscaba pepitas de oro en el río. Como
ellos, su intención era ir a Nordia para venderlo
a los enanos. Asi que como pronto
hicieron
buenas
migas,
se unió a ellos en su viaje.
Para
llegar a Nordia, no tenían más remedio que adentrarse en el bosque
oscuro… un bosque maldito, sobre el que se escuchaban numerosas
leyendas.
Cuando
llegaron… el
kender
fue el primero en adentrarse en él.
Al
igual que los demás de su raza, desconocía el miedo.
Tras
él entró Éric, el intrépido aventurero; luego, Láslandriel e
Ilene… y por último, los nórdicos Tristan y Gúnnar, que como
habían oído muchas de las leyendas sobre él,
siempre lo habían evitado, rodeándolo por el este.
En
Silvanya, recibieron a Susan y Alan con mucha alegría, hasta que
supieron el motivo por el que habían ido a visitarlos.
-Si
Eldaron está en lo cierto, debemos encontrar toda la ayuda posible.
Ya hemos derrotado a sus ejércitos una vez; así que Ízmer enviará
nuevos ejércitos, aún más temibles, si cabe -se pronunció Almare
ante su yerno.
-Deberíamos
ir a visitar a los duendes y a los gnomos… quizás nos ayuden
-propuso el príncipe Isilion.
-Es
una buena idea. ¿Pero quién iría? -preguntó Máblung.
-Tú
no puedes ir, general. Debes quedarte aquí junto a tu ejército, por
nuestra propia seguridad. Y mi hija, la princesa Mialee, tampoco…
dado su avanzado estado. De modo, que sólo quedáis vosotros tres
-indicó
el rey silvano.
-Si
me lo permitís, preferiría quedarme junto a la princesa -expresó
Susan.
-Estoy
de acuerdo. Agradecerá
tu compañía.
-En
este caso, sólo quedamos tu y yo, Alan -dijo el príncipe elfo.
-Si
estás de acuerdo, muchacho, enviaré dos guardias para que os
escolten por el bosque.
-Por
mi, no hay problema -dijo el
marinero.
-Entonces,
está decidido. Mañana mismo iréis a visitar a nuestros pequeños
amigos.
El
grupo formado por Silvan, Éaguer, Eléndil, Lana y Kevin había
zarpado en un barco desde el reino de Lipos, dirección a Lásgarot.
Con ellos viajaban muchos de los soldados longorianos, y además,
Yúnik, el pequeño dragón de Kevin.
En
un año, las cosas habían cambiado mucho… Lana había pasado de
ser una aprendiz de ilusionismo de nivel uno (magia básica), a una
de nivel dos (magia intermedia), gracias a su esfuerzo y a su
maestro. El viejo y arrugado hechicero, de cabellos largos, lisos y
blancos, y ojos marrones, sólo se había separado de su pupila en
una ocasión, desde entonces. El motivo, la celebración de un cónclave de túnicas
grises y blancas. Eléndil, líder de los últimos,
tuvo que asistir y representar a los suyos, frente a Bermelión, el
líder de los primeros.
Tras
un viaje tranquilo, ya que en esta ocasión Kevin no se mareó, y no
se encontraron con ninguna criatura en aquellas aguas; pronto llegaron
a la isla de Lásgarot.
El
valentoso kender avanzaba a pie al frente del grupo. Armado con una
daga sujeta a su cinturón, y su jupak, un arma creada por su raza,
que consistía en una vara de sauce acabada en su extremo superior en
un tirachinas, y que disponía en su extremo inferior de una pieza
de cobre acabada en una punta afilada. Además de estas armas, Jim
llevaba un zurrón de cuero, en el que guardaba entre otras cosas…
su lebrillo para buscar oro, un saquillo en el que llevaba las
brillantes pepitas del preciado metal y diversas joyas, y un cartucho
también de cuero, donde guardaba varios mapas. (Todo, las cosas que
llevaba en su zurrón, las joyas, y los mapas… era robado; aunque
los kenders preferían llamarlo “prestado”, pues para ellos robar
era una deshonra).
Eran
muy singulares, pues también eran unos manitas con las cerraduras,
gracias a la colección de ganzúas que llevaban en sus zurrones.
Junto
a Jim,
montado en su unicornio, iba Éric, ahora con el pelo algo más largo
que hace un año, a media melena como Kevin; y justo después,
avanzaban caminando, la pareja de ángeles.
Láslandriel
tenía que tener especial cuidado con su túnica de color celeste (su
capa con capucha era del mismo color), porque el suelo estaba lleno
de raíces que sobresalían de la tierra con las que podía
rasgársela, o incluso, tropezar. El guapo ángel llevaba en estos
momentos, la cara al descubierto; su siempre joven y dulce rostro, su
larga melena blanca y lisa, y sus claros ojos azules llenos de luz…
Su
iluminado rostro, junto a su figura de un metro con ochenta y cinco
cubierta con túnica celeste, y sus blancas alas… en contraste con
el entorno del bosque oscuro, resultaba tranquilizador, y era como
una luz que los guiaba a todos en aquella tenebrosidad.
Con
Ilene sucedía algo parecido, aunque sus ojos eran marrón miel… su
larga melena rubia brillaba como el oro de su armadura, compuesta por
coraza, hombreras, antebrazos, coderas, taparrabos, cartucheras y
rodilleras.
Medía
un metro con ochenta, y vestía con una capa con capucha blanca, una
minifalda de terciopelo rojo, rematada con bordes blancos, y unas
botas altas, hasta medio muslo, de piel marrón oscura.
El
grupo lo cerraban Tristan y Gúnnar, que montaban su robusto caballo
y su menudo pony.
Conforme
se adentraron en el bosque, el terreno se volvió encharcado… e
hizo aparición una leve niebla…
Pronto,
se encontraron con dos menhires clavados en el suelo, llenos de
runas, a modo de puerta, y con algo colgado de la rama de un árbol.
-¿Alguien
sabe que significa esto? -preguntó
el
bárbaro.
-Las
piedras nos advierten que está
maldito por una magia negra muy antigua… y que a partir de aquí no
debemos seguir; y lo que ves ahí colgado, sirve para ahuyentar los
malos espíritus -contestó
Láslandriel.
-Soy
el que menos deseo atravesar este bosque… pero los elfos silvanos
necesitan que consigamos ayuda; y ya que estamos aquí, voto por
seguir adelante -dijo Gúnnar muy decidido (el bárbaro lo miró, no
muy convencido).
-Vamos,
sigamos. Tengo que vender mi oro a los enanos. ¡Seguro que es
emocionante! -los instó el kender.
-Aunque
no estoy tan convencido, pienso igual que él -dijo Éric.
-Entonces,
sigamos adelante -propuso Ilene.
Cruzaron
aquella especie de entrada, y continuaron. Durante un largo
rato no ocurrió nada; sólo que el terreno se volvió tan seco como
al principio, y la niebla desapareció. Ahora, el suelo estaba
cubierto de hojas; y aunque en cualquier parte de Shakával era
primavera, aquí parecía ser otoño, pues las de los árboles
estaban mustias.
El
bosque era cada vez mas espeso, pero a pesar de ello, pudieron ver
que estaba anocheciendo.
El
grupo llegó a pensar que ya no les ocurriría nada. Pero, sin ellos
saberlo, los árboles, gracias a sus ramas, le estaban robando
algunas de sus armas… sólo les dejaron el jupak, los escudos y la
lanza. Además, los árboles que tenían las raíces prácticamente
fuera de la tierra… se desplazaban, cerrándoles el paso y
dirigiéndolos
hacia donde querían.
-¿No
habéis oído nada? -preguntó
Éric.
-No
-contestó Jim.
-Pues
yo he oído algo. ¡Mirad, son los árboles, se mueven! -les
indicó.
-Toda
esta parte del bosque se mueve. Intentan dirigirnos hacia algún
lugar -le corrigió Ilene.
-No
debimos cruzar esos menhires -murmuró Tristan, mientras al igual que
sus compañeros se dispuso a coger su arma.
-¡No
tengo mi hacha! -exclamó
el enano.
-¡Nos
han quitado las armas y no hemos notado nada... ! -dijo el bárbaro.
-Yo
aún conservo mi jupak.
-Y
yo, mi lanza -dijo Ilene.
-También,
conservamos los escudos -constató Éric.
-Y
nuestra magia -intervino Láslandriel.
Los
ángeles intentaron abrirse camino con ella,
pero los árboles
respondieron de forma inesperada. Sus troncos, ahora tenían rostros
que gritaban furiosamente.
Pasaron
a la acción… los persiguieron y los atacaron con sus ramas. Ilene
y Jim se defendían con sus armas, mientras huían, al igual que los
demás.
Al
final, llegaron al centro del bosque.
Allí,
en un gran claro, había un gigantesco
árbol
totalmente blanco, casi sin hojas, con un tronco enorme… Jim pensó
que ni aunque todos lo abrazaran al mismo tiempo, podrían rodearlo.
De sus ramas colgaban las armas que antes les habían arrebatado, y
el suelo de alrededor, estaba cubierto de huesos de todo tipo de
animales.
El
grupo pudo ver entonces un pequeño conejo correr hacia él…
éste lo agarró con una de sus ramas, y se lo llevó
hacia sus raíces, que se abrieron y se lo
tragaron.
Tras succionarle la vida, expulsó los huesos fuera.
-Ahora
ya sabemos porque los árboles nos dirigían hacia aquí. Este bosque
tiene vida propia… y ese parece ser su señor -indicó Gúnnar.
-¡Has
acertado! ¡Y
ahora vosotros me entregaréis la vida que tanto anhelo! -dijo el
Señor
del Bosque.
El
grupo no sabía que hacer… los árboles los rodeaban en un círculo
que se iba estrechando entorno a su señor, de modo que tenían que
retroceder.
Enseguida,
el gran árbol blanco los tuvo lo suficientemente cerca para
agarrarlos… sólo se escaparon los ángeles y Éric. Los primeros
se protegieron con un aura que creó Láslandriel, en la cual las
ramas no podían entrar; y al muchacho le sucedió algo parecido. Su
unicornio negro, gracias a su cuerno, creó un aura similar a la que
creó el ángel.
Cuando
el tenebroso árbol se disponía a tragarse la primera de sus
víctimas, un tremendo temblor sacudió la tierra…
Los
árboles que rodeaban al gran árbol blanco, se apartaron
despavoridos, y ante ellos apareció un imponente gigante de seis
metros, que acababa de golpear con su garrote la tierra.
-¡Ah
no! ¡No me arrebatarás a éstos! ¡Mis
hijos han hecho una excelente labor conduciéndolos hasta aquí!
El
gigante corrió hacia el árbol, y los ángeles y el unicornio de
Éric no tuvieron más remedio que apartarse, rompiendo así su
concentración y las auras que habían creado.
El
coloso
le arrebató al enano, que ya tenía casi un pie introduciéndose en
las entrañas del árbol, y le golpeó el tronco con su garrote. Jim,
Tristan y las armas cayeron al suelo… el gigante les dijo entonces que las
cogieran
y huyeran en sus monturas… que después el los alcanzaría.
Y
así fue...
Más
tarde, les contó que solía acudir allí
para
arrebatarle los animales al árbol
blanco,
y
así,
alimentar a su familia.
Cuando
salieron del bosque, se toparon con los picos nórdicos; unas
colosales montañas nevadas, donde vivían en grandes cuevas, los
gigantes y los cíclopes.
Allí
pasarían la noche.
Al
día siguiente, dejaron a
sus enormes anfitriones
y llegaron al reino nórdico de los enanos. Allí se separaron…
Gúnnar, Jim y Éric se quedarían, y Tristan, Ilene y Láslandriel,
se dirigirían a Barbaria. Pero antes, pasarían por el reino humano
de Nordia.
El
príncipe Isilión y Alan, escoltados por dos guardias silvanos,
habían marchado a visitar a los duendes y los gnomos. Salieron en
cuanto amaneció; los tres elfos en sus unicornios, y el
marinero en
su caballo.
Éste
último, antes
de partir, pudo ver como otros subían a las sillas de dos hermosos
halcones gigantes, para dirigirse a las montañas de estas aves; para
montar una pequeña atalaya, donde poder vigilar la llegada de
posibles enemigos.
Al
principio de su viaje, vieron un magnífico y gran ciervo blanco.
Isilón le dijo a Alan que no era habitual verlo, y mucho menos por
aquella zona del bosque, porque normalmente solía estar en los
límites de éste con las montañas de los halcones gigantes. Le
contó también, que ver aquél ciervo traía buena suerte, así que
seguro que conseguían la ayuda de los gnomos y los duendes.
Siguieron
atravesando el bosque iluminado, y un rato después, justo antes de
llegar al río cristalino, se encontraron una dríade. Estaba unida a
su árbol (su vida dependía de la de él), con parte de las piernas
hundidas en el tronco de éste. Era fascinante, de una belleza única…
su cuerpo era verde savia, su pelo… una agraciada melena formada
por hojas verdes, sus ojos rasgados… verde clorofila; todo en ella,
hasta sus orejas puntiagudas, era hermoso, y a la vez tan irreal…
… Incluso
su ropa, de color marrón, formada por un corpiño hecho de la
corteza de su árbol, y una falda hecha también de las hojas caídas
de éste.
El
príncipe silvano
bajó de su unicornio y le preguntó por los duendes y los gnomos. En
lugar de contestarle, a la dríade, en un acto mágico, le
aparecieron por completo las piernas, y se separó de su árbol.
Cogió entonces, el rostro de Isilion
con una de sus manos y lo estudió.
-Eres
un elfo. Vosotros amáis los árboles y la naturaleza en general…
Eres un amigo. Te diré donde se encuentran los duendes; pues los
gnomos nunca los he visitado. Cruza el río, y busca el lugar del
bosque donde el río yuln se une al río cristalino, y allí los
hallarás -terminó diciendo, con su grácil voz.
-Gracias
por tu ayuda, dríade.
-No
me las des. Sólo seguid cuidando los árboles, como lo habéis hecho
hasta ahora -le dijo mientras volvía de nuevo al suyo.
-Lo
haremos -afirmó mientras subía a su unicornio.
El
grupo cruzó entonces el río cristalino.
Poco
después, llegaron al lugar que le indicó la dríade. Pero no vieron
duendes por ningún sitio.
En
los árboles, escondidos en sus ramas, se
encontraban vigilándolos.
De pronto, se vieron sorprendidos. Los
atacaron con dardos somníferos que escupían con sus cerbatanas,
logrando
su propósito. Todos cayeron de sus monturas al suelo, momento que
aprovecharon para atarlos con unas cuerdas hechas de seda mágica
irrompible.
Luego,
los trasladaron cerca de allí. Los
llevaron
donde ellos vivían, y los sujetaron al suelo mediante estacas a las
que amarraban las cuerdas.
Los
duendes eran unos seres diminutos que medían unos veinte
centímetros. Tenían las orejas puntiagudas, grandes y abiertas,
aunque elegantes y estilizadas; y los ojos rasgados… que como sus
descuidados cabellos, que solían llevar a media melena, podían ser
de cualquier variopinto color… aunque siempre el de sus
ojos
era el mismo que el de su cabello.
Solían
vestir de verde o marrón, y casi siempre llevaban una caperuza.
Tenían
poderes mágicos (podían amansar a las fieras y monstruos, con la
música de sus flautas y ocarinas, y comunicarse con los animales,
sobretodo con los pájaros), amaban la naturaleza, sobretodo a los
animales, y se decía de ellos que eran el espíritu del bosque.
Vivían
en los árboles. Hacían sus casas entre las raíces de ellos… y la
entrada de ella, al pie de éstos;
allí se encontraban las ventanas y la puerta de la entrada a su
casa.
Una
escalera hacia abajo, conectaba esta sala, donde se recibía a los
invitados, con el resto.
Cuando
los miembros del grupo despertaron, estaban rodeados de duendes por
todos lados, que
los amenazaban con hondas, arcos, lanzas etc.
Éstos
seres
eran desconfiados por naturaleza, y atacaban a cualquiera que
irrumpía en su territorio, pero el príncipe Isilión asumió su
posición y les
explicó
porque habían venido. Decidieron
creerlo,
y los soltaron. Por
último, acordaron
ayudar a Silvanya cuando fuera atacada, algo que sabrían porque
serían avisados por los pájaros.
Una
vez les devolvieron
sus monturas, el grupo se marchó a buscar a los gnomos.
Buscándolos
por el bosque iluminado, se encontraron con algo que no esperaban. Ya
casi no se creía en su existencia, debido a que eran muy difíciles
de ver.
Había
muy pocos… y no se mostraban siempre; porque preferían pasar
inadvertidos.
Ante
ellos apareció un hombre-árbol de más de tres metros de altura.
Parecía uno
más del bosque,
pues su piel era de corteza, pero además, sus dos piernas y sus dos
brazos tenían apariencia de ramas; sin embargo, tenía manos y algo
semejante a pies, aunque no tenía cuello. En su cabeza, vagamente se
distinguían los ojos, las cejas, la nariz, la boca, y las orejas.
Se
decía de ellos, que vivían miles de años, que protegían a los
árboles, como un pastor a su rebaño, y que eran solitarios, lentos
y pacíficos.
-¿Qué
buscáis en esta zona del bosque? -le preguntó.
-Disculpa
por adentrarnos en tu territorio. Buscamos a los gnomos, y como no
sabemos donde viven, hemos llegado hasta aquí, buscándolos
-respondió
Isilion.
-¿Por
qué queréis encontrarlos?
-Para
pedir su ayuda en la batalla que está por llegar. Un mago elfo
oscuro pretende atacar Silvanya, con alguno de sus ejércitos.
-Bien,
os diré donde viven, y quizás nosotros también os ayudemos.
-¿Has
dicho vosotros? -preguntó
Alan, intrigado.
-Sí…
Yo soy Jahnk, y no soy el único hombre-árbol que existe, aunque ya
somos pocos. Sube si quieres a mi hombro, y te lo mostraré.
Alan
se acercó y trepó por la espalda hasta alcanzarlo.
-Mira
hacia el norte, y los verás.
Hizo
lo que le dijo, y vio en la lejanía, moverse en el
bosque,
a varios hombres-árbol más.
-Es
increíble -dijo… y
tardó
un rato en bajar de su
hombro.
-Seguidme.
Os dirigiré hacia los gnomos.
El
grupo lo siguió a través del bosque, hasta que Jahnk se detuvo.
-A
partir de aquí, seguiréis sin mí. Prefiero no acercarme más… si
me ven, se asustarán. Seguid todo recto, y enseguida los
encontraréis.
Lo cierto es que me ha gustado más la historia de Eric, Laslandriel, Ilene... lo de los árboles ha estado muy bien.
ResponderEliminarYo quiero ir vestida como Ilene, me ha encantado *_*
Pinta muy bien este nuevo giro de la historia, espero nuevos capítulos :)
Saludos.
Sí, a mi también me gusta más esa parte del capítulo, aunque la otra tan poco está mal.
EliminarIlene, recuerdo que la asociabas a ti por el nombre. Que bien que también te guste cómo viste.
Sí, claro la historia ha dado un giro sobretodo en que el grupo se ha separado en varios grupitos con distintas misiones. Ya no están todos juntos. Además ha aparecido un nuevo personaje. Jim, el kender.
Espero que los nuevos capítulos te agraden tanto como éste, y te siga gustando la historia.
Saludos.
Estuvo genial la parte de los árboles. Ese bosque sí que está maldito... Si alguien quiere leña o papel sin que los ecologistas los molesten ya saben donde talar. ¡Juas, juas, juas! XD Buen capítulo. Ya veremos como les van a nuestros héroes divididos. ¡Saludos!
ResponderEliminarQue bueno el comentario. Me parto.
EliminarGracias.
Seguro que vivirán grandes aventuras por separado.
Saludos.
Menudo árbol blanco... Qué mamón, se quería comer a nuestros amigos. Una escena que me ha gustado, sobretodo cuando ha aparecido el gigante con su enorme porra.
ResponderEliminarDe momento están siendo ayudados por diversos seres. Veremos si continúan con la misma suerte ;)
¡Ciaaao!
Jeje. Gracias al gigante no se los comió.
EliminarEsperemos que siga la suerte y las ayudas.
Ciao. No me dijiste cuáles eran las palomitas de este. :-P