Autor: Es mío.
Es
el segundo relato que escribí. Lo hice para participar en un concurso de visiones, pero no fue elegido. En un futuro será el
prólogo de mi proyecto Wylan. El último kylonio.
EL
PASADO DE WYLAN DE GHYLEA
Wylan
nació en el seno de una de las tribus bárbaras que existían en
Ghylea, un mundo fantástico muy antiguo, cruel y despiadado.
Su
tribu era la de los kylonios, pero existían muchas otras: la tribu
de los thulsios, la de los kunesinos, la de los urios, y la de los
yhytianos.
Se
dice que nació en el año 35 de la Segunda Edad (periodo a partir de
la formación de los nuevos reinos).
Kylonia,
el lugar donde vivía su tribu, se hallaba entre unos picos situados
al norte del Reino de Roden del Este, uno de los nuevos reinos, el
más al sureste de Ghylea.
Los
kylonios eran unos bárbaros que se dedicaban a dos cosas: forjar
armas y utilizarlas en la batalla.
Aunque
eran unos excelentes guerreros, vivían mayormente gracias a su
habilidad en la forja. Trabajaban para el Imperio, que tenía su sede
en el Reino de Tórnansut. Éste le proporcionaba el metal procedente
de la isla de Grylla, al sur de Ghylea, en el Mar de Ashmar, y ellos
se ganaban la vida fabricándoles armas.
Eran
crueles y temerarios en la batalla, pero muy generosos entre ellos.
Debido al clima caluroso que hacía en sus tierras vestían
semidesnudos, tan solo cubrían sus pies, pantorrillas, y partes
pudorientas, con pieles. El resto de sus musculados cuerpos lo
llevaban casi siempre al descubierto.
Los
kylonios no esperaban su llegada. Para ellos fue la primera vez de
muchas otras. Sin embargo, a otros pueblos ya les había sucedido una
primera vez, pero creyeron que solo eran rumores.
El
Emperador llegó junto a sus dos esbirros y una pequeña tropa de su
ejército.
No.
Esta vez no venían a por armas. Él no se molestaría en eso.
Siempre mandaba a uno de sus esbirros acompañado.
Los
rumores eran ciertos.
Venían
a llevarse a todos los bebés que hubieran cumplido su primer año.
No querían a otros, solo a esos; y tenían que ser niños, nunca
niñas.
Algunos
padres intentaron en vano esconder a sus hijos, o incluso huir con
ellos. De nada sirvió.
Entre
el grupo de niños estaba Wylan. Su padre, un bravo guerrero conocido
en toda Ghylea, intentó salvar a su hijo.
-Así
que tú eres el Emperador –se atrevió a decir-. Decían que eras
alguien muy poderoso. Pero yo te conozco. Estás algo cambiado, pero
ya luché en el pasado contra ti, y no te tengo miedo -el kylonio
desenvainó su espada. Pero no pudo hacer mucho más, porque el
Emperador con un gesto de su mano invocó la magia negra y el bárbaro
gritó de dolor, la espada se le cayó al suelo. Se miró y tenía la
palma quemada.
-Era
cierto todo lo que habías oído sobre mí. Ahora soy mucho más
poderoso –se mofó el Emperador.
-No
sólo es tu magia negra. Veo que tu corazón también ha cambiado. Es
malvado. Antes, aunque rivales, luchabas por tu gente y no por lo que
sea que luches ahora. Además, no recurrías a sucias artimañas. La
magia negra es impropia de un guerrero.
-Ja,
ja, ja –rió el Emperador-. Así que ese es tu hijo.
¡Entregádmelo!-le ordenó a sus esbirros-. Cuando lo tuvo entre sus
manos, lo alzó para verlo bien –. ¿Cómo te llamas? –inquirió-.
-Wylan
–balbuceó el bebé, luego intentó soltarse para volver con su
madre.
-Es
fuerte. Digno del mejor guerrero contra el que he luchado –dijo
mirando al padre-. Separadlo del resto. Que se ocupe de él la
Nodriza Superiora –le dijo a su esbirro al devolvérselo.
El
Emperador se fue con su séquito como había venido. Los bebés
marchaban en un gran carromato cuidados por las nodrizas.
Pronto
dejaron el Reino de Roden del Este y se adentraron en uno de los
antiguos reinos, Koshora.
Hicieron
un único alto en La Escuela de Gladiadores de Shakoa, una de las
seis escuelas de gladiadores que existían, todas pertenecientes al
Emperador. Las otras eran la de Talhia, la de Thynau, la de Rhekya,
la de Thorán, y la de Kroodan.
Luego
llegaron al Camino del Este y pronto se adentraron en el antiguo
Reino de Tórnansut. Al norte del camino por donde marchaban se
encontraba el Desierto de Ghamorea, una gran extensión de arena en
la que solo vivían elefantes, camellos, y unos extraños lagartos
semejantes a lagartijas gigantes tan grandes como los primeros
mamíferos mencionados.
El
camino que transitaban les llevó al Camino Real, el cual no dejaron
hasta llegar a Tórnansut, la ciudad del reino principal.
Los
bebés serían criados hasta los cinco años por las nodrizas.
Después, según sus aptitudes, se adiestrarían para formar parte
del ejército del Emperador, para ser gladiadores, o simplemente se
convertirían en esclavos.
Wylan
sin embargo, sería criado hasta los cinco años por la Nodriza
Superiora, como hijo del Emperador. A continuación, sería preparado
como tal.
Y
es que el Emperador no podía tener hijos.
Con
todo, cuando Wylan tenía dos años, éste gracias a Darshiva, su
hechicera personal, una de las guehdas (hechiceras que debían su
nombre a la isla de la que provenían, una de las Tres Islas
Malditas, situadas en el Mar de Morthun, al este de Ghylea),
descubrió la única oportunidad que iba a tener para ser padre.
Entonces,
la noche que el cometa surcó los cielos, el Emperador fue sometido a
un ritual de magia negra por su hechicera, y gracias a ello pudo
lograr su objetivo, manteniendo relaciones esa misma noche.
Para
ello, eligió entre su harén de concubinas a su preferida, y con
ella yació.
Nueve
meses después nació una niña a la que llamó Akelasha.
Wylan
que había aprendido a leer y había sido educado como se merecía
por la Nodriza Superiora, cumplió los cinco años y comenzó su
adiestramiento como hijo del Emperador. Pero a partir de entonces fue
tratado por su padrastro de forma diferente. Fue mucho más duro y
cruel con él que con cualquier otro. La exigencia a la cual lo
sometía era casi inhumana.
Pasaron
los años y cuando Wylan tenía diez años y Akelasha siete, ésta
siempre adorada por su padre, decidió interceder por el que creía
su hermano.
-Padre,
¿por qué eres tan duro con él? –le preguntó una vez.
-Algún
día deberá ocupar mi puesto. Y sí, yo sé que no sabes lo que eso
supone. Pero no es nada fácil.
-¡Hazlo
por mí padre! ¡No puedo verlo sufrir más! ¡No lo aguantaría! ¡Es
mi hermano! –gritó.
-¡En
realidad no lo es! –se le escapó.
-¿Qué?
–acertó a decir Akelasha, sorprendida.
El
Emperador no tuvo más remedio que contarle la verdad a su hija, pero
le hizo prometer que nunca le diría nada a Wylan
A
pesar de ello, la niña sentía que debía decírselo al chico. De
modo, que se lo contó.
-¡¿Por
qué me ha hecho esto?! ¡¿Por qué nunca me dijo nada?! ¡No me
quiere! Pensé que él era mi padre y tú mi hermana, pero no es
verdad. Yo… -rompió a llorar-. ¡No quiero que sea mi padre! ¡No
quiero ser su hijo nunca más! –dijo en un mar de sentimientos.
-Y
yo -susurró Akelasha con la voz rota, mientras una lágrima
resbalaba por su mejilla. Wylan acercó su mano y se la recogió.
-No
llores. A ti sí te quiero.
En
ese momento entró el Emperador que había escuchado la mayoría de
la conversación.
-¡Así
que reniegas de mí! ¡Qué equivocado estás! –le dijo a Wylan.
Luego se dirigió a su hija y le dio un bofetón.
-¡¿Por
qué lo has hecho?! Ella si es tu hija. ¿Tampoco la quieres? –el
chico se interpuso entre el Emperador y Akelasha-. No te dejaré
pegarle otra vez.
-Me
prometiste guardarme el secreto –le soltó a su hija, casi
mordiendo las palabras-. Siempre te he adorado. ¿Por qué lo
hiciste?
-Debía
saberlo. Él siempre ha sido bueno conmigo –logró decir con
esfuerzo.
El
Emperador se retiró a su habitación personal.
Entonces,
un rayo atravesó su cerebro como un calambre.
-¡Aaarrrggghhh!
–gritó.
¿Por
qué la he golpeado? Es mi hija. Yo no soy así.
¿Qué
dices insensato? Has hecho lo que debías hacer. Te ha traicionado y
merecía un castigo.
Sí,
¿pero pegarle? He sido demasiado duro. Ya no me querrá como antes.
No
seas sentimentalista. Yo diría que te has quedado corto. El castigo
debió ser más duro. Debes ser fuerte. El mundo no está hecho para
los débiles.
Llevas
razón.
El
rayo volvió a recorrer su cerebro pero en dirección contraria para
retirase de él, y dejarlo en paz.
-¡Aaarrrggghhh!
–volvió a gritar. Luego, todo quedó en calma.
La
muchacha que ya tenía un vínculo muy fuerte con Wylan antes que
éste la defendiera de su padre, se sintió aún más unida a él a
partir de ese momento. Y comenzó a sentir algo hacia el chico
diferente de lo que sintió hasta entonces. En cuanto a su padre,
Akelasha seguía queriéndolo igual que antes. Esto hizo que el
Emperador en lo más profundo de sus sentimientos, se sintiera aún
más arrepentido por lo que le hizo.
Wylan
no se marchó. El Emperador no lo permitió, pues lo quería como a
un hijo, aunque no lo tratara como tal.
Le
obligó a seguir siéndolo.
Todo
marchaba como éste quería hasta que Wylan comenzó a sentir por
Akelasha lo mismo que ésta sentía hacia él.
Cuando
el Emperador lo supo, fue el quién renegó de Wylan. Él siempre lo
había visto como al hijo al que dejar su legado cuando ya no
estuviera, a pesar de no serlo. Lo trataba cruelmente porque así
debía ser. El día que ocupara su puesto tendría que ser fuerte. El
mundo no estaba hecho para los débiles, y en su caso mucho menos.
Debía ser el más fuerte de todos porque tendría que enfrentarse a
ello a lo que él lo hacía cada día desde que recibió el poder. Y
él sabía que era algo muy doloroso, casi inaguantable. Tanto, que
no era el mismo desde entonces.
Pero
la verdadera causa por la que no debían estar juntos era porque él
siempre había pensado en la parte fácil para su hija, y la parte
difícil para Wylan. El chico debería soportar la carga y ella vivir
alejada de él, disfrutando la vida. Nunca debía saber nada del
sufrimiento al que este se enfrentaría.
Así
lo había hecho él, y ella ajena a ello, había sido feliz.
Pero
si dejaba que los dos enamorados estuviesen juntos, su hija conocería
la verdad a la que se enfrentó su padre, o sea, él; y a la que se
enfrentaba Wylan.
Eso
no sucedería nunca. Aunque para ello tuviese que quedarse sin
sucesor. Ya se le ocurriría algo. Quizás, con más poder podría
alargar su vida el tiempo necesario.
Decidió
expulsarlo del reino. Lo odiaba por haber frustrado sus planes, y
debía recibir un castigo terriblemente cruel. Conque antes se lo
llevó a Kylonia. Le acompañaban sus dos esbirros y una pequeña
parte de sus tropas.
Cuando
llegaron, ante los ojos de Wylan, saquearon, incendiaron y
destruyeron el pueblo. Mataron a todos los kylonianos excepto a los
padres del chico, pues a ellos los dejaron para el final.
Mientras
los soldados retenían al padre de Wylan, y uno de los esbirros
sujetaba al muchacho, el otro se preparaba para violar a su madre.
Ésta se dejó a sabiendas que si no lo hacía el otro esbirro
desgarraría el cuello del chaval.
Para
ello, el primero mandó a varios soldados a por una mesa que habían
dejado intacta a cosa hecha. Cuando esta estuvo preparada, el hombre
cogió a la mujer y la empujó sobre ella. Luego, la agarró y la
giró bruscamente colocándola de espaldas a él. Seguidamente, hizo
que se inclinara hacia adelante. A continuación, desgarró las pocas
pieles que la cubrían y ayudándose de una mano, introdujo su
miembro eréctil dentro de la muchacha. Le costó, pues los músculos
del sexo de la mujer estaban rígidos. A pesar de ello, tras varias
sacudidas suaves, el sexo del esbirro logró humedecerse y pudo
continuar. El hombre fue penetrándola una y otra vez, mientras los
soldados, el otro esbirro y el Emperador miraban. Ya que Wylan y su
padre no eran capaces de hacerlo.
-¡Acaba
de una vez, mal nacido! –gritó el bárbaro.
-Ja,
ja, ja –rió el esbirro, al volver la mirada hacia el kylonio -.
¡Está disfrutando como jamás lo ha hecho contigo! ¿¡Verdad
perra!?
Las
embestidas eran cada vez más enérgicas, tanto que el hombre terminó
exhausto.
La
mujer se retiró de él e intentó cubrirse como pudo.
Cuando
el esbirro se repuso, le dijo:
-¿Qué
haces? Aún no hemos acabado contigo.
De
modo, que fue hacia ella y la agarró por los pelos y la llevó hasta
un poste algo quemado, que aún se sostenía en pie. Entonces, la
amarró a él de espaldas a ellos.
-Ahora
te toca a ti –le dijo un soldado al bárbaro. Lo obligaron a
acercarse a su esposa, y entonces el Emperador le lanzó su látigo.
El
esbirro le dijo:
-Dale
tres latigazos, o la mataremos.
-No
me podéis pedir eso.
-Claro
que podemos –rieron.
El
kylonio descargó el látigo una primera vez.
-¡Nooo!
–gritó y forcejeo Wylan.
-¡Aaaaaahhhhh!
–gritó la mujer.
El
látigo crujió una segunda vez. El bárbaro pensó que le dolía
darlos tanto como a ella recibirlos. Pero no había comparación.
-¡Aaaaahhhh!
–ya casi no tenía fuerzas ni para gritar.
Wylan
estaba llorando en silencio, sus lágrimas corrían por su rostro
como ríos, sin embargo, no pronunció ni un leve sonido. Sólo el
subir y bajar de su pequeña nuez, con cada latigazo.
Cuando
el kylonio lanzó el látigo por tercera y última vez, el Emperador
lanzó un hechizo sobre el arma y cuando ésta estalló sobre la
espalda de la muchacha, lo hacía envuelta en llamas.
-¡AAAAAAAAAHHHHH!
–gritó más fuerte que nunca. Después, casi se desmayó.
-¡Cobarde!
¡¿Qué has hecho?! –vociferó el kylonio.
Enfurecido,
el bárbaro intentó descargarlo sobre el Emperador. Pero quedó
paralizado.
-No,
no, no, no. Veo que no has aprendido desde nuestro último encuentro
–se acercó hasta él y recogió su látigo que ya no llameaba.
Los
soldados cogieron al kylonio que aún se encontraba inmovilizado por
el hechizo y le amarraron las muñecas tras la espalda. Luego, lo
colocaron de rodillas con la cabeza sobre un tronco cortado. Y
soltaron a su mujer. Esta desnuda, y muy malherida, casi no se tenía
en pie.
-Mátalo
o de lo contrario nosotros haremos lo propio con tu hijo.
La
mujer se fijó en el hacha que tenía uno de los soldados que había
junto a su marido. Sabía que era para ella.
Miró
a su hijo y luego a su marido.
-No
–balbuceó con un gesto de su cara.
El
otro esbirro apretó más el gaznate del chico.
La
mujer que se percató, ando a trompicones hasta que llegó al
soldado, después le arrebató el hacha, y miró a su marido, quien,
a pesar de no poder inmutarse, expresaba todo con su mirada.
Estuvo
un rato pensando qué hacer.
-¡Hazlo
de una vez! –gritó el esbirro que tenía a Wylan. Para asegurarse,
apretó más su arma y dejó que dos gotas de sangre resbalaran del
cuello del muchacho.
La
mujer miró por última vez a su marido, y decidida elevó el hacha y
la descargó separándole la cabeza del cuerpo. A continuación,
soltó el arma y cayó de rodillas sobre el suelo en un mar de
lágrimas.
-Ahora
te toca a ti, muchacho –le dijo el esbirro que lo sujetaba.
-¿Qué?
–dijo Wylan volviendo a la realidad de aquel infierno que se le
antojaba una pesadilla.
-Hazle
a ella lo mismo que le ha hecho a tu padre – ordenó el esbirro.
-¡Jamás
lograréis que haga eso!
-¿Ah,
no? Apuesto por lo contrario –el Emperador pronunció estas
palabras y luego lanzó un hechizo sobre el chico. Éste entonces vio
cómo su cuerpo se dirigía hacia su madre. No era dueño de sí
mismo. Aquel hombre lo dirigía.
Cogió
el hacha y cuando se disponía a levantarla, su madre le arrebató
una daga a uno de los soldados y se la ha clavó a sí misma en el
vientre.
Se
está suicidando -pensó
Wylan.
Su
madre le dedicó una última mirada antes de morir. Jamás había
visto alguna que desprendiera tanto cariño. Él la recordaría toda
su vida. Era pura dulzura.
-¡Nooooooooo!
–su cuerpo ya no estaba bajo los influjos del hechizo, así que
reaccionó lanzando el hacha sobre el Emperador. Por suerte para él,
que se había descuidado un momento, un soldado se interpuso
salvándole la vida, y muriendo en el acto.
-¡Cogeeedlo!
–gritó el Emperador.
Encerraron
al chico en un carro con una jaula llena de barrotes y se dispusieron
a regresar. Él, sujeto a los hierros, no retiró la mirada de los
restos del pueblo que le vio nacer, hasta perderlos de vista. Poco
después, mientras avanzaban de regreso a Tórnansut, el Emperador
pasó en su caballo junto al carro donde marchaba el chico. Éste se
había encerrado en sí mismo, y su mente distaba de donde se
encontraban ahora.
-Si
crees que has sufrido, tu castigo no ha hecho nada más que comenzar
–fue la única frase que le dedicó el Emperador.
A
Wylan ya eso no le importaba. Sólo pensaba en una cosa: mantenerse
vivo para algún día vengarse de todo el dolor que a él y a todos
los que alguna vez quiso le habían hecho.
Al
llegar al reino, Wylan fue encarcelado durante unos días hasta que
fue enviado a la Cantera de Esclavos de Shykria. Por aquel entonces,
tenía once años.
Su
vida allí fue muy dura. Aunque él había sufrido mucho
adiestrándose como hijo del Emperador, no era lo mismo. Era un
esclavo, y desde que supo lo que eso significaba se juró que si
algún día tenía la oportunidad, acabaría con toda la esclavitud
que hubiera en el mundo. En la cantera se había corrido la voz,
tanto entre esclavos como guardias de quién era, y eso le hizo la
vida más difícil aún. Además, estaba el hecho de vivir apartado
de Akelasha para siempre. El no poder verla le supuso el peor de los
sufrimientos. Pero, sabía que seguiría siendo así. De modo, que
intentó mantener su mente en el trabajo. Con todo, no llegó a
olvidarla.
Un
día, por casualidad, cuando ya tenía quince años, trabajando en la
cantera, se perdió sin querer, descubrió una gruta, y se adentró
en ella.
Tanto
lo hizo, que llegó a una zona por descubrir. Allí, fue atacado por
un gran monstruo acuático con alas.
-¡GGRRRRHH!
–sonó un ruido espantoso que se expandió con el eco por toda la
gruta.
¡Ooh,
no! ¿Qué es eso?
pensó Wylan cuando lo vio-. Parece
uno de los dragones de los cuentos que me contaba la Nodriza
Superiora para irme a dormir. Pero no… es diferente. No es un
dragón, es otra criatura. Si ni siquiera ella me habló de esto, es
porque muy pocos han visto a esta bestia.
-¡GGGRRRRRHHH!
–sonó de nuevo. El monstruo volaba tras él, mucho más cerca.
Wylan
corrió como pudo entre los salientes y las húmedas rocas. Lo hizo
tan rápido, que con tan poca visibilidad no vio el precipicio que
tenía delante y cayó por él. Siguió cayendo, y cayendo hasta que
por fin alcanzó un estanque de agua que había al final de él. Para
su suerte, el agua del estanque por alguna razón era luminosa, y
pudo sumergirse en él de la manera adecuada, introduciendo primero
los pies y luego en línea vertical el cuerpo.
Debido
a lo brutal que fue el impacto llegó a sumergirse hasta alcanzar el
fondo del estanque. Allí vio un nido con unos enormes y gruesos
cascarones de huevos más luminosos aún que el agua, que parecían
muy antiguos, pues estaban fosilizados.
No
creo que lo haya puesto él. Si son tan viejos, más bien, él haya
nacido de uno de ellos. Creo que el agua debe su luz a los propios
huevos.
Estaba
en lo cierto, en todo lo que pensó. Aunque le faltó algo, que
descubrió al salir del estanque. Se notaba cambiado. No físicamente,
en cuanto a aspecto, pero sí en cuanto a sensaciones. Se notaba
lleno de fuerza, podía ver mucho mejor en la oscuridad de la gruta,
y se notaba diferente en otros aspectos. Aunque no sabía cuáles.
Cuando
se cercioró que el monstruo no andaba cerca, siguió inspeccionado
aquella parte baja de la gruta, y siguió adelante. Ahora, ayudado
por su impresionante vista.
Tras
una semana andando, llegó hasta la salida, que se hallaba muy lejana
del lugar de la entrada de la gruta, y mucho más al sur.
Al
salir al exterior, descubrió que se encontraba en una selva, en
Kraasha. Notaba la presencia de muchos animales sin verlos. Debía
ser aquella agua.
Avanzó
adelante por aquella espesa selva, y tras varias horas dio con un
poblado, o más bien, ellos dieron con él.
Los
krashianos eran guerreros, una de las cinco hordas guerreras que
existían en Ghylea. Se los conocía como la Horda de los Espadas
Blancas.
Las
otras hordas eran la de los Espadas Negras o fakianos, la de los
Lanzas Afiladas o kibalas, la de los Máscaras de Guerra o
yarathusas, y la de los Hachas Manchadas o grahars.
Los
krashianos al enterarse del lugar que venía… la gruta, y al
descubrir las aptitudes que el chico poseía, lo acogieron en su
horda con agrado. Pues según decía una de sus profecías, algún
día aparecería un muchacho que vendría de la gruta del monstruo al
que todos los krashianos tenían miedo, dotado de poderes. Gracias a
esa profecía, Wylan descubrió que el agua era luminosa y tenía
propiedades mágicas debido que al eclosionar los huevos, éstos
vertieron un fluido mágico y luminoso, que volvió al agua con éstas
características. También supo cuáles eran los poderes que el agua
le había otorgado, al bañarse en ella: entender, comprender, y
sentir la presencia de los animales; una fuerza sobrehumana muy
superior a la del resto de las razas; agilidad sin igual, incluso
superior a la de los felinos; y los sentidos extremadamente
desarrollados, en general.
Además,
descubrió que los krashianos adoraban igual que temían a aquel
monstruo, y que según sus antepasados cinco de ellos nacieron de
aquellos huevos tras morir sus padres matándose, ya que se comían
entre ellos… pues entre su antiquísima especie se regían por la
ley del más fuerte. Solo éstos sobrevivían. Eso les pasó a las
crías y desde entonces solo uno pudo sobrevivir y crecer hasta
alcanzar la madurez.
El
único krashiano tan valiente como para atreverse a entrar en la
gruta era su líder. Solo él pues, había visto al monstruo en
realidad, pero no llegó a poder bañarse en el estanque. Tuvo que
huir para salvar la vida. Con todo, logró llevarse algo muy
preciado, uno de los huesos de los otros monstruos muertos en el
pasado.
Aquellos
huesos, como el agua, eran mágicos. Con él, El líder krashiano
mandó que le hicieran una espada. Y desde entonces, era la espada
más poderosa de toda Ghylea.
Wylan,
desde su llegada, vivió con los krashianos, aprendió su cultura,
sus artes guerreras y muchas otras cosas.
Un
día salieron de caza. Tardaron bastante en llegar a su destino, el
Desierto de Ráshlar. Aquella vez, se disponían a cazar smilodones,
más conocidos por Tigres Dientes de Sable. Los krashianos apreciaban
mucho su carne, su piel, sus garras, y sobretodo, sus colmillos. Se
alimentaban de la primera, se vestían de la segunda, se adornaban de
las terceras (colgándose las garras en colgantes como trofeos), y
utilizaban los cuartos, los colmillos, como puñales.
En
aquel desierto de tierra árida también solía haber uros, bisontes
o hasta mamuts.
A
medida que se adentraban en el desierto se veían muchos esqueletos
de estos animales, pues había poca hierba, y eso provocaba que los
Dientes
de Sable
estuvieran en clara ventaja, pues sus víctimas se encontraban la
mayoría de las veces débiles.
Los
krashianos no utilizaban sus espadas blancas en la caza, sólo se
valían de sus colmillos, flechas y redes para ello.
Agachados,
avanzaban a rastras por suelo y lanzaban sus flechas a sus víctimas.
Si lograban acertar, corrían tras ellas y les lanzaban sus redes;
por último, las remataban en el cuello con sus colmillos.
Wylan
decidió que el no mataría a su presa, que sí la atrapaba sería,
no su mascota, sino su mejor amigo. Utilizó casi la misma táctica
que los de su horda. Sin embargo, no le lanzó ninguna flecha. Se fue
acercando hasta él sigilosamente… cuando estuvo cerca y el Dientes
de Sable se percató, se adentró en la mente del animal y estuvo
ganándose su confianza poco a poco. Igualmente se fue acercando,
pero como el animal no dio su brazo a torcer del todo, le lanzó su
red, y rápidamente saltó con una agilidad asombrosa sobre éste.
Estuvo luchando con él, sujetándole con ambas manos la mandíbula.
Gracias a su enorme fuerza Wylan venció, y el animal terminó
exhausto, casi sin aliento.
Le
había demostrado quien era el más fuerte, ahora tenía que ganarse
su confianza. De modo, que se acercó, y lo acarició con dulzura
durante largo rato. Al mismo tiempo, conversaba con él (sin
palabras) tranquilamente. Cuando el animal recupero sus fuerzas, ya
no le veía como un enemigo, sino como a un amigo. Así, que a partir
de entonces ya jamás se separaría de él.
Cuando
Wylan se hizo adulto, decidió enfrentarse al líder krashiano; no
para ocupar su lugar, sino por otras dos razones: quería su espada,
y para ello tenía que vencerlo; y la otra, porque pensó que había
llegado el momento de marchar del pueblo, para vivir su propia vida,
y para ello también tenía que vencerlo, porque según las
costumbres krashianas nadie podía abandonar la horda. La única
posibilidad era vencer al líder en un combate.
Gracias
a sus poderes lo venció sin dificultad. De modo, que se ganó la
espada, y dejó Krashia acompañado de su Tigre Dientes de Sable.
Su
pensamiento a largo plazo, el de vengar algún día a su verdadero
pueblo y familia.
Su objetivo, el de luchar contra la esclavitud impuesta por el Emperador.
Su objetivo, el de luchar contra la esclavitud impuesta por el Emperador.
Su
esperanza, volver a ver a su querida Akelasha…
¡Caramba! Como prólogo no está nada mal, es el germen de toda una leyenda de espada y brujería... Buen ritmo, buena narración... y un buen argumento, sobre todo: quizás algunas partes podrían haber sido más desarrolladas, creando una historia un poco más larga que actuara no tanto como el prólogo de la saga, sino directamente como el primer episodio... Por cierto, me ha gustado el detalle de Akelasha: me recuerda, posiblemente tomado de ahí, a la princesa vampiro Akivasha de "La Hora del Dragón", de R. E. Howard, con su celebérrimo personaje Conan el Bárbaro...
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Según mi humilde opinión, es lo mejor que he escrito hasta el momento. También es de lo último, aunque después he escrito capítulos de Las Crónicas de Érdwill 1. La Espada Sagrada. En cuanto a lo que comentas de desarrollar más algunas partes, si me dejas tu correo electrónico te enviaré un correo respuesta que una vez le envié a mi amigo Chris J. Peake, cuando recién había escrito el relato. En el explico, algunas dudas que a el le surgieron, quizás te sirvan también a ti. En cuanto a Akelasha, me sucede igual que a ti con el relato que leí tuyo. No fue intencionadamente, pero si que quería poner un nombre que sonará a ese mundo, e insconcientemente recordaría a Akivasha, aunque no me di cuentas en el momento. Sabía que me sonaba a algo, pero no a qué. Ahora ya lo sé. Nos leemos.
EliminarEsta historia es muy emocionante, interesante y entretenido. Deberías hacer una novela o saga. Sería estupendo. Me gustaría saber cómo sería la travesía de Wylan hasta enfrentarse con el emperador; lo que sucedería cuando se reencuentre con Akelasha y todos los peligros que habría en el camino. Deberías planteártelo, je, je, je.
ResponderEliminar¡Saludos!
Hola Nahuel.
EliminarNo sé si has leído lo que pone arriba justo antes de iniciar el relato. Sí, voy ha hacer una novela de esto pero no una saga. Como dije arriba, este relato sería el prólogo. La novela se llamaría Wylan. El último kylonio. Para que sepas cuando la voy a escribir te diré que tras la de Érdwill escribiré dos al mismo tiempo... La segunda parte de Dragonstones, y LNO. Luz Neutralidad Oscuridad ; luego me pondré con otras dos... la segunda parte de Gyadomea y la novela de esta historia. Si quieres saber un poco más de que va la historia, mira en mi sección proyectos y pincha en "Wylan. El último kylonio".
¡Saludos!
Me encantó este relato, y como prólogo de una novela promete mucho.
ResponderEliminarTu forma de escribir y de relatar me gustaron mucho, hace que uno se adentre en la narración y se sienta parte de ella.
Un saludo :)
Perdona por el color de la letra. Te habrá costado mucho leerlo. Este relato lo colgué hace mucho e hice un copia-pega del documento de word. Por aquel entonces con el tipo de letra y fondo del blog quedaba negra y se leía muy bien, pero ahora que he modificado el blog, casi no se puede leer. Esto mismo sucede con la mayoría de entradas del blog anteriores a la modificación. Algo de lo que no me siento orgulloso. No podría cambiar la letra en todas, pero quizás vaya cambiando la de unas pocas entradas, poco a poco.
EliminarEn cuanto al relato, me encanta también. Aunque lo escribí hace bastante, sigue siendo lo mejor que he escrito hasta el momento, en cuanto a calidad narrativa, y ritmo.
Gracias por los halagos.
Saludos.
Vaya... Esta historia sí que da para un libro. La verdad es que es muy entretenida. Me ha gustado un montón. Unos personajes dignos de una saga, el héroe que desea venganza por el asesinato de su familia y que regresará para reencontrarse con el amor de su vida ^^ ¡Me encanta!
ResponderEliminarBueno José, por hoy lo dejo. Muy interesante, sí señor. ¡Hasta la próxima! Abrazo y a disfrutar del finde ;)
Parece que todo el mundo que ha leído este relato, los que lo han hecho en el blog y los que lo han hecho a través de correo electrónico han quedado encantado con él. Sigo diciendo que hasta el momento es el que mejor he relatado. A mi también me encanta esta historia de Espada y Brujería del estilo de Conan el bárbaro, y estoy deseando que llegue el momento de escribirla y publicarla.
EliminarNo está mal!!! Algo que pulir pero la idea es muy atractiva... seguro que hoy lo escribirias diferente 😉
ResponderEliminarBueno, si que puliria pequeños detalles. Gracias por comentar David.
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