LA DRAGONSTONE AZUL
Mónckhar salía de
Longoria por las grandes puertas del norte, seguido de ochocientos soldados; la
mayoría de ellos a caballo. Muchos llevaban arcabuces o pequeños trabucos, otros, alabardas, y el resto, espadas. Su destino, Silvanya.
Allí, se reunirían con
el ejército elfo.
Cuando llegaron, se encontraron además, a
doscientos duendes y cinco hombres-árbol. Incluso, había un gnomo entre ellos,
llamado Guizbo, que acompañaba a Isilión y Alan.
El ejército silvano
dirigido por Máblung, estaba preparado y dispuesto a defenderse. El Rey Almare
y el príncipe Isilión marcharían con los suyos… pero, la princesa Mialee, en
avanzado estado, y Susan, se quedarían en Silvanya, acompañadas de las elfas
que servían a la casa real, y las demás, e hijos/as de éstas.
Pronto, hicieron acto de presencia los guerreros del caos.
Dirigidos por Véstark, el nuevo Señor de la Guerra, aparecieron entre Sunesti y
las praderas de los caballos salvajes.
Cinco mastines del caos
encabezaban el ejército… le secundaban otros cinco ogros-dragón. A
continuación, venía él, acompañado de cien caballeros del caos. Luego, dos
ogros… seguidos de cuatrocientos bárbaros del caos… y por último, el gran
grueso del ejército; mil quinientos guerreros del caos cerraban las tropas.
Por supuesto, en los
límites del bosque iluminado con las praderas de Sunesti, les esperaban ya el
ejército de los elfos silvanos, muchos de ellos montados en unicornios, junto
con la ayuda de los longorianos, los duendes, los hombres-árbol, Alan y Guizbo.
Dos primeras filas de
arqueros silvanos tensaron sus arcos y dispararon sus flechas contra el
enemigo. Éstas surcaron el cielo, y cuando cayeron, acertaron en sus objetivos.
Con todo, no todas lograron su propósito. Consiguieron matar a dos mastines del
caos y a un ogro-dragón, sin embargo, aunque otras alcanzaron a los otros
ogros-dragón, no consiguieron derribarlos, pues debido a su gran resistencia y
dura piel, no eran suficientes. Al parecer, tampoco habían hecho mella en los
caballeros del caos que alcanzaron, que sobrevivieron gracias a sus formidables
armaduras. Por desgracia para ellos, algunas de sus monturas no tuvieron la
misma suerte… y aunque también llevaban armaduras, sólo los cubrían en parte.
El ejército del caos se
lanzó en aquel momento furioso en busca de su enemigo. Entonces, se adelantaron
los arcabuceros longorianos, y acabaron con un mastin del caos y dos
ogros-dragón que ya estaban heridos del anterior ataque.
Provenientes de las
montañas, aparecieron cinco jinetes elfos, montados con silla y todo, en cinco
halcones gigantes. Iban armados con arcos… así que hicieron una pasada sobre el
ejército enemigo, en busca de los bárbaros del caos, pues eran los únicos que
estaban desprotegidos, sin armadura.
Lanzaron sus flechas, y
todas alcanzaron a algún bárbaro; de modo, que volvieron a hacer varias
pasadas. El ejercito enemigo carecía de arcos… con que no tenía modo alguno de
defenderse de los jinetes de los halcones.
Al ver esto, Véstark
enfureció. Pronto, él y sus caballeros se lanzaron hacia el enemigo,
adelantando a los mastines y a los ogros-dragón. No contaban con los arcabuces
y los trabucos de los longorianos; que los esperaban tras los primeros
árboles.
Aunque con dificultad,
si les disparaban a corta distancia, la munición longoriana conseguía atravesar
las armaduras de los guerreros del caos. Por si acaso, tras ellos, un gran
grupo de longorianos con alabardas apuntando al enemigo, montados a caballo, se
lanzaron hacia ellos.
La embestida fue
brutal. En ambos bandos, caían por los suelos, heridos de muerte. Las armas
causaban miembros mutilados, atravesados, o machacados, y derramamientos de
sangre por doquier.
Los demás longorianos a
caballo, armados con espadas, se unieron al combate. Y, a continuación, los
doscientos duendes fueron en busca de los guerreros del caos. La gran mayoría
marchaba a pie corriendo, junto con un montón de ratones; pero otros iban
subidos en parejas en ardillas o comadrejas, o solos, volando sobre pequeños
halcones y águilas, o sobre lechuzas.
Llevaban: cerbatanas de
dardos envenenados, hondas, arcos, lanzas, cuerdas de seda mágica irrompible, y
hasta algunas flautas u ocarinas para amansar a las bestias y monstruos.
La mayoría de los
duendes subían por los cuerpos de los guerreros del caos, solos o a lomos de
las ardillas y comadrejas… y atacaban en el cuello, a través de las rendijas de
las armaduras, con sus armas a los guerreros. Algunos, sobretodo los que
volaban sobre las lechuzas, halcones y águilas, conseguían matar a muchos de
ellos, arrebatándole primero los yelmos con las garras de sus monturas, y
lanzándoles después ellos dardos envenenados.
Los ratones atacaban
también a los guerreros del caos, introduciéndose entre las rendijas de sus
armaduras y mordiéndoles después.
Los duendes no se
contentaron con lo que ya habían conseguido… También derribaron algunos de los
caballos de los guerreros del caos con las cuerdas de seda mágica… y hasta
amansaron a un mastín del caos y a un ogro-dragón con la música de sus flautas
y ocarinas.
Pero aún quedaban un
mastín del caos y un ogro-dragón disponibles. El mastín, una fiera de largo
pelaje negro, más parecida a un robweitler gigante que aun mastín; medía unos
tres metros de largo, por más de un metro de alto. Disponía de unas garras,
colmillos y cuernos inquietantes y afilados, dispuestos a caer sobre su presa.
Los cuernos eran
pequeños. Tenían dos en vertical sobre su frente, y uno en cada mejilla.
Además, su cola, que terminaba en una maza con púas, y con un gran espolón en
la punta… tenía una hilera de púas, que la recorrían hasta media espalda. Con
todo, en el cuello llevaban un grueso collar de metal, lleno también de púas.
El ogro-dragón en
cambio, era una criatura con la parte inferior de dragón y la superior de
ogro. Medía unos cuatro metros de altura, y su parte de dragón era de color
verde… y aunque tenía las cuatro patas, no tenía alas.
Su parte superior
comenzaba en la cintura… y era un musculoso ogro, protegido por restos de
armadura, con casco incluido, y armado con una enorme hacha.
Siguiendo con la
batalla…
El mastín del caos
logró alcanzar a los soldados longorianos, acabando con alguno de ellos.
Enseguida se le unió el ogro-dragón acabando con todo aquél que se le
interponía. Hasta que hicieron acto de presencia los cinco hombres-árbol, entre
los que se encontraba Jahnk. Éstos, armados con enormes rocas, atacaron al
mastín del caos y al ogro-dragón.
En cuestión de minutos,
acabaron con el mastín del caos que quedaba, ya que los duendes mataron al
ogro-dragón y al mastín del caos que amansaron con su música. Por desgracia, no
fue tan fácil con el ogro-dragón… que antes de morir, logró matar a dos
hombres-árbol, a hachazos.
Hasta el momento, Véstark ya sólo contaba con unos mil
quinientos guerreros del caos a pie, otros trescientos bárbaros del caos, y dos
ogros. En el bando contrario, además de Mónckhar, Almare, Isilion, Máblung,
Alan y Guizbo, quedaban unos quinientos soldados longorianos, otro tanto de lo
mismo, de elfos silvanos, unos ciento cincuenta duendes, y tres hombres-árbol…
uno de ellos era Jahnk.
Silvan, Eléndil, Kevin, Lana y el guardia estaban abrumados. En
los muros de aquella ciudad había multitud de cráneos incrustados; debían
pertenecer a las víctimas de sus sacrificios. Los muros igualmente, estaban
adornados con dibujos en oro y cobre.
El grupo esperaba ver al Gran Slann aquel mismo día, pero para su sorpresa les taparon las cabezas con sacos, y los condujeron a través de los pasadizos de uno de aquellos templos hasta un calabozo donde les descubrieron las caras y, dónde tendrían que esperar hasta el día siguiente. Aquella noche fue interminable…
El grupo esperaba ver al Gran Slann aquel mismo día, pero para su sorpresa les taparon las cabezas con sacos, y los condujeron a través de los pasadizos de uno de aquellos templos hasta un calabozo donde les descubrieron las caras y, dónde tendrían que esperar hasta el día siguiente. Aquella noche fue interminable…
…Por fin pasaron las horas y amaneció. Ellos pudieron verlo a
través de un pequeño orificio, a modo de ventana, que había en el techo.
Varios de aquellos
saurios se acercaron momentos después hasta la celda y les abrieron la puerta.
Esta vez los condujeron por aquellos pasadizos, sin sacos que les cubrieran las
cabezas, pues no temían nada de ellos ya que no pasarían de aquel día con
vida.
Aunque ellos no lo
sabían, el itinerario era distinto al que atravesaron el día anterior.
En el recorrido
pudieron ver salas llenas de tesoros que hubieran maravillado al más rico de
los longorianos. Sin embargo, todo aquello ridiculizaba ante la sala donde
fueron llevados. Todo en ella era deslumbrante, a la vez que demasiado cargado.
Las paredes, las columnas, y hasta el trono estaban llenos de dibujos y
relieves en oro, bronce o algún otro metal o mineral precioso. En contraste con
todo, en el trono estaba sentado la más repugnante criatura de aquella isla…
aquel al que aquellos seres llamaban el Gran Slann.
El rey de los hombres
lagarto era un ingente y voluminoso sapo berrugoso, de unos tres metros de
altura… que despedía un nauseabundo olor. Su piel, verde aceituna, era
fláccida, bizcosa y resbaladiza. Sus grandes ojos acuosos y saltones, los
penetraban con su desagradable mirada, amarga como la hiel. Bajo éstos y dos
orificios que constituían su nariz, una enorme boca sin labios, escondía
enrollada una larga y pegadiza lengua rojiza, semejante a una serpiente.
Sobre la cabeza llevaba
una gran corona de oro, llena de plumas de ave, muy peculiar. Sus muñecas y sus
tobillos estaban adornadas con brazaletes de bronce, y, de su cuello colgaba un
gran collar de oro. Además, llevaba una especie de cetro, con una gran gema
roja en su extremo… aunque, eso era todo. No llevaba la dragonstone azul con
él.
Antes de que el enorme
sapo hablase, una quietud somnolienta se apoderó sobretodo de Lana.
-Me han informado que no queréis hablar.
Quizás cambiéis de parecer, si me llevo a la chica a mi alcoba..
-Ella nunca hará eso -dijo Kevin.
-Ah no. Mientras me observabais la he
hipnotizado con mi magia. Ahora hará todo lo que yo le pida. ¡Guardias,
llevadla a mi alcoba y que todo esté listo para después del sacrificio!
-No te atrevas a tocarla siquiera, sapo
asqueroso. De todos modos, no conseguirás que hablemos -dijo Silvan.
-Ya veo que sois muy testarudos. En cualquier
caso, disfrutaré de la chica. Pero antes, lo haré con vuestras muertes.
¡Guardias, llevadlos al gran foso!
-Eléndil, no debemos esperar más. Haz algo -le
dijo Silvan.
-No, hasta que descubramos donde se encuentra
la dragonstone azul -le dijo el mago, en voz baja.
Los saurios los
llevaron por nuevos pasadizos hasta una gran puerta de férreos barrotes, que se
elevó para dejarlos pasar, y luego bajó para que no pudieran escapar.
Ante ellos, un intenso
calor de un esplendido día soleado acaecía sobre la arena del gran foso. Era
inmenso, y parecía un coliseo. Pero se diferenciaba de éste,
en que el público no estaba en las gradas, ya que no las había… si no arriba,
fuera de este; pues su nombre era adecuado, ya que era un grandísimo foso de
unos dos mil metros cuadrados de superficie por unos cinco metros de hondura…
rodeados por un muro de bloques de piedra. Arriba, alrededor de todo el foso,
sobre este muro, había una balla con barrotes de hierro de dos metros y medio
de altura, detrás de la cual se situaban los espectadores: saurios, eslizones,
y bullywugs.
El Gran Slann ocupaba
un lugar privilegiado… sobre el muro de piedra que limitaba el gran foso, a unos
tres metros de altura, tenía hecho una especie de palco, donde se situaba junto
a tres hembras: una sauria, una búllywug, y una eslizón, además de dos króxigors. Bajo el palco, había otra
puerta similar a la que habían traspasado ellos, aunque algo más alta. Por
ella, instigado con lanzas, tridentes, y hasta un largo látigo, por hasta ocho
saurios, apareció una criatura para ellos de leyenda, un zoat… una criatura
increíblemente antigua, y muy poderosa, perteneciente a los bosques o selvas
más antiguas de Shakával. De carácter solitario y noble, las antiguas leyendas
decían de ellos que eran poderosos magos que defendían los bosques y selvas de
intrusos no deseados. Debían de haberlo atrapado de alguna manera, pero… ¿cómo
lo controlarían?
Los zoats además de
magos eran criaturas parecidas en cierto modo, a los centauros.
Con una gran fuerza… tenían un físico de casi dos metros de alto por dos metros y medio de largo. Al
igual que los centauros estaban divididos justo por la cintura en dos partes…
en la inferior, de color rojo oscuro, tenían cuatro gruesas patas como
columnas, semejantes a la de los elefantes, aunque más cortas, las dos
delanteras, y similares a las de los rinocerontes las dos traseras… asimismo,
tenían una gruesa y larga cola que le arrastraba por el suelo. Su parte
superior, de color marrón oscuro, estaba formada por un poderoso torso con dos
brazos hercúleos. Sobre éste, unida por un ancho cuello, se asentaba una cabeza
con cara serpentina o tortuguezca, de grandes ojos y ancha boca… y un cráneo
grande, ancho, fuertemente acorazado, y con ligera forma de bóveda.
Con todo, eran
reptiles. Por ello, unas placas pesadas de escamas fusionadas de color púrpura
les atravesaban tanto la parte superior como la inferior, desde los hombros
hasta la punta de la cola, pasando por la espalda y el lomo.
Su arma preferida era
una vara de madera larga, coronada por un cilindro de plata lleno de extraños
símbolos grabados de un idioma muy antiguo, insertada dentro acababa en una gran maza
hecha de piedra negra.
Aquella criatura llevaba una
de aquellas armas.
Se decía de ellas que
sólo uno zoat las manejaba de forma efectiva… y sólo, si utilizaba sus dos
manos para poder aprovechar la fuerza de sus hercúleos brazos.
Al principio no distinguieron nada más pero, cuando el zoat se
fue acercando vieron aquello que colgaba de su cuello… aquello por lo que se
encontraban en aquella situación… de él colgaba reluciente, la dragonstone
azul.
No tenía
intención alguna de atacarlos pero el enorme sapo lo hizo cambiar de idea de
inmediato. Gracias a su cetro que poseía una gema roja mágica muy poderosa, éste anulaba su magia. Pero además, tenía tal poder que lograba controlar la mente del zoat.
La impresionante
criatura se dirigió hacia ellos. Éstos, al verlo, adoptaron una posición de
defensa.
-Ya has visto lo que cuelga de su cuello y
cuales son sus intenciones. ¿Crees que ya ha llegado el momento de actuar,
Eléndil? -le preguntó Silvan.
-Sí pero no utilizaré mi magia para atacarlo.
No quiero lastimarlo. El no quiere hacer lo que hace. Los zoat son criaturas
muy nobles. Estoy seguro que ese sapo horrendo lo controla con una magia muy
primitiva.
-Y, ¿que tal si utilizas tu magia contra el
sapo? -le aconsejó Lana.
-No sé si sería lo mejor. Gracias a su cetro
podría anular mis poderes.
-Pero, no controlaría al zoat. Y ganaríamos
tiempo.
-Si Yúnik estuviese aquí podría intentar
robarle el cetro -dijo Kevin, segundos antes de ser atacado por la criatura.
Un terrible golpe de
maza golpeó la tierra del foso, justo después que Silvan salvara al muchacho.
Eléndil se apartó de la
contienda, e intentó concentrarse para utilizar su magia contra el Gran Slann…
Mientras tanto, Silvan intentaba entretener al zoat esquivando
todos sus golpes. Kevin procuraba ayudarlo en lo que podía, al igual que el
guardia longoriano.
En unas de sus
acometidas golpeó con un terrible impacto al guardia, lanzando a éste
dos metros más atrás de donde se encontraba. El público, saurios, slizones y
bullywugs, vibraban entusiasmados.
Cayó moribundo,
ensangrentado. Entonces, el zoat que en su interior luchaba por resistirse al
control del sapo, despertó durante unos segundos de su trance, preocupado por
el guardia, pero ya era demasiado tarde. Éste murió instantes después.
El Gran Slann intentó
dominar la mente del zoat de nuevo, y lo logró. No obstante, Eléndil, tras
intentar entrar en la del sapo, sin resultado… le lanzó un rayo, pero el Gran
Slann apuntó hacia el rayo con su cetro, y la gema lo absorbió. Eléndil supo
entonces que aquella era una de las gemas más poderosas que existían en
Shakával, a parte de las Dragonstones. El enorme sapo aprovechó que Eléndil se
sentía débil tras el hechizo, para controlar su mente, en lugar de anular sus
poderes con su cetro… para sorpresa de Silvan y Kevin.
Logró hacerlo, pero
tuvo que poner tanto empeño que dejó de controlar la mente del zoat y la de
la propia Lana, que estaba en su alcoba.
Cuando ésta volvió en
sí engañó a los guardias con trucos de ilusionismo y, poniéndose su capa se
volvió invisible y escapó.
En la arena del foso,
Eléndil era ahora el enemigo, y el zoat el aliado; ambos se debatían en una
lucha de magia.
Por fortuna, en el
cielo apareció de improviso Yúnik. Kevin se emocionó al verlo, pero no perdió
el tiempo, y le dijo a su dragón que le arrebatara el cetro al sapo. El
dragoncito se lanzó a por él… ignorando el recibimiento que le esperaba.
El sapo le lanzó su
larga lengua resbaladiza y lo agarró por el cuello, estrangulándolo. Yúnik,
gracias a sus colmillos y garras pudo liberarse, y logró quitarle el cetro al
sapo.
Mientras tanto, los dos
magos seguían luchando…
Yúnik bajó hasta Kevin,
y éste subió sobre él. Ambos se dirigieron hacia el zoat, y Kevin le lanzó el
cetro.
-Anula con él los poderes del sapo, y dejará
de controlar a Eléndil -le dijo Kevin
El zoat le hizo caso, y mago quedó libre. Entonces apareció Lana también, que tras entregarles sus
armas, les dijo:
-Seguidme, he encontrado la salida.
-De acuerdo, pero tú Kevin, regresa con Yúnik,
y pide ayuda -dijo Silvan
-¡Atraparlos! ¡Que no escapen! -gritó,
mientras tanto, el Gran Slann.
Una multitud de
aquellas criaturas se abalanzaron tras ellos.
El grupo, seguidos del zoat, atravesó la puerta por donde habían
entrado.
-Seguid adelante. Intentaré entretenerlos,
impidiendo que suban la puerta. Ya os alcanzaré más tarde -les dijo la
criatura.
Kevin y Yúnik
atravesaron la isla rápidamente. Desde el cielo, vio una manada de
estegadones, comiendo hierba junto a las montañas…
Pronto llegaron a la
playa, e informaron a Éaguer de lo sucedido.
Por otro lado, el grupo
junto al zoat, se había adentrado en la selva, intentando huir…
…pero el ejército del
Gran Slann, que no perdió el tiempo, ya los perseguía a través de ella.
Ya en la selva, los casi doscientos
soldados longorianos y Éaguer tuvieron que luchar primero con los pigmeos para
poder acudir en ayuda de su general.
Sin sufrir muchas
pérdidas, acabaron con la mayoría de ellos… los demás huyeron por miedo
a los arcabuces.
Después, Éaguer alcanzó a Silvan y los demás y se enfrentaron a
las criaturas de la selva.
El general longoriano
le pidió al zoat que se marchara con Élendil y Lana, y los pusiera a salvo.
La ilusionista no
estuvo muy de acuerdo, pero Silvan la hizo cambiar de opinión.
-Sabes… durante nuestro encuentro con esas
criaturas, he temido que esos seres pudieran hacerte daño. Y no me lo hubiera
perdonado jamás, Lana. Quiero que sepas, que desde que nos conocimos, he
llegado a sentir algo hermoso por ti. No quiero perderte ahora, que te he recuperado
-le expresó el caballero, cogiéndole las manos con las suyas, y mirándola
enamorado, a los ojos.
-No tienes porqué preocuparte. Haré lo desees
-se conformó Lana-. Pero prométeme que si lo hago, volverás conmigo sano y
salvo -le dijo ésta, antes de besarle apasionadamente. Él, aunque no lo
esperaba, le respondió del mismo modo.
Eléndil algo alejado,
le dijo a su pupila:
-¡Vamos Lana! ¡Si vas a venir, tienes que
hacerlo ya!
-¡Sí, maestro! ¡No te hago esperar más!
Ambos subieron sobre el
zoat, y éste los llevó hacia el campamento de la playa.
Éaguer y Silvan se
quedaron con los soldados longorianos luchando contra las criaturas; y Kevin
hizo lo mismo junto a su dragoncito Yúnik, pero atacándolos desde el aire.
Durante la lucha, gracias a su dragón, que aunque aún no lanzaba fuego, sí se valía de sus
garras, cola, y colmillos… consiguió matar a muchos saurios, eslizones y
búllywugs, ayudado de su espada.
El líder Króxigor cuando descubrió que Silvan lideraba a los soldados longorianos, no se ando con
rodeos y fue directamente a por él. Aunque Silvan ya se las había visto con
criaturas más grandes que él, el króxigor parecía dominar el combate, tanto que tuvo al general longoriano tendido a sus pies…
…Cuando le lanzó el
golpe de gracia, Éaguer acudió en su rescate. Con todo, no pudo evitar que
Silvan saliese herido en una pierna. Éaguer logró atravesar la dura piel del
króxigor, pero éste agarró con sus dos zarpas la espada de su oponente, y segundos
después, le asestó con la cabeza un testarazo, logrando que se tambalease hacia atrás, mareado y desarmado. El króxigor moribundo, aprovechó, con un giro
sobre sí, para con su gran hacha, cortarle la cabeza a Éaguer.
Instantes después, los
dos yacían sobre el suelo, muertos.
Silvan que había presenciado
la muerte de ambos, sintió amargamente la de su amigo.
Las criaturas, cuando
vieron a su líder muerto a manos del enemigo, en lugar de vengarlo, dejaron la
lucha, y se retiraron a su ciudad.
Entonces, Kevin también
conoció la trágica noticia.
Además, poco más de
cincuenta soldados longorianos quedaron vivos, contando los heridos.
Silvan también había
salido herido, así que Kevin le cedió su dragón para volver al campamento de la
playa.
Una vez allí, con la
ayuda de Eléndil y el zoat curaron a Silvan y los soldados heridos.
Los restos de Éaguer
fueron envueltos; luego, los depositaron en una pira que improvisaron, y los
incineraron. Todos estaban tristes por su muerte, pero se les pasaría.
Mientras que Silvan y
los demás lucharon contra el enemigo en la selva… en el campamento de la playa,
Eléndil estubo contándole al zoat el motivo de su visita a la isla… la
dragonstone que colgaba de su cuello. El zoat le contó también que él la había
encontrado en las montañas, y que desde entonces la custodiaba para que no
cayese en malas manos. El zoat había estado pensando si entregársela o no,
hasta que supo que Kevin era el portador de La Piedra Multicolor.
En cuanto se enteró, no
lo dudó, y decidió entregarles la dragonstone azul. El muchacho sacó entonces de su
saquillo la dragonstone verde, y La Piedra Multicolor… y al igual que hicieron la primera vez invocaron a los dragones azules pronunciando el nombre del dragón
azul más viejo, Krakok.
Momentos más tarde, acudieron a ellos un
gran número de aquellas bestias voladoras.
Silvan ordenó a los
soldados que quedaron que regresasen en el barco; y como el zoat quería
abandonar la isla… el grupo le contó que existía un bosque… el bosque
iluminado, donde seguro sería muy feliz; de modo que subió al barco con los
soldados.
Silvan, Eléndil, Lana y
Kevin hicieron lo mismo, pero a lomos de los dragones.
El grupo de dragones
azules, encabezados por Krakok y Yúnik, el dragoncito verde, se dirigieron a la
batalla que se estaba librando en los prados de Sunesti…
¡Wowww! ¡Este capítulo tuvo de todo! Y ya tienen la segunda Dragonstone... Me sorprende que los longorianos tengan ¡arcabuces! ¿Son los chinos de esta historia o qué? ¡Jue, je, je, je! Y que en paz descanse Éaguer *snif* je, je, je. ¡Saludos!
ResponderEliminarSí, es un capítulo lleno de acción, muy emocionante.
EliminarY por fin tienen la Dragonstone azul.
Los longorianos son los únicos con armas de fuego porque Longoria es el reino más rico de todo Shakával. Ya lo mencioné en la batalla de Longoria, aunque no lo recuerdes.
Como sabes, esta historia bebe de Wharhammer fantasy, si lo conoces, los longorianos son un poco como el Imperio. Aunque visten diferente.
Éaguer murió como un héroe, salvando la vida de su amigo de siempre, Silvan. Descanse en paz.
¡Saludos!
¡Ups! Se me olvidó, perdón... Como no pude contestar en el otro capítulo, lo haré aquí. Las dos historias me gustan (Dragonstones y las Crónicas de Erdwill) Pero como comencé a leer primer esta última le tengo un poquito más de aprecio. ¡je, je, je! ¡Saludos!
EliminarGracias por hacérmelo saber Nahuel.
Eliminar¡Trepidante capítulo amigo José! plagado de acción y buen ritmo. Me resultan muy curiosos los zoats, son unas criaturas demoledoras para el combate :D
ResponderEliminar¡Un abrazo!
¡Qué sorpresa!
Eliminar¡De nuevo comentando uno de mis capítulos!
No sabes la alegría que me llevo cada vez que alguno de los no habituales se pasa por mi blog a dejarme sus comentarios.
Gracias.
Como dices este capítulo está lleno de acción.
Sí, los zoats son ancestrales y mágicos, y muy poderosos.
Un abrazo amigo.
Ah, y vuelve con tus comentarios cuando quieras. Siempre serás bienvenido.
Bueno, qué capítulo, tiene de todo.
ResponderEliminarPor fin la batalla parece haber comenzado (me han gustado los mastines del caos). Y, por fin, se han hecho con la dragonstone azul (¡Bieeeen! ¡Dragones azules!) He de decir que me ha dado verdadero pavor el gran sapo, aparte de asqueroso y feo es más malo que un dolor...
Y me ha sorprendido el beso apasionado de Silvan y Eléndil, jejeje Otra parejita ^^
Pero también un mal momento con la muerte de Éaguer...
Bueno, como siempre, me han encantado las bestias que has creado. Y el capítulo en general.
¡Buenas noches! Un besito y que descanses ^^
(Otro día, más lectura)
Jeje. El gran sapo es como dices.
ResponderEliminarSilvan y Lana...
La muerte de Éaguer una pena.
Gracias.
Buenas noches. Un beso y a descansar.
Te estaré esperando.
¡¡UPS!! ¡¡¡Es verdad que es Lana!!! Ves, si te digo yo que soy un desastre con los nombres... -_-`
EliminarMe lo grabo a fuego en la cabeza, Silvan y Laaanaaaa :P
Me voy al próximo :)
Jeje. El gran sapo es como dices.
ResponderEliminarSilvan y Lana...
La muerte de Éaguer una pena.
Gracias.
Buenas noches. Un beso y a descansar.
Te estaré esperando.